Una ventana con Isolda
Una ventana con Isolda
al otro lado del día
tus ojos
tu olor
– risueñavoz
tu voz
aquí
mis manos
-diluvio de mis ojos
abriendo esta calle
donde comienzas para mí
toda derramada luna
tú
maestra de mi barro para siempre
*Nació el 15 de agosto de 1947 en Cabeza de Toro, Tonalá, Chiapas; México. Considerado uno de los mejores escritores de Chiapas del siglo XX. Del poemario Cuerpo adentro, 1978.
Cada uno tiene sus grandes dones: Venancio Damas, quiropráctico
Yajalón que significa en tseltal Tierra verde, es un municipio de Chiapas asentado en las montañas del Norte de la región Selva; como la mayoría de los lugares en nuestro estado, tiene una riqueza natural y cultural, donde hombres y mujeres día a día construyen su historia de vida, a través de su trabajo, de su oficio.

“La grandeza de las actividades se mide por la responsabilidad
y la pasión que cada uno pone en lo que le toca hacer”
Carlos Montemayor
Por: Gabriela Guadalupe Barrios García
Desmesuradas ha conversado con el señor Venancio, originario de Yajalón, quien es una de esas personas que a lo largo de su vida se ha dedicado con esmero a la agricultura, la peluquería y los más significativo para él: la quiroprática y que con orgullo dice: “Siempre he tenido trabajos mixtos, originalmente me inicié como cafeticultor o agricultor, le ayudaba a mi papá a levantar la cosecha de café, comencé a trabajar con él desde muy chico, de 10 años. Nos criamos con todo lo relacionado al monte, al ranchito, también sembramos maíz. Hasta la fecha sigo con ese plan de trabajo. Tengo un terrenito”.
Con voz pausada y serena nos cuenta que también fue juez municipal “juez de paz” le llamábamos en aquel tiempo y tuve el propósito de servirle a Yajalón como autoridad, que es muy importante porque a veces cometemos delitos sin saber qué es un delito y hasta dónde puede uno llegar, afortunadamente me documenté con lo que es la ley. Nunca apliqué la ley rigurosamente, ya que antes de eso fui militante de la religión católica, formaba grupos de catecismo con niños, jóvenes y adultos, hablábamos de formación de la sociedad, cómo ir por la vida, con base a los principios que para mí son básicos”.
Su charla nos lleva a recorrer ese camino de aprendizaje desde su juventud: “Tenía deseos de aprender un oficio, aparte de lo que ya sabía entonces, empecé a buscarle y me metí de albañil, fui peón, tengo nociones de albañilería, me metí un poquito en fontanería, no me gustaron; después entré a trabajar en la relojería, me quedé sólo en principios porque desafortunadamente desde entonces ya me molestaba la vista, por lo que seguí buscando y me encaminé hacia lo más rápido por lo que entré a la peluquería, en eso trabajé como 12 años; actualmente tengo mi trampita (risas) sigo cortándole el cabello a algunas personas que me buscan.
Esos trabajos los sigo ejerciendo, afortunadamente, mi papá José Damas Trujillo y mi abuelito Norberto Damas Gutiérrez tuvieron el gran regalo de Dios de tener ese conocimiento de curar los huesos. Actualmente, me dedico más a las curadas de huesos, porque me buscan para para eso en mi domicilio.
¿Desde cuándo inició en ese oficio?
Me inicié en ese trabajo de huesos más o menos como a los 12 años, en ese tiempo no puedo presumir que todo sabía, sino que mi papá componía huesos, pero dejó de atender a un muchacho, no estaba en condiciones de poder atenderlo pero el muchacho llegaba y llegaba a buscarlo; entonces mi mamá me dijo: Atiéndelo. Respondí; ¿qué voy a hacer? ¿cómo? Me decidí a hacerlo, veía cómo hacía su trabajo mi papá, empecé a foguearle las partes afectadas, foguear le llamamos a hervir agua con hierba que se llama chakil o árnica porque en cada golpe se presentan moretones o derrames internos porque los vasitos se rompen y produce ese derrame. Entonces al estar tocándole esas partes del cuerpo que estaban afectadas, como que se me despejó el don que Dios ya me había dado, empecé a tallar al muchacho, a componerle. No faltó quien me mirara atendiendo y por ahí se accidentó otra persona, ya no llamaban a mi papá, me llamaban a mí. Para mí es un regalo de Dios esto de saber curar los huesos porque uno no lo estudia, lo tenemos por un Don especial que Dios nos da. No me tienen que presentar radiografías, no lo requiero, a veces les pido para que cotejemos porque hay pacientes que tienen duda de lo que uno les dice que si está fracturado y tiene una luxación.
¿Cómo es el proceso?
Nosotros tenemos sensibilidad en las manos. Hay personas que llegan a la casa y preguntan ¿qué tengo? Mientras no los toque no sé decirles. Pueden tener luxación, fractura, esguince. Se descubre qué tiene esa persona al tocarla con la sensibilidad, como el pianista que al tocar las teclas ya sabe qué sonido le lleva. Al tocar a la persona uno se concentra, en ese momento no nos deben hablar ni tocar donde estamos sentados porque nos perturban, nos ponemos en blanco mientras estamos auscultando, pasando los dedos en la parte afectada porque en ese caso los accidentes no todos son iguales, la fractura se divide en tres. Hay fracturas expuestas, las que rompen la piel, las hay internas que quedan por dentro de la piel, sólo se ven las puntas de huesos que al tocar se detectan dónde están quebrados y también la fisura, donde el hueso está “ventiado”, en esas situaciones son tratamientos diferentes.
Entonces, ¿aprendió de su papá?
No. Es un don que no podemos aprender ni enseñar porque son dones naturales que tenemos.
¿Y qué dijo su papá o ya se lo esperaba?
A él le dio gusto cuando vio que estaba apoyando a la gente porque es un servicio muy especial, da gusto dar salud a las personas. Por ejemplo, hay padres de familia que tienen una ruptura de hueso ¿qué hace? En lo económico, si se desplaza con un médico puede ser cirugía o sólo colocar el yeso, entonces son servicios que muchas veces no lo puede pagar. En esa situación, no le veo primero la bolsa: ¿cuánto me va a pagar? No. Mi deseo es salvarlo, mi deseo es que esté bien, que sane. Porque nos conocemos en la zona y sé que esa persona lo necesita, así que le compongo su fractura, luxación o zafadura.
¿Cuál es la lesión que con más frecuencia trata usted? ¿Con qué dolencias llegan más sus pacientes?
Llegan con luxaciones, con doblón de tobillo y las fisuras. La luxación también tiene dos etapas. En la luxación el hueso sale de su lugar natural; cuando hay zafadura brinca el hueso uno sobre el otro, entonces para mí no es tan fácil porque ahí se hace esfuerzo. En la fractura no se hace esfuerzo es solamente moviendo los músculos con la sensibilidad de los dedos va uno detectando y acomodando los huesos. Ya que están acomodados los huesos utilizo el cartón, originalmente usaba la tablita pero recientemente utilizo el cartón. Le hago molduras como esté; si es el pie le busco la forma, las molduras y le adapto y sobre el cartón utilizo el vendaje, ya la venda es como la requiera, hay de varias medidas.
Hay temporadas que hay muchos accidentados de fractura, zafaduras, como también la descompostura de pelvis, en la espina dorsal, hay personas que se resbalan en la calle y se dislocan lo que es la pelvis pero como sé que tenemos en el centro la espina dorsal que se prensa, ahí se reubican los nervios centrales que pasan en la cadera por lo que la persona empieza a sufrir dolor de piernas, entonces siempre va acompañada de la luxación.

Actualmente ¿Usa alguna hierba o material que le ayude al tratamiento?
Dejé de usar la hierba, inicialmente lo empecé a usar pero -como le platiqué- trabajo mixto y se requiere que uno de momento vaya a lavarse y a veces agarraba agua fría entonces noté que eso me estaba afectando. Lo receto que lo hagan, siempre les recomiendo la misma hierba, también hay una hierba que le llamamos hierba de campana, las hojitas se le colocan para que desinflame, eso sí les he colocado, pero el árnica ya no les aplico.
Entonces también recomienda hierbas en sus tratamientos. ¿Eso cómo lo aprendió?
Eso si ya se puede aprender de otros, como lo que utilizaba mi papá eso lo sigo utilizando porque en nuestra zona se dan hierbas para todo, entonces se va aprendiendo lo que es bueno para cada caso. Pero más recomiendo el uso de la hoja de campana así como también la hoja de repollo porque los poros extraen las sustancias malas en el cuerpo.
¿Tiene algún ritual antes de hacer una curación?
Antes de iniciar, sin que el paciente se dé cuenta me encomiendo a Dios, con una señal de una cruz, porque entiendo que hay personas de diversas religiones, eso nunca les pregunto. Actúo de esa manera porque sé que en el nombre de Dios y de la Virgen Santísima hago esos trabajos, que ellos me bendigan, que bendigan mis manos para que esa persona yo le pueda dar salud, haciendo eso ya toco mis manos en la parte afectada de la persona y empiezo a trabajarle. Como ya lo dije en ese momento quedo en silencio que no me toquen para que yo pueda hacer mi trabajo con éxito.
¿Cómo es un día de trabajo para usted?
Me levanto a las 5:30 o 6 de la mañana, ya nos quedamos mi esposa y yo; tengo una nieta que se va a la escuela y mi hija al trabajo, entonces barro la casa, sé trapear, tenemos unos animalitos, me gusta darles su alimento; tenemos un solar adicional y me gusta limpiarlo, podar los árboles, que estén bonitos, hablo con ellos porque sé que son seres de vida y para mí es una terapia, me olvido de mis cansancios, de todo. Incluso si mi esposa requiere más en que puedo apoyar, respeto su criterio, sé lavar platos y claro, respeto cuando me dice que no toque sus trastes, entonces ya le dejo su trabajo (risas).
Me siento un rato a ver el noticiero y si en eso llega un paciente lo atiendo porque eso no se puede programar, son eventuales; en el día a veces pueden ser de dos a cuatro personas. Lo que sí es que soy estricto, programo mis pacientes; las primeras veces no porque son accidentes y los atiendo a la hora que lleguen, de ahí en adelante ya los programo. Le doy prioridad a la gente que viaja, no sólo atiendo a la gente de Yajalón sino que llegan de las comunidades, de poblados vecinos como Chilón, Tumbalá, de Sabanilla, por eso evito quitarles tiempo a ellos porque tienen que regresar.
En promedio, ¿cuánto tiempo le lleva atender una persona?
Depende qué tenga, pero normalmente dos horas me llevo para atender bien a la persona, nada de prisa. Hay pacientes que me lleva hasta tres horas atenderlos, para mí es muy cansado. Una curada equivale a un día de trabajo porque queda uno cansado.
¿Cómo ofrece sus servicios? ¿Cómo sabe la gente? ¿Por recomendación? ¿Se anuncia usted?
Por recomendación. Nunca me ha gustado anunciarme. Me han dicho que coloque un letrero, pero me niego. La gente ya sabe, me llegan a buscar y se comunican. En las comunidades ya les doy mi nombre, cuando hay teléfono en su lugar (donde habitan) les doy un papelito donde está mi nombre, mi dirección y mi número de teléfono. Esas personas que ya vinieron una vez se encargan de mandar a sus compañeros, entonces ya los mandan acá o si pueden llamarme por teléfono me hablan antes a qué hora van a llegar y ya los espero.
¿Cómo lo conocen en Yajalón y en las comunidades?
Hay personas que dicen sobandero, otras huesero, pero no les critico, les respeto como me traten. Correctamente es quiropráctico, pero no les contradigo como me traten, no me ofenden, la mayoría me dice sobandero pero no lo soy. Quiropráctico es la palabra correcta. Sobandero es el que se encarga de atender lo que es talladas; hay enfermedades naturales como los empachos, entonces ese su trabajo. Yo no curo de empacho, no sé quitarles el empacho (risas). A lo mejor en el momento en que lo estoy tallando algo les ayuda (risas). Por ejemplo, si hay una persona que está luxado no me voy solamente donde está afectado, le busco qué partes tiene mal su cuerpo, ya sé qué partes se dañó con la caída entonces les empiezo a tallar el cuello, los hombros, los brazos; si la zafadura está en la pierna, en el codo o los hombros, la luxación a veces del brazo al irse a la cabeza del hueso pues lógico que los nervios jalan. Una cosa muy curiosa, si se luxan del brazo izquierdo se daña el brazo derecho, por el conocimiento muscular les tallo las dos partes, ahí creo que se aplica la palabra sobandero.
¿Ha estudiado por su cuenta o ha leído documentos que le ayuden a conocer más sobre el funcionamiento de los huesos?
Que lo requiera para eso no, pero me ha interesado para saber más de cómo está el sistema óseo, el sistema muscular, entonces me ayudan para saber cómo están enlazados los nervios, por lo que trato de esculcar a la persona, ahí voy buscando porque le estoy componiendo la pelvis, la parte del tórax porque los nervios son como hilos que se van del tobillo hasta la cabeza entonces al mover ciertas partes mejora la persona.
Con toda la experiencia que usted tiene, ¿qué piensa qué es lo que más ha aprendido?, ¿qué es lo que le ha enseñado el trato con la gente?
El trato de la gente es muy difícil, he procurado conocer algo de psicología, saber con quién está uno hablando, saber qué palabra decirle, cómo entenderle y saber contestar, los escucho y he aprendido interpretar sus miradas porque así se escucha también, con los ademanes; hay personas muy discretas que solo nos quedan mirando pero también así hablan, he tenido la capacidad de entenderles en sus miradas qué me quieren decir, he procurado atenderlos neutrales porque un adiós con gusto, con respeto agrada. Nunca me he creído por este don, todo lo que he aprendido es con el afán de servirles, de atenderlos bien; hay gente que valora lo que uno está haciendo y ya contribuyen a uno pero nunca les he dicho cuánto traes en la bolsa, nunca les he preguntado y seguir atendiendo a las personas con respeto, de acuerdo a su edad, hay que tener esos cuidados para no caer en los errores.
¿A sus pacientes a partir de qué edad los recibe?
He atendido a bebés que por nacimiento vienen deformaditos, entonces llegan los papás a la casa y han pedido que los cure; es más fácil componerles su tobillito que viene golpeadito por naturaleza, del empeine o sus deditos que vienen mal. Es una etapa en que sus huesitos están tiernos, están gelatinosos, entonces con facilidad se corrigen, con mucho cuidado los he tratado. También por descuido de sus papás que los han jalado de sus manitas y se les han zafado los gonces, los he curado en esa etapa de bebés. Así que he curado de todas las edades, hombres y mujeres.

¿De qué edad es la mayoría de sus pacientes?
La mayoría son jóvenes, por los deportes y también muchos accidentados.
¿Alguno de sus hijos o nietos trae este don?
Tengo dos hijos que sí tienen nociones de cómo curar, nada más que les da miedo cómo tratarlos, cómo jalarlos, cómo apretarlos. Yo, al contrario, si la persona grita más la aprieto y no pretendo hacerle un daño, es porque quiero sanarlos en minutos, quitar la causa de su dolor. Por ejemplo, la parte que duele más en los accidentados son las zafaduras. Hay dos cosas muy diferentes, la fractura, que no duele mucho, nada más incapacita; si se fractura un brazo, no lo puede mover y la curación no es rápida. La zafadura sí es muy dolorosa en cualquier parte del cuerpo porque el hueso se cruza y los nervios se contraen, entonces uno tiene que luchar con los nervios, superarle la fuerza; afortunadamente Dios me dio un poquito de fuerza, hasta ahorita los he podido curar. A veces la persona se desmaya por el dolor pero yo digo, mejor que se desmaye porque así es más suave curarlo, como anestesiado (risas).
¿Cuál es el caso más difícil que ha atendido?
Fracturas de fémur. Por el músculo, que no se alcanza a tocar con las manos, es un cuadro muy difícil; también de la cadera, del (hueso) ilíaco, las fracturas ahí, por la forma, que no se pueden sujetar, no se pueden vendar, son una parte muy difícil para mí.
¿Qué nos recomienda para cuidar nuestros huesos?
Ciertas terapias, como una: si la persona físicamente está débil no debe hacer saltos, brincos, es mejor aunque haga más tiempo, rodear como dice el dicho y no rodar. A parte, si la persona sufre dolores periódicos en los gonces, es bueno su estudio esquelético, porque a veces hay personas que ya traen problemas de osteoporosis, de artritis; son situaciones en que las personas no tienen edades para padecer esos males, entonces es aconsejable que cuiden sus alimentos, sus movimientos, sus posturas. También hay muchos que desde niños nos acostumbramos a inclinarnos tanto para escribir que nos afecta la espina dorsal y se forma lo que llamamos joroba, por eso, como padre de familia aconsejo a todos, que cuando vean a estos niños mal sentados no tengan pena de pasar y con una mano atrás y una en el pecho, los corrijan y siempre explicarles que se están formando mal. Los padres de familia deben vigilar a los hijos, hasta a uno de adulto, que sí está mal parado, uno mismo darse cuenta que está mal. Les aconsejo que se coloquen a la pared y se aprieten a la pared para que la espina dorsal se enderece. También aconsejo que sus colchones estén en buen estado porque a veces usamos unos muy averiados o con los resortes mal o si son de esponja se hacen bolas por dentro y no los cambiamos seguido, a veces por lo económico, pero también eso deforma nuestros cuerpos.
¿A usted quién lo soba?
Ahí está la pregunta (risas). Ese es el colmo para mí. ¿Quién me cura? Me he hecho algunos trabajos donde he podido hacerlo, ya que no soy una persona que ponga escalera para brincar, soy un poco descuidado (risas), me gusta subirme a arbolitos y no me cuido, entonces he tenido mis luxaciones, ya se me ha fisurado una parte del tobillo, también tuve un accidente, entonces se me fracturó una parte del omoplato; por lo que busqué otro compañero que me atendiera y se empezó a reír y me dijo: ahora vas a pagar. Le contesté: bueno, está bien, me dejo en sus manos, ya sabía qué cosa era pero esa persona no aceptó lo que le dije, que tenía fractura en tal parte, pero como me iba atender él, me dijo que estaba bien. Entonces me hice el tratamiento solo y afortunadamente me pude componer. Pero en otras partes, que se me dañara una parte más difícil de alcanzar ya tengo que recurrir a otro.
Alguna anécdota que desee compartirnos:
Primero que nada felicitarlas porque por medio de su trabajo le enseñan a una sociedad y esta plática que tuvimos es básica para la vida práctica, para todo, cuando tengan dolorcitos musculares no se den a tallar con cualquier gente, procuren que tenga un poquito de prestigio, que tenga algo de conocimiento, no quiero decirle que no vayan con el médico, ya que también tiene sus conocimientos pero hay especialistas. He tenido pláticas con algunos médicos que he curado, entonces me platican que como médicos también tienen que ver a su médico, cómo van a permitir ellos que los va a ver una persona que no tiene estudio.
Entonces son anécdotas bonitas para la sociedad y difundirlos por la salud es muy bonito, es hermoso, casi no se ha escuchado que una persona se interese por el otro, casi no hay; por eso mismo las felicito que así como me están haciendo esta entrevista a mí se lo están haciendo a otros, cada uno tiene sus grandes dones, desempeñando un trabajo con hermosura, con lealtad, con dones del servir, de trabajar honestamente, es una maravilla.

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PERFIL
Nombre completo: José Venancio Damas Maldonado
Edad: 75 años
Lugar de nacimiento: Yajalón, Chiapas
Fecha de nacimiento: 30 de diciembre de 1942
Número de hermanos: 7
Número de hijos: 6
Estado civil: Casado por las dos leyes
Pasatiempos: Me gusta pintar, escribir, hacer versos y acrósticos de los nombres, me gusta dibujar, me he interesado en no olvidar las matemáticas, me pongo a repasar mis tablas para estar actualizado, practicar la letra y lo que nos enseñaron en primaria, hacer ruedita, ruedita y he visto que es un control del sistema nervioso porque cuando uno está nervioso, eso ayuda mucho, es un pasatiempo muy hermoso estar pintando, rayando y rayando eso disipa la mente, favorece muchísimo.
Música: La marimba, como también algunas canciones, adolezco de un defecto, que me gusta cantar aunque sea por los labios, no se me graba toda la letra pero me gustan los tonos de música, y el baile es mi aliciente, bailo solo con la escoba (risas)
Comida favorita: En la casa me gusta la verdura, los frijolitos que queden sabrosos, el picante natural, nunca me ha gustado enchilarme, me gusta darle sabor a la comida. Bebidas el pozolito, en nuestra zona gustamos del pozol, me gusta el blanco simple, allá le decimos matz en dialecto. Al el frijol se le dice bul en dialecto chol, en tseltal chenec.
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EN CORTO
Hueso: Elemento del sostén del cuerpo
Zafadura: En términos sociales una desubicación personal
Cuerpo: Estructura de sostén de algo
Amanecer: Esplendor, un regalo de la naturaleza
Don: De querer darle un respeto a un ser
Manos: Elementos de ejercer un algo
Quiropráctico: Una ciencia oculta para mí natural que tengo
Sanar: Elemento de salud
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*Entrevista publicada en El Diario de Chiapas. 31 de julio y 01 de agosto 2019. En dos partes.
Los picapiedras, peluquería

Estoy en la puerta de la peluquería Los Picapiedras. Toco la puerta y nadie responde. La tristeza me invade. Después de más de 40 años la peluquería ha cerrado sus puertas. Doña Elvia cambió de ciudad. Se fue a vivir muy lejos.
Regreso mis pasos que me llevan a los recuerdos de mi niñez y de las veces que acompañé a mis sobrinos a quitarse la melena. Su amena charla y su atención esmerada se han marchado.
Heme aquí recordando esos momentos, hace nueve años, en que doña Elvia me abrió no sólo las puertas de su peluquería sino que también las puertas de su corazón para regalarme una de las entrevistas más entrañables que guardo en la memoria.
Gracias doña Elvia por todos los gratos momentos. La extrañaremos.
Leyendas

Por Gabriela Guadalupe Barrios García
La historia de Chiapas, nuestro estado, está llena de leyendas que lo hacen un territorio mágico, enriquecido con narraciones de los abuelos que en el pasar del tiempo se quedan en la mente de quien las escucha. Las siguientes historias son leyendas contadas por la señora María del Carmen Hernández Solís, de 78 años de edad, originaria de San Andrés Larráinzar:
Era muy chica cuando pasó —cuenta doña Carmelita con mirada melancólica— tenía un tío que era muy paseador y mujeriego, según me platicaban mis abuelos que salía mucho por las noches, pero en una de tantas salió de la casa de la amante para trasladarse a su casa; en el camino se encontró a la Yelguacihualte, una mujer muy delgada, un esqueleto con vestido muy frondoso, que lo llamaba por su nombre: — José, José, sígueme.
Entonces se lo fue llevando —según él iba a la casa de ella pero en realidad lo sacó del centro del pueblo-, cuando de pronto se dio cuenta de que estaba enterrado en una ciénaga que había. Aquella mujer de blanco se carcajeaba y se burlaba de él.
Después ella misma procuró que saliera de donde estaba enterrado y cuando él estaba fuera corrió inmediatamente a su casa porque tuvo mucho miedo.
Cuando mi tío llegó a su casa estaba completamente frío y mi tía le preguntó: —¿De dónde vienes José?
Él ni siquiera le contestó, se quitó la ropa y se metió a su cama: cuando en eso mi tía escuchó que llegó la mujer a su casa y tocaba la puerta, entonces mi tía preguntó: —¿Quién?
La mujer dijo tres veces: — Yo, ¿aquí está José?
Al escuchar esto mi tía mencionó: — No, no ha venido.
Por lo que la Yelguacihualte se alejó por la calle que llega al panteón.
Mi tía, llena de curiosidad, se levantó de la cama y se asomó a la ventana cuando la mujer se alejaba del lugar. Al verla se dio cuenta que era un esqueleto y hacía mucho ruido al caminar.
Mis antepasados cuentan que cuando era luna llena esta mujer se colgaba de los árboles, jugaba y se burlaba de la gente que la veía. Se enredaba su cabello entre las ramas y brincaba de árbol en árbol y la gente le tenía miedo porque decían que era el demonio convertido en mujer, por eso los hombres le tenían miedo, más los que eran mañosos.
Después de un profundo suspiro y una pausa prolongada doña Carmelita se prepara para contarnos la siguiente historia.
Otra historia que escuchaba mucho era de un hombre que iba a caballo dentro de los chorros de agua, de pronto en el camino escuchó que lloraba un «pichi» tierno. Entonces se bajó del caballo y vio a una criatura envuelta, que a pesar de los chorros de agua estaba completamente seca. Abrazó a la criatura y lo puso dentro de la capa, el niño dejó de llorar y se reía, él contento pensó que se lo iba a llevar a su mujer.
Después de haber recorrido un largo camino, casi al llegar al pueblo, al hombre le dio curiosidad de verle la carita al niño, entonces hizo a un lado la capa y el niño le preguntó: — ¿ya viste mis dientitos? Al verlo se dio cuenta que eran unos dientes muy grandes.
El niño preguntó otra vez: — ¿Ya viste mis ojos? Sus ojos eran grandísimos.
— ¿Ya miraste mis uñas? Las uñas de las manos eran grandes y horrorosas.
— ¿Ya viste mis piecitos? En los que tenía las grandes uñas.
Al ver esto el hombre dejó botada a la criatura y se dirigió a toda prisa al pueblo, mientras que la criatura con risas le dijo: — ¡Ya te gané, sí, yo soy el diablo!
Ese hombre era muy malo, maltrataba a su esposa. Al llegar a su casa todo asustado. Le comentó lo sucedido y ella le contestó: — Ya ves por ser tan malo, por eso se te manifestó el diablo.
Es así como doña Carmelita recuerda esas historias que generación tras generación han hecho temblar de miedo a quien las ha escuchado o incluso hasta las han vivido.
Recopilación realizada en noviembre del 2001.
Orlando
Por Gabriela Guadalupe Barrios García
Hace 89 años, un 11 de octubre de 1928, se publicó la novela Orlando de la escritora inglesa Virginia Woolf, editada por la editorial que tenía con su esposo Leonard, «Hogarth Press». Considerada una de las obras más importantes en la literatura en general y en la escritura femenina, donde se tratan temas tabúes en esa época y destacan también críticas de la sociedad.
«En Orlando (1928) también hay la preocupación del tiempo. El héroe de esa novela originalísima —sin duda la más intensa de Virginia Woolf y una de las más singulares y desesperantes de nuestra época— vive trescientos años y es, a ratos, un símbolo de Inglaterra y de su poesía en particular. La magia, la amargura y la felicidad colaboran en ese libro. Es, además, un libro musical, no solamente por las virtudes eufónicas de su prosa, sino por la estructura misma de su composición, hecha de un número limitado de temas que regresan y se combinan». (Jorge Luis Borges)
Gracias al bondadoso préstamo de mi amigo Héctor Cortés, apasionado lector de la obra de Woolf, llegó a mis manos este maravilloso libro y que tengo aún secuestrado por su amplia variedad de temas que me han interesado y del cual sigo tomando notas después de haberlo leído. Espero que Héctor perdone mi audacia de tener el libro más tiempo de lo que él hubiera esperado.
Como un pequeño homenaje a este libro traducido por Jorge Luis Borges, quiero compartir unas de mis anotaciones que tratan sobre la imagen del lector y el escritor en el periodo isabelino, a través del joven Orlando, quien leía y escribía incansablemente.
Orlando lector
Su afición por los libros era temprana. De chico los pajes lo sorprendían leyendo a la medianoche. Le quitaban la vela, y criaba luciérnagas que ayudaban a su propósito. Le quitaban las luciérnagas y casi prendió fuego a la casa con una mecha. Para decirlo de una vez (dejando al novelista la tarea de alisar la seda arrugada y sus complicaciones). Orlando era un hidalgo que padecía del amor de la literatura. Muchas personas de su tiempo, aún más las de su rango, escapaban al mal y quedaban en libertad de correr, de cabalgar o de enamorarse a su gusto. Pero a algunos los contaminaba un germen nacido del polen del asfódelo, traído por los vientos de Grecia y de Italia, y de naturaleza tan perniciosa que detenía la mano lista para el golpe, velaba el ojo que buscaba su presa y entorpecía la lengua que estaba declarando su amor. La fatal naturaleza de ese morbo sustituía a la realidad un fantasma, de suerte que Orlando, a quien la fortuna había otorgado todos los dones —platería, lencería, casas, sirvientes, alfombras, camas en profusión—, no tenía más que abrir un libro para que esa vasta acumulación se hiciera humo. Desaparecían los nueve acres de piedra que eran su casa; se evaporaban los ciento cincuenta sirvientes; se volvían invisibles los ochenta caballos de silla; sería prolijo enumerar las alfombras, divanes, tapicerías, porcelanas, platerías, vinagreras, calentadores y otros bienes muebles, a veces de oro macizo, se desvanecían bajo la mismacomo niebla marina. Así era, y Orlando se quedaba solo, leyendo, un hombre desnudo.
En la soledad, el mal tomaba cuerpo rápidamente. Ya entrada la noche, leía a veces unas seis horas más, y cuando le pedían instrucciones para carnear la hacienda o para cosechar el trigo, apartaba su infolio y miraba sin comprender. Eso era grave y les partía el alma al halconero Hall, al palafrenero Giles, a Mrs. Grimsditch, el ama de llaves, a Mr. Dupper, el capellán. Un apuesto caballero como él, decían, no necesitaba libros. Que dejara los libros, decían, a los tullidos y a los moribundos. Pero algo peor venía. Pues una vez que el mal de leer se apodera del organismo, lo debilita y lo convierte en una fácil presa de ese otro azote que hace su habitación en el tintero y que supura en la pluma. El miserable se dedica a escribir. Y si eso ya es bastante malo en un pobre, sin otra propiedad que una silla y una mesa debajo de una gotera —pues al fin de cuentas no tiene mucho que perder—, el trance de un hombre rico, que tiene casas y ganado, doncellas, burros y ropa blanca, y sin embargo escribe libros, es penoso en extremo. Se le escapa el sabor de todo; lo torturan hierros candentes: lo roen los gusanos. Daría el último centavo (¡tan virulento es ese mal!) por escribir un solo librito y hacerse célebre; pero todo el oro del Perú no puede comprarle el tesoro de una frase bien hecha. Se enferma, cae en una consunción, se vuela los sesos, vuelve su cara a la pared. No importa en qué actitud lo encuentran. Ha atravesado las puertas de la Muerte y conocido las llamas del Infierno.
Orlando, felizmente era de naturaleza robusta, y el mal (por razones que declararemos después) no lo quebró como a muchos de sus iguales. Con todo, lo afectó profundamente, según veremos. Al cabo de una hora o dos de lectura de Sir Thomas Browne, cuando el bramido del ciervo y el canto del sereno proclamaban el momento más hondo de la noche y el sueño general atravesó el cuarto, sacó del bolsillo una llave de plata y abrió las puertas de un escritorio incrustado que había en el rincón. Adentro había unos cincuenta cajones de madera de cedro y cada uno con un rótulo escrito cuidadosamente en letra de Orlando…La verdad es que hacía muchos años que Orlando padecía ese mal. Ningún muchacho había pedido manzanas como Orlando había pedido papel; ni golosinas como él había pedido tinta. Huyendo de los juegos y de la charla, se había ocultado detrás de las cortinas, en los oratorios secretos o en la despensa detrás del dormitorio de su madre (donde había un gran agujero en el piso que olía espantosamente a estiércol de pájaros), con un cuerno de tinta en una mano, una pluma en la otra, y en las rodillas un pliego de papel. Así fueron escritas, antes que él cumpliea los veinticinco, unas cuarenta y siete comedias, historias, novelas, poemas; unas en prosa, otras en verso; unas en francés, otras en italiano; todas románticas y todas largas…pero aunque el espectáculo de esa obra lo deleitaba singularmente, no se había atrevido a mostrarlo ni aun a su madre, ya que escribir (y no hablemos de publicar) era, bien lo sabía, una imperdonable falta en un noble.
Orlando escritor
De pie en la soledad de su cuarto juró ser el primer poeta de su linaje y dar brillo inmortal a su nombre. Dijo (recitando los nombres y las proezas de sus mayores)…
…Sin embargo, no tardó en advertir que las batallas libradas por Sir Miles y los otros para ganar un reino contra caballeros con armadura, eran menos arduas que la emprendida ahora por él para ganar inmortalidad contra la lengua inglesa. El lector que haya intimado con las severidades del trabajo de redactar no necesitará pormenores: corrigió y rompió; omitió; agregó, conoció el éxtasis, la desesperación; tuvo sus buenas noches y sus malas mañanas; atrapó ideas y las perdió; vio su libro concluido y se le borró; personificó sus héroes mientras comía; los declamó al salir a caminar; rió y lloró; vacilo entre uno y otro estilo; prefirió a veces el heroico y pomposo; otras el directo y sencillo; otras los valles de Tempe; otras los campos de Kent o de Cornwall; y no llegó nunca a saber si era el genio más sublime o el mayor mentecato de la tierra.
…Para el febril Orlando de esa época, el hombre que había escrito un libro y que lo había hecho imprimir, efundía una gloria que oscurecía todas las glorias de la sangre y del rango. Su imaginación creía que hasta sus cuerpos estarían glorificados por esos pensamientos divinos. Los veía con aureolas en vez de pelo, sahumerio en vez de aliento, y rosas que brotaban entre sus labios —rasgos por cierto nada típicos de él o de Mr. Dupper. Era incapaz de concebir una felicidad mayor que ocultarse detrás de una cortina y oírlos conversar. La sola idea de ese variado y atrevido coloquio humillaba el recuerdo de sus charlas con sus amigos cortesanos: charlas cuyo tema era un perro, un caballo, una mujer, un partido de naipes. Recordaba con orgullo que siempre le habían dicho literato, y se habían burlado de su amor a los libros y a la soledad. Nunca le habían salido bien los cumplidos. Se quedaba tieso, se sonrojaba, o tenía torpezas de granadero en el estrado de las damas. Dos veces se había caído del caballo, de puro distraído. Buscando una rima, había roto una vez el abanico de Lady Winchilsea. El ávido recuerdo de esas incapacidades (y de otras muchas) para la vida mundana, lo condujeron a la convicción inefable de que toda la turbulencia de su juventud, su torpeza, sus sonrojos, sus caminatas y su afición al campo, demostraban que él mismo pertenecía menos a la raza noble que a la raza sagrada —que era de nacimiento un escritor, más bien que un aristócrata. Por vez primera desde la noche de la inundación se sintió feliz.
Melómanos

Por Gabriela Guadalupe Barrios García
Amo a Natasha, hay un antes y un después de ella. Me ha enseñado amar a los perros y a conocerlos un poco más. Toda mi vida he estado rodeada de caninos, pero con ella es con la primera que me he sentido más unida. Estamos juntas casi todo el día, se duerme a mi lado mientras trabajo y si me muevo de la oficina me sigue donde esté, escucha mi música y baila conmigo.
Sin embargo, no me he detenido a observarla si gusta o no de la música o si cuando baila conmigo, moviendo la cola y saltando, es por las melodías que escuchamos. Hasta que hace unos meses que encontré, en mi acostumbrado recorrido por el diario La Jornada, con una pequeña nota escrita en julio y que se refiere a lo que hizo un canino durante el concierto de la Orquesta de Cámara de Viena en Turquía:
«el perro sube al escenario, aparentemente atraído por la música. Camina lentamente por la tarima, antes de acurrucarse a los pies de un violinista que no logra reprimir una sonrisa. La aparición del animal provoca risas y aplausos en el público. Se difundió rápidamente en las redes sociales en Turquía, donde la gente suele tratar con respeto a los perros y gatos callejeros, y en el resto del mundo».
Eso me hizo recordar una lectura de El País Semanal, de hace 18 años, en la columna de Luis Sepúlveda «Historias Marginales», es el relato de un famoso perro melómano llamado Fernando, quien vivió en la Provincia del Chaco en Argentina. Me pareció una historia increíble que supuse era la invención del escritor; la curiosidad me llevó a buscar en la web y vi que era verídica; claro, Sepúlveda le puso tintes literarios y me encantó su versión más que la de la web, así que quiero compartirla, espero la disfruten tanto como yo:
Algún día perdido en la memoria de los vecinos de Resistencia, en el Chaco, por sus calurosas y húmedas calles se vio caminar a un forastero que cargaba una guitarra mientras charlaba amigablemente con un perro de raza desconocida que le acompañaba con fidelidad de sombra. El desconocido llamó a la puerta de una pensión y, tras presentarse como artista ambulante, cantor de boleros para mayor precisión, preguntó si él y su perro podían hospedarse.
-Siempre y cuando respeten las horas de siesta. Vos no cantás y el perro no ladra-, le respondieron.
La siesta es larga en Chaco. Las horas de reposo pasan lentas y apacibles como las aguas del Paraná. Bajo el rigor canicular no canta el hornillo, el surubí reposa en el fondo del río, y las gentes se abandonan a un sopor profundo y benéfico.
A los pocos días de llegar, el cantor se durmió para siempre en una siesta, y al descubrir el triste suceso, el dueño de la pensión y los vecinos comprobaron que sabían muy poco, casi nada, de aquel hombre.
-Uno de los dos obedece al nombre de Fernando, pero no sé si él o el perro – comentó alguno.
Luego de sepultar al cantor, y como una forma de respetar su memoria, los vecinos de Resistencia decidieron adoptar al perro, lo llamaron Fernando y le organizaron la vida: el dueño de un boliche se comprometió a darle cada mañana un tazón de leche y dos medias lunas. El perro Fernando desayunó durante 12 años en la misma mesa. Un matarife decidió servirle cada mediodía un trozo de carne con hueso. El perro Fernando acudió puntualmente a la cita durante toda su vida. Los artistas del Fogón de los Arrieros, una casa sin puertas en la que todavía los caminantes encuentran lugar de reposo y mate, aceptaron al perro Fernando como socio de la institución, donde destacó como implacable crítico musical. Tal vez heredado de su primer amo, el perro poseía un agudo sentido de la armonía, y cada vez que un músico desafinaba debía soportar la reprimenda de los aullidos de Fernando. Mempo Giardinelli me contó que, durante un concierto de un prestigioso violinista polaco en gira por el noreste argentino, el perro Fernando escuchó atentamente desde su lugar en primera fila, con los ojos cerrados y las orejas atentas, hasta que una pifia del músico le hizo proferir un desgarrador aullido. El violinista suspendió la interpretación y exigió que sacaran de la sala al perro. La respuesta de los chaqueños fue rotunda:
-Fernando sabe lo que hace. O tocás bien o te vas vos.
Durante 12 años, el perro Fernando se paseó a sus anchas por Resistencia. No había boda sin los alegres ladridos de Fernando mientras los recién casados bailaban un chamamé. Si Fernando faltaba a algún velorio, era todo un desprestigio tanto para el muerto como para los deudos.
La vida de los perros es por desgracia breve, y la de Fernando no fue una excepción. Su funeral fue el más concurrido que se recuerda en Resistencia. Los caciques de la política cantaron loas a sus virtudes ciudadanas, los poetas leyeron versos en su honor, y una suscripción popular financió su monumento, que se levanta frente a la casa de Gobierno, pero dándole la espalda, es decir, mostrándole el culo al poder.
Hace un par de semanas, con mi hijo Sebastián que se inicia en los senderos que amo, salimos de Resistencia para cruzar el Chaco Impenetrable. En el límite de la ciudad leímos por última vez el letrero que dice:
“Bienvenidos a Resistencia, ciudad del perro Fernando”.
Fuentes: Periódico La Jornada. Sábado 1º de julio de 2017, p. 7
Luis Sepúlveda / Historias Marginales XXV / El País Semanal No. 1,198. Domingo 12 de septiembre de 1999.
2 de octubre no se olvida…
Soy de provincia y soy de origen campesino. Tengo veinticinco años y he visto compañeros de mi edad morir como nacieron: fregadísimos. Mi familia vino por hambre al Distrito Federal. Al principio nos arrimamos con unas tías en una vecindad por Atzcapotzalco. Mi padre era albañil. Desde la primaria comencé a trabajar en una fábrica de oxígeno; después me animé a entrar a una secundaria; tenía muchos deseos de ingresar a la Poli, pero sin palancas, sin centavos pues ¿cómo? No conocía a nadie. Cuando llega uno de fuera así es: casi no habla con nadie. Yo era un tipo a quien no le gustaba oír cosas de política. Lo que necesitaba era salir avante con mi familia, quitarla de padecer lo que yo había visto y se me quedó grabado: cómo trataban a mi madre cuando iba a lavar y todo eso. Había casas donde en vez de pagarle le decían: «Llévate esta comida»; yo veía claramente cómo le daban las sobras. Claro, con hambre tiene uno que aguantar lo que sea pero a mí me daba rabia. Por fin entré al Poli. Trabajaba en las noches, estudiaba por la tarde y así llegué a la Superiror. En el Poli me alejé de cualquier organización; todo tipo que formaba una sociedad me parecía malo. Yo era un autómata del trabajo y de la escuela y fuera de ello nada me interesaba. Dejé de ir mucho tiempo a mi tierra y al regresar vi que las condiciones en que vivían y viven hasta la fecha mis familiares seguían siendo exactamente iguales y me entró mucha desesperación. Bueno, la desesperación me entró a los doce años cuando empecé a trabajar en la fábrica de oxígeno. El representante de los sindicatos blancos, de la CTM, llegaba nada más a cobrar y para todo decía: «Está bien, señores.» Corría a todo el que pidiera cosas que le corresponden al obrero. Todo esto me hizo reflexionar y cuando vi que el Movimiento Estudiantil cobraba forma dije: «A esto sí me meto». Me sentía ya hecho y dije: «Ojalá y se logre algo». Yo no pensé que el Movimiento fuera político sino que iba más allá; en primer lugar todos eran jóvenes, todos tenían coraje y todos estaban dispuestos a jugársela… En segundo lugar, los conceptos eran distintos; se pedían cosas concretas, y yo no sentí que se estaba engañando a nadie… ¡Nunca sentí que me movía en un ambiente de mentira o de simulación como sucedía en la fábrica, en las relaciones entre la CTM y los obreros!
- Daniel Esparza Lepe, estudiante de la Escuela Superior de Ingeniería (ESIME), del IPN. (Tomado del libro «La noche de Tlatelolco» de la escritora Elena Poniatowska. Ediciones Era, S.A. de C.V. 51a. reimpresión 1993.)
Quédate
Porque llegaste
La tierra abre sus ojos
Y el ahora trae resurrecciones
Por ejemplo: escucho al gallo y la golondrina
Naces en mí al pronunciarme
Llegaste
Y hasta las estrellas no conocidas brillan
Se suspenden guerras noticias desayunos
Olvido ciertas palabras
y el ronronear del gato dice: amorrrrrrr…
Son las seis y tus ojos lo desmienten
Caminamos y no puede suceder
pero sucede
al convertirnos en no pasará
y aunque tu ausencia me toma de la mano
caminamos el hoyayermañana
y tomaremos café para vernos tardetemprano
porque no creemos las palabras de la muerte.
Martín Mérida
*Poeta. Nació en Motozintla, Chiapas aunque lleva más de diez años viviendo en Guadalajara, Jal. Es autor de diversos libros, entre ellos El milagro de tu voz distinta y La pasión según un hombre cualquiera, al que pertenece este poema.
Tina Modotti

Yo estoy más allá del bien y del mal. Nací antes del pecado original.
Tina Modotti
Por Gabriela Guadalupe Barrios García
Hay personas que son íconos de una época, su imagen y acciones siguen tan vigentes como cuando pasaron por este mundo. Los conocemos a través de sus obras y los testimonios de quienes convivieron con ellas. Los libros son una de las diversas oportunidades que existen para conocer a alguien.
Conocí a Tina Modotti a través de la escritura de Elena Poniatowska. Mi amiga Lety, llena de entusiasmo y confianza, puso en mis manos la biografía novelada intitulada Tinísima, y con una abierta sonrisa afirmó: “Te va a encantar”. Y así fue, quedé prendida de esa mujer y tanto fue el encanto que produjo en mí que hice varias anotaciones, elegidos quizá por mi desatado romanticismo y enamoramiento de hace más de 11 años.
A partir del libro Tinísima vinieron otros, también en préstamo de Lety, como el titulado Retrato de mujer. Una vida con Tina Modotti, escrito por Vittorio Vidali, quien fue la última pareja de la fotógrafa.
Esta recopilación de citas es un homenaje a esa mujer que nació en Údine, Italia el 16 de agosto de 1896 y murió en la Ciudad de México el 5 de enero de 1942, a quien Lety y yo, admiramos profundamente.
Edward Weston
De vez en cuando, Weston recogía alguna gota que todavía escurría de los cabellos de Tina, que leía en voz alta. Sus dedos húmedos marcaban el borde de la página. “Esto no le disgustaría a Melville”, sonreía a Weston. “Soy bárbaramente feliz”, concluía Tina. Sus ojos irradiaban salud. Puso su brazo derecho en torno al cuello de Edward y lo besó con tanta energía que él tuvo que defenderse: “Ya, ya, ya, tu amor me mata”.
Las gotas resbalaban sobre sus dientes blancos en hilitos hasta su cuello, sus piernas ofrecidas, sus piernas viniendo hacia él calientes, temblorosas, sus piernas que podían ser tijeras que le cercenaran la cabeza…El triángulo perfecto y tupido de su sexo adquiría en la lluvia fulgores de diamante.
La piel, su envoltura humana la completaba. No tenía palabras para decirlo, reinventaba su relación consigo misma, se quería. Si su cuerpo podía transmitir esa fuerza, la profundidad de las sombras, la armonía y el ritmo de su diseño, entonces ella también sería inolvidable. Su cuerpo allí en el papel trabajaba sobre ella, adquiría un carácter impresionante… Estar desnuda era ser ella misma, sin disfraz, y mostrarse en su desnudez era presentarles a los demás el más hermoso vestido.
…Su relación duraría siempre, porque el amor a Tina era exactamente el que necesitaba para su arte, vivir sentado sobre carbones ardientes; pero ¿cuánto aguantaría esa tortura? Edward podía apartar los celos y amar también la libertad de Tina.
Su preocupación más profunda era vivir el arte sin dejarse desgastar por la vida, que también gasta a los hombres. Su falta de disciplina y capacidad creativa era un problema de vida. Peor aún de índole femenina.
Xavier Guerrero
Ella sólo lo ha amado a él, con esa ansia, con ese impudor, abriéndose toda, sólo a él…Lo amaba tan fuertemente que aislarse de él era su salvavidas… El amor de anoche en ese momento daba un vuelco en su bajo vientre… Amó a Weston, su maestro, pero nunca así, nunca con esa urgencia, ese dolor apremiante. Creo que no voy a poder trabajar, se repetía, Era tan brutal la atracción que ejercían uno sobre otro, que Tina se atontaba, a riesgo de caerse. Verlo entrar a la redacción de El Machete y sentir el conocido golpe en su bajo vientre, quedarse sin aire, resollando, sus entrañas jadeantes; el pálpito en sus manos, en las yemas de sus dedos, el pulso latiéndole; estoy loca, desear a un hombre en esta forma es brutal. Todos han de darse cuenta. Tengo fiebre, todos los días deliro. Fui una mujer normal; hoy ya no sé hacer nada sino esperarlo.
¿Cuándo vendrá? Me duele el corazón, voy a morir. Ya se le hizo tarde. ¿Qué le habrá sucedido? ¿Qué me sucede a mí? Nunca me había pasado. Me estoy muriendo por él.
“X, podría hacerte un largo relato de toda la historia de este amor; cómo nació, de cómo se desarrolló hasta el grado de hacerme resolver decírtelo; de cómo he luchado conmigo misma para extirparlo de mi vida (te juro que hasta en el suicidio he pensado, si éste hubiera podido dar una solución que no fuese cobarde). Podría relatarte, en fin, todas las torturas causadas por este terrible dilema que tenía frente a mí; en todo he pensado, y principalmente en ti (esto no te ofenderá, estoy cierta)”.
Julio Antonio Mella
Es Tina quien transtorna cánones; tiene el it, el sex-appeal que a él lo hace vivir días plenos, días que lo excitan.
…ya verás Tina, sí, mi amor, verás qué país es mi país, haremos el amor, mañana, tarde y noche, las artes serán como las grandes flores rojas del flamboyán, los pétalos sobre tu pecho, los pétalos de tus labios encendidos a la hora del amor, nuestra isla está detenida por la luz en los ojos de las mujeres, en Cuba hacen falta tus ojos, como a mí tu saliva, tus glándulas, tus secreciones, tu linfa, las lágrimas de tus ojos.
John Powys
Para John Cowper Powys, el único elemento de censura que tiene el hombre es el hombre mismo, condenado a ser libre. El placer es una puerta a la libertad. Tina a sus pies sorbía sus palabras.
A pesar de sus atenciones todos acudían por su mujer, Tina. Querían verla caminar porque al seguirla recuperaban las violentas e intocadas pasiones de su adolescencia.
Lo único que tenemos es nuestro cuerpo; podemos cambiar de país, nunca de cuerpo. No hay mayor surtidor de placeres que el cuerpo.

Ramiel McGehee
Tu corazón es un lobo hambriento, Tina.
Baltasar
Ninguna palabra podría indicar mejor que la expresión de esta cara la tristeza y la pena que siento en no poder dar vida a todas las maravillosas posibilidades que entreveo y que existen ya en germen, y que sólo esperan el “fuego sagrado” que debería proceder de mí pero que al buscarlo encontré apagado. Si me permites emplear la palabra derrota en este caso, te diré que la derrotada me siento yo por no tener más que ofrecer y por “no tener más fuerzas para la ternura”. Y tengo que admitir esto yo, que siempre he dado tanto de mí, he dado todo de mí con esa exaltación que transforma la dádiva en la más grande voluptuosidad para el que da…
Mujeres de Juchitán
Estás bonita, pero te verías mejor con tus dientes de oro; si no quieres casquillo, cómprate una cadena. Que algo te relumbre. Quítate esa falda negra, el huipil deja que el viento corra, ¿para qué quieres sostén si tienes bonitos tus dos corazones?, sácate las medias, ¿de qué sirve conservar los humores?, no seas cabrona contigo misma, con la calor hay que andar a raíz, ¿quién te va a ver? Ni que la tierra fuera espejo.
Aquí no se topa con las escurridizas ratas citadinas sino con mujeres majestuosas por libres, reinas-cántaros, vasijas de barro en cuyas faldas se enredan las tortugas y los conejos, las langostas y los venados, las estrellas y la lluvia. Tratan el falo como un objeto de uso diario al que moldean entre sus manos a su antojo hasta convertirlo en un cascabelito de su propiedad.
Vittorio Vidali
No sé bailar pero me gusta sentir tu brazo, tenerte cerca. Lo demás viene solo… En realidad bailando seguía el paso de Tina y me di cuenta de que se podía bailar sin saber bailar.
Vittorio: Nunca te arrepientas de nada. Los remordimientos te vuelven inservible. Yo no busco recuerdos.
Tina: Yo tampoco los busco, pero ellos me buscan a mí.
La muerte se vence con el amor, vamos a hacerlo, verás, la derrotaremos. (Vittorio a Tina)
“Siempre la hice vivir en el riesgo, nunca se sintió segura de nada, ni de mí”. Solloza como un niño. “Sabes Pedro, con lo que no puedo vivir es con los remordimientos, no los aguanto”, Ni siquiera respondía yo a su simple: ¿Cómo te fue?… Una tarde me dijo que su corazón era un zapato viejo, que había que tirarlo al bote de la basura…
Tina permaneció siempre sola, y siempre fueron los demás quienes la abandonaron. Sin embargo, era hermosa, dulce, buena amiga, leal, valiente, una mujer ideal para un hombre inteligente ¿Qué sucedía?
Para ella también el amor era la expresión más total de la vida asumida con alegría; y lo decía sin falsos pudores, sin hipocrecías. Sabía, sin embargo, someter su vida personal, sus sentimientos a veces impetuosos a sus deberes, a las necesidades de la guerra.
Tina era una mujer normal y le gustaba hacer el amor; a ambos nos gustaba el amor generoso, lleno de fantasía, completo. Estábamos bien juntos.
Elena Poniatowska
Sólo con verla intuye que es una mujer que verdaderamente sabe amar a los hombres, sin resentimiento, sin compasión, sin asco. Los ama y ya. Los asume, son carne de su carne…
Quisiera decirles que baila mal, que a ella nadie la cuida, que es dueña de su cuerpo y de sí misma, que nunca nadie se ha aprovechado de ella...
La pregunta de Elaida acerca de los novios resuena en su cabeza. Muchos novios. Los recuerda menos que la sutilidad de sus sentimientos por cada uno, el amor compasivo que siempre sintió por Pepe Quintanilla, el amor-odio por Vittorico, la inmensa admiración por Edward, cómo la atrajo… Cada uno le había dado un sonido nuevo, un tiempo distinto, su espíritu, su estatura, cada uno había caminado sobre las olas hacia ella; su cabeza sobre el pecho en turno. No quiso saber cuál sería el porvenir, ese desconocimiento era su forma de libertad, ¡qué libertad abrazarlo, hacer que hundiera en su vientre el tamaño de su pene! Ellos querían seducirla para siempre, hacían proyectos, ella no, “te quiero para mí”, decían; en ella, ningún deseo de exclusividad… Retener, poseer, creer que se es para poseer le era tan ajeno como la economía doméstica y, hasta la fecha, no se daba cuenta que su forma de irse los enloquecía; seguramente lo mismo les sucedía a los hombres, cada amante era un nuevo descubrimiento de sí mismos a través de la estrechura de su vagina, la intuición tras de su frente, el atroz o brutal o soberbio misterio en sus ojos, la inconmensurable maravilla del cerebro humano posado allí sobre la almohada.
En el taxi, Tina sintió que ondeaba como río. A lo mejor morir es separarse de todo con facilidad, dejarse ir, dormir, flotar, fluir, abandonarse a un curso desconocido hacia un destino también desconocido.

Fuentes:
Poniatowska, Elena. Tinísima. Editorial Era. México. Año edición: 1900. 664 págs.
Vidali, Vittorio. Retrato de mujer, una vida con Tina Modotti. Colección crónicas y testimonios. Universidad Autónoma de Puebla, México, 1984. 112 págs.