«El descubrimiento de lo extraordinario dentro de lo más cotidiano, esto es una cosa que me interesa»
Javier Sáez Castán
Javier Sáez Castán/Foto: Emlio Ruiz
El destacado escritor e ilustrador español Javier Sáez Castán presentó su reciente obra “Extraños”, el pasado siete de noviembre en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, ante un nutrido público de niños, jóvenes y adultos, con una amena charla donde compartió no sólo la entretenida historia de tres monstruos protagonistas del comic sino también de su proceso creativo.
La presentación cierra la semana de talleres que este autor de libros albúm y libros para niños realizó, por segunda ocasión, en nuestro estado, dirigidos a niños y jóvenes de El Ingenio, cuyas actividades se orientan al desarrollo de aprendizajes y habilidades creativas en diversas disciplinas.
Animalario Universal del Profesor Revillod, La venganza de Edison, Los tres erizos, Soñario o diccionario del Doctor Maravillas, Limoncito, La merienda del señor Verde, El conejo más rápido del mundo son algunos de los títulos de Javier Sáez Castán, quien con su nueva publicación incursiona al comic, interesado en ofrecer sus historias no sólo al público infantil sino también a jóvenes y adultos, ya que considera que las historias pueden ser para públicos muy diferentes.
Desmesuradas tuvo la oportunidad de conversar con el autor, quien generosamente respondió cuestiones acerca de sus inicios como ilustrador y contador de historias.
¿Dibujaba desde niño?
Sí, mucho.
¿Desde cuándo comenzó esta aventura?
Creo que desde los tres o cuatro años, me refiero al dibujo, el resto ha sido poco a poco. Empecé a dibujar, a hacer libros de niños, cuentos, digamos, fue hace tanto tiempo que no sé ni cómo empecé.
¿Cómo describiría esa etapa de su niñez?
Un niño normal, el más pequeño de seis hermanos, mi padre era profesor y mi madre estaba en casa con nosotros y había bastantes libros. La compañía de mis hermanos, dibujar, leer con ellos y todo eso pudo ser importante para mi trabajo.
¿En qué tipos de cuadernos dibujaba?
En cualquier papel, sobres, periódicos, todo; eran otros tiempos y no había tantos recursos, y para dibujar cualquier papel o hasta la pared podía servir.
¿Los niños no hacen esa distinción del material que usan para dibujar?
No, a veces les ayudamos a que tengan material y puedan hacer, dibujar, pintar, creo que no es lo más importante tener materiales de alta calidad, es más bien el ambiente, la disposición, un papel y un bolígrafo es suficiente.
¿Usted dibujaba con lápiz o lápices de colores?
Lápices, bolígrafos, lápices de colores.
¿De qué trataban sus primeros dibujos?
Sobretodo de animales, primero animales reales, porque en un primer momento un gato es un animal fantástico, o sea esa distinción de lo real y lo fantástico para un niño de tres o cuatro años no existe. Un perro es un animal fantástico y un centauro también lo sería; el mundo es fantástico, luego ya empezamos a diferenciar, entonces empecé a buscar animales menos conocidos.
¿Sus cuentos de qué trataban?
Aventuras, fantasía, lo que hacen los niños.
¿Dibujaba cuando estaba triste, enojado, tranquilo, aburrido, feliz o cuando se sentía sólo?
Dibujaba todos los días, es que era una cosa cotidiana, ponía el papel y me ponía a dibujar.
¿Qué fue lo que le impulsó para dedicarse a la escritura y a la ilustración?
Los propios dibujos me llevaron a descubrir las historias ilustradas, los comics. Descubrí la narración desde la imagen y finalmente también empecé a escribir. Mi primer contacto con los libros fue a través de las imágenes.
¿Quién o qué considera su mayor influencia en su proceso creativo?
Al ser una actividad tan prolongada de tantos años no sé decir cuál fue la mayor influencia, quizá esa situación de la niñez, de estar mucho tiempo en casa y tener libros, el descubrimiento de los libros antiguos, esto sí pudo ser importante. Me interesaban mucho de niño los libros de grabados antiguos.
¿En su proceso creativo qué es primero: la historia o la ilustración?
Es que no veo la diferencia porque veo las historias como imágenes, no escribo un texto y luego lo traduzco a la imagen, estoy viendo una historia en imágenes, el texto aparece más como un complemento, como diálogos, como una acotación, pero el desarrollo narrativo surge como desde la secuencia de imágenes.
Presentación Extraños/Foto: Emilio Ruiz
Cuando me regalaron su libro Animalario universal del profesor Revillod, creí que se trataba de una reimpresión de un libro muy antiguo. El formato, la tipografía, la historia, todo me remontó a tiempos pasados ¿Su trabajo podríamos decir que es nostálgico?
No, no lo creo, sería nostálgico si tratara de recuperar un tiempo muerto, yo no veo que esto sea un tiempo muerto, es un tiempo en nuestra memoria; están vivas distintas iconografías, distintos estilos.
La historia del arte está presente en todos lados, entonces no creo que eso sea nostalgia, las imágenes conviven en muchos momentos. En mi caso, esos libros que había en mi casa, muchos libros antiguos, me llamaban poderosamente la atención y me dediqué a dibujar como un dibujante de esos tiempos por una atracción inconsciente, no había nostalgia en eso.
¿Cuál es la temática principal de sus historias?
El descubrimiento de lo extraordinario dentro de lo más cotidiano, esto es una cosa que me interesa.
¿Qué cuento o novela le hubiera gustado ilustrar?
Los cuentos que ya han sido escritos en cierto modo se defienden muy bien ellos solos, entonces me gusta ilustrar como una forma de descubrir historias que todavía no existen, así que no soy tan aficionado a ilustrar un texto. La idea es que las ilustraciones hagan visible una nueva historia, todavía no conocida.
¿A qué hora dibuja?
Por la mañana.
¿Qué busca al impartir un taller?
En primer lugar, es una forma de vida, es decir es una profesión, es parte de mi oficio porque no es fácil vivir de hacer libros, lo digo con sinceridad, entonces prefiero también admitirlo. Esto es una buena oportunidad de trabajar haciendo una actividad muy distinta a la que hago en mi estudio: viajo, conozco personas y simplemente les cuento lo que hago.
¿Qué recomendación le haría a las personas que deseen desarrollarse en el mundo de la ilustración?
Que lo piensen muy bien, que si de verdad les gusta. Es un bonito trabajo, pero es difícil. También una recomendación es que lean mucho y que observen mucho pero no a otros ilustradores, que observen la calle, observen los museos, los mercados, los libros de historia del arte. A veces el ilustrador es un poco endogámico, copia a otro ilustrador. Creo que esa es la mayor pérdida de autenticidad, cuando un ilustrador copia a otro ilustrador que posiblemente copió a otro ilustrador y se produce un amaneramiento, esto es como la mayor enfermedad de la ilustración, osea es muy bueno ver mucho y empaparse de muchas cosas pero no imitar a otro que ya encontró su fórmula.
¿Qué considera que puede hacer el arte ante las adversidades sociales?
Cuando es verdaderamente un arte sincero, es una necesidad del ser humano -del que lo hace y de los demás-; necesitamos imágenes que nos expliquen cómo es el mundo, cada época necesita encontrar la suya así pues un artista tiene que hacer ese trabajo, es una forma honesta, aunque no es fácil explicar qué es esa honestidad.
¿El arte puede sanar?
No me interesa esa posibilidad porque es tanto como decir que el arte es algo para enfermos. Yo creo que no. El arte no es para enfermos es para todos.
¿En este mundo digital aún cree importante la ilustración en papel?
Sí, yo ilustro en papel; el contacto con el papel introduce en el dibujo la consciencia de que estás realizando una acción. Si realizas una acción te puedes equivocar, en cambio en el mundo digital no hay error, borras, vuelves a empezar y esto que parece una enorme ventaja a mí me da lástima, o sea, renunciar al error para mí es como renunciar a algo muy revelador. Dentro de los errores encontramos muchas cosas, entonces a mí me gusta dibujar con papel, sé que me voy a equivocar, que quedan las manchas pero entonces lo que me encuentro es con el acto del dibujo tal cual.
¿Cuándo está en su proceso creativo utiliza música?
A veces.
¿Qué tipo de música?
Pongo la radio.
¿A qué suenan sus libros?
Creo que la posibilidad de encontrar sonido ya dependería del lector, la lectura deja mucho espacio al lector, él es el que puede imaginar si tiene sonido o no.
¿A qué suena México y con qué color lo ilustraría?
México tiene una riqueza inmensa de sonidos y de imágenes, a mí me interesa el blanco y negro, entonces me gustaría pintar a México con el blanco y negro y buscar unos pocos colores, simples, básicos, pero más allá del color me interesan las formas, los contrastes, el dibujo.
¿Qué tiene de diferente «Extraños» con los anteriores trabajos?
Es el primer comic que hago.
¿Qué tiene de extraño «Extraños»?
Si lo digo voy a contar el final, entonces mejor cómprenlo.
Libro Extraños/Foto: Emilio Ruiz
Te invitamos a escuchar la presentación del libro:
Hablar de cuento en todas sus vertientes en unas cuantas páginas es bastante difícil, y tratar de encontrar al portavoz de los cuentistas es algo todavía más complejo, así que después de consultar al mago de los sueños, decidimos buscar a un apasionado en el tema de los cuentos para niños: niños de edad y niños de corazón.
“Me llamo Emilio Ángel Lome y mi oficio es imaginar. Mi amiga y maestra Paula Rodríguez me bautizó hace ya varios años como niñólogo y apenas me estoy dando cuenta que también soy arte educador. Me siento afortunado de hacer sólo lo que me gusta y más afortunado aún de que las cosas que invento les gusten también a otros…”
Había una vez un niñólogo que decidió hacer y contar versicuentos para ser feliz
Gabriela G. Barrios García / Leticia Bárcenas González
Emilio Lome / Foto: Cortesía
A partir de la lectura de algunos de sus cuentos y de visitar su sitio, surgieron muchas preguntas y quisimos conversar con él para saber qué es un niñólogo, qué es la adultocracia, de dónde nacen sus cuentos y hasta conocer cómo se puede conseguir la ciudadanía de Apapachonia.
Emilio nos citó en su enorme laboratorio de cuentos, ahí, entre un sin número de personas, objetos, sonidos, sueños y fantasías, este niño de corazón nos otorgó su tiempo para hablarnos con evidente emoción de su quehacer cotidiano, imaginar. Sin darnos tiempo ni tregua inició hablando del cuento:
“El cuento es un formato de construcción de conocimiento. ¡Es una maravilla el cuento! Es el formato de comunicación más eficiente y aprendizaje sensorial, aprendizaje ontológico, no sólo didáctico, sino aprendizaje. Para mí es el formato de aprendizaje más eficaz desde el hombre de las cavernas al cibernauta; desde el narrador de la tribu hasta Eduardo Galeano, quien se anticipó a lo que ahora se llama microrrelatos. La narrativa hiperbreve la hizo Galeano, le llamaba así”.
Entre humo, tambores africanos, música de Cri Cri y dibujos de diversos ilustradores, Emilio camina de un lado a otro, como buscando la fórmula para iniciar otro cuento, se detiene y dice “se confunde mucho el cuento con el relato, cuidado.”.
¿Cuál es la diferencia entre cuento y relato?
La tensión. El cuento siempre tiene un conflicto y los relatos, según (Alejandro) Aldana, una anécdota, un relato no puede tener un conflicto. El cuento tiene una ingeniería distinta, es más complejo. El conflicto lo hace dialéctico. Aldana dice que genera tensión y que la tensión genera la atención.
¿Los maridos sí inventan cuentos?
Relatos. (Risas).
¿Cómo se puede ayudar a desarrollar competencias narrativas en bebés y preescolares?
Ahorita está el tema de las competencias en la educación. Es un tema que viene de la empresa realmente, pasó a la educación de los modelos neoliberales, sin embargo, hay algo bueno. Jorge Volpi tiene un libro que se llama “Leer la mente” donde habla de la ficción desde la neurociencia, ese vínculo lo permitió la educación.
Hemos empezado a darnos cuenta de la importancia del cuento en la educación, en la construcción del lenguaje del niño y yo diría que en la construcción de su imaginario. Un niño que está cerca de los cuentos, que le narran o le leen, construye un modelo neuronal, diría que hasta se hace adicto; a esos niños les llamo “narradictos”, o sea son degustadores de cuentos. Se sientan y están atentos porque ya hay una necesidad neurológica, puede decirse que hasta bioquímica del encantamiento y el encantamiento genera una adicción. Un niño que está cerca del cuento estructura estas competencias narrativas que podrían ser la síntesis.
Esas competencias narrativas hacen que el niño sintetice, conozca muchas cosas, empieza a ver quién es el personaje, quien es el antagonista. Empieza a percibir muchas cosas ya de la estructura narrativa, desde chiquitos se van “formateando”; su imaginario va troquelando ciertas maneras de percepción. Te digo, se vuelven narradictos.
Sería lo mismo que las maquinitas pero de manera mucho más benéfica. Las maquinitas generan evidentemente un imaginario artificial muy agresivo y entorpecedor de las competencias de conocimiento. En cambio, el cuento genera una adicción que construye un imaginario, que formatea el conocimiento, que es una manera de aprendizaje maravilloso porque los cuentos tienen premisas, no tienen como se creía antes moralejas, tienen premisas. Tienen una base ideológica, por eso los niños se les puede apuntar cualquier tema mediante el formato simbólico del cuento; cualquier tema: el divorcio, la sexualidad, la injusticia en el mundo.
Siempre hay una base de aprendizaje en el cuento que va más allá de la escolaridad, que va con la vida, con las competencias para la vida, la capacidad de sensibilizarte ante el contexto, de tener un juicio crítico frente a la realidad. Y por supuesto te va formando un gusto, una apreciación estética.
¿Cómo o en qué se diferencian los niños a los que se les ha leído desde bebés de los que no?
Se nota hasta en su capacidad de concentración. Ahora que se habla mucho del niño con síndrome “déficit de atención”, pienso que el cuento, y lo he comprobado una y otra vez, es una de las maneras de que el niño genere un centro. Ese centro mediático de la televisión sobre todo y de los juegos, genera un niño que no se concentra, yo le llamo el niño adrenalínico, el niño que todo el tiempo está queriendo estímulos, y el niño del cuento es endorfínico; el encantamiento genera endorfinas, que es este placer que siente el cuerpo como degustar un chocolate, así se degusta un chocolate literario, una narración.
Entre más contacto tengas con los buenos cuentos más te vuelves un especialista, primero en la degustación, después en la apreciación y después en la selección del cuento; es un proceso de edad, donde el niño pasa de ser un perceptor de la narrativa a después ya poder seleccionar, tener un criterio estético de selección y ahora se habla del gusto estético, el criterio de selección estética se da desde bebés. Hay ensayos al respecto. Cómo el bebé elige ilustraciones, elige tramas, ya desde bebé tiene una capacidad selectiva, si tiene la oferta sensorial y perceptiva del cuento leído, el cuento narrado.
Emilio Lome / Foto: Cortesia del autor
¿Qué es un niñólogo?
Me bautizó así la pedagoga argentina Paula Rodríguez. Ahora entiendo que el niñólogo es el que trabaja el ser niño y el ser del niño no sólo con los niños externos sino con los niños internos. Que los adultos cada vez más lo comprobamos.
Alguien que trabaja sobre todo con niños, como el educador inicial de preescolar o de primaria, conecta desde su propio niño. Por eso mis trabajos con niños externos, de bebés a secundaria y con los niños internos de los adultos promotores de lectura, talleristas, educadores que trabajan con niños y algunos para niños, como los talleres que doy de escritura creativa para gente que escribe literatura para niños.
Emilio, ¿para ti qué es imaginar?
Cuando Descartes decía “Pienso luego existo” no informó lo suficiente porque pensamos de dos maneras, pensamos en concepto y pensamos en imágenes, la imaginación es esta manera de aprender el mundo, de construir conocimiento por medio de la imagen, de la psicología imaginativa, entonces los conceptos son más racionales y la imaginación es mucho más visual, más simbólica.
Creo que es más poderosa la imaginación, lo decía (Albert) Einstein, “la imaginación es más poderosa que la razón” pero las sociedades de este tiempo favorecen y privilegian mucho más la razón que la imaginación, por esa razón el arte no está en las escuelas como debiera ser. El arte se basa en estructuras, acciones y formatos imaginantes. Y la imaginación es esa fuerza poderosa que tiene el ser humano de construir conocimiento, aprender y transformar la realidad por medio de acciones imaginativas, visuales, metafóricas.
¿Cómo nace un cuento?
Según el libro que tenemos con Aldana, nace de muchas maneras. Nace de un sueño, de una ocurrencia, de un recuerdo, nace, como dice Ray Bradbury “del archivo secreto que tenemos todos adentro de nosotros”.
¿Cuando escribes un cuento piensas en tus lectores?
No. Tengo la fortuna de que mi laboratorio de cuentos personal es muy lúdico, me divierto mucho, tiendo hacer un tipo de creación literaria muy locochona, diría un amigo “muy pacheca”, es el surrealismo en realidad. Yo creo mucho en este delirio. Puedo explorarlo más porque cada vez veo una conexión con el niño que sigue ahí (se señala el lado izquierdo del pecho), que es muy juguetón, relajiento y no, no pienso en mis lectores.
Emilio Lome, el niñólogo / Foto: Cortesía
¿Cómo se musicaliza un cuento?
El cuento creo que tiene una música interna y lo que yo descubro es la personalidad musical que tiene cada cuento. Por ejemplo, me tocó hacer canción una novela de Mónica Beltrán Brozon, una novelota, muy buena por cierto, “Historia de un corazón roto… y tal vez un par de colmillos”, era evidentemente un blues. Es la historia de una niña vampiro.
Me tocó musicalizar “El profesor Zíper y su guitarra eléctrica” de Juan Villoro, era un rock, es un funki como los de James Brown. Musicalicé “Yanka, Yanka” de Francisco Hinojosa sobre unos pingüinos que quieren conocer el otro mar, viajan entonces del Polo Norte al mar cálido tropical y es un tema regué.
“Gregorio y el mar”, que es la historia del pescador que fue amigo y confidente de Hemingway desde que era niño Gregorio, cubano de origen canario, lo hicimos en décima y son cubano. Entonces cada uno va teniendo su propia personalidad.
¿Desde cuando descubriste que el escribir cuentos era lo tuyo?
Desde niño. Ahora que lo veo en retrospectiva realmente yo vivo de las ficciones; mis lecturas iniciales fueron los ahora llamados comics antes conocidos como cuentos, entonces aprendí a leer con “Kaliman”, con “El Santo”, con “Rolando, el rabioso”, con “La familia Burrón”, que me encantó.
Entendí que esa realidad alternativa me encanta. Esa realidad alternativa como diría Borges “era un sueño más hermoso que el sueño de la vida”. Yo soy “ficcionófilo”, o sea, soy un amante de la ficción, siempre he creído que es una manera hermosa de vivir y trascender la realidad, desde niño lo supe. Mi vida ha sido basada en las historias, cuentos han habitado en mí, la narrativa ha habitado en mí desde niño.
¿De niño te contaban muchas historias?
Sí, mi abuela me contaba. Soy narradicto desde niño totalmente. Entiendo muy bien el formato de la narrativa, del cuento y del relato; desde niño aprendí la fascinación del encanto por las historias y me contaban mucho y buscaba con avidez.
Tenías tu propia Sherezada.
Sí, mi abuela era maravillosa porque tenía una gran lógica interna, diría Alejandro Aldana. Lo que contaba, sus historias de miedo, de la Revolución, era extraordinario. Ahora entiendo porqué los viejos narran tan bien. Eraclio Zepeda por ejemplo, tiene todo ese sabor de los viejos. Eraclio Zepeda tiene una lógica interna increíble y cuenta de bulto, diría. Porque los viejos al no tener la televisión, el cine, tenían una gran capacidad de visualización, es decir, imaginaban mejor.
¿De esas historias que te contó tu abuela cuál es la que más te ha gustado?
Me contaba la historia, que por cierto tengo en boceto para unos cuentos de espantos y aparecidos que tal vez salga el año que viene en Alfaguara. Euqueria Presa, una hacendada española que fue acribillada cuando llegaron los pronunciados, o sea los revolucionarios, a su hacienda; se escondió en un pozo con todo su dinero para evitar que la encontraran pero dieron el pitazo y la encontraron en el pozo, como no la pudieron sacar la acribillaron y entonces sus herederos hicieron una capilla para honrar su memoria, estaba en un camino que era el Camino Real allá en Guerrero, el asunto es que a mi abuela se le apareció Euqueria Presa.
¿Cuál ha sido el personaje más entrañable para ti?
Los de Cri Cri. Creo que aquí no se le ha reconocido el papel que tiene como iniciador de la literatura para niños en México. María Elena Walsh, en Argentina, en los años 60 como cantautora empieza a cantar para niños y sus textos, que tienen calidad literaria como “La vaca Humahuaca”, son considerados pioneros en la literatura para niños, aquí no se le ha dado ese valor que debe tener a Cri Cri. Sus personajes son los que más recuerdo y creo que mi iniciación ya en la literatura, el salto del comic a la literatura para niños, se dio con él; alcancé libritos de él, lo leía y lo escuchaba; de ahí creo que mi pasión por el versicuentismo. Cri Cri fue un gran versicuentista.
¿Cómo se escribe un versicuento?
Desde que conocí a Cri Cri me di cuenta que por ejemplo, Bom Bom Primero, conocido como El Rey de Chocolate, era algo más que una canción, claro, era un cuento, si lo analizamos, igual que la Vaca de Humahuaca: “En un lugar de Humahuaca había una vez una vaca, era tan vieja tan vieja que estaba sorda de una oreja”.
Desde los seis años me acuerdo de ese cuento y al final termina que como se burlaban de ella los chicos terminaron como borricos y en ese lugar de Humahuaca la única sabia fue la vaca. Ese era un versicuento, se parecía a “La patita”, se parecía al “Barquito de nuez”, se parecía al “Chivo en bicicleta”, se parecía a las cosas de Cri Cri, claro yo no sabía que estaba leyendo a Mariana Walsh y mi andamiaje, como le llamarían los educadores, era toda esta nutrición de los versicuentos musicales de Cri Cri. Me volví letrista muchos años después. (Risas).
Siempre me encantó Joaquín Sabina, porque sabía que no sólo hacía canciones, “A la sombra de un león” es un maravilloso versicuento, o sea, iba más allá de una letra lírica, estaba contando una historia en verso. ¿Por qué en verso? Porque es un formato agotado. Al hacer una canción tienes tres minutos y debe ser muy sintético y si recuerdan “A la sombra de un león” o “Penélope” de Serrat, son historias acotadas al tiempo de la composición, por eso tienen que ser muy sintéticas.
Cuando inicio a componerle a Bandula, ahora un grupo muy reconocido en el ámbito de la música para niños, empiezo a hacer juegos verbales, a hacer historias que se van complejizando. Me di cuenta que el haber estudiado letras y mi experiencia literaria como escritor me permitía abordar las letras de otra forma, empecé a darme cuenta de que se estaban convirtiendo en cuentos, estaban las letras creciendo. Por ejemplo, “La Sirena de Río Conchos”, que es una leyenda inventada por mí para hablar sobre el Río Conchos de Chihuahua.
Me di cuenta que aplicaba a los conceptos del cuento a una letra de canción. En el Premio SM “Barco de Vapor” de literatura para niños, que siempre lo ganan novelas, me aventé a mandar un versicuento que obtuvo mención honorífica en el 2012; el jurado me escribió que me felicitaba porque me aventé 35 cuartillas en verso con una historia que reúne perfectamente los datos de una historia, tiene todo, es muy delirante, se llama “Siete lagartos sospechosos tosiendo debajo de un paragüas”, el título es parte de un ejercicio surrealista, después de leer a André Bretón hago ejercicios y me sale ese título y el versicuento es consecuencia de justificar por qué son siete lagartos, por qué son sospechosos, por qué tosen debajo de un paraguas amarillo y queda un relato bien delirante.
“El elefante y la Margarita” es un versicuento para niños y niñas sin edad porque ahora estoy haciendo versicuentos para bebés; me empecé a dar cuenta que en ese formato me sentía bien.
En Argentina valoran mucho el versicuento. Ellos desde la década de 1960 empezaron a generar un boom que aquí en México comenzó con Francisco Hinojosa y “La peor señora del mundo” en los 90. Alguien me dijo en un seminario que la literatura nació de manera versicuentista, la Iliada está en verso y no sólo es un verso, es un verso que se cuenta y se canta, eso me encantó.
¿Los versicuentos son para adultos, niños o adolescentes enamorados?
¡Para todo mundo! Tengo para bebés por ejemplo, el de “Nana para un nenedino”; “La vaca que se cree mariposa” para niños más grandes. Y para más grandes tengo una versión de un cuento de (Gabriel) García Márquez que se llama “Cumbia de Remedios, la bella”, es el cuento de Remedios la bella sube al cielo de “100 años de soledad” pero convertido en versicuento, que se cuenta y se canta. Ahí el punto es la belleza.
Remedios la bella es una mujer tan bella que quiere ser fea, está harta de ser bella, la atosigan demasiado, la acorralan demasiado por ser bella, la tocan, la miran, la adoran, quiere ser fea, se rapa, se encuera, como vestido sólo trae un costal y anda descalza, se chupa los dedos, no se baña y a pesar de eso, entre más fea quiere ser más se enamoran los hombres de ella.
En la FIL de Guadalajara, después de contarla acompañado de tambores africanos, hacíamos un debate con los jóvenes preparatorianos sobre qué es la belleza. Así, el versicuentismo es para todos.
¿Los versicuentos siempre incluyen premisas o lo que llamamos nosotros moralejas?
Premisas. Mi maestro, Alejandro Aldana, diría que todos los cuentos tienen una premisa, no moraleja. Él habla de que los cuentos son una ingeniería narrativa que está en texturas, por ejemplo, haces primero la obra negra, luego el colado, así podría ser un cuento, tiene varias capas, varias texturas; en los cuentos para niños no se considera que haya una textura conceptual y yo creo que sí; en México en “La peor señora del mundo”, por ejemplo, se aborda la violencia familiar, hay ideas abordadas con el soporte simbólico del cuento. Entonces, si hay premisas, hay ideas.
Has dicho que con los cuentos se cura. ¿Qué se cura?
En los niños hay una patología perceptiva que se llama estereotipia, lo podemos ver en la plástica, yo le llamo el síndrome de Winnie Pooh. Todos los jardines de niños están llenos de Winnie Pooh, de Blancanieves, es el imaginario de la tele. Con los cuentos se cura ese imaginario patologizado, el imaginario impuesto, el imaginario que domestica.
Los cuentos te van sanando de esa imposición perceptual y te conectan con las formas de encantamiento ancestrales que han tenido las culturas de siempre, van a tener un trance. Yo he visto niños escuchar cuentos o al leer un cuento, que se quedan plenamente concentrados porque es como un trance benéfico, te curan de las imposiciones y las domesticaciones sensoriales y perceptivas, cognitivas.
¿Con los cuentos se educa el corazón?
Está muy de moda la inteligencia emocional. Octavio Paz dice que la poesía está hecha de imagen, concepto y emoción y (Jean) Piaget dice que un aprendizaje se construye cuando incluye lo corporal, lo cognitivo y lo afectivo. Yo creo que los cuentos no sólo apelan al corazón, apelan a todo el cuerpo, pero no todo el conocimiento incluye al corazón. Los cuentos generalmente, sobre todo para niños, incluyen una experiencia emotiva, si eso es conectar con el corazón, creo que sí.
¿Eliges a los ilustradores de tus cuentos?
Ahora sí. Al principio no, cuando te publican te dicen ya te ilustré y no importa con quien sea. Ahora ya elijo: Luis San Vicente, que es un gran amigo y gran ilustrador. Hoy, en la ilustración para niños en México hay gran calidad. Tenemos una gran herencia pictórica desde los códices, desde los moneros que le llaman y ahora en la ilustración para niños, hay artistas.
¿Y a los grupos que musicalizan tus letras?
Me ha tocado con Bandula, me ha tocado vincular con Lila Downs; con gente como Ernesto Anaya, que es el director de Eugenia León; con la Maldita Vecindad; con Flavio, el bajista de los Fabulosos Cádilacs que también le entró. Susana Harp.
Ha sido bien interesante que por medio del trabajo para niños me haya podido vincular a gente que admiro y que hacen la cultura para adultos pero que también son papás. Entonces, se van vinculando poco a poco en algo que ahora ya se está dignificando porque hacer cosas para niños era como de segunda división.
¿Cómo se hace un cuentacuentos?
El cuentacuentos tiene que ser un narradicto. Tiene que entender, tiene que necesitar el cuento como se necesita algo que sea casi vicioso. Tiene que empezar por ser un narradicto y pasa de ser perceptor del fenómeno de la narración de cuentos a querer estar ahí contando, aunque sea a las gallinas.
Tengo una anécdota de un niño en Hidalgo que después de escuchar a un amigo cuentacuentos le contaba cuentos a las gallinas, además era un niño que tenía labio leporino; le costaba mucho pararse frente a un público y contar. Pero se encerraba con las gallinas y les contaba cuentos.
Otra anécdota vinculada con esta pasión por contar la vi con los niños indígenas de Guerrero. Estaban en los albergues indígenas, se iban los fines de semana y me acuerdo que un niño, que era el que tenía más dinero porque podía ir al cine, regresaba y en la noche, como no había luz, ponía una vela y les contaba las películas que había visto.
Hay otras, el punto sería la narradicción, eso te hace cuentacuentos en todo, en la mesa, en la cama, en la tertulia, en el foro, en el escenario.
¿Y cuando cuenta cuentos el cuentacuentos qué cuenta?
Cuenta algo que le importa, las cosas que ama y las que odia, así conecta. Es la posibilidad de decir con el disfraz simbólico del cuento algo que ama o algo que odia, da un punto de vista profundo, verdadero y personal.
Emilio, ¿qué haces para evitar la adultocracia?
¡Juego! Mis hijos son testigos. Hay algo que se llama caracterología lúdica, que ejerzo cada vez más. Decía Gabriel García Márquez que cuando fuera grande quería ser niño. Yo de verdad lo vivo, la vida para mí es un laboratorio. Creo en la caracterología lúdica. Me encanta jugar con las palabras, me río muchísimo, cada vez más.
Leí la biografía de André Bretón sobre surrealismo, me encantó y me identifiqué realmente con estos transgresores, subversivos. Y que en realidad la adultocracia de Europa es la que había llevado a la guerra y André Bretón plantea una revolución transgresora a partir de la creatividad y la imaginación, yo pertenezco a ese grupo de cronopios delirantes y con los niños no hay de otra.
El niño es un transgresor hasta que demuestre lo contrario, que generalmente la educación convencional se hace cargo de que ocurra, lo domestica y yo creo que si fui domesticado alguna vez pues ya estoy en un proceso en total sanación y liberación de eso (risas), porque creo que la vida sí vale la pena vivirse como un juego lleno de misterios a resolver y descubrir.
¿Cómo se puede conseguir la ciudadanía de Apapachonia?
Lo que pasa es que los apapachonienses antes eran los quejumbrosíanos. Apapachonia fue antes Quejumbrosia. El Rey Amargustio Segundo, hijo de Amargustio Primero y nieto de Carifuchildo Cuarto, gobernaba en Quejumbrosia y los quejumbrosíanos tenían una cara como que se chupaban un limón, entonces gracias a su nieta, después de un ataque de amargostitis aguditis, Amargustio Segundo fue a los archivos reales y descubrió que tenía un segundo nombre: Amargustio Felizberto. Eligió en lugar de Amargustio llamarse Felizberto Primero.
Y como las palabras tienen un poder enorme ya no le quedaba ser Felizberto Rey de Quejumbrosia, entonces buscó y gracias a su nieta descubrió que era Apapachonia. Los apapachonienses han estado aislados mucho tiempo, como se había prohibido la alegría, la risa, todo eso, estaba aislados; entonces Felizberto dijo: bueno, estamos aislados, ¡salgan!, vayan por el mundo pero disfrazados para que no los descubran y luego regresan a contarnos, cada vez que ves a una persona que se ríe porque sí, que contempla las nubes en el cielo y ve qué formas tiene, que juega con los niños, que garabatea, que ejerce su delirio, sin duda, aunque esté disfrazado estás frente a un apapachoniense.
Lugar de nacimiento: Iguala, Guerrero Edad: 47 años Número de hermanos: 2 Estado Civil: Felizmente enamorado Número de hijos: Dos Pasatiempos: Dibujar, vagar con mi esposa por calles del mundo Música: Experimental Cuento de cabecera: El ahogado más hermoso del mundo Escritor: Mario Vargas Llosa Comida predilecta: El salmón Rituales: Muchos. Colecciono clips que me encuentro tirados en la calle, siento que me aportan algo
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En Corto
Voz: Canto Silencio: Naturaleza Niño: Explosión de vida Adulto: Aprendizaje Ilusión: Camino Imaginación: Aurora boreal Realidad: Laboratorio Escritor: Juego Ángel: Alas Educar: Transformar Arte: Alquimia
Rafael Ramírez Heredia, quien estudió la carrera de contaduría aunque nunca la ejerció porque su verdadera vocación fue la de contar cuentos, no cuentas, falleció en la Ciudad de México el 24 de octubre de 2006, y hoy, a ocho años de distancia, Desmesuradas le brinda este pequeño homenaje.
Un homenaje póstumo, ¿por qué?
Por haber sido uno de los más vitales promotores de la creación literaria a lo largo y ancho del país, que formó a varias generaciones de jóvenes escritores a través de sus diversos talleres literarios como los que impartió en Chiapas, un estado al que quiso mucho y le correspondió de igual forma. Pero también por su alma de periodista y espíritu de torero, que escribió gran cantidad de cuentos, novelas, crónicas y reportajes tan memorables como el Rayo Macoy, La Jaula de Dios, con M de Marilyn y La Mara, sólo por decir mis favoritos, nos dice el narrador Fernando García Domínguez, alumno de Ramírez Heredia, quien además recuerda al escritor como un gran conversador, un excelente anfitrión y un amigo entrañable, que supo hacerse querer por cada una de las personas a quien él decidía mostrarse como amigo.
En sus talleres sorprendía con su capacidad de escucha y análisis de textos; que no importando la naturaleza o calidad de éstos, siempre escuchaba atento hasta el final para aportar con su particular estilo, para algunos duro y para otros jocoso, las críticas siempre acertadas y enriquecedoras, señala García Domínguez.
Y podríamos seguir hablando de su gran dominio de la técnica narrativa, agrega Fernando García, que le permitió a Rafael Ramírez Heredia recrear toda suerte de escenarios en los que el personaje principal siempre fue el rico discurso de los pintorescos personajes creados o recreados literariamente por él… pero mejor iniciemos la charla con el escritor:
Foto: Mariauxilio Ballinas
Rafael Ramírez Heredia y el oficio de escribir*
Leticia Bárcenas González
-¿Qué papel juegan los talleres literarios en la generación de nuevos escritores?
–Éstos siempre han sido parte de los escritores aunque ello no signifique que sean definitorios. Un escritor puede serlo si tiene capacidad para ello, con o sin taller y, a veces, pese al taller, cuando le toca un mal director.
Los talleres, aunque son necesarios para algunos, no hacen escritores, sirven para los que sirven. Los que no tiene talento, así se pasen 50 años en talleres literarios, nunca van a salir de su esfera. Para ser escritor se requiere mucho más que un taller.
-¿Qué se requiere?
–Primero, que el que quiera serlo tenga la absoluta convicción, necesidad, deseo y determinación de serlo. Que sea una persona con una gran preparación cultural, que haya leído mucho. Que esté dispuesta a arrastrar todo lo que ser escritor implica: tener menos dinero que los demás, trabajar más que los demás, estar sujeto a una permanente lucha, a estar siempre enfrentado consigo mismo pero, independientemente de todo, que tenga una absoluta convicción de que eso es lo que quiere ser. Esto se va dando con los años, tras un permanente convencimiento de “yo quiero ser escritor” hasta llegar a un “soy escritor”.
El hombre que quiere ser escritor es un hombre, o una mujer, de raza, que determina, primero que nada, inclusive antes de sus condiciones personales, ser escritor.
-¿Cuál es su opinión sobre los jóvenes escritores chiapanecos?
–Es muy difícil hablar en términos generales de una población determinada, que además, cae en una esfera especial para mí porque tengo una gran deferencia por los chiapanecos. Inclusive, en algunas partes me han preguntado si soy chiapaneco por mi identificación. No lo soy, pero quisiera serlo. Por eso, tengo la idea de que cuando hablo de los chiapanecos siempre hay una luz detrás de mí que me está hablando del cariño que siento y entonces mi contestación nunca va a ser objetiva.
Chiapas ha tenido graves problemas desde el punto de vista narrativo. Desde el punto de vista poético, no soy un especialista aunque leo mucha poesía, creo que la figura de don Jaime Sabines, así como en Chile la figura de Pablo Neruda, aplastó a las siguientes generaciones. En el caso chiapaneco, la presencia y la figura de Jaime Sabines hizo que los poetas caminaran siempre en torno a esa gran figura, olvidando a otros poetas de gran envergadura que tiene Chiapas, como Óscar Oliva y Juan Bañuelos. Esos poetas no lograron dar el “porrazo” brutal porque la figura de Jaime Sabines estaba ahí y eso que vemos en dos o tres escritores lo podemos señalar de toda una generación. Chiapas necesita, respetando profundamente la figura y el trabajo de don Jaime, limpiarse de don Jaime, tener voces auténticas.
Por el lado de la narrativa, Chiapas se fue colgando de una mentira repetida mil veces: “En Chiapas das una patada a una piedra y sale un poeta”, “En Chiapas todos son poetas, hasta que demuestren lo contrario”, “Chiapas es poesía”. A Chiapas empezaron a colocarle la etiqueta de poesía y lo pobres narradores se fueron escondiendo, haciendo a un lado; lo que queda sin duda es la obra de Rosario Castellanos, que sin ser chiapaneca de nacimiento, lo era de sangre, y por tanto, la señalo como chiapaneca sin duda alguna… ahí quedó su trayectoria como gran narradora. Después de Rosario Castellanos ha habido intentos de buenos narradores pero ninguno ha alcanzado los mismos niveles.
Espero que las siguientes generaciones de narradores chiapanecos den de qué hablar. La lucha que hemos estado dando estos dos últimos años (en el taller) es para formar escritores; no he estado contento con los resultados, hace falta más presencia de la gente, como que hay un poco de abulia, de flojera, no se han entregado, salvo algunos. Deseo que en los siguientes años, la narrativa chiapaneca alcance ese punto que todavía no ha logrado en los últimos años.
-¿Cuál es la diferencia entre pensar como escritor y pensar como lector?
–Lo he dicho en el taller, entre el lector y el escritor tiene que haber una comunión. El autor tiene que pensar como lector y el lector como autor, el que quiere ser escritor, por supuesto. El lector tiene que ser un lector dedicado a la literatura, no un lector común. Un lector que quiere ser escritor es alguien que tiene que ver con lupa el trabajo que está haciendo y no sólo dejándose llevar por las frasecitas, o por lo especial que pudiera tener el texto, sino ver su arquitectura, el trasfondo, cómo está armado, cómo está solucionado, cuáles fueron los recursos utilizados para realizar de un texto literario un verdadero ensayo.
Que el lector, que también es autor, al leer sepa que está plantado frente a algo vivo que le puede dar resultados… que descubra cómo está armado por dentro ese texto y sin copiar, porque en literatura no se puede copiar, nunca hay dos textos iguales, puede darse cuenta de cuáles fueron los artilugios, las ideas, la maña, el oficio, el talento, la malicia para poder hacer ese texto y que a su vez, él aprenda esas formas en que se puede hacer un texto literario, entonces tiene que leer el texto con ojos de escritor y escribir con ojos de lector.
-¿Qué opina de que un escritor escribe mejor cuando está enamorado?
–Hay escritores que sí ya que hay un motor que les alienta. El escritor no es más que un ente sujeto a las temperancias de su externo y de su interno. No es un individuo solitario que está sentado en un rincón de su casa sin que los efluvios de la vida externa lo afecten. El escritor por el simple hecho de serlo no es mejor ni mayor ni es más importante que otro y sí puede funcionar con estímulos, es decir, un escritor que tiene un estímulo puede llevar mejor las cosas, hablo del amor pero en última instancia el escritor puede ser estimulado a base de una copa, a base de un dolor, a base de un recuerdo, algunos mediante la droga, yo nunca lo he hecho y no por problemas morales, simplemente a mí no me interesa la marihuana ni ninguna otra droga.
En ocasiones cuando se habla del amor, tema que a mí me interesa profundamente, el escritor funciona casi como un canto al ser amado, casi está escribiendo una elegía al hombre o la mujer amada porque cree que por mediación de sus palabras puede hacerle llegar ese amor, pero eso no es más que una creencia.
Creo que el escritor no puede funcionar a base de estímulos determinados, por eso no lo pondría como una receta.
-Entonces, ¿tampoco es cierto que una niñez infeliz es el mejor patrimonio de un escritor?
–No, creo que no. Conozco a muchos escritores de diversas partes del mundo y no creo que si fuera preguntándoles a cada uno de ellos, escritores muy buenos y algunos muy importantes, si una niñez infeliz los hizo ser escritores, no sería lo justo, porque si fuera así pondríamos una fábrica de escritores… Yo fui un niño absolutamente feliz. Lo que más recuerdo con mayor cariño en mi vida, es mi infancia en Tampico, nadando, pescando, buceando, en medio del calor comiendo guayabas y caminando semidesnudo por ahí, en las albercas.
Recuerdo mi niñez con un amor y con una pasión brutal; quizá mi problema sería que no hubiera querido dejar de ser niño. Hubiera querido ser siempre un niño metido en la laguna y tostado al sol. En mi caso no hay una niñez infeliz y conozco a muchos escritores que tampoco fueron niños infelices.
-¿Y qué opina de que las caricias soñadas son las mejores?
–Todo lo soñado es lo mejor porque es lo que no se alcanza.
-¿Escribe todos los días o sólo cuando hay inspiración?
–Escribo todos los días. No creo en la inspiración. El escritor profesional tiene que ser un individuo que escriba todos los días.
Mi familia y yo tenemos que comer todos los días y yo vivo de la escritura, no soy dueño de ningún patrimonio, ni soy un funcionario público, ni soy diputado, ni presidente municipal, ni soy dueño de una talabartería. Lo único que tengo es mis dedos y mi cabeza para escribir. Vivo de lo que venden mis libros, de mis conferencias, charlas, talleres, de lo que escribo en periódicos y revistas; todo alrededor de la literatura, entonces, pensar que tendría que comer cada vez que estuviera inspirado sería falso. Esto desde el punto de vista pragmático.
En cuanto a la creatividad, la inspiración es un elemento muy frágil. El escritor que se sienta frente a su máquina o su computadora todos los días, como si fuera una religión, a la hora o las dos horas, ya está escribiendo algo. El escritor que está caminando, o que está en el cine o en el futbol y siente que le llegó la inspiración a lo mejor tiene que salirse y entonces descubre que la inspiración es un elemento molesto porque lo ataca en los momentos menos precisos. Y no lo creo, la inspiración no es una prostituta o un duende que llega en la noche. La inspiración es el producto del trabajo y el esfuerzo, del oficio. Tampoco quiero decir que esa inspiración no se pueda convertir en algo brillante.
-¿Utiliza tarjetas de apuntes o todo lo deja a la memoria?
–Depende del libro que esté escribiendo pero, por regla general, cuando estoy escribiendo un libro que tenga una determinada configuración y necesite que deba ayudarme en ello, utilizó todos los recursos, desde el internet hasta libros y mapas.
Cuando estoy escribiendo un libro de determinado lugar en el que requiero información leo mucho y, sobre todo, voy al lugar de los hechos, para conocer el habla de la gente, los olores, los colores, los sabores, los sitios, las plantas, los animales, para poder escribir con un conocimiento de causa.
En la entrevista / Foto: Gabriela Barrios García
El mayor problema técnico para escribir es existir
-¿Qué autores han tenido influencia sobre su manera de narrar?
–No creo en los autores que consciente o inconsciente hayan influido en mi literatura. Esto es como los amores, los olores, los tiempos, los deseos. Los autores que determinaron mi obra literaria fueron a través de muchos años y no puedo señalar uno. Desde niño fui un gran lector, por lo que puedo decir que tuve diversas etapas de lector y desde muchísimos años antes de que me atreviera a escribir una sola línea leí a (Emilio) Salgari; era determinante para mí y estoy seguro de que de alguna manera, tal vez inconsciente, Salgari permea lo que escribo.
Acabo de terminar un libro que publicará la editorial Solar en su colección de erótica, un libro absolutamente erótico que va a causar ciertas molestias a los buenos oídos y las buenas conciencias y ahí está involucrado Salgari, que nada tiene de erótico, pero ahí están mis recuerdos funcionando.
¿Cómo puede un autor como Salgari influir cincuenta años después en mi literatura? Pues porque me fue importante. Y así como lo fue Salgari cuando fui niño, quizá cuando fui joven lo fue Hermann Hesse o Julio Cortázar, o infinidad de autores, de tal manera que tendría que hacer una larga lista no sólo de los autores que han influido en mi existencia literaria sino de los que en su tiempo fueron valiosos.
Tal vez ahora no volvería a leer a Salgari ni a Michel Zevaco otro de mis autores más que preferidos. Mis padres se mostraban a veces sorprendidos de que un chico como yo, que era absolutamente diabólico, que jugaba futbol, que hacía toda clase de canalladas, que era de verdad un problema en mi casa, peleonero, trompeador, tuviera largos días metido en casa leyendo a Michel Zevaco. Creo que a mi padre le gustaba que fuera un chico normal, más que normal porque era muy guerroso, y al mismo tiempo fuera tan absolutamente lector.
Mi padre fue un gran lector, un hombre que escribió muchos libros, 15, y mi abuelo, Rafael Ramírez Castañeda, el creador de las escuelas rurales en México, escribió 175 libros; mi abuelo materno, don Atenógenes Heredia, también era un hombre al que le gustaba mucho la lectura, de tal manera que desde niño yo tuve a mi alrededor la literatura, esto significa que un escritor –supongo que les sucederá a otros– no puede tener dos o cinco o diez autores que le hayan sido decisivos en su historia sino es toda una vida de lecturas. Es en diferentes etapas que se hacen presentes, de tal a tal año es uno, de tal a tal año es otro, y así… Si hay que ajustarse a una realidad muy definitoria, entonces señalaría a (James) Joyce, Henry Miller, (Franz) Kafka, (Fiodor Mijailovich) Dostoievsky, Gabriel García Márquez, don Julio Cortázar, Emilio Salgari, Hermann Hess, una cantidad terrible de autores que de alguna manera son mis héroes literarios, y estoy seguro que inconscientemente trato de emularlos, aunque no escribir igual sino simplemente tener elementos de ellos.
-¿Cuál ha sido el mayor problema técnico que ha enfrentado al escribir?
–Eso es muy difícil de contestar. El mayor problema técnico es existir, carajo. No hay un mayor o menor, siempre hay un problema técnico. Simplemente sentarse frente a la máquina todos los días en la mañana, ya es un problema técnico; a veces algunas novelas tienen un grado mayor de dificultad que otra. Creo que el mayor problema de un escritor es escribir.
-¿Y qué le ha resultado más sencillo: la crónica, el cuento, la novela o el teatro?
–Nada es sencillo. Cada uno tiene sus bemoles, sus caminos, sus funcionamientos… Cada género literario tiene su sintaxis, su visualización, sus objetivos; no hay nada sencillo. En literatura, quien diga: este género es más sencillo, es que no sabe de literatura. ¿Qué es más sencillo, construir un puente en el Paraná o un puente en el Mato Grosso? Las dificultades son las mismas. Para mí todos los géneros son muy difíciles y tengo que arriesgar mucho con ellos.
He dejado el teatro porque ahí entraban otras consideraciones extraliterarias. El teatro se escribe con la misma consideración, fuerza, intensidad y con los mismos peligros, esfuerzos y dificultades, pero al acabar la obra entran otros elementos. Cuando acabo una novela me enfrento a mi editor, que por fortuna tengo el mejor del mundo (Alfaguara), le entrego mi novela y ya no tengo ningún otro problema. En el teatro, no. Termino el libro y tengo que llevarlo a un director que lo lea, después el director tiene que contratar a los actores y después hay que vender los boletos si no los actores, el director y yo, no comemos. Tengo que andar tocando la puerta a diez mil personas. En la novela sólo somos mi editor y yo. Por eso he dejado el teatro, aunque no por completo. En la vida no se deja nada. En algún momento volveré a escribir teatro. Tengo amigos, como Víctor Hugo Rascón Banda, que me alientan y el ir a ver mis obras al teatro me da un gran gusto, entonces pienso que eso si es verdaderamente la creación, la magia: de la nada salieron las palabras, se pusieron en el papel, de ese papel se hizo un libro y ahora esta gente de repente abre la cortina y se oyen las palabras, entonces digo, mira eso yo lo inventé… me gusta esa magia.
-Una vez que ha escrito un texto, ¿cuánto tiempo lo deja “enfriar” antes de revisarlo?
–Depende del texto, del momento, del temperamento con que me encuentre. Escribo un textos muchas veces, lo corrijo muchísimas veces antes de poder señalar que está terminado en su primera etapa. Lo puedo dejar por meses, tres, cuatro, cinco, y pueden suceder cosas: que diga ya está bien o que diga hay que cambiarle, ajustarle. También hay trabajos que nunca salen; tengo una novela que ya está terminada pero que no estoy conforme, aunque esté seguro que si la llevo a mis editores la publican.
Mi primer libro lo publiqué a los 22 años. Si hubiera tenido mayor prudencia, mayor estabilidad mental no hubiera publicado muchos de mis libros o los hubiera publicado de otra manera, pero en este momento ya tengo la capacidad para decir esto sí, esto no, o esto que se espere. Esto es algo que cada autor debe entender y sentir como parte primordial de su existencia y saber que cada libro y autor tiene sus propias reglas. Esto no podemos generalizarlo. Por fortuna, la literatura no es de recetas de cocina. Cada etapa tiene su momento difícil, lo que la hace absolutamente encantadora porque no hay nada que se repita.
-Y ya publicados, ¿los vuelve a leer?
–Noooo, no, no. Ya los he leído lo suficiente. Nuca he vuelto a leer un libro mío ya publicado. No quiero decir que no les he echado una mirada o que no haya tenido, por necesidad o por alguna petición, que leer algún fragmento. Pero de principio a fin, ninguno. Ni loco. Y algunos libros de los años 70´s no quiero ni siquiera verlos.
-¿Qué opina de que todo relato empieza con un final?
–La diferencia entre el periodista y el escritor es que el primero escribe sobre lo que sabe, el narrador escribe sobre lo que cree que no sabe, pero sabe. Cuando el escritor es un hombre que ya tiene oficio y malicia intuye cuál debe ser el final. Aunque no lo tenga muy claro. Cuando comienzo a escribir, toda la metodología interna de mi cerebro está funcionando para ese final que aún no lo tengo claro, pero que en mi cerebro sí está claro. El género cuento es muy parecido a la vida y la novela es quizá, también, un cuento pero más largo. Cuando el niño sale del vientre de su madre empieza a vivir pero también a morir, el cuento es así, conforme va avanzando va creando las condiciones para su final; para eso se requiere oficio, talento, imaginación. Puedo escribir buenos o malos cuentos pero esos son los elementos que debo buscar en mi vida para escribir, eso es lo que tienen que entender los compañeros de los talleres literarios: escribir no es una tarea sencilla. Es una tarea en donde tienen que involucrarse mucho tiempo.
-¿Sus personajes están basados en personas reales?
–Es una pregunta muy general, la respuesta sería sí y no. Pueden tener 99 elementos de una persona real y uno irreal o pueden tener 99 elementos irreales y uno de una persona real. Inclusive, hay personajes que se parecen unos a otros. Todo está en función del texto literario.
-¿Usted se ha convertido en alguno de sus personajes?
–No de una manera determinante. Debe haber cosas en muchos personajes pero, conforme el tiempo pasa, cada vez me voy alejando más de ellos. Al principio, como todo escritor novato, el mundo giraba alrededor de mi porque no tenía otras cosas, más adelante el mundo fue girando con su propia velocidad y yo no soy más que un relatante del mundo y lo que menos me importa dentro de esos narradores soy yo.
Primero limpié mis neurosis, escribí un libro en los 70’s que se llamaba Camandola en donde eché fuera todos mis angustias, todos mi dolores; a partir de ese momento empecé a caminar por un sendero en donde nada tenía que ver con la literatura, como personaje.
-¿Se ha molestado alguna vez con uno de sus personajes?
–No. Los personajes me pueden desagradar como personas, pero si me están desagradando es porque me están agradando literariamente, lo que significa que están bien logrados, trabajados, bien construidos. Realmente no tengo una relación muy precisa con los personajes; ellos son parte de un entorno que, estoy muy consciente, no es mi vida. No me desagrado con ellos. Los personajes funcionan por su lado. Son parte de un mundo que no es mío.
-¿Cómo elige el nombre de sus personajes?
–Lo que primero hago es definir a los personajes, cómo son: gordos, flacos, altos, chaparros, prietos, güeros. Después cuál es su forma de vestir, de manejar las manos, su forma de hablar, etcétera. Posteriormente qué filias y qué fobias tienen. Cuáles son sus maneras, sus manías. Ya definido totalmente le doy el nombre que corresponda a esas características y no al revés.
-¿Es cierto que ya todo está narrado?
–Sí. No hay ningún tema nuevo, lo que tiene que hacer el escritor es cambiar las formas de presentarlo para que lo ya conocido, parezca nuevo.
-¿Me puede hablar sobre lo que está escribiendo?
–No. En ese sentido soy muy supersticioso.
-¿Y qué está leyendo?
–Leo varios libros a la vez. Es una mala costumbre pero ya la tengo dominada. Estoy leyendo una novela del maestro Carlos Fuentes que se llama La silla del Águila y una novela de David Martín Del Campo titulada Después de muertos.
-A sus 61 años ¿cuántos libros ha leído?
–No sé. No tengo la menor idea pero han de ser varios miles.
-¿Cuál fue el primer libro que leyó sin que fuera una tarea escolar?
–Un libro de un autor italiano que se llama Edmundo De Amicis que se llama Corazón, diario de un niño.
En la entrevista / Foto: Gabriela Barrios García
-¿A qué edad?
–A los 6 o 7 años. Fui un niño medio precoz, entré a la primaria –en esos años se permitía– a la edad de 5 años y ya leía desde antes porque mi padre y mi abuelo me permitieron la entrada a ese mundo de los libros. Tal vez antes hubiera leído otros libritos de cuentos como Tantarín de Tarascón, pero un libro más formal fue Corazón, diario de un niño y lo recuerdo con gran nitidez.
-¿Qué libros influyeron más en usted?
–En la primera parte de mi vida Emilio Salgari y Michel Zevaco, creo que ambos me enseñaron a ser buen lector. No quiero decir que influyeron en mi literatura pero sí en mi carrera de lector.
-¿Es cierto que quien no tiene oído no será un buen escritor?
–Depende. El que trata de reproducir los sonidos y las palabras de la gente sí. También existen escritores, en donde intentaría colocarme, que más que reproducir los sonidos y las palabras de la gente y su tonalidad, intento construir un lenguaje que parezca pero que no es, es un lenguaje construido.
La felicidad consiste en perseguirla
-¿Corridos o boleros?
–Boleros.
-¿Cuál es su favorito?
–La Señal, de Álvaro Carrillo.
-Si la poesía es como el pan (por lo que se debe compartir), la prosa es como…
–Una baguette, que también hay que compartir, nada más que tiene más aderezos. Y no siempre los aderezos son mejores, en ocasiones el pan solo sabe mejor.
-La novela perfecta:
–No existe todavía, ni se acerca mucho a la perfección. Si hubiera una novela perfecta en ese momento se acaba la literatura; siempre debe haber una nueva forma, una nueva modalidad, una manera. La novela perfecta no existe aunque se busca la perfección. Todo autor en el mundo, por más famoso que sea, intenta escribir la novela perfecta y puede acercarse pero no llega a ser perfecta porque la perfección no existe.
-Entonces tampoco existe el cuento perfecto:
–Tampoco existe.
-El cuento que más ha disfrutado escribir:
(Después de pensarlo unos segundos) –Todos. Disfruto lo que estoy haciendo en ese momento; cuando el texto, cuento o novela, ha terminado y ya no es mío, es decir, sale publicado y la gente lo lee ya no puedo disfrutarlo. Pero en el proceso de la creación, que es el disfrute, el gozo, el dolor, la angustia, la brillantez, la negrura… El creador disfruta de todos los conceptos. Si se precia de serlo, el escritor tiene que estar muy consciente de que la construcción de su trabajo implica una entrega y ésta siempre es dolorosa, aunque no siempre es dolorosa de dolor; el parto también es doloroso pero al mismo tiempo es festivo y gozoso. Yo gozo con cualquiera de los textos que esté escribiendo, lo que podríamos pensar es con qué cuento, qué libro o qué novela he tenido un disfrute después de la creación, porque después de pasado un tiempo uno puede quedar más satisfecho con uno que con el otro, aunque, en última instancia, esa insatisfacción es permanente. Siempre, por lo menos yo, quedo con la sensación de que algo faltó, de que algo se dio pero que no pude detectar y me quedo con la duda y esa duda es la que implica la no perfección; si no existiera la duda aparentemente fuera perfecto.
-Futbol no, toros sí ¿por qué?
–El futbol es un deporte al que no odio, ni mucho menos, pero no soy aficionado ni voy a verlo porque no me interesa. La diferencia sustancial con los toros es que el futbol es un deporte y los toros son una expresión de arte. A mí no me importa ver a un torero que no sea un artista, que se dedique a ser torerías, valga decir esa palabra que no existe, mediante el poder, la fuerza o el dogmatismo taurino. Lo que me importa de un torero es la configuración que se hace para realizar en un momento, casi de segundos, el arte. El arte taurino es el más efímero que existe porque en el breve espacio que dura el lance (con la capa) o el pase (con la muleta), que son cuatro o cinco segundos, es donde se da su esplendor; eso no puede ser repetible, aun cuando lo vuelva uno a ver en película o en video, en una escultura o en una pintura, sólo el que lo vio en la plaza puede tener la sensación inmensa, ese placer brutal que existe y se manifiesta en el cuerpo al sentir ese momento tan brillantemente corto. Es un arte efímero, por eso no puedo más que compararlo con las otras expresiones del arte y no con alguna expresión deportiva. La fiesta de los toros no es un deporte aunque, en México, lo colocan en los periódicos deportivos y cuando hablan en televisión lo incluyen en la sección de deportes; no debe ser así, la fiesta taurina debe ser analizada en la sección cultural de los periódicos y en los noticiarios televisivos en el espectáculo cultural, los toros son igual que una ópera, sólo que el toreo no tiene un guión, éste se va escribiendo en el momento mismo que se está realizando.
-Para usted, ¿qué es el mar?
–Para mí representa todo. Nací junto al mar pero no solamente por eso me llama profundamente la atención. El mar es el principio y el fin de la vida; de ahí nace la naturaleza y de ahí nace el hombre pero, independientemente de estas razones que aparentemente son lugares comunes, podría señalar que para mí el mar es el descanso, la vitalidad, la fuerza, la intensidad, el gusto, el sentirme muy cercano a la presencia, no de Dios, pero sí a la del infinito porque parado junto al mar y en la soledad, se da uno cuenta de su infinita y pequeña estatura física y moral ante la inmensidad que representa algo tan bello como el mar.
Le he escrito mucho al mar, tengo muchos libros, cuentos, fragmentos, etcétera, en donde el mar es siempre un ser omnipresente que está colocado en todas partes porque para mí representa todo, paradójicamente, siendo un hombre del mar, vivo lejos del mar, en dos ciudades que están lejos del mar: México y Madrid. Y aun cuando voy a lugares que están cerca del mar, no me he metido en él porque no he tenido la posibilidad.
Hace poco estuve en Santo Domingo, que es una ciudad frente al mar pero que, al igual que en La Habana, es un lugar lleno de rocas y es imposible meterse al mar. Yo gozo y espero algún día pasarme una larga temporada frente al mar, metiéndome y jugando con el mar. Cuando fui joven y todavía no existía Cancún, viví varios meses en Isla Mujeres y trabajé de lanchero junto con otros compañeros de aquellas épocas, que vivían en Isla Mujeres: el “Chilero” Martínez, el “Picho” Magaña, que espero todavía vivan si no es que se los comió el trago y las gringas, porque ahí había mucho de eso. Entonces, yo trabajaba con el mar, junto al mar, para el mar y comía del mar, siempre me ha quedado ese recuerdo, y cada vez que me encuentro en situaciones dolorosas o con angustias o con depresiones, pienso en el mar como la salida absoluta de todos mis males.
No me gustan las montañas, no me gusta el frío; soy feliz donde hay calor, aquí, en Tuxtla Gutiérrez, me siento absolutamente cómodo, el calor no me afecta, ni me molesta, ni me desgasta, ni mucho menos. Los mares del norte que me ha tocado pasar en Islandia, en Inglaterra, en el norte de Francia o en el norte de España, donde el mar es muy bonito pero es muy frío, inclusive el mar mediterráneo no me resulta agradable porque es frío y está lleno de piedras. Para mí el mar es sinónimo de tropical, con palmeras, con calor, arena blanca, con playas tibias, eso es para mí el mar. l
-¿Y la felicidad?
–La felicidad consiste en perseguirla.
-¿Obscenidad, pornografía o violencia?
–Todo es válido para la literatura. Creo que la pornografía es el erotismo sin chiste y la violencia es parte de la vida. La obscenidad es cuestión de mentalidades. Si el asunto se trata con amor e intensidad, todos los aspectos y las fórmulas verbales se deshacen porque la pornografía se puede convertir en romance, la violencia se puede convertir en elegía y la obscenidad se puede convertir en intensidad, de manera que tan sólo es fórmula, conforme la sociedad lo marca. El ser humano es el que le da valores y antivalores a las palabras y a las acciones.
-Su novela erótica:
–No tengo una novela erótica per se, pero puedo hablar de toda la colección de La Sonrisa Vertical, que se edita en España, en la que hay novelas muy buenas como Las edades de Lulú, que es muy intensa. El riesgo que puede existir es que el erotismo se confunda con un pasquín de mala muerte, en donde se escribe para mentes que no tienen la apertura necesaria y que requieren precisamente de ese tipo de antivalores para estimularse sexualmente. Como sucede con las novelas policiacas, en donde el gran número de malos escritores y de malas novelas han hecho que el género policiaco pueda parecer cliché y ser un mal género o ser considerado como un género menor.
En cuanto a las buenas novelas eróticas está El amante de Lady Chaterley, de D.H. Lawrence, que es una estupenda novela y es absolutamente erótica, o las novelas duras y violentas como las que tratan del sexo del Marqués de Sade: Justin o los infortunios de la virtud, La filosofía en el tocador, Los 120 días de Sodoma, Valmor y Lidia, La nueva Justine; estas novelas que resultan duras y brutales transitan por el terreno aparentemente de la dureza, pero que están constituidas con otra forma y de otra manera. La novela erótica es una de las muchas fórmulas literarias existentes y no por eso debemos menospreciarla ni atacarla. Es tan importante como cualquier otro género o subgénero literario.
-En poesía, ¿Jaime Sabines u Octavio Paz?
–Sin duda, Jaime Sabines
-En bigotes: ¿Dalí o Zapata?
–Zapata
-¿Es cierto que en Tamaulipas se vive mejor?
–Para el que vive ahí, sí. Se vive bien en cualquier lado que uno quiera vivir bien. Yo no vivo en Tamaulipas desde hace mucho tiempo, salí de Tampico cuando tenía 8 años de edad. Aunque me queda muy poca familia ahí, sigo teniendo una raigambre muy fuerte en Tampico. Amo mi puerto casi con la locura, donde escribo casi siempre sale Tampico.
Ahora que estoy revisando el próximo libro que va a editar el Fondo de Cultura Económica, un libro de 570 páginas llamado La condición del tiempo, en donde reúnen 27 cuentos míos escritos a lo largo de diferente tiempo, me he dado cuenta de la gran influencia que ha tenido Tampico sobre mí, su mar, su calor, su humedad. Lamentablemente no puedo vivir ahí. Creo, sin embargo, que en Tampico como en otras partes del país, se vive con las mismas altibajas, es decir, la gente que vive en Tuxtla Gutiérrez debe tener problemas similares a los que viven en Tampico, en un país agobiado por el neoliberalismo, agobiado por los torpes problemas políticos que no se han manejado, un país con una dependencia brutal de Estados Unidos, cada vez más dura; una injerencia más profunda de los norteamericanos que, a veces, aunque nos demos cuenta, no queremos aceptar. Paradójicamente, el primer pueblo de Tamaulipas, el que está más pegado al mar se llama Bagdag. A ese Bagdag Estados Unidos no lo ha conquistado.
-¿Una copa de vino en un buen restaurante o una cerveza fría junto al mar?
–Sin duda, una cerveza fría junto al mar. También me gusta tomar un buen vino, especialmente si es de la Ribera del Duero, en un lugar, aunque no sea muy bueno pero que tenga intensidad, con una buena comida y sobre todo una buena compañía, pero una cerveza fría junto al mar, para mí, es sinónimo de la libertad.
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Rafael Ramírez Heredia nació en Tampico, Tamaulipas el 9 de enero de 1942. Maestro en historia de México, lleva toda una vida dedicada a la literatura. Paralelamente al oficio de escritor, se ha desempeñado como periodista, conductor de programas de radio y televisión, promotor cultural, conferencista en México y el extranjero, profesor de literatura y como director de talleres literarios.
Ha ganado diversos premios a nivel nacional, entre ellos el de teatro (1976), el de novela (1978) y el de cuento policiaco (1990). En el extranjero, en 1984 obtuvo el Premio Internacional Juan Rulfo que entrega el gobierno de Francia.
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Rafael Ramírez Heredia en la presentación de su libro «Otra vez el Santo», en el Centro Cultural de Chiapas Jaime Sabines. 2006
Fotografías: Mariauxilio Ballinas.
*Entrevista publicada en tres partes en el diario Expreso Chiapas, 27, 28 y 29 de mayo del 2003.
El círculo abierto es el título del taller que impartió por primera vez en Chiapas el artista, director y docente, Rubén Sagal, dirigido a directores, actores, bailarines, cantantes y músicos de diversas partes de la República, promovido por el director de escena Jorge Escobar.
Desmesuradas tuvo la oportunidad de platicar con este creador argentino, que ha viajado a diversos lugares del mundo motivado por el amor a la docencia y el deseo ferviente y honesto de querer trabajar para unir a la gente que llega a sus talleres, a través de la “Ley del ritmo”.
Texto: Gabriela Barrios García/Foto y Video: Emilio Ruiz
¿Imparte solo los talleres?
No, siempre vamos en equipo, cuando las condiciones lo permiten, porque a veces es difícil por costos viajar entre muchos y que se pueda asumir un gasto para trasladar a cuatro o cinco del equipo, pero lo que hacemos a veces es compensar con que alguien del lugar se integre, acá está haciendo de músico-acompañante Paco (percusionista de Chiapas) y fantástico como si hubiéramos trabajado toda la vida juntos.
No nos gusta dar ningún tipo de taller o seminario individualmente, porque parte de la pedagogía que buscamos es no estar centrado en la figura de alguien, no es un concepto de que es un «maestro», un «gurú» al que hay que seguir ni nada, es como un equipo que se encuentra con otro equipo, igual que pasa en el teatro, un grupo de gente que prepara algo, que va a compartir la mesa con los que vienen y allí estamos todos a la mesa.
¿Cómo logra la integración de los participantes?
La primera cosa es que uno tenga el deseo ferviente y honesto de querer trabajar para unir a la gente que viene al taller, más que hagan bien las cosas, que las hagan juntos, como si fuese la primera condición interna, que vino casi como genética, el deseo de un latido compartido, como una pulsión hacía eso, a romper lo individual, por lo menos por un rato, después las herramientas que a veces usas para eso, que también fueron encontradas intuitivamente, no fueron elaboradas, fue por trabajar a través de la percusión, de las vibraciones sonoras, del ritmo como concepto de ciclos de tiempo y espacio, que son como cosas más grandes que uno mismo, entonces sirven para aglutinar a la gente más allá de la consciencia.
¿Cuál sería el objetivo que busca en cada participante?
La expansión de la consciencia.
Jorge Escobar, director de escena que hizo posible el taller de Rubén Segal / Foto: Emilio Ruiz
¿Cómo hace con el manejo de los egos?
Si puedes lograr que se levante un poco la vibración hacia una expansión de la consciencia, la consciencia naturalmente va ir haciendo un recuerdo de que somos más altruistas, más compasivos que egoístas-egocentristas. Es decir, de hecho la Ley del Ritmo que no la he enunciado yo, de ninguna manera, es patrimonio del cosmos, habla de que el ritmo rompe la rutina, de alguna manera rompe el movimiento del círculo vicioso del control y genera un movimiento en espiral de expansión de las emociones y la consciencia, por lo tanto el individuo pasa a ser parte de un todo más grande que él, y eso es una forma más sutil; pero ellos no están pensando en eso mientras hacemos los trabajos, ni siquiera lo decimos, pero sí se siente la búsqueda de que encontremos, al menos por instantes, una sensación de sincronisidad y de unidad, aunque después se pierda, porque en el instante siguiente que piensas «uyy lo encontré, lo quiero mantener», se te escapa.
El concepto de la sincronicidad de que hablamos no es algo utópico ni una cuestión mística, es un funcionamiento natural de todo el cosmos y del universo; a veces creemos que cuando tenemos un hecho sincrónico de encontrarnos con alguien en quien se estaba pensando o de estar buscando un libro y de repente éste cae en mis manos, eso parece mágico; no es mágico, es uno que dijo: me subí a la danza de la vida por un ratito y me parece mágico porque como no estoy subido todo el tiempo a eso y estoy pensando en mí, en mí, en mí, me quedo fuera de la danza de la vida. Entonces la idea es esa: que puedan tener instantes fugaces, aunque sea un segundo de un latido, entre todos quizá ya afecta para mucho tiempo.
¿Cómo ha sido su experiencia en este taller que concluye?
Muy emocionante, muy rico de entrega entre todos, de derroche de creatividad; de un vivir como una especie de proceso, primero sentirnos como todos cada uno en su trinchera y de repente cómo se fue disolviendo eso a lo largo de la horas y cómo de a poquito vamos entrando en una especie de célula comunitaria que probablemente hoy alcance su momento justo de hervor cuando nos tengamos que separarnos; es como si podemos empezar a trabajar desde otro lugar cuándo nos vamos a separar, pero igualmente esa separación también es ilusoria.
¿Cuál es la función social del teatro?
Desde ya transformar al individuo, devolverle la creencia de que todos somos actores, en el sentido de que todos, hagamos lo que hagamos, tenemos que ser altamente creativos, felices y dichosos en lo que estemos haciendo, no es que el actor es el que está arriba de un escenario. El actor puede ser una persona que limpia las calles, el asunto es si eso que está haciendo le hace dichoso, le hace sentir que socialmente está aportando luz y no oscuridad, porque lo que está haciendo le está gustando, si no te gusta, aunque estés arriba de un escenario igual no va a ser luminoso. El teatro es para mí, accionar, hacer desde el ser. Entonces, si lo que se llama teatro convencional le sirve de espejo a los espectadores para que se pongan en acción y no se quede en aplaudirle a los que están arriba de un escenario porque creen que son buenos moviéndose o declamando, entonces sí sirve, sino no sirve. Si se queda en potenciar lo egoico no sirve, no es la función del teatro potenciar los egos, ni la vanidad, ni el exitismo ni nada de eso, para mí es expandir los corazones de la gente.
¿Cómo describiría la creatividad?
Es el acto más sublime con el que un ser humano se puede manifestar, casi te diría como el estado de generosidad permanente, tal como nos han llegado las cosas. Nosotros estamos rodeados de creación y nos vino gratis, todo, las montañas, los mares, los océanos, los lagos, las plantas, piedras, el sol, las estrellas, las órbitas, las galaxias, no costó un peso; lo hemos recibido generosamente y esa creatividad es un acto generoso que viene de hace millones de años, reproduciendo y expandiendose. Para mí es la definición más ajustada de que somos obras de arte viviente que tiene que manifestarse generosamente tal como nosotros hemos llegado hasta aquí.
¿Qué tipo de música utiliza en sus talleres?
De todo, cuando podemos la música en directo y mucho es música improvisada en función de las cosas que hacemos. Hace muchos años empezamos solamente con instrumentos de percusión pero después eso era poco porque sólo te llevaba algo a tierra, entonces hubo que agregar cuencos, instrumentos de viento porque busco llenar el espacio de otras vibraciones sonoras para que no quede solamente limitado a la tierra y que hayan más elementos vibracionales allí dando vuelta. Cuando no podemos venir muchos músicos en directo a sostener eso, incluso a veces usamos coros que vienen ayudar y a cantar en directo para también poner la vibración de la voz, cantan mientras la gente se mueve o hace el ejercicio; tenemos música grabada y allí hay de todo de todo lo que nos fue llegando, de todos los países, de todas las culturas y vas mezclando para que no hayan fronteras tampoco sonoras en ese sentido.
¿Qué sonidos le resultan interesantes?
Cualquiera en el momento, ayer justamente estábamos haciendo un ejercicio y después hablamos de algo y justo hubo como una mesa que se le cayó a alguien que estaba ordenando allí e hizo como una especie de sonido acertivo, es como si hubiera confirmado lo que estábamos comentando en ese momento, se puede decir un sonido de una mesa cayendo no es bonito pero en ese momento fue el mejor sonido que podíamos tener para ese momento, entonces es difícil responderte eso. Cualquier sonido en el momento justo que esté en sincronía con lo que está sucediendo, es el mejor.
¿Qué es para Rubén Segal el ritmo?
Es el camino que yo elegí para encontrarme con los seres humanos.
¿Qué es el ritmo universal?
Es la no polaridad, es la sensación de un todo magnificiente más grande que nosotros, por lo cual todos quedamos sumergidos en esa pulsación y teóricamente sin diferencia, por eso sin polaridad, sin cultura, sin identidad, da lo mismo. Es un latido que nos afecta a todos por igual.
¿Qué es el ritmo en el teatro?
Es que no se puede separar de lo otro que te he dicho, porque si el teatro es la condensación de una vida, es aplicar ese cuento a cualquier obra, es como si te dijera: toda obra de teatro tiene un pulso, hay que encontrarselo para que cuando uno la trata de montar le encuentre justo la pulsación que tiene para que el público también se sienta transportado y no que esté separado, actores por un lado, público por el otro. El teatro es un desprendimiento del ritmo, no es una herramienta exterior que hay que ponerla en marcha, no puede existir el teatro sin el concepto de espacio-tiempo.
¿Cómo suena el ritmo?
Infinito sonido, el silencio es ritmo también.
¿Se siente el ritmo?
Yo creo que más se percibe, se es, no estamos hablando de percusión, una cosa es la percusión eso es un método para manifestar exteriormente los ritmos que están dando vuelta por allí, pero un ciclo lunar es un ritmo que quizá no lo estás sintiendo con la consciencia pero son 28 días o 26 mil años en un calendario Maya, es decir, tiene muchas dimensiones de ciclos en las que estamos sumergidos. Por eso digo que es más un tema no emocional, es un tema más grande, porque lo emocional puede estar metido dentro de la personalidad y esto es parte del ser, por eso digo que ser ritmo es integrarse a todos los ciclos que se les está rodeando todo el tiempo, a veces son ciclos de un segundo de un minuto, ciclos de tres años, ciclos de siete años.
¿Todos tenemos ritmo?
No estaríamos vivos sin eso, somos concebidos bajo eso, el espermatozoide y óvulos no pueden fecundarse hasta que no laten al unísono y eso está comprobado por microscopia electrónica, vienen en una vibración distinta hasta que no oscilan al unísono no se produce la fecundación.
El primer tejido que se forma una vez que tú eres la célula en el útero, el corazón, entonces qué hace el corazón, empieza: tun, tun, tun. Y allí se organiza todo y viene de un corazón más grande. Es un patrimonio de la humanidad, ni siquiera de la humanidad, no está sometido a los humanos, las piedras, los minerales, más allá del planeta tierra, es como una gran sinfonía de pulsaciones.
¿Cada territorio tiene su ritmo?
Pareciera que intrínsecamente hubiera. Hay un antropólogo que dice que la música en realidad es un reflejo sonoro de las estructuras rítmicas que ya tenemos adentro. Probablemente en cada región, por los motivos que sea, que los desconozco, porque deben tener que ver las estrellas del sol, la concepción, el tipo de minerales, el tipo de fauna, el tipo de flora, todo lo que rodea a una región, seguramente late en una determinada frecuencia; por lo cual el reflejo hacía afuera de ese pedacito del cuerpo-tierra, de ese pedacito de riñón en una zona del cuerpo grande, late en una cumbia. Por eso los lenguajes son también modificaciones del ritmo de cada región, por eso se modifica el ritmo y el lenguaje apareció, y aparecen las distintas lenguas como parte de la sonoridad de cada parte de un todo. Es como el cuerpo humano, está todo en sincronía, pero cada organito, cada sistema, cada hormona o cada intercambio químico tiene su propio proceso, no todo es igual en la misma pulsación, igualmente hay un señor que está allí marcando un poco el recordatorio y a veces tiene que acelerar porque necesitan adaptarse a los cambios, pero siempre hay algo que está sosteniendo, que no es mi voluntad.
Escucha o descarga parte del audio de la entrevista:
Lugar de nacimiento: Nací en Buenos Aires en el año 1959. Edad: Ahora 55 Número de hermanos: Ninguno. Estado civil: Casado. Número de hijos: Tres hijas. Pasatiempos: Viajar, leer, seguir aprendiendo, seguir conociendo gente. Música: Si te tengo que nombrar a alguien Stevie Wonder, pero es mentira, es por el amor que le tengo a Stevie Wonder, pero no es sólo eso. Película: Los puentes de Madison, pero también es casi limitar a algo que es muy grande, es como si te dijeran un sólo libro, no, es como un multiverso. Obra teatral: Ahorita podía decir una, hace poco vi una que se llama Terrenal, pero me fascinó pero tampoco es “la obra”, esa fue la obra de ese día, de ese momento, que para ese momento era perfecta, que queda inspirándome adentro, pero que no es la única, lo mismo con la música. Comida: Soy vegetariano. Rituales: Meditar, si puedo un poco cada día; encontrarme con la gente en los talleres como meditación en movimiento, pero no tengo como una estructura de rutina muy muy fija, a veces medito con música a veces en silencio, a veces me pongo a bailar, algo así como para tener momento del día de conexión interna.
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En Corto
Teatro: Vida Actor: Yoshi Oida Personaje: Hamlet Enseñanza: Los humanos Aprendizaje: Viajar Expresión: Movimiento Creatividad: Generosidad Música: Ramiro González Movimiento: Circulares Cuerpo: Integrado Ritmo: Latidos
El fin de semana concluyó el 14º Festival Internacional de las Culturas y las Artes Rosario Castellanos 2014, realizado en el municipio de Comitán de Domínguez, Chiapas, México, en el que se llevó a cabo un foro literario con la participación del escritor chiapaneco Héctor Cortés Mandujano, Premio Nacional de Novela Breve «Rosario Castellanos» 2004, quien dio lectura a fragmentos de su obra titulada “Aún corre sangre por las avenidas”.
Al respecto, Desmesuradas comparte con ustedes una entrevista con el escritor, en la que habla de esa novela y otra titulada “Mar en movimiento”, mención honorífica en el mismo certamen.
El amor es un escudo contra la maldad: Héctor Cortés Mandujano
Leticia Bárcenas González
Aún corre sangre por las avenidas es una crítica a la naturaleza humana, a partir de un crimen brutal registrado años atrás en Tuxtla Gutiérrez. La violencia, presente en toda la novela, deja ver el lado oscuro de una ciudad que puede ser cualquier parte del mundo, aunque sus personajes utilicen un lenguaje muy tuxtleco. Con esta obra, Cortés Mandujano, ha demostrado que se puede escribir sobre Chiapas sin hablar necesariamente de los indígenas y del movimiento zapatista, al mismo tiempo que borra la idea absurda de que sólo se puede hacer literatura desde el centro o norte del país, por lo que se siente satisfecho, aun cuando hubo gente a la que le molestó la temática y su forma de contarla, “no nos gusta ser criticados, nos encanta que nos halaguen, así es la naturaleza humana en general. Entiendo que hay gente que adora Tuxtla Gutiérrez, y que de pronto le puede parecer agresivo u ofensivo que alguien que no es de Tuxtla, como es mi caso, se refiera a su ciudad no en los términos en que a ellos les encantaría.”
Foto: Alexis Sánchez
—En Aún corre sangre por las avenidas tocas “algunas partes oscuras de Tuxtla Gutiérrez”, como una forma de demostrar tu amor por esta ciudad. ¿Es una labor de la literatura decir la verdad?
—Sí, aunque no podría extenderlo hacia toda la literatura, pero por lo menos a la literatura que a mí me interesa escribir sí, y es una verdad que al final de cuentas es mía. No necesariamente tiene que ser avalada o compartida por todos los demás, al final de cuentas la verdad es algo tan intangible y tan huidiza que suponer que lo que tú dices es una verdad tan firme que nadie la puede socavar, sería una tontería, una vanidad, que por lo menos yo no tengo. Dentro de la novela digo cosas que me parecen denunciables, cosas que no me gustan, en esta circunstancia en la que me ha tocado vivir.
—Cuando obtuviste el Premio hubo gente muy molesta, no porque ganaras el Concurso sino por lo que decías de Tuxtla. ¿Aún te siguen invitando a salir del estado?
— (Risas) De momento no, pero aunque me inviten no les voy hacer caso. Digamos que como mi intención no es necesariamente hacerle el gusto a nadie no me preocupa mucho lo que puedan pensar, lo que sí me preocupa es escribir bien, contar bien, y tener claro que lo que digo puede ser una verdad para mí, aunque no necesariamente para los demás.
—García Ponce señaló, en una entrevista, que la ventaja de la cultura es poder tocar zonas oscuras e iluminarlas. ¿Cómo se logra ese proceso?
—Bueno, habría que preguntarle a García Ponce (risas). Efectivamente, cuando hay algo que nadie comenta, que nadie dice pero que todos saben, en el momento que te acercas a ese hecho o a esa zona se puede caer en la cuenta de que es cierto, pero no estás descubriendo esa zona obscura porque esa zona obscura ya está ahí. Hace tiempo dije en otra parte de la República que Tuxtla Gutiérrez era una ciudad atravesada por un río de mierda y me dijeron: eso es mentira, y dije no, sí es cierto. Preguntaron que cómo la gente lo soporta, parecía absurdo pero todo mundo sabe eso del río Sabinal, no es algo oculto, el río pasa y apesta, pero justamente cuando hablé de ello en un programa de radio, la gente se indignó como que si estuviera diciendo una mentira, como que si el río Sabinal lo hubiese inventado yo o lo ensuciara yo solito. Creo que esta hipocresía generalizada que tenemos de enseñar sólo lo bonito, nos ha hecho daño. A estas alturas del partido debemos saber cómo somos los hombres y las mujeres. Ya nadie debería llamarse engañado, si estás pensando que somos seres ideales y angélicos estás equivocada.
—Dice Alejandro Jodorowsky que hay lugares en el mundo en los que habita un sufrimiento enorme, que cada uno de nosotros podría ayudar a aliviar: ¿Tu trabajo literario contribuye a ello?
—Por lo menos no de esa manera, no lo tengo como una cruzada porque creo además que no es necesariamente mi vocación, a mí no me gusta dar consejos que no me piden, pero trato de que, por las circunstancias justamente de lo que escribo, que lo que digo pueda ayudar a alguien. Hace tiempo cuando publiqué un libro (Lejos del reino de las hadas) y en un programa de radio estaba hablando de él, llamó una muchacha de preparatoria y dijo que me felicitaba y que le gustaba lo que escribía; el locutor le pregunto por qué si es un libro sobre la brutalidad, la violencia, la muerte. Y la niña dijo algo que a mí me asombró: porque nos enseña lo que no debemos hacer (risas). Evidentemente muchas de las cosas que yo toco pueden ser brutales, pueden ser tiernas, pueden ser de distintos modos, tal vez sí están buscando aliviar el dolor o por lo menos compartirlo. O quizá decir que lo podemos evitar de veras, y lo podemos evitar simplemente haciendo lo que nos toca sin pensar en que vamos a modificar al mundo, al mundo completo. Hace tiempo que platiqué con niños, a raíz de otro libro, y uno de ellos me preguntó qué podemos hacer para salvar al mar, le dije, mira no te preocupes por el mar preocúpate por salvar el río que pasa cerquita de tu casa, preocúpate por salvar el arbolito que esta ahí, muy cerquita de donde vives, échale agua, no mates ningún animal, trata en la medida de lo posible que hagas lo que hagas no dañe a otros, pero olvídate del mar, si haces lo que te toca puede que ayudes al mar de manera indirecta. A veces estamos preocupados por salvar al mundo, no mames, eso no se puede, o sea, no puedo salvar al mundo evidentemente pero sí puedo, tal vez, relacionarme bien con la gente que tengo al lado y eso me parece que puede servir, en este sentido puedes aliviar, si quieres, la soledad, el dolor, la falta de amor o de cariño de alguien que esté cerca de ti, y creo que eso basta, salvo que seas Buda o la madre Teresa de Calcuta, gente que ha decidido vivir la vida entregada a los otros, algo que yo no hago.
—¿La violencia también será una forma de demostrar amor?
—Sí, claro. Detrás de todos los asesinos y detrás de toda la gente que realiza actos espeluznantes, hay un niño, una niña que quería que la quisieran. Creo que, aunque suene muy cursi, el sentimiento amoroso que tengas cercano a ti funciona como una suerte de escudo contra la maldad, si te sientes amado y amas, creo que puedes, efectivamente, no matar a alguien, no herir a alguien, en términos generales, pero creo que alguien que no es amado, que no ha tenido la posibilidad de que lo amen y de amar pues tiene un rencor hacia el mundo y en ese momento lo representamos tú y yo, lo representamos un hombre y una mujer, y si el mundo me ha jodido, si el mundo está en contra mía, ¿por qué diablos tengo que respetar al mundo? Te puedes inmolar por los demás si te sientes amado y puedes matar a todos los demás si sientes que nadie te ama.
—En Aún corre sangre por las avenidas uno de los personajes habla sobre su trabajo: hacer lucir bien a los cadáveres, y se describen algunas características importantes según el tipo de muerte que se haya tenido. Me intriga algo: ¿en verdad los ahorcados, antes de morir, eyaculan? ¿Las ahorcadas tendrán orgasmo?
—No sé. Bueno, es una pregunta complicada (risas). Los ahorcados eyaculan, es una cuestión médica incluso criminalística, que yo, como abogado, estudié en algún momento de mi vida. Hay una novela del Marqués de Sade en el que un tipo se cuelga en aras del placer, se cuelga de un lazo y en el momento en que eyacula, la chava que está con él corta el lazo para que no muera, entonces ese cuate regresa a la vida fascinado porque es la mejor eyaculación que ha tenido, después lo hace de manera constante, un artista de veras (risas). En el caso de las mujeres es más complejo pues se supone que sólo existe el orgasmo clitórico, entonces…salvo que las colgaran de ahí (risas).
—No creo que sientan mucho placer (risas).
—Tampoco yo. El asunto de la eyaculación está relacionado con otra cosa, con algo orgánico que tenemos los hombres y que las mujeres no (risas).
—Retomando la novela y ese mundo de carencias de tu personaje niño. ¿Alguna vez has experimentado el hambre feroz, el frío que deja sin aliento, el miedo que cala los huesos?
—He tenido mucha hambre en momentos de mi vida, especialmente cuando fui adolescente y coincidimos, mis hermanos, mi mamá y yo, y vivíamos en una casa pero teníamos muchas necesidades, no todos teníamos trabajo e íbamos cascareando y había días en que no teníamos ni para comprar tortillas, entonces no comíamos sólo tomábamos agua para pasarla, pero nunca me pareció que eso fuera un hambre feroz. El frío que deja sin aliento sí, porque soy muy friolento. Un día íbamos a Guadalajara en un camión a presentar una obra de teatro mía: “La muerte, esa bestia negra”, que fue elegida para ser representada en la muestra nacional de teatro en Guadalajara, pasamos de madrugada por Toluca y la verdad es que me sentí morir, fue como una hora en que yo no sabía qué hacer, no me quería mover, quería gritar, fue una de las cosas más espantosas que me ha pasado en la vida, un frío brutal, brutal. Miedo. Fui un niño miedoso, le tenía miedo a lo sobrenatural y a algunos animales del campo, después le he ido teniendo miedo a otras cosas pero nunca he sentido un miedo paralizante, así de espeluznante que no me permita moverme, no. Soy muy racional, lamentablemente, cada vez me vuelvo más racional, tengo miedo a menos cosas.
—Dices ser más Eros que Tánatos, pero ¿alguna vez has deseado morir?
—Sí, como todos. Tal vez haya alguien que no y lo felicito desde aquí, pero yo sí, varias veces. Especialmente en la adolescencia. Mi adolescencia y creo que la de todos los hombres o de la mayoría, por lo menos, es terrible porque va en contra de todas tus certezas. Va en contra de la infancia que es fundamental. La adolescencia te ingresa a la vulgaridad de la vida y entonces no te gusta nada. Vas descubriendo el mundo de veras. Cuando eres niño te pueden pasar las cosas más terribles del planeta y las tomas con mucha ligereza, sufres, lloras y luego te pones feliz con casi nada. Digamos que se necesita mucho para que un niño no sea feliz porque tienen espacios para ser feliz aún en las situaciones más desgraciadas y más terribles, pero la adolescencia es, creo, la parte más desagradable de los hombres, no sé de las mujeres, parece que a ellas no les da tan duro ese asunto. No te queda el cuerpo, los huesos son más grandes. Tu cuerpo es como un traje que no te viene, te queda mal. Descubres ahí también, para bien o para mal, el sexo como una fuerza impresionante, descubres las diferencias sociales, descubres si eres guapo o feo, idiota o inteligente, seguro o inseguro y todo te cae de madrazo. Sin que nadie te haya anticipado que en ese momento tienes que definir casi todo lo que te queda enfrente: si eres heterosexual u homosexual, si vas a ser mujeriego o te vas a concentrar en una sola mujer, si vas a jugar futbol o no, no sé, es una cantidad impresionante de cosas que tienes que decidir y todos los mensajes son contradictorios, entonces es horrible. Yo tuve la suerte, desde la infancia, de encontrarme mujeres maravillosas que me fueron ayudando a reconocerme como ser humano y como hombre. Y en la adolescencia, las bendigo también desde aquí, tuve la suerte de encontrarme mujeres maravillosas que no sólo me enseñaron varias cosas en el terreno sexual sino me dieron varios ejemplos que no he olvidado. Cuando encuentras un nuevo placer es como cuando a un niño le regalas muchos dulces, como que quiere probarlos todos, comerlos todos, y luego va descubriendo que no todos son sabrosos, que no todos le gustan. Así es el enfrentamiento que tienes con lo erótico, te lastima a veces, te gusta mucho; evidentemente, a partir de eso fui descubriendo que me gusta más el placer que el dolor y por eso, en ese sentido, soy erótico, no porque considere que (risas) tenga las capacidades de Don Juan, pero no me interesa sufrir, no tengo ningún interés por sufrir. Me interesa más el placer, no sólo el sexual, sino cualquier placer.
Foto: Alexis Sánchez
Escribir es algo irremediable
Poseedor de un profundo compromiso creativo, Héctor explora nuevas formas de contar, lo mismo la realidad en que le tocó vivir que lo que le dicta la fantasía, como su novela Mar en movimiento, en la que una familia se ve transformada en fantasmas mientras unos invasores usurpan su lugar. “Es una novela del perdón porque la familia de Álvaro pudo haberse vengado de los invasores; sin embargo, no sólo no lo hacen sino que los ayudan para que sean felices.”
—¿Héctor Cortés tiene fantasmas? ¿Cuáles son?
— (Risas) Si tengo varios. Muchos, que están relacionados casi todos con la familia. El recurrente es que tal vez me hubiera encantado tener una familia convencional, no la tuve. Tal vez me hubiese encantado lograr relaciones fraternales con mis hermanos, no las tengo. Me hubiese gustado ser un hombre conformista de mi relación con las mujeres, o sea, me hubiese gustado tener una mujer de la que me hubiera enamorado desde los catorce años y vivir con ella todo el tiempo. Me hubiera encantado ser el hombre de una sola mujer, no lo soy. (Risas.) Hay muchas cosas que creo me hubiesen gustado, como dedicar mi vida a ayudar a los demás, en algún momento lo pensé cuando era adolescente, no lo he hecho. Y quién sabe si lo haga. Existen cosas que creo pude haber hecho y no hice. Y hay algunas que tal vez no haga y que van a seguir gravitando en mi conciencia y en mi modo de entender el mundo como cosas que hubiesen sido interesantes, importantes, mágicas incluso, para mi desarrollo como persona pero uno es lo que es y tampoco me siento muy incómodo en ser como soy, entonces, digamos que he ido logrando -a estas alturas también sería un tonto si no lo hubiera hecho- un equilibrio entre lo que quiero y lo que puedo, entre lo que soy y lo que me hubiera gustado ser. En ese sentido, en ese equilibrio precario que tengo, no estoy tan inconforme con lo que he logrado entender en el mundo y tampoco estoy tan inconforme con lo que soy.
—¿Qué es la familia para ti?
—Ayy, la familia, criadero de alacranes, dijo Octavio Paz. No tengo un concepto de familia en el sentido convencional. Mis papás no fueron papás convencionales: mi mamá era una mujer seca, sin capacidad de expresar cariño, amor. Que tampoco ella tenía la culpa, así la educaron. Mi papá, por otro lado, era un tipo divertido, generoso, pero no necesariamente con nosotros. Yo admiré y quise mucho a mi papá pero no dejo de reconocer que era un tipo extraordinariamente irresponsable. Con mis hermanos tengo muy poco que ver, entonces no tengo esta imagen previa de la familia, no es una gran imagen. Ahora, con la familia que tengo, me problematiza mucho el ser papá. Evidentemente quiero mucho a mi hija y siempre he estado cerca de ella pero el papel de papá no es un papel que me agrade demasiado y creo, también, que tampoco es un papel que haga con mucha brillantez (risas). Habría que preguntarle a mi hija, pero por lo menos la imagen ideal que tengo de padre no soy yo. Por el otro lado, en el terreno de marido, de esposo, tampoco creo que soy así como la lotería, entonces, creo que mi mujer es maravillosa pero no siento que estoy a la altura de sus maravillas porque, lamentablemente, no soy un hombre que tenga como prioridad ser el mejor esposo o mucho interés en casar, antes sí lo tenía, idealmente con la imagen que los demás puedan tener de mí; antes me preocupaba el asunto de la amistad, del amor, de la paternidad y todo eso, en función de lo que los demás piensan que debe ser, pero cada vez me he ido convenciendo que al final de cuentas lo que me interesa es ser lo más cercano a la honestidad que pueda y no andar haciéndome bolas con que soy el mejor padre, soy el mejor esposo, soy el mejor amigo, porque no es cierto, entonces trato de ser honesto conmigo y con los que me rodean y doy lo que puedo y lo que quiero y hasta ahí llego.
—En esta novela hay un cuadro que es muy importante, fundamental, y es precisamente sobre el mar, ¿qué significa para ti?
— (Risas.) Tengo, por lo menos ya, dos novelas sobre el mar: Mar en movimiento y Vanterros que se desarrolla en el mar fundamentalmente, es curioso porque soy de tierra adentro y no conocía el mar hasta los seis años, en que fui con mi mamá, entonces, creo, debe haber un lazo muy afectivo con el mar por ese viaje que hice con ella. A esa edad no te das cuenta que tu mamá es de determinada forma y la quieres y aceptas todo lo que te dé, sea una nalgada o un beso, sin mayores problemas. Recuerdo mucho que encontramos moneditas en la playa y es un recuerdo muy grato el que tengo. Después, ya un poco mayor, regresé al mar. Lo que tengo es una relación muy extraña con el mar porque me meto mucho nadando y estuve a punto de ahogarme varias veces. Ahora ya no, la edad te va volviendo más prudente o más cobarde. Pero en mi juventud estuve a punto de ahogarme muchas veces. El agua, en mí, despierta una sensación inexplicable de querer meterme, de entregarme, de cogerme al mar. (Risas).
—El mar es hombre. (Risas).
—A la mar. (Más risas).
—En la novela Mar en movimiento, los personajes, rehenes de un maleficio, se vuelven fantasmas. ¿Tú eres un rehén de la literatura?
—No un rehén. Creo que soy un hombre que voluntariamente, o no sé si involuntariamente, se ha entregado a la escritura. He ido descubriendo poco a poco, y creo que de manera muy lenta, que en lo único que he sido constante y lo único que me apasiona verdaderamente, que no me aburre y que no puedo dejar de hacer es escribir y leer, por eso no me siento un rehén sino realmente feliz, de que si la elección ha sido de la literatura, me haya elegido a mí. Me siento muy seducido por la literatura. Creo que mi vida completa gravita en torno a ella. Me gusta, a veces, más la literatura que la vida directa. Me apasiona leer y disfruto mucho cuando descubro una frase afortunada, hay muchos libros geniales, maravillosos, y cuando escribo y encuentro que lo que escribo puede tener un contacto con el otro, entonces digo: újule, lo logré. Entonces, no, rehén no, me siento como un hijo de la literatura. La literatura como una gran madre amorosa que me ha dado alegría, placeres.
—Entonces, escribir, no es una cuestión de actitud.
—Creo que el escritor verdadero, no quiero decir que necesariamente yo lo sea, no quiero sonar pretencioso, pero escribir es algo irremediable. En mi caso hay un momento en que acepto que soy escritor porque al principio no lo hacía. Y ser escritor implica que, aunque trabaje en otras cosas mucho, aunque me tenga que desvelar, aunque no haga muchas cosas, tengo que preservar el espacio de lectura y escritura para que yo sea feliz. Sin leer y escribir yo no podría alcanzar la felicidad, aunque me pusieran los placeres de todo tipo en mi mesa. Es decir, para mí la felicidad está ligada a la literatura.
—Dice Jodorowsky que el acto poético es una llamada a la realidad loca, chocante, maravillosa y cruel. ¿La narrativa cumple la misma función?
—No creo mucho en esas divisiones. Creo que hay narradores que son poetas y poetas que no son poetas. La poesía no es poner las líneas de determinado modo. Antes, a los escritores simplemente se les decía poetas y luego empezó a hacerse la división entre poetas y narradores. Hay poetas que me entusiasman mucho y hay poetas que, desde mi punto de vista, no valen la pena. Entonces creo que es una división engañosa y que la buena literatura, como todo lo que es bueno, te vuelve otra cosa. Hasta la comida, si tienes el privilegio de comer un buen platillo, eres otro. Si tomas un magnifico vino, te transformas. Si lees un libro maravilloso, no importa que sea una novela, un ensayo, un poema; si oyes una canción bien hecha, si vas a una sinfonía y los músicos están inspirados, si eres capaz de apreciar la noche, de gozar con un árbol, con las nubes. Tienes un impacto emocional y emotivo que te transforma y creo que eso lo puedes lograr con la literatura. Transformarte, y allí se pulverizan los géneros y sólo hay lo bueno y lo malo.
—¿Aún corre sangre por las avenidas y Mar en movimiento representan a dos Héctor Cortés Mandujano, el que ama con la verdad y el que enamora con la ficción?
—(Risas) No sé, me representas porque soy así de complicado. Hace tiempo acababa de presentar Carámbura y salió Beber del espejo, entonces me decían, oye, uno es un libro para niños y el otro es casi un libro pornográfico, a lo que respondí: es que así soy yo. (Risas). No tengo problema para aceptar la parte de niño que tengo, ni tengo problema para llamarme de cualquier modo y evidentemente no tengo tampoco ningún problema para decir las cosas que me parece que están mal; soy un hombre atravesado por un montón de factores, desde los meramente familiares hasta los que se han desarrollado a partir de mi visión del mundo, entonces, Mar en movimiento se me hace que es una novela muy imaginativa y espero que muy amable para quien la lea. Aún corre sangre por las avenidas, es un libro fuerte. Es un libro que te avienta demasiadas cosas violentas a la cara pero creo que al final de cuentas me muevo en esos extremos.
Terminé de escribí un libro que es exclusivamente para niños ingenuos y terminé recientemente una novela que se llama En memoria de los que hemos sido desdichados, que igual es una novela brutal que examina los componentes humanos del hombre y la mujer y del porqué decidimos matar a alguien. Es una novela también sobre la muerte violenta pero desde una perspectiva más ensayística, más filosófica del por qué somos violentos.
—¿Y esa cuando saldrá?
—No sé, cuando alguien la publique. (Risas).
—¿Alguna vez te has sentido encerrado en tu propio cuerpo?
—Bueno, siempre estoy encerrado en mi propio cuerpo, lamentablemente. Creo, hay varias posibilidades de salirte de tu cuerpo, una es el sueño, las otras son las drogas, el alcohol, las drogas duras, a las que no me he acercado demasiado. La otra, obviamente, es el placer. Cuando sientes mucho placer ya no sabes lo que eres. Y la más constante, para mi, ha sido la literatura, es decir, puedo llorar fácilmente con un poema, puedo sentirme conmocionado con la muerte de un personaje en una novela y en ese momento no sé quién soy, es decir soy placer, dolor, soy algo que no necesariamente está dentro de mí mismo y he logrado también como regalos magníficos: cuando veo un atardecer o como hace poco, que fui a San Cristóbal, y vi cómo iba subiendo la neblina, de veras, sentí que estaba a punto de morirme, son cosas que me producen mucho placer y ante las cuales estoy indefenso también y cuando algo me produce un placer inmenso, me hace suponer que soy algo más que este cuerpo que soy. Y me parece que esa es la función nuestra, la de todos los seres humanos: descubrir eso que llamaba sonidos negros Federico García Lorca. El momento en que no eres tú y que estás integrado a algo y ese algo te produce placer total. Qué me lo produce, ya te lo decía, la literatura, pero también la naturaleza y también el placer erótico y algunos otros placeres.
—¿Qué ha hecho el tiempo con Héctor Cortés, el escritor?
—Me ha responsabilizado más. Algo que me gusta y que no me gusta. Me ha comprometido conmigo y me ha hecho darme cuenta de que entre más leo más ignorante soy, que entre más logros pueda adquirir más humilde tengo que ser. Creo que he avanzado como escritor porque he logrado entender que escribir o tener cierto éxito como escritor no es algo que te debe hacer vanidoso, no puedes creer que eres mejor que alguien porque puedas escribir una página relativamente bien escrita. Creo que te responsabiliza también contigo porque, ya lo he dicho, de repente estoy de madrugada leyendo o escribiendo y a veces pienso ¿para quién estoy haciendo esto? Nadie me lo pide, si dejara de escribir ahorita, si no publicara nunca más un libro el mundo seguiría tal cual sigue.
—Entonces, sí piensas en tus lectores.
—Sí, pero pienso más en mí. Es decir, de pronto estoy encerrado en la madrugada con un libro pero estoy tratando de dejar de leerlo porque me tengo que levantar temprano para venir al trabajo y estoy escribiendo y dejo de ir al cine, dejo de hacer otras cosas por meterme a escribir pero pienso, bueno, ¿por qué lo hago? Lo hago porque eso me hace feliz y si soy un hombre feliz, lo más feliz que pueda, evidentemente voy a hacer mejor las cosas y la gente que está en mi entorno va a tener más ganas de acercarse a mí y platicar conmigo y de verme porque no estoy amargado por las circunstancias. Tengo un gran agradecimiento para la gente miserable que he encontrado en mi vida porque me he dado cuenta que no quiero ser como ellos y también estoy profundamente agradecido por la gente maravillosa que he tenido la suerte de encontrarme porque aprendo que quiero ser tan generoso como tal amigo, tan sonriente como tal amiga, tan amable como este cuate, tan apacible como mi mujer, es decir, eso lo agradezco mucho pero también tienes que agradecer a esa mala gente que camina y va apestando la Tierra (risas), como decía Antonio Machado, porque te enseñan a no ser como ellos. A mí me parece que toda la gente mala con que te cruzas en algún momento de tu vida y toda la gente desagradable, grosera, prosaica, toda la gente que hace cosas que tú desprecias, te enseñan que te puedes convertir en eso y yo, en ningún momento de mi vida quiero convertirme en lo que son esa gente que lamentablemente he tenido que conocer.
—Con tantos premios obtenidos, ¿te preocupan las listas de ventas de tus libros?
—(Más risas) No. Tengo la fortuna de vivir en este estado y de haber publicado poco fuera, hasta el momento es una fortuna, porque no vivo de eso, lo que me da la total libertad. Es decir, el siguiente libro puede ser una verdadera tontería y no me preocupa porque no estoy a sueldo de una editorial, entonces escribo lo que se me pega la gana y me hacen, a veces, el favor de publicar eso que escribo y no está mal, a mí me parece maravilloso, y si de pronto hay tres personas que deciden leer mi libro digo, ay, Dios los bendiga y si son tres mil, pues qué maravilla. Tal vez no debería decirlo, pero en el caso de estos dos libros, Aún corre sangre por las avenidas lo editó el Coneculta y es un libro que tiene el cuidado de César Meraz que es alguien que sabe muy bien su oficio, por eso es un libro muy bonito, muy cuidado en todo; Mar en movimiento es un libro que no está cuidado, tiene líneas viudas, tiene errores de edición, tal vez no está bien pegado, etcétera, pero no me preocupa demasiado eso, lo que me interesa es que lo lean. Hay cosas en las que yo no tengo control y a mí me interesa que Mar en movimiento circule, que la gente pueda leerla así como está y que le guste, a esperar que venga Alfaguara y me diga: Papito te voy a editar tu novela. No estoy tan casado con el asunto de que se venda o no se venda. En realidad, lo que me importa es que la gente que lea un libro mío diga, este tipo me interesa.
—¿De todas las cosas que te han dicho tus lectores en torno a tus libros, cuáles te han conmovido?
—Híjole, sería un ejercicio muy vanidoso, porque sí me han dicho cosas muy lindas. He tenido suerte porque ha habido jóvenes, niñas, niños que me han dicho maravillas. Te doy dos ejemplos: Una niña que leyó Carámbura, me dijo que hasta ese momento la llevaba doce veces leída; su maestra, que sabía de la obsesión de esta niña por el libro, me la presentó y le pidió que me dijera una parte. Se sabía de memoria el primer capítulo, estaba realmente conmovido porque yo no me lo sé, por supuesto.
Foto: Alexis Sánchez
El otro caso: en Villaflores fui a presentar Beber del espejo y después del rollo que normalmente te echas, de en medio del auditorio se levantó una chava como de diecisiete años y dijo “El orden no existe, el mundo es un caos.” Reconocí la línea porque es de un cuento viejísimo mío, así empieza, y entonces ella siguió diciendo otra parte del cuento y cuando terminó la presentación se acercó a mí y dijo que ese cuento le sirvió para entender muchas cosas de su vida, algo que me pareció impresionante porque el texto habla sobre la indeferencia que tenemos hacia los alcohólicos. Es el caso de un hombre que se dedicaba a cargar muertos en Tuxtla hace muchos años y que era despreciado por todos. Escribí esa historia porque me la contaron cuando estaba borracho y me quedó tan grabada que, al otro día, con una cruda tremenda, escribí ese cuento que es muy furioso contra la naturaleza humana y contra la forma de contar cuentos. Es, entonces, un cuento que transgrede las formas de contar cuentos y habla mal de los seres humanos y habla mal de mí mismo. Por eso me conmovió la chava. Y hay una persona que tú conoces, no te voy a decir su nombre, que tiene Vanterros en su baño y dice que lee un capítulo todos los días y tiene súper subrayado el libro y cada vez que me ve me dice las nuevas cosas que ha descubierto al releerlo, algo que me parece realmente maravilloso. Dice que quiere escribir un ensayo sobre cada capítulo porque cada capítulo podría ser ensayístico. En general he tenido la suerte de que haya gente que me lea y gente que además de leerme le parece que lo que hago puede ser interesante o importante para su vida, un privilegio que no sé si merezca pero que me deja en claro que lo que hago toca algunos corazones, que es, al final de cuentas, lo que quiero hacer.
—¿Crees que el mundo tiene remedio?
—(Risas). Si nos fuéramos todos los seres humanos sí tendría remedio. (Risas). Creo que sí, no sé cómo, no sé cuándo. Siento que he caído en cierto triunfalismo literario, por ejemplo Vanterros iba a terminar con el Apocalipsis, sin embargo, a última hora se me ocurrió que ese no fuera el final y entonces el final es como un renacimiento, un nuevo empiezo del mundo. En Aún corre sangre por las avenidas su personaje central se iba a ir al carajo pero cuando se le aparece el ángel, en la novela, me di cuenta que el tipo no podía morirse, había que darle chance. Mar en movimiento es una novela del perdón. Así que, aunque te dijera lo contrario, la visión que tengo en mis libros es una visión de cierta esperanza, fundada. Te platicaba de la gente despreciable que me he encontrado pero en realidad me he encontrado mucho más gente maravillosa. Y hay gente que intenta hacerme daño pero hay mucho más gente que me quiere, me cuida. Entonces, en términos de mi mundo, del mundo que yo vivo, es evidente que no podría ser catastrofista, creo que hay más gente buena que mala, por lo menos en mi experiencia, y he aprendido a ser feliz y no tendría porque hacer infelices a mis personajes aunque estén en historias terribles como en Aún corre sangre por las avenidas. El mundo sí tiene futuro, por lo menos el mío, el que me toca y el que me gustaría para todos.
*Entrevista publicada en cinco partes en el diario El Heraldo de Chiapas, 9 de septiembre de 2005.
Quienes de nosotros no recuerda las clases de danza folclórica en la escuela, una de las actividades más disfrutadas por unos: “recuerdo que me emocionaba ir a mis clases de danza, sobre todo el día de la presentación me daba nervios pero sentía bonito cuando me aplaudían, sobre todo mis papás”; o fue el sufrimiento de otros: “para mí era un martirio, después encontré la forma, es decir, tenía el cuerpo ahí pero la mente en otro lado, llegaba a mi casa y siempre les decía a mis papás que ya no quería tener clases de danza”. Hay cientos de testimonios y anécdotas que podemos escuchar referente a esta actividad que se ha vuelto inherente en la educación básica.
Es imprescindible también ver en los escenarios de un pueblo, ciudad y hasta en los internacionales a bailarines representando a través de la danza folclórica una cultura en particular, dicha disciplina se ha convertido en una manifestación artística para representar parte de la identidad nacional y que en algunos países es considerada patrimonio inmaterial. La pregunta obligada es ¿cómo surge esta disciplina?
La danza folclórica mexicana nace cuando las culturas prehispánicas realizaban rituales y danzas a sus dioses o de tipo militar o cuando había una batalla o una guerra; las cuales se fueron modificando desde la conquista hasta la intervención francesa con Porfirio Díaz.
En la educación, la danza tiene reconocimiento en los primeros gobiernos posteriores a la Revolución Mexicana, en 1915 en el gobierno de Venustiano Carranza se funda la Dirección General de Bellas Artes, esta institución tenía como objetivo fomentar la función educativa del arte y la danza es incorporada en ese entonces a la educación escolarizada como materia de danzas y bailes regionales mexicanos.
Más adelante con José Vasconcelos, en 1821, se crea la Secretaría de Educación Pública y es entonces cuando la organiza en tres departamentos: escuelas, bibliotecas y archivos y bellas artes. Para este pensador la educación era una trilogía maestro, artista y libro. En este periodo surgieron las misiones culturales, las cuales estaban a cargo de misioneros que debían saber las lenguas indígenas, que eran laicos y debían dominar las artes, artesanías y creencias indígenas.
Es entonces cuando las danzas y los bailes indígenas en las escuelas sirvieron como material básico y se difundieron entre maestros y alumnos. Estas misiones culturales constituyen el primer acercamiento a las expresiones dancísticas que más adelante, con Amalia Hernández en 1952, se volvieron en espectáculos.
Desde entonces la danza mexicana, como manifestación artística popular se vincula a la tradición y enriquecimiento de la cultura nacional ya que muestra la forma de vida que tenían nuestros antepasados, es contar la historia de cada región, de sus creencias, de la manera de vestir, de las formas de celebrar, de enamorar, de festejar la buena cosecha o algún santo.
México cuenta con una gran cantidad de grupos folclóricos que se dedican a transmitir a las nuevas generaciones la pasión, el gusto y la responsabilidad por esta disciplina artística popular; desde julio de 2003, la Asociación Nacional de Grupos de Danza Folclórica Mexicana A.C. (A.N.G.D.F.M.A.C.) instituyó el 15 de abril, como el Día Nacional de la Danza.
Esther Zúñiga con maestras de danza de Quintana Roo/Cortesía: Esther Zúñiga
Para ahondar sobre este tema he conversado con la maestra de danza folclórica Esther Zúñiga, quien desde niña sintió gran afinidad por esta disciplina y que ha dedicado gran parte de su vida no sólo a bailar sino a enseñar a un sinnúmero de niños, adolescentes y personas de la tercera edad “cuando éramos invitados a los eventos para el Día Internacional de la Danza, abundaban los grupos contemporáneos, de ballet clásico, de jazz, de otro tipo de disciplinas artísticas, entonces viene la pregunta por qué no proponer un día en el que únicamente se valorice y se ponga en alto el folclor mexicano que es muy rico”.
El Día Nacional de la Danza es una celebración que no sólo lo festejan quienes están dentro de la Asociación sino también invitan a grupos que no pertenecen a ella para que se vaya promocionando este evento y más adelante lo festejen de manera independiente, y así tener un día en el que se valoricen aquellas costumbres y tradiciones que existen en México.
“Anteriormente, la danza folclórica no era considerada como una actividad profesional sino como un pasatiempo. Actualmente hay muchos grupos de danza, gente que se apasiona por esto. Por ejemplo, en Chiapas tenemos la oportunidad de profesionalizarnos en esta materia en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), con la licenciatura en Gestión Cultural y en la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) con la licenciatura en danza».
«El problema en el que nos enfrentamos es que hay grupos y maestros de danza empíricos y muchos dicen: `mi profesor lo bailaba así y así lo bailo yo y si se me olvidó cómo iba yo le pongo de mi cosecha´. Esa es la gran carencia ahora en la danza, por eso tenemos que prepararnos más y documentarnos”.
En nuestro estado, las pioneras en crear coreografías fueron la profesora Beatriz Maza y la maestra Martha Arévalo Alaminos, el folclor de Chiapas mestizo es creado de las vivencias “en el baile folclórico mestizo El Pirí vemos el enamoramiento de las parejas zoques, ese coqueteo de que la chica se resiste pero después ve que llega otra y le puede quitar el enamorado, entra al quite, a la peleada; dicen que las mujeres chiapanecas somos canijas y que nos peleamos cuando se trata de defender algo que consideramos nuestro; eso las maestras Beatriz y Martha lo llevaron al escenario, crearon muchos bailes”, comenta Esther Zúñiga.
La danza en las escuelas
Clases de danza folcórica/Cortesía: Esther Zúñiga
En las escuelas de nivel básico existen actividades extras, aparte de las materias obligatorias, se les llaman extraescolares o paraescolares, las cuales tienen como objetivo desarrollar las habilidades artísticas, culturales y deportivas. En los cuales se ofrece, dependiendo la institución, danza folclórica, baile moderno, banda de guerra, escoltas, basquetbol, fútbol, voleibol, brigadas ecológicas, pintura y dibujo, ajedrez, hawaiano, de los cuales los alumnos deben de elegir una opción; no es obligatorio pero sí hay que pasar una acreditación o no acreditación.
Al respecto Esther Zúñiga nos habla de su experiencia como docente, quien es maestra de paraescolar en dos planteles del Colegio de Bachilleres de Chiapas, en donde atiende alrededor de 60 a 70 alumnos por ciclo escolar, de los cuales hace un selectivo de 18 jóvenes para prepararlos y representen a su plantel a nivel estatal y regional en los concursos que organiza la institución.
“De acuerdo a los lineamientos de la Dirección General de Bachillerato (DGB) las paraescolares son básicamente para que los chavos puedan interactuar, de acuerdo a esto se busca un mejor desarrollo en su comunicación con los maestros, con sus compañeros, que les de seguridad, confianza y estén trabajando con su cuerpo porque tiene que ver el intelecto con el cuerpo para estar bien; es una parte importante para motivarlos y tener un mejor nivel académico. Eso es lo que busco en mis alumnos siempre les pido mínimo ocho de promedio, ninguna materia reprobada”.
“Les enseño a buscar siempre el éxito, a buscar ser los mejores, sé que no somos perfectos pero siempre hay que buscar ser el mejor, destacarte no para que los demás te alaben sino para que te sientas satisfecho de lo que estás haciendo. Entiendo que eso es lo que quiere la DGB, crear el espíritu del éxito, de la lucha, de la perseverancia por ser mejores”.
“Pienso que por eso no progresamos como país porque nos conformamos con lo que tenemos, estamos en nuestra zona de confort y no buscamos más y es lo que les digo: `si quieren nada más estar en la paraescolar no luchen no quieran ser selectivos; si quieren destacar tienen que ponerle esfuerzo y eso implica sacrificios´. Es lo que todos debemos hacer para desarrollarnos y en mi caso con los selectivos que he tenido ha funcionado”.
Selectivo del paraescolar/Cortesía: Esther Zúñiga
¿Qué buscas al enseñar la danza folclórica?
Disfrutar y compartir mi pasión, sentirme en sintonía con la gente y también contar un poco de la historia de mi país. Mis alumnos de primer semestre obligatoriamente debe conocer el origen de la danza folclórica, hacen trabajo de investigación y realizan una exposición, busco también que los demás entiendan que todo tiene relación; no podemos tener una educación de islas, el conocimiento es integrado.
¿Cuál ha sido la mayor dificultad que has enfrentado en toda tu carrera como docente de danza folclórica?
Va desde la incomprensión de los papás hasta la cuestión del presupuesto porque aún cuando las paraescolares es la cara que representa a la escuela no tenemos mucho apoyo económico, y a veces, no es el caso ahora, me he enfrentado al nulo apoyo de los directivos, entonces nosotros tenemos que poner de la bolsa, los chavos se ponen a vender dulces, hacen rifas, incluso hay maestros que nos dan cantidades fuertes de dinero para que salgamos adelante. En otros casos la apatía de los muchachos, ahora me está pasando en uno de los planteles, es muy complicado para mí trabajar así.
¿Tiene que ser un esfuerzo conjunto?
Exacto, va desde el director, bailarines, padres de familia y maestros, muchas veces los maestros académicos piensan que los que nos dedicamos a las paraescolares ni siquiera tenemos una carrera, que somos unos ignorantes, que estamos haciendo perder el tiempo, me ha tocado maestros que amenazan a mis alumnos, que les dicen que si yo los voy a mantener más adelante para que estén ahí conmigo trabajando tanto tiempo. A veces pierden clases porque tienen que prepararse para el selectivo porque como está conformado por los dos turnos, se complica porque no tenemos un horario como química, física o matemáticas. Llego de 12 a 5 de la tarde, como tengo juntos a ambos turnos ahí va el extra, como ensayar el sábado o en vacaciones para juntarlos.
¿Qué tiempo te lleva montar una coreografía?
Todo depende del grupo con el que esté trabajando. Hay grupos con los que lo hago en dos o tres días; cuando son grupos conformados desde hace un año, en una tarde; pero cuando estoy empezando me lleva una semana. El año pasado tuve la experiencia de que un baile no me quedaba y tardé dos meses en una coreografía. Los chavos no entendían mi forma de trabajar, eran un tantito ingobernables porque querían hacer lo que querían, estábamos en el estire y afloje. Teníamos que hacer cinco coreografías y las terminamos no en el tiempo programado pero finalmente el objetivo se cumplió.
¿Cómo eliges los bailables?
Si es para un concurso tiene que ser de Chiapas, ya con coreografía escolar trabajo diferentes estados para la evaluación final que es con los papás, sin vestuario y con los diferentes estilos y características de cada entidad.
¿Cómo haces la selección? Antes los elegía por habilidad, a ver quien era el más listo, el que agarraba más rápido los pasos, pero he tenido algunas situaciones que me han enseñado que no me debo dejar de llevar por eso; he tenido alumnos muy tenaces que me han enseñado, aunque todos les hacen cara fea porque no bailan bien o porque les exijo mucho y no avanzan, pero al final de cuentas cuando ellos llegan al objetivo planteado, todo mundo dice ¿cómo bailó? ¿cómo lo hizo? ¿cómo lo logró?
Clases paraescolares/Cortesía: Esther Zúñiga
Entonces ahora mi selección no es tanto por habilidad, tengo un proceso de análisis, empiezo a ver su carácter, su manera de interactuar con otros chavos porque trabajamos mucho tiempo como equipo, prácticamente nos convertimos en una familia, busco que la relación sea amistosa, de cordialidad, tolerancia y aceptación hacia los defectos y cualidades de los demás.
Para mí es muy importante la disciplina, he tenido muchas veces conflicto con los chicos por eso porque soy muy estricta, para mí 10 es 10, toleraré 10 o 15 minutos de retraso. Con los selectivos trabajo en vacaciones, les advierto que no hay vacaciones, no hay días libres, hay que venir y si veo que no asisten no los selecciono por muy bien que puedan bailar o muy desarrollada que tengan la habilidad. Me ha funcionado mezclar esos dos tipos de alumnos.
¿Algunos de tus alumnos ha continuado de manera profesional la danza folclórica?
Sí, dos ex alumnos están en Campeche estudiando en la Universidad Autónoma de Campeche en la Licenciatura de Educación Artística, han destacado en el Gran Ballet Folclórico de Campeche del Gobierno del Estado, incluso a uno de ellos ya le han ofrecido pagarle por bailar. Tengo otra alumna que está en la Unach estudiando la Licenciatura en danza y en esta generación que va a salir en julio, como 4 de mis estudiantes van a la Licenciatura en Danza también en la Unach.
¿Alguien que aprende danza folclórica podría enseñar? No creo, ser maestro requiere de vocación, de mucho amor para enseñar, no es únicamente pensar que eres el cerebro que tiene todo el conocimiento, el todo poderoso. Como maestros tenemos que entender que debemos prepararnos día con día para mejorar, saber llegar a los alumnos, a veces hay quienes son muy buenos estudiantes con excelentes notas, pero no son buenos maestros, se explican para ellos mismos o no motivan.
La labor de enseñar es primero que nada motivar y después crear empatía, no sentirte superior. Mis alumnos me enseñan muchas cosas, acepto una buena idea de algún alumno, no puedes llegar como castradora de ideas, decirles no porque qué van a decir los demás si mi alumno está diciendo cómo podemos movernos si yo soy la maestra y funciona porque los chavos se sienten apreciados, sienten que estamos valorando sus ideas.
La danza como pasión
[rescue_box color=»blue» text_align=»left» width=»100%» float=»none»]“A mi me gusta el folclor y mi vida será honrarlo” Anónimo[/rescue_box]
Concurso de danza/Cortesía: Esther Zúñiga
¿Cómo describirías tu pasión por la danza?
Es mi vida. Hace poco un maestro muy querido de Tamaulipas; lo considero un hombre muy sabio, el maestro Juan Antonio Wong, quien conoce mucho y es tan humilde para compartir sus conocimientos, me compartió una frase: “A mí me gusta el folclor y mi vida será honrarlo”. Es una frase perfecta.Me gusta lo que hago, sé que me falta mucho por conocer y aprender, hay cosas que me hubieran gustado aprenderlas antes y las aprendí después, tal vez no la he honrado como debería.
En la medida de lo posible trato de vivir mi pasión, de sentirme satisfecha cuando veo que mis alumnos sonríen espontáneamente bailando, eso me enloquece, de repente veo que están bailando para mí, que están marcando bien una coreografía, entonces se me erizan todas las partes del cuerpo y lloro de alegría o exploto de felicidad y no hay quien me quite la sonrisa; soy tan transparente con mis gesticulaciones que ellos mismos las conocen, ellos saben cuando algo me gustó y más se alocan; me lo ha dicho mi hermana: “no entiendo cómo transmites esas pasión, cómo haces que ellos vibren, que ellos gocen el escenario, que sientan que es una necesidad tener que estar en el escenario”.
Tal vez yo no nací para ser bailarina, lo entendí con el tiempo, yo nací para dedicarme a dirigir porque me encanta verlos, disfruto mucho bailar, lo vivo con toda intensidad, me encanta, me gusta, pero lo que realmente más disfruto es ver a mis alumnos; incluso cuando hago la cara de que no me gustó, todos le bajan y se sientan, y me preguntan ¿qué nos falló? y ya empezamos a platicar.
¿Qué es lo más difícil de ejecutar la danza folclórica?
Todo tiene una dificultad, depende de la tenacidad que nosotros tengamos; puedo decir que la ejecución en un paso, en una coreografía, en el estilo, la proyección, la postura del cuerpo, todo en conjunto tiene una dificultad, es una cuestión de práctica para desarrollar la habilidad.
Danza Folclórica/Cortesía: Esther Zúñiga
¿Cuál es la comunión que existe entre los ejecutantes y el público?
Es la transmisión de emociones, me ha tocado ver cuando algo le gusta al público de mis alumnos y veo el montón de cámaras o la reacción del público cuando están ejecutando cierto baile, se ve una conexión muy fuerte, transmitimos mucho en el escenario. He tenido la gran ventaja y la bendición de tener alumnos muy talentosos.
Jabalí lo he montado en diferentes partes, en uno de mis planteles lo monté hace algunos años, le expliqué al chico y le enseñé la ejecución pero él le dio su toque, puso lo que él sintió, yo estaba impresionada porque hizo sonreír al jurado en un concurso que a veces es tan difícil de complacerlos, estaban contentos, muy satisfechos con el jabalí, ese es un ejemplo de una buena comunicación que hay entre el espectador y el bailarín.
El mayor reto de un bailarín aparte de bailar es tener comunicación, motivar al público. Lograr que el público se emocione, que el público sienta lo que tú realmente estás queriendo transmitir, que haya ese clic entre público y bailarín, ya creo que es lo mejor que te puede pasar.
¿Cuánto tiempo más piensas continuar con esta labor?
Hasta que mis alumnos me motiven, el día que no tenga selectivos o alumnos que se sientan satisfechos, que se sientan plenos con lo que están haciendo no tendré nada que hacer en Colegio de Bachilleres, tendré que buscar otras alternativas.
María Esther Zúñiga López es licenciada en Ciencias de la Comunicación con maestría en Ciencias de la Educación, lleva casi 20 años enseñando danza folclórica, actividad que ha realizado a la par de otras actividades como la de gestora cultural, maestra de español a extranjeros y empresaria independiente. Desde los 15 años comenzó a dar clases de danza en preescolar y primaria montando bailables para las celebraciones como el 10 de mayo, clausuras, etc. A los 18 años fue maestra de danza en el Centro Cultural Ex-Convento de Santo Domingo en Chiapa de Corzo. Años después fundó la Academia de Danza Folclórica Nabahashandó donde atendía a niños y adolescentes. Desde el año 2000 pertenece a la Asociación Nacional de Grupos de Danza Folclórica Mexicana A.C. (A.N.G.D.F.M.A.C.) donde es delegada estatal. Ahora es maestra de danza en dos planteles del Colegio de Bachilleres de Chiapas.[/rescue_box]
[rescue_box color=»blue» text_align=»left» width=»100%» float=»none»]DÍA NACIONAL DE LA DANZA FOLCLÓRICA
Con motivo de la celebración del Día Nacional de la Danza, la Delegación Chiapas ha organizado un desfile con trajes regionales que portarán los integrantes de los grupos de danza “Soy Chiapas” de Tuxtla Gutiérrez, “Nandacachumbí” de la escuela telesecundaria 243, “Nandiumé” de la Escuela Preparatoria Florinda Lazos De León, “Ahasandó” del Centro Cultural Exconvento de Santo Domingo, y “Nicté” del Plantel 33 Poliforum de Cobach. Dicho acto se llevará a cabo el 13 de abril de 2013, iniciará a las cinco de la tarde en el parque de la juventud “Victórico R. Grajales, para culminar en el parque central de Chiapa de Corzo con una presentación de bailes folclóricos de los estados de Guerrero, Querétaro, Tabasco y Chiapas.[/rescue_box]
Originario de Puebla, Moisés León Silva, llegó al estado de Chiapas como militar; se enamoró de Eva Gutiérrez Méndez, quien hoy es su esposa, y decidió formar una familia. Sin embargo, su trabajo en el Ejército no le permitía convivir mucho con su pareja e hijos, así que decidió desertar y regresar a su lugar de origen. Después de algunos años su compañera enfermó y el médico recomendó un cambio de clima: regresaron a Tuxtla Gutiérrez; era el año 1987.
Los años han pasado pero don Moisés no pierde su vocación de servicio, por ello Desmesuradas los invita a conocerlo a través de esta entrevista realizada en el 2006 pero que no pierde vigencia, al igual que su trabajo y su mirada:
De las armas al arte del trapo
Leticia Bárcenas González
Aquí, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, la situación legal del señor Moisés con la institución castrense no le permitía solicitar un empleo donde tuviera que presentar documentos como la cartilla o comprobante de no antecedentes penales, por lo que se vio obligado a realizar trabajos temporales y poco remunerados.
En 1990, sin trabajo, con esposa y tres hijos que alimentar, se arriesgó a aceptar la invitación de su amigo “Sebas”, un joven que trabajaba como bolero en la Secretaría de Educación, Cultura y Salud (hoy solamente Secretaría de Educación) aun cuando él sabía nada del oficio. “Me costó mucho. Después de estar quince años en el Ejército, donde se nos enseña a creernos superiores. Se requería de mucha humildad.”
Don Moisés, trabajando / Foto: Vladimir González R.
—¿Qué más se requiere para ser un buen bolero?
—Un bolero no se puede hacer de la noche a la mañana, va uno reuniendo experiencia, incluso de los mismos clientes que nos van indicando cómo se les haga el trabajo y así, con un conjunto de experiencias logra ser uno un bolero de calidad.
Por supuesto, también hay ciertas virtudes que va uno cultivando como el ser humilde, ser discreto, sobre todo cuando estamos boleando y se tratan asuntos muy confidenciales en donde debemos tener mucho cuidado para no divulgar esa información. Una persona me comentó que una vez en el Estado de México había problemas entre unos funcionarios, se peleaban porque se filtraba información y se acusaban unos a otros, hasta que uno se dio cuenta que era el bolero quien los escuchaba y luego contaba todo. Así que me dijo: ten cuidado, no te vayas a envolver en esa situación y después vayas a meterte en problemas judiciales.
—¿Quién fue su primer cliente?
—Se llama Apolinar, no recuerdo los apellidos pero estaba en el Departamento de Supervisión de Preparatorias. Como no sabía bolear, con él tardé aproximadamente media hora (risas).
—¿Cómo se acercó a él y le ofreció sus servicios?
—La persona que me entregó el trabajo me dijo: primero obsérvame, y cuando me tocó el turno me acerqué y le dije: “‘Profe’, ¿quiere que le limpie sus zapatos?” El me dijo “sí, bueno”. Y ya empecé a bolearle los zapatos, él me observó con un poquito de duda porque no me había visto por acá y sobre todo, porque este trabajo es de niños y yo ya tenía mi edad.
—¿Cuántos años tenía?
—Como unos treinta y dos.
—¿A cuántos secretarios les ha echado un “trapazo”?
—Ah, son varios. El primero fue el ingeniero Abelardo Santillán Bárcenas, de ahí siguió el profesor Gilberto Cruz Albores, la profesora Sonia Rincón Chanona, el licenciado Santiago Becerra, el profesor Pedro René Bodegas Valera y ahora al profesor Alfredo Palacios Espinosa.
—¿Cree que alguna vez desaparezca este oficio?
—¡No creo! Este oficio es universal, me doy cuenta en algunos medios de comunicación, como la televisión, que de repente captan algunas personas boleando zapatos y sobre todo me he dado cuenta que es un trabajo muy modesto y ¿quién no necesita la boleada? Todos.
—¿La gente paga el valor de su trabajo?
Boleando zapatos de dama / Foto: Vladimir González R.
—Ahí está el detalle, fíjese, algunos sí lo reconocen, otros no. Hay un profesor que sí se daba cuenta de la calidad de trabajo que le daba y me pagaba bien, diez o doce pesos, le estoy hablando de hace unos ocho años. ¡Era bastante! Hoy mis clientes me esperan porque cobro un precio modesto, cinco pesos, cuando en realidad se cobran siete pesos y ya con la tinta doce pesos. De esa manera los tengo contentos y se dan cuenta que las boleadas, además, son de calidad.
—¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha dado la boleada?
—Muchas, primeramente la de tener la amistad de personas muy bien preparadas; la satisfacción también de poder ayudar a mi familia, de enseñarles que cualquier trabajo aunque sea humilde es honesto. Y sobre todo ver cómo muchas personas se dan cuenta de que uno tiene el deseo de trabajar.
—Cómo bolero ¿cuál es su mayor aspiración?
—Pues, no. Ya conseguí ser una persona que sabe hacer su trabajo. Alguien me preguntaba que por qué no me compraba una silla para conseguir un lugar en el Parque Central, pero no creo que sea necesario. Solamente cuando ya alguien nos organice en todos los edificios de gobierno y tengamos que poner una silla, entonces mi aspiración será poner un negocio para beneficio personal.
—¿Qué es lo que más le gusta de su oficio?
—¡Aaah, todo! Desde que empiezo a hacer la espuma con el jabón de calabaza hasta que rechina el zapato (risas).
—¿Qué le dicen los zapatos de las personas?
—Mucho. Cuando veo una persona que tiene muy cuidados sus zapatos veo que así tiene sus asuntos. Una persona, al asearle sus zapatos, me dijo: mire, don Moisés, tres cosas me gustan de las personas: que el cabello esté bien alineado, que esté bien vestido y que sus zapatos estén bien lustrados. Es algo que identifica a la persona, porque cuando atiende eso, se puede decir que así estarán sus asuntos de organizados.
¿Será por eso que don Moisés no sabe si le gustaría bolearle las botas a Vicente Fox? “Quién sabe cuánto paga; él se hizo famoso porque le boleaban las botas en su oficina, cuando estaba en campaña.” Sin embargo, señala que sí le agradaría lustrarle los zapatos a algún gobernador.
El bolero oficial de la Secretaría de Educación, como le gusta presentarse, dice que ha tenido el privilegio de ver que algunos de sus clientes se convierten en funcionarios de gobierno. “Entonces digo, cómo es posible que después de que bolié a estas personas ya están en un alto puesto.” De buen humor y siempre discreto, sonríe al preguntarle si hay algún político al que no le pasaría el trapo: “No. No tengo ningún prejuicio en contra de nadie, son personas con sentimientos y con necesidades.”
—¿A qué futbolista le gustaría lustrarle los zapatos?
—No soy afecto al futbol, pero si me dieran una oportunidad, iría a bolearle los zapatos a ese grupo que antes era “Mocedades” y ahora se llama “Consorcio”, y poder preguntarles algo de su profesión artística.
—¿Y a qué personaje público no?
—A las personas que no les bolearía es a las que no valoraran mi trabajo, sobre todo a la hora de pedir el servicio. Ahí sí, les pongo un pretexto y no lo hago, porque siento que ven a uno como una persona que no tiene importancia, como humillando.
—¿Es más fácil bolear los zapatos de mujer o los de hombre?
—Huy, es más difícil el de mujer porque hay que tener cuidado, sobre todo mostrarles respeto, darles confianza porque uno está en su trabajo.
—¿Le produce algo especial lustrar zapatos de mujer?
—Nooo. (Risas). En un principio como que dije bueno, a ver, a ver qué pasa. Pero no. Recuerdo a una licenciada que me decía: “don Moy, boléeme mis zapatos”. Empezaba a bolearlos, pero yo me daba cuenta que ella lo tomaba como una terapia, a veces se quedaba así… como media dormida (risas). Le decía: Lic. ya terminé de limpiar sus zapatos y me preguntaba, “¿no me los puede bolear otra vez?”.
—¿Y no les echa ojo a su “chamorrín”?
— (Risas). Me insistían por ahí algunas personas: “qué, ¿qué pasó por allí?”. No, les digo, es parte de mi trabajo. Ellas se empezaron a dar cuenta que trabajo sin morbo y por eso me dan el trabajo. (Más risas).
—¿Qué siente cuando ve brillosos los zapatos?
—Cuando yo lo hago me siento realizado porque digo que contribuí en algo, al cuidado de la presentación de esa persona que cuida su imagen.
—¿Es cierto que los militares le prenden fuego a sus zapatos para que brillen más?
—Así es. Los muchachos del Colegio Militar, después del tratamiento con la crema, la grasa y nuevamente otra capa de grasa, flamean los zapatos, entonces queda un brillo como si fueran de charol, quedan muy bien, sobre todo cuando hay paradas militares, o sea, los desfiles ante funcionarios.
—¿Cuál es el color más bonito para lustrar unos zapatos?
—Ah, el color más bonito es el negro. Le diré que algunos colores con la presencia del sol se van decolorando, como el café. Entonces, el negro es el más bonito, incluso el más elegante.
Moisés León con un cliente / Foto: Vladimir González R.
—¿Cuáles han sido los zapatos más difíciles que le ha tocado bolear?
—Son los del famoso material llamado ante, allí solamente se tiene que lavar con jabón de calabaza; pero cuando se me han presentado algunos zapatos de ese material en color azul, les digo a las personas que mejor compren unos nuevos.
—¿Le ha llegado a molestar el olor de un zapato?
—No, no. En una ocasión sí tuve como experiencia que una persona (de la Secretaría de Educación) me pidió que le cambiara el color a sus zapatos, que eran amarillos; no, no olían mal, lo que pasa es que se subió mucho el pantalón y como le eché fuego (risas), empezó a arder su pantalón, empezó a patalear y lo que hice fue rápidamente apagarlo.
—¿Le cobró el pantalón?
—No, no me lo cobraron, al contrario, me pagaron la boleada, pero yo me sentía mal porque no hice bien mi trabajo.
—También repara zapatos, ¿no le preocupa meter la mano en un zapato que no es el suyo?
—No, porque es muy difícil creer que alguien tenga problemas con alguna enfermedad de los pies, porque veo que son puras personas profesionistas y cuidan su persona en el aspecto físico; no, no veo ese peligro.
—¿Qué época del año es la mejor para su trabajo?
—Más o menos como desde marzo en adelante, porque ya cuando llega noviembre y diciembre, todos estrenan. (Risas) Entonces dicen no, están nuevos, más adelante. Son dos meses que baja un poquito el trabajo.
—Para iniciar su trabajo ¿tiene alguna superstición, cábala o ritual?
—No, porque ya todos me conocen, nada qué ver. En una ocasión a un profesor, subsecretario de Educación, jugando le dije: Lic. póngame el pie derecho porque si no, no me va a ir bien. Ah, sí, sí, me dijo. (Risas) Pero ya lo comprobé, el pie derecho o el pie izquierdo, es lo mismo. No hay ninguna situación de que me vaya bien o mal, sobre todo cuando alguien me dice: “¿Sabes qué?, no tengo dinero para pagarte. ¿Es la primera boleada?”. Les digo, no hay problema, de todos modos tiene mi trabajo. No, no tengo ninguna superstición.
—Algunos afirman que viven de la patada, ¿usted vive de la boleada?
—Sí, sí vivo de la boleada. Sí me da para eso.
—¿Por qué cree que su oficio tiene nombre de género musical?
—Ahora sí me hizo una pregunta muy difícil, porque por allí los clientes me dicen: “ai viene el bolero de Raquel”, otros me dicen “el bolero de Ravel” pero, la mera verdad, no sé qué relación tenga la boleada con la música, no sé si al rechinar los zapatos se desprendan algunas notas (risas).
—¿Cuál bolero es su favorito?
—Ummm, hay muchos. Me gusta mucho la música romántica, sobre todo, de los tríos. Los “Tres Ases”, “Los Caballeros”. Por cierto, quiero decirle que en la radio luego luego busco las estaciones en las que hay boleros, pero no de los que bolean sino de los que se cantan (risas).
En la actualidad la situación legal del señor Moisés con el Ejército está regularizada, no obstante, no piensa cambiar de trabajo aun cuando siempre está buscando la forma de superarse, tomando incluso cursos de computación. Está, además, como muchos, muy agradecido con este estado y su gente, que le ha brindado la posibilidad de ser feliz.
-Número de hermanos: huuy, fuimos muchos, fuimos 12 (él es el primogénito).
-Estado civil: Casado
-Número de hijos: 3
-Pasatiempos: Leer sobre superación personal, asuntos morales, consolidación de la familia, en general sobre aspectos espirituales.
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Moisés León Silva / Foto: Vladimir González R.
BOLERO DE ELITE
«Cuando inició el año 1994, yo insistía en bolearle los zapatos al Secretario de Educación, y como tenía confianza con su secretaria le preguntaba: Disculpe, ¿le puedo bolear los zapatos al secretario? Ella me decía: no porque está con el gobernador. Pero pasó un día, dos, tres, toda la semana. A la siguiente semana, cuando me presenté otra vez para bolearle lo zapatos al secretario, pasé. Él, atemorizado, me preguntó: ‘¿qué, cómo están aquí las cosas?’. Me sorprendió porque me habían dicho que estaba en una reunión con el gobernador y resulta que no era así. Él, por su propia cuenta, me dijo que había quedado atrapado en Ocosingo cuando empezó el movimiento de los zapatistas. Es una anécdota en la que me di cuenta que siempre guardan lo confidencial y no dan a conocer dónde se encuentran los funcionarios.”
“Cada vez me hago más importante (risas). En una ocasión hasta me prestaron el carro oficial, con todo y chofer, pero no crea que para ir a ver al gobernador, sino para comprar una ‘refacción’ para los zapatos del entonces Secretario.”
“Hubo un tiempo en el que me llamaban por medio del sistema de audio ambiental si el secretario necesitaba mi servicio; entonces, el chofer de un funcionario de Administración me reclamó diciéndome que me estaba convirtiendo en un bolero de elite… ¡y me la creí! (Risas). Así que pensé, como estoy entre licenciados, ingenieros, contadores y profesores, también tengo que titularme, por eso, en la primera oportunidad que tuve, mientras le boleaba sus zapatos al licenciado Araujo, director de Educación Superior en ese entonces, le solicité mi título como “Ingeniero en mantenimiento de medios de locomoción”, o sea, de bolero. (Risas). Estaba de acuerdo, pero antes tenía que pasar una prueba: bolear sus zapatos de color azul marino, color vino, color verde, color miel y unos muy especiales, de piel de venado; por supuesto, estos últimos no me permitieron obtener mi titulo. (Risas).”
“Si en alguna ocasión usted llegara a la Secretaría de Educación, por algún asunto, es poco probable que le limpie sus zapatos, pues seguramente estaré en alguna oficina atendiendo a alguien.”
*Entrevista publicada en diario El Heraldo de Chiapas. Marzo 22 de 2006
Doña Elvia Arzola, dueña de Los Picapiedras/ Foto:Gabriela Barrios
“Hasta ahorita no he cortado oreja, en 36 años”
Mi mamá ha decidido cortarme el cabello. Tengo seis años de edad y ella ya no puede más con esa batalla infructuosa de ponerme moños y hacerme coletas; es tan lacio que no resiste ningún objeto sobre él. Llegamos a Los Picapiedras; el lugar es pequeño, con un tocador, una silla infantil y otra más grande de peluquería; la música de Cri Cri se mezcla con los murmullos de señores y señoras que llevan a sus hijos para un corte de cabello. Después de una larga espera, por fin es mi turno. Sigo las instrucciones de la señora de Picapiedras, que alterna su conversación con los padres con indicaciones para mí: voltéate, agáchate, mira de frente; escucho el sonido de las tijeras y siento el movimiento de sus manos que trabajan magistralmente para que mi cabello indomable adquiera forma.
Elvia Arzola con niño pequeño/Foto:Gabriela G. Barrios
Han pasado 30 años y estoy de nuevo esperando turno en Los Picapiedras; me cubre la nostalgia, los recuerdos llegan. Ahora no soy yo quien se sentará frente al espejo sino mis sobrinos. La ubicación del local es otra y me percato que los muebles también cambiaron, sólo permanecen el cuadro del payasito, colgado arriba del espejo del pequeño tocador; y el entusiasmo de la señora de Picapiedras, quien sigue ahí como antes, con su sonrisa, una conversadora incansable y con esas palabras decididas y cariñosas para lograr que un niño se deje cortar el cabello.
La observo y quiero saber más de ella, de su oficio, de su vida en ese lugar que pareciera congelado por el tiempo. Me decido a preguntar, primero su nombre: Elvia. Antes solo la nombraba como la “señora de Picapiedras”.
El inicio
¿Cómo surgió su gusto por la peluquería?
Ni yo misma lo sé. La verdad se me ocurrió y empecé. Le fui tomando cariño poco a poco. Me empezó a gustar más y más, hasta la fecha.
¿Estudió para esto?
La verdad no. Todo fue la práctica. Cuando era chamacona, no hace mucho tiempo (risas), sí estudié peinado, en Guadalajara, pero la verdad siento que también eso ya lo traía.
¿Hace cuántos años se dedica a la peluquería?
Como cerca de 36 años, ¿son poquitos verdad? (Risas).
Elvia Arzola en su actual peluquería/Foto:Gabriela G. Barrios
¿Dónde empezó usted, en su casa?
No, en la Avenida Central entre la Octava y Novena Oriente. No recuerdo el número. Estaba al lado de la peluquería Don Alonso. Estuve ahí como unos 15 años.
¿Por qué el nombre Los Picapiedras?
Con mi esposo, en aquel entonces, empezamos a buscar el nombre, buscamos nombres infantiles. Un día me llevó para contratar al rotulista y me preguntó: ¿qué nombre se le va a poner? Yo iba bajando del carro y vi unas revistas tiradas, ahí, cerca del carro, eran de Los Picapiedras, me volvió a preguntar, ¿cómo se va a llamar entonces? Los Picapiedras, respondí. Me dice: oye me parece muy bien. Ahí surgió la idea de Los Picapiedras.
¿Por qué una peluquería y no una estética?
Porque no había aquí peluquería especial para niños. Y como venía de México y peinando; aquí quién se peina, nada más se peinan en fiestas propiamente, así que me llamó más la atención la peluquería para niños. ¡Sabía que de ahí me iba pa’rriba!, porque ya ve que nadie le tiene paciencia a los niños. Ahora me han llegado señores, señoritas, señoras que me han comentado que de niños les cortaron la oreja, ¡yo hasta ahorita no he cortado una oreja, en 36 años!
Entonces, ¿también le corta el cabello a adultos?
Sí, a los que les cortaba el cabello cuando eran chiquitos y sus hijos o los nietos. Ya son tres generaciones que voy cortando.
La experiencia
Doña Elvia cuenta emocionada: “Hace años les decía a los niños mientras les cortaba el pelo, ”agáchate viejo, agáchate viejo”; un día un niño, que venía nada más con su calzón, una playera y sus chanclitas, entra y me dice: «¡Ya llegué, vieja!». Le dijo su mamá “Oye, no seas grosero”, y él contesta: “¿Por qué? Si ella me dice viejo, pues yo también le digo vieja”. De cariño les decía: viejo, muñeca, muñequita, precioso, muchas cosas y nombres de cariño.
¿Se encariña con su clientela?
Si, bastante, y les tengo mucha paciencia. Ahí está mi secreto. Pero no lo quiero decir porque si no me lo roban. (Risas).
Cuénteme…
Doña Elvia trabajando/Foto:Gabriela G. Barrios
Cuando no se dejaban peluquear, les decía: la cucaracha, el ratón y el niño volteaba hacia abajo y ahí en friega a cortarle el pelo rápido y eso es lo que me emociona. Hay otros niños que están llore y llore, les dice la mamá que no lloren, yo les digo: ¿Cómo que no?, déjelo que llore pero que se oiga de aquí hasta Chiapa de Corzo. En verdad, a mí los niños que lloran más y los que dan más lata me quitan el estrés. Hasta los mismos doctores que son mis clientes desde que eran niños, me dicen: “¿cómo es posible que le quiten el estrés? Si es insoportable”. Pero es que no le saben hallar el modo. A otros le dice la mamá que no se muevan, les digo: Muévete gordo, muévete. Llevándole la contraria al niño y a la mamá, entonces al ver eso el niño dice: “¿Por qué me voy a mover?, no me muevo y ahí está el chiste”.
Su trabajo
¿Si no se dedicara a esto ¿qué le hubiera gustado ser?
Doctora, licenciada, esas dos cosas me fascinan. Ayudaría mucho a la gente, a los niños, a los viejitos.
¿Hay niños que ya siendo padres o madres de familia regresan con sus hijos?
Sí, casi la mayoría y sobre todo las abuelitas me traen a sus nietos. A veces les hago el mismo corte que le hago al papá.
¿Qué sensaciones le da ese hecho?
Imagínate. Me siento en la gloria. Siento que me quieren.
¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Todo. Ser puntual, que a veces no puedo, pero cuando se me hace tarde hasta siento ganas de llorar porque pienso que ya me está esperando alguien. Amo mi trabajo, después de Dios y de mis hijas, amo mi trabajo. Lo adoro.
Peluquería Los Picapiedras/Foto:Gabriela G. Barrios
¿Cuál ha sido su mayor reto en el caso del corte a los niños?
Siempre es un reto cada niño. Hay veces que me dicen las mamás: “le traigo un niño que ahora si no va usted a poder con él”; le digo al niño: “tu mamá me decía que ibas a llorar, que ibas a vomitar y todo eso a qué horas, nada”. Hay veces que un niño está con la finta de que quiere vomitar y le pongo la mano abajo de la boca y le digo: “órale, órale, vomita, vomita, sácalo para ver a qué huele porque los otros huelen unos feos, otros bonitos pero yo creo que el tuyo huele feo porque estás llorando mucho”, y ya no vomita.
El secreto
¿Cuál es el secreto de tratar con los niños?
El secreto es que me traen dinero, ese es el secreto, porque si a usted le dan dinero tiene que trabajar bien para que aquella persona regrese. Todo está en el poder del dinero. Si lo trato mal ya no va a regresar entonces lo trato mejor para que regrese. Si no trato bien a mi clientela júrelo que no viene.
Tengo clientes que ahorita están estudiando en Canadá o viven en Francia o en el Norte (México). Tengo mucha gente que se fue al extranjero y cuando regresan me vienen a ver y siento que me desmayo de felicidad. Alrededor de Chiapas tengo mucha clientela. Abro los domingos porque sé que van a venir de fuera. Varios doctores me han dicho que ya no abra el domingo y sin embargo, ellos han venido el domingo a cortarse el pelo. Les pregunto: ¿No que me dice que no venga el domingo? Y me contestan: “Pero como es necia y terca, vengo”. Si falto un día a mi trabajo me siento desesperada.
¿Esos 36 años de trabajo han sido ininterrumpidamente?
Los niños, ahora adultos, regresan/Foto:Gabriela G. Barrios
He cambiado como cuatro veces de domicilio. Me fui sobre la Octava, al dar vuelta enfrente de Banca Serfín, ahí vivía y tenía mi peluquería; luego regresé a la Avenida Central porque estaba desocupado el local. Tuve un problema muy serio y me fui a México por dos años. Cuando regresé me dio gusto porque la gente me recibió con los brazos súper abiertos. Mi clientela dice que sufrió mucho porque yo no estaba, pensé que me estaban cuenteando pero con el tiempo vi que sí era verdad. Para que me vaya de Chiapas, ya ni muerta, aquí en el Cristo de Copoya me van a poner para que me vaya a ver toda mi clientela después.
La otra vez vino una señora y me dice: “oiga señora me recomendaron aquí pero veo que no es para niños”. Volteo a ver a mi cliente, que es un señor, y le contesto a la señora que a toda mi clientela grande le digo bebé y que cuando un cliente nuevo que me está esperando y queda viendo a mis clientes adultos, les digo que él es mi bebé porque desde chiquito le quito el pelo. Le da risa a la señora y dice: “entonces me corta también a mí el pelo”, se hace mi clienta.
¿Es fácil ganarse la vida con su profesión?
Pienso que Diosito me está dando el trabajo pero gratis, porque yo no siento que estoy trabajando, no me canso, de repente sí, es lógico, pero ya cuando son las seis de la tarde, digo ya se está haciendo de noche, ya quiero llegar, acostarme a las ocho de la noche para que al día siguiente esté en mi trabajo.
¿A qué famoso le gustaría cortarle el cabello?
A toda mi clientela porque todos son famosos para mí.
¿Qué hace en sus ratos libres?
Veo reportajes o me pongo a tejer bufandas que vendo.
¿Quién le corta el cabello?
Yo me lo corto. Todo mundo me pregunta que quién me lo corta y muchas clientas llegan cuando me lo estoy cortando.
Doña Elvia y sus instrumentos de trabajo/Foto:Gabriela G. Barrios
Edad: Para los que me quieran traer regalito (risas) el 6 de enero, es que mi mamá se portó bien.
Número de hermanos: Somos 13 conmigo. 7 hombres y 6 mujeres. Yo soy la tercera pero la primera mujer.
Estado civil: Solterita.
Número de hijos: Tres hijas.
Pasatiempos: Ir al cine con mis hijas, ir a plaza, ir a comer allá.
Música: Instrumental porque esa me relajaba cuando en México trabajaba peinando, pero aquí no, aquí me ponen la caricaturas, bien chillonas y bien fuerte y lo tengo que aguantar. Ya estoy acostumbrada después de 36 años. (Risas).
Película: Me gustan de espanto para relajarme, que tengan drama o las cómicas.
Comida predilecta: El mole.
Rituales: Pedirle a Dios para que me dé un día más.
“Es el país de las historias profanas contadas a contraluz en un rincón gótico. Es la bocanada de humo más próxima a la hoguera donde serenan sus almas los errantes y los infaustos. Es el alivio a la seducción de los claroscuros en un instante retinal…” No, no es México ni algún otro país latinoamericano, la poesía de Gustavo Ruiz Pascacio habla de un país interior de memorias y desvelos.
Revisando el archivo de Desmesuradas, disfrutamos nuevamente la charla con el poeta Gustavo Ruiz Pascacio, autor de los libros «Escenarios y destinos» (Coneculta-Gobierno del Estado de Chiapas 2008) y “La plástica en Chiapas: el tránsito del color y la explosión de la forma” (UNICACH 2010), entre otros, por lo que invitamos a quienes no lo conocen, se acerquen a él y a su trabajo, y a quienes lo conocen, encuentren en esta entrevista realizada en 2003 a un ser de carne, hueso y gran sensibilidad.
El amor, la filosofía y la poesía: ‘son inútiles, pero indispensables’
Leticia Bárcenas González
Gustavo Ruiz Pascacio, con su obra/ Foto:Cortesía
Nacido hace 40 años en el Barrio de San Roque, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, Gustavo Ruiz Pascacio, Premio Nacional de Ensayo Luis Cardoza y Aragón 2003 para crítica de artes plásticas, fue galardonado en Monterrey, Nuevo León por su trabajo La plástica en Chiapas: el tránsito del color y la explosión de la forma. El jurado del premio, convocado por el Instituto Nacional de Bellas Ates, estuvo conformado por Paulina Lavista, María Minero y Xavier Moyssén.
Aún bajo los reflectores de este galardón, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, edita y presenta su poemario El amplio broquel de la melancolía, del que el poeta y ensayista dice: “Es un parteaguas en mi trabajo poético. Pasa por cuatro escenarios tangibles de la figura central del poeta que son la casa, la calle, la tumba y, finalmente, el escudo de la melancolía. El escudo de la vida desde el lado sufriente y desde el lado gozoso, ese es el escudo de la melancolía para mí.”
Esta charla, con Expreso Chiapas, se da en su casa, un lugar lleno de luz en el que aún hay huellas de sus fantasmas “los de la carne”, por supuesto, y que, a decir de Gustavo, le acompañan en sus momentos oscuros. Me invita un refrescante y delicioso vaso con agua de papaya, preparada por él, ya que también sabe cocinar y, asegura, lo que mejor le sale son los caldos… de cultivo.
Como buen ariano, dice ser celoso y posesivo aunque reconoce que es menos posesivo de lo que la astrología dice, ya que “lo he sido pero no ha traído buenas cuentas, así que estoy en otro proceso.” En cuanto a las otras características de su signo zodiacal (Inteligentes, ordenados y entregados al trabajo) aclara “Trato de ser ordenado y disciplinado hasta donde puedo. Hasta para mis manías soy disciplinado, las manías son manías y hay que disciplinarse”, afirma entre risas. Al preguntarle cuáles son esas manías, sonríe y hace un gesto como de contarlas, “La principal es el asombro por lo otro y por el otro, y es ese asombro lo que me lleva a explorar las multitudes o la intimidad, de mi mismo que encuentra al otro, y la intimidad del otro amado o del otro desamado, o desarmado”. Reímos.
Sin embargo, al hablar de su trabajo como creador, Gustavo Ruiz Pascacio, se vuelve serio; lo imagino en su salón de clases, en la Unach, como profesor:
–¿La poesía tiene una finalidad? ¿Cuál es?
–Alguien dijo una vez que en esta vida había tres cosas inútiles: el amor, la filosofía y la poesía; inútiles pero indispensables. La finalidad central de la poesía, para los lectores, es de alguna manera detonar todas las posibilidades emotivas que el ser humano tiene inherentemente, y que de una u otra manera, la vida cotidiana de este mundo posmoderno, sobre todo, nos ha dificultado encontrar. En ese sentido la poesía sí tiene una finalidad en términos estrictos de pensar en propósitos utilitarios, corro un riesgo al decir este término. Ahora, si tú me preguntaras para mí qué es la poesía, te diría que es revelación. Revela no sólo el interior humano sino lo que está más allá de nuestra realidad, que no alcanzamos a palpar pero que eso no implica, y no significa, que no esté ahí. Uno de esos elementos centrales que no palpamos es el interior de nuestra sensibilidad y la capacidad humana que tenemos de asombrarnos, de maravillarnos, de sufrir y de gozar.
–¿Y es cierto que en poesía lo más importante es la forma y no la anécdota?
–Es una conjunción, el poeta, por sobre todas las cosas, aun cuando estemos en un periodo donde las teorías de interpretación históricas están en un colapso y en donde, incluso, hay teóricos que niegan a la historia como disciplina, como ciencia, en donde hay una negación también del sentido de lo humano, considero que independientemente de todo ello, la poesía debe volver al canto, eso implica volver a una conjunción de lo que tú llamas anécdota, y yo llamaría contenido, y evidentemente, la forma. ¿Por qué? Porque en la poesía todo es diálogo. En la poesía se produce un detonante que es el ritmo y la sincronía. Todo el proceso cósmico, todo el proceso universal es eso, ritmo y sincronía, y si no lo encontramos en el poema, entonces, no encontramos el poema.
–Cuándo has terminado un poema y lo lees ¿te sorprendes?
–Me sorprendo desde el momento en que tengo la posibilidad de construir y de encontrar el poema, porque, pienso, el poema no sólo se escribe en términos llanos, el poema se encuentra, el poema se construye. El poema es un ente, un ser más, que está y no está porque finalmente está hecho de lenguaje. El lenguaje es lo que somos pero lo que somos es sólo lo que podemos reducir a conceptos y a formas.
–¿Cómo eliges el título de un poema?
–Por lo regular elijo títulos de poemarios. Generalmente no escribo poemas aislados, escribo más bien, o pretendo escribir, siempre un poema de largo aliento: lo que ocurre es que lo voy dividiendo en partes, o el poema se va manifestando y se va dando en partes. Entonces, lo que escribo son poemarios en términos de un largo aliento. Y el título se revela, llega y al llegar lo que uno decide es si accede a la posibilidad de desarrollar todo lo que ese título implica o si lo deshecha; en ese sentido, cuando el título me llega y me asalta, trato de llevarlo al plano de mi racionalidad y entonces empiezo a trabajar los posibles escenarios en los cuales pueda cantar ese título y ese poema. De ahí, defino si va a tener tres o cuatro partes, qué tanto de extensión puede tener, cuáles son los temas que va a tocar, con qué aliento lo va a hacer, desde que voz tonal lo va a desarrollar, en fin, tiene que llevar un proceso previo a la escritura. Ya el acto de la escritura es diferente. Pero el proceso previo a la escritura, pienso, debe pasar por ello, porque no sólo pasa por el tamiz de la inspiración en términos casi dionisiacos, sino que también, y sobre todo, tiene que pasar por el tamiz de la reflexión.
–Entonces, ¿los títulos surgen primero y después el poema?
–En mi caso, los títulos del poemario surgen primero y ya después se va atando y se va construyendo el poema en sus diferentes facetas.
–¿Te preocupa que los lectores de tu poesía la comprendan de una manera distinta a como tú la pensaste?
–No, Al contrario, me anima mucho que así sea, porque la poesía, como toda manifestación artística, tiene una multiplicidad de sentidos y aunque nosotros, los escritores, y los poetas en particular, quizá tenemos un público hipotético, cuando estamos escribiendo de alguna manera dialogamos con nuestros fantasmas, dialogamos con un desconocido que es nuestro lector, y aunque existe un lector hipotético, existe también un lector inesperado y ese lector inesperado puede estar en consonancia con nuestros estados anímicos que resolvieron la emotividad del poema, pero también pueden no estarlo y eso finalmente me lleva a la sorpresa.
–En algún lugar leí que un poeta decía que la poesía es la aventura de la libertad ¿Qué opinas?
–Sí, así es, en el sentido de que nos hace más capaces de poder integrarnos y a la vez de poder disgregarnos. La poesía tiene un doble andamiaje, un doble motor, por así decirlo: integra todo aquello que el ser humano encuentra emotivamente pero a su vez lo disgrega porque lo transmuta, lo convierte en algo más allá del poema, en ese sentido, pienso que esa capacidad de integrar y disgregar, es decir, de asociar y volver a disasociar, sólo lo puede dar el espíritu de la libertad.
–¿Escribir te angustia?
–Depende de lo que escriba. Hay temas, situaciones, anécdotas, circunstancias que angustian, pero hay circunstancias también que relajan, te vuelven de pronto más luminoso. Todo depende, hay momentos oscuros, hay otros lumínicos, en uno y otro puede estar presente la angustia, el dolor, pero también la festiva posibilidad de amar.
–¿Eres una persona pasional?
–¡Sí, por supuesto que lo soy! ¡Uno tiene que vivir con pasión! Con pasión tiene uno que angustiarse, con pasión tienes que animar los sentimientos más sublimes que puedas encontrarte en el camino, eso sólo lo da la pasión. Hay un verso que me fascina mucho, está en ese gran libro llamado Biblia, que se llama El Cantar de los cantares: “Tan fuerte como la muerte es el amor y la pasión, tenaz como el infierno”.
–¿Qué despierta tu pasión?
–En términos generales la literatura. Decidí tener un proyecto de vida que es la literatura, y estrictamente, digamos, en términos de género, obviamente el efecto más importante en este camino es la poesía, pero también escribo ensayo. Me apasiona mucho la investigación literaria.
¡Me apasiona la vida! La vida tiene que ser apasionante en todo momento y en todas sus circunstancias; me apasiona desde una caminata en la madrugada hasta un partido de futbol, soy un apasionado del futbol. El futbol no es una actividad para mentes pequeñas como alguien alguna vez lo definió. Creo que el futbol es la capacidad masiva, universal, que nos devuelve al origen tribal de lo que somos, en ese contexto es fundamental; cuando uno entra a un estadio de futbol, cuando uno ve a la masa, cuando uno, de pronto, intenta entrar al interior de esa masa y descubrir sus motivos, sus encuentros, sus desencuentros, sus agonías, sus necesidades, sus efectos, es mágico, es extraordinariamente mágico. Y de pronto ver a esos veintidos tipos que están ahí horadando entre una y otra forma, esos aspectos tribales te hace encontrar que ese es el origen de lo que somos finalmente. ¡Eso es pasional! ¡Eso es simple y sencillamente apasionante!
Gustavo Ruiz Pascacio en su casa/ Foto: Cortesía
Gustavo dice que en su tiempo libre practica futbol y el frontenis de cancha chica, le emociona hablar del tema, pero irremediablemente regresa a su pasión primera, la escritura. “Le voy a las Chivas del Guadalajara. No sé si por un efecto nacionalista o nacionalero. ¡No! Es más por una especie de tradición familiar. Te lo platico. En el Tuxtla de finales de los 70, la única posibilidad de comunicación con el exterior era el cine, la radio y las charlas que podías tener con los familiares mayores, tus tíos o tus abuelos. Recuerdo que mi padre se sentaba conmigo y escuchábamos los partidos de futbol que transmitía la XEW, entonces, para mí, esa posibilidad de encontrarme con la radio y con esa masa que no veía pero que estaba ahí, con el alarido que estaba de pronto ahí, de la emoción que era transmitida solo por una voz; para mí fue importantísimo para detonar ciertos aspectos de mi imaginación, ya lo demás lo detona el libro y lo detona la experiencia de lectura, pero esas circunstancias, esa anécdotas, esas posibilidades de encuentro con aquello que es lo maravilloso de lo que está ahí, pero que sabes que hay una invención, que además no está ahí. Eso para mí fue extraordinario.
–¿Qué leías de niño?
–Empecé leyendo cómics, como todos. Leía Kaliman, y me da mucho gusto que un amigo cercano, Arturo Guichard,que es doctor en filología clásica, catedrático en la Universidad de Salamanca, en España, tenga en su biblioteca la colección de Kaliman. Para mi es interesantísimo porque da una posibilidad de lectura del comic más allá de lo que usualmente pensamos. Yo empecé leyendo Kaliman y Memín Pinguín. En una ocasión, cuando tenía ocho o nueve años, mi padre llegó con una gran caja de libros y nos llamó, a mi hermana y a mí, y nos dijo que acababa de adquirir esa colección, que él no nos iba a dejar dinero, que la única posibilidad de herencia era la educación y que si alguien quería acercase a los libros, allí estaban. Entonces, a los nueve años estaba leyendo La Divina Comedia, Orlando Furioso (de Ariosto), Jerusalén libertada (de Tasso), obviamente, no entendía algo, pero que bueno que no entendí porque ahí es donde me di cuenta que la literatura no es lo que piensas, la literatura lo que te deja es la comprensión de la sensibilidad humana. Finalmente, a mi me dio esta posibilidad de comprender una sensibilidad humana y me dio un detonante para la imaginación, extraordinario. Con eso me di cuenta que uno sí puede dialogar con los libros, que uno sí puede dialogar con los autores, que uno sí puede debatir con los autores, que uno sí puede encontrar su propio libro en cada obra.
–¿Cuándo o a qué edad empezase a escribir poesía?
–Bueno, primero escribía canciones. En la prepa escribía canciones y leía, leía bastante. Quería estudiar literatura pero se me atravesó en el camino una sicóloga, en la prepa, y me dijo que para qué iba a estudiar literatura, me iba a morir de hambre, que yo lo que debería estudiar era derecho, entonces, le hice caso; me fui a estudiar derecho y fue verdaderamente atroz, terrible, deleznable, pero me tuve que aguantar porque no tenía otra posibilidad en ese momento, entonces, terminé la carrera, vine a la casa y le dije a mi papá: aquí está (el título), me voy a estudiar literatura. Bueno, me fui a trabajar un año y ya después de haber trabajado ese año, decidí estudiar literatura. Entonces, empecé a escribir, de manera más formal, por así decirlo, integrándome a talleres, aproximadamente en 1985. Desde esa fecha he estado ya de lleno en el trabajo literario y prácticamente desde 1987 a la fecha, vivo y como de la literatura. No me preguntes cómo vivo y cómo como, ¿verdad?, pero vivo y como de la literatura.
–Dice el poeta argentino Jorge Santiago Perednik que en poesía, la pasión es una de las reglas del juego, ¿cuáles serían las otras?
–Las otras son, pienso: una, el asombro, otra, la certeza de que lo que estamos cantando y escribiendo es algo que está ahí y que no está ahí, es lo inasible. Otra posibilidad más es la conjunción con lo que somos. La conjunción con lo que somos es una regla, la conjunción con lo que somos es el lenguaje, la conjunción con lo que somos nos lleva a, lo que te decía inicialmente, el ritmo y la sincronía. El ritmo y la sincronía creo que serían las últimas y las primeras reglas, a la vez, de la poesía. ¿Por qué las últimas y las primeras? Las primeras porque todo deviene de un ritmo y de una sincronía, en la vida y en el cosmos, y segundo, las últimas, porque dependiendo de esa capacidad de ritmo y de sincronía vas a tener le resultado final que es el poema. El resultado final que es el poema, es también parte de un proceso sincrónico que sigue más allá de ese poema, entonces, resumiría en esas: el asombro, la certeza de lo inasible, la conjunción del lenguaje y el ritmo y la sincronía de un todo.
–¿Cuál es tu opinión sobre la poesía que se realiza actualmente en México?
–Creo que a raíz de la desaparición física de Octavio Paz, hay un reacomodo en la poesía mexicana. Un reacomodo en cuanto a las variantes, a las posibilidades temáticas, a la forma de concebir la poesía, como género y como modo de vida. Desde ese punto de vista, hay una generación encabezada por gente como José Emilio Pacheco, como Eduardo Lizalde, que, de alguna u otra manera, son ya las voces consolidadas en la poesía mexicana, y de ahí tendríamos una generación inmediata, de entre una década posterior o de quince años posteriores en nacimiento a ello, que estaría encabezada, tal vez, por Antonio Del Toro, por Fabio Moranto, por David Huerta, fundamentalmente, esto a nivel nacional.
–¿Y en Chiapas?
–En Chiapas hay un problema central que es creernos esa conseja popular que dice que quien levante una piedra encuentra un poeta. En Chiapas no somos los vástagos de la piedra, no. Los vástagos de la piedra es una invención jocosa y “faciloide”, no. En Chiapas la poesía requiere una revisión fundamental y, pienso, ya hay algunos poetas que sí están ejerciendo esa revisión fundamental a la poesía como acto de lenguaje; esos poetas los podemos contar con los dedos de una mano.
El poeta disfrutando el paisaje/ Foto:Cortesía
–¿Quiénes son?
–A nivel nacional, evidentemente, Efraín Bartolomé, que es un parteaguas porque es el retorno al sentido ministerial de la poesía, y eso, en Chiapas al menos, no se había ejercido antes de él. Y ya desde nuestro estado hacia el exterior, pensaría en las voces de Roberto Rico, de Luis Arturo Guichard, de Carlos Gutiérrez, y de un poeta nacido aquí, en Chiapas, poco conocido en el estado porque su trabajo lo ha realizado más al exterior pero que es un joven muy talentoso, Ignacio Ruiz Pérez, y completaría este grupo con el trabajo de Marco Fons. Creo que son los poetas que han decidido creer en una poética, es decir, creer en la posibilidad de una consonancia del lenguaje a través de la palabra, con sus diferentes posibilidades, con sus variantes, cada uno dentro de sus escenarios, cada uno dentro de sus temáticas, pero fundamentalmente estaríamos hablando de ellos.
–¿Se ha superado la sombra del poeta Jaime Sabines?
–Creo que estas voces que he mencionado apuestan a ello, desafortunadamente sigue existiendo un modo sabiniano de escribir. El problema no es parecerse a Sabines, ese no es un problema, porque la poesía de Sabines tiene momentos puntuales muy importantes y fundamentales de la poesía hispanoamericana. El problema es asumir a Sabines como el eje rector de las voces de la poesía en Chiapas, ese sí es un problema. Y no nos hemos querido dar cuenta, quienes estamos inmiscuidos dentro del ejercicio de la poesía, que una cosa es que la poesía de Sabines sea adoptada por la colectividad y por los lectores múltiples que tiene, y otra es que la poesía de Sabines decida y genere los elementos rectores del lenguaje poético en Chiapas, hacia eso sí se debe ejercer, desde mi punto de vista, una actitud critica.
–¿Crees que la poesía actual perdurará en el tiempo?
–No lo sé, tendría que regresar dentro de cien años y tal vez, por efecto de alguna doctrina esotérica lo podría realizar pero en términos de la tangebilidad no lo creo.
Al fotógrafo y a mí nos sorprende su respuesta, Gustavo se da cuenta y ríe, nos ofrece más agua y retoma la respuesta: “No lo sé. Si la poesía actual tiene una vocación de lenguaje que va más allá de la temporalidad, del tiempo histórico que nos toca vivir, creo que sí, porque como decía Borges: si dentro de 300 años en alguna biblioteca de viejo, alguien encuentra un libro mío, lo abre, se emociona y empieza a dialogar conmigo, entonces quiere decir que soy inmortal. Ese es el sentido de inmortalidad precisamente, eso, no hay nada más, y eso es lo que hace tangible y válido que podamos seguir leyendo hoy en día a Dante, que podamos seguir leyendo El Cantar de los cantares, eso es lo que lo hace válido, es su intemporalidad.
–¿En poesía es posible la reproducción de un texto en otro idioma, es decir, existe la traducción o es una mera reescritura? ¿Es válido leer traducciones?
–Es un problema acercarse a las traducciones de literatura porque lo más recomendable es que esa traducción sea una versión a una segunda lengua. Si nos acercamos con los ojos de ser unos lectores que estamos leyendo una versión a una segunda lengua de una obra escrita no en nuestra lengua materna, así sí es recomendable, pero si nos acercamos pensando que es una traducción literal entonces estamos equivocados, porque cada lengua tiene su forma de ver el mundo, cada lengua tiene su forma de expresar, incluso, figurativamente el mundo.
La imaginación es universal y eso ya es una garantía pero las posibilidades semánticas y sintácticas de cada lengua son completamente diferentes entre unas y otras, aún en lenguas que tengan un mismo tronco lingüístico como las lenguas romance, la traducción que se pueda hacer del italiano de la Divina comedia al español, no debe ser una traducción literal, que no nos lleva nada, no implica nada, no implica un proceso de aprehensión de la intencionalidad de esa lengua; no hablo de la intencionalidad del autor, sino de la intencionalidad comunicativa de la lengua que es una cuestión diferente.
Leer traducciones sí es importante, porque debemos estar en contacto con todas las manifestaciones artísticas, y en el caso de literatura, con mucha mayor razón, pero con el tiempo los lectores se van volviendo más agudos y más críticos, esto va siendo parte de la astucia y maña, así como creo que hay una astucia y maña periodística, y hay astucia y maña fotográfica, creo que hay una astucia y maña de lectura, entonces ya logras identificar a estas editoras “patito”, que tienen malas traducciones, de las que tienen traducciones confiables por la tradición que tienen como empresa, por el prestigio que tienen sus traductores, en fin, todo esto es importante.
Ruiz Pascacio, también hace referencia a las editoriales que se preocupan porque el autor, si está vivo y si conoce la lengua a la que
Gustavo Ruiz Pascacio, leyendo su obra/ Foto:Cortesía
va a ser traducido, coteje, se comunique con los traductores, les dé su punto de vista. O que cuando están traduciendo textos, incluso antiguos, buscan especialistas filológicamente en ellos, ya que “No es el mismo inglés en el que escribió (William) Shakespeare que el inglés con que escribe (Arthur) Conan Doyle, por ejemplo, es decir hay serie de variantes socioculturales, históricas, lingüísticas, en fin. Y eso mismo lo vemos en nuestra lengua, es decir, concretamente, en la tradición chiapaneca, no es el mismo lenguaje que encontramos en Efraín Bartolomé que el que vamos a encontrar en Jaime Sabines. Los dos pueden abordar el contexto amoroso, los dos pueden abordar el problema de la cotidianidad, pero desde dónde va a ser abordado, con qué elementos lingüísticos, bajo qué recursos figurativos, con qué bagaje imaginativo. Sus espacios geográficos, sus espacios poéticos y sus espacios lingüísticos son diferentes, si esto ocurre en una literatura que podemos regionalizar en la literatura chiapaneca, escrita en lengua castellana, ahora imagínate si esto lo extendemos a todo el mundo.”
Gustavo habla emocionado, irradia vitalidad, asegura que en su vida hay amor “Siempre debe haberlo.” Y que en ese sentido,
también trata de llevar a la práctica lo del ritmo y la sincronía, “trato de serlo y de hacerlo.” Reímos, la charla ha llegado a su fin, antes de despedirnos toma su guitarra y nos canta una hermosa canción.
Gustavo Ruiz Pascacio nos recuerda que “La palabra no es retorno a la vida sino retorno a los que somos.”
*Entrevista publicada en dos partes en el diario Expreso Chiapas, 14 y 15 de noviembre 2003.
Hace unos días, se dio a conocer que la mexicana Sofía Sedas, estudiante del Colegio Británico (The Edron Academy), obtuvo el primer lugar en 2012 en la prueba de matemáticas que se aplica a nivel mundial en las instituciones que forman parte del Bachillerato Internacional de la Universidad de Cambridge, esto demuestra que si a una persona se le dan las herramientas adecuadas para aprender o desarrollar una competencia, no importa ni su género ni su nacionalidad, ello me hizo recordar a un profesor de educación básica que en el año 2007 inventó un compás plano para facilitar el trabajo docente y desarrollar las habilidades matemáticas de los alumnos.
Los invitamos a conocerlo…
“La intención no es cambiar ni el método de dar una clase de geometría, ni el concepto”
Leticia Bárcenas González / Vladimir González Robledo
Desde hace poco más de diez años, el profesor Ricardo Hernández Ortiz ha vivido con un sueño: que los niños y jóvenes de Chiapas utilicen el compás plano que él ha inventado.
Profr. Ricardo Hernández Ortiz con su invento / Foto: Cortesía
Maestro de la Telesecundaria 022 de Tapachula, Chiapas desde hace 16 años, Ricardo Hernández Ortiz se dio cuenta de la necesidad de idear un compás que facilitara el trabajo docente, hiciera las veces de un juego geométrico y desarrollara las habilidades matemáticas de los alumnos.
Explica:
“El compás es una herramienta que parte de un concepto del funcionamiento del cuerpo humano, en donde a partir de un centro hacemos una rotación. En la práctica, todos los maestros tenemos dificultades en el uso del compás porque hay que hacer movimientos y a veces se resbala, o a veces no se ajusta. El compás de arco no mide nada, o sea, no podemos definir un radio o un diámetro con el compás, y esa razón hace que requiramos la regla, la escuadra o el transportador para cualquier otro trazo más complicado. A veces en la escuela no tenemos el juego geométrico completo y el maestro tiene que agenciarse los recursos necesarios para poder sustituirlos. Hace muchos años, a través de la práctica y de revisar diario con una cinta o con la agujeta de un zapato, con la tiza para hacer los trazos, vi que era conveniente hacer algo que pudiera llevar todos los días.”
Así surgió lo que él ha llamado compás plano.
— ¿Cuál sería la diferencia entre el compás tradicional y el compás plano?
—Las diferencias de ley, las principales, las que señalo como reivindicaciones son: primero, que es un compás que trabaja de manera horizontal, sobre la superficie; segundo, que tiene un eje de rotación; que tiene un localizador de longitudes (incluso nosotros podríamos trabajar con éste mismo trazando las líneas del polígono, pero a mí se me hace cómodo quitarlo y trabajar solamente con el juego de escuadras); tiene un nivel de agua que relaciona los trazos horizontales con exactitud, sin que el maestro le calcule mucho, se pone y localiza su horizontal exacta; tiene una brújula que relaciona a la geometría con la geografía, normalmente los maestros en secundaria llevamos al campo a los alumnos a medir, a hacer un plano de la escuela, a medir la ubicación de tal salón, de la cancha de futbol, etcétera. Bueno, esta es la forma para que el alumno sepa cuál es la orientación; el alumno normalmente tiene que pararse y poner su mano derecha al naciente del Sol y localizar el norte natural, con esto podemos ayudar y reforzar, y asegurar que sus impresiones sean exactas. Lo otro, es que este instrumento incluye la seguridad de trabajar con trazos exactos. Esto a mí me preocupa mucho porque la intención no es, por ningún motivo, cambiar ni el método de dar una clase de geometría, ni el concepto, sino complementar, o sea, que se vuelva una herramienta más.
Ricardo Hernández Ortiz, originario de Hidalgo, y quien llegó a Chiapas “buscando donde trabajar”, considera que su compás plano tiene varias ventajas, por lo que se puede emplear no solamente en las escuelas de nivel básico, sino también en el ámbito profesional. Ha dado a conocer el modelo con arquitectos, quienes le han afirmado que “técnicamente no hay ninguna posibilidad de que falle, no existe porque todo está sobre medida”.
Desde que ideó este compás ha buscado la manera de darlo a conocer a las autoridades educativas, incluso comercializarlo. Sin embargo, como dice, muchas veces ha tenido que detenerlo para repensarlo, para modificarlo, para mejorarlo, o porque tiene que invertir recursos para comprar el material con que fabrica los modelos.
No pierde la esperanza de poder producirlo en serie, por lo que se ha puesto en contacto con distintas empresas que pueden hacerlo.
“La ley me permite comercializarlo, pero no tengo los recursos para producirlo, entonces tengo que ofrecerlo a las empresas que se dedican a esto y que tienen la infraestructura y el dinero para producirlo. Tengo mucha confianza (en que eso suceda). Llevo meses platicando con ellos; tienen toda la información, todos los diseños en planos que les he enviado, conservamos la comunicación.”
—Entonces está pensando en un compás para uso profesional y otro escolar.
—Sí, de hecho a la empresa Ábaco, que es con quien he platicado sobre este compás, se lo voy mandar tal vez con algunas correcciones, aunque ellos van a hacer un prototipo. A partir de la idea, y tomando en cuenta las reivindicaciones, una empresa puede cambiar este tipo, hacerlo de otra forma, puede cambiar el sistema aunque tenga las mismas funciones, puede, incluso, modificar el riel que sólo es una forma de sujetarlo, pueden colocarlo de otra forma, o le meten algún canal, no sé, los ingenieros de la empresa decidirán.
“Ellos lo pueden hacer como quieran, a partir de las reivindicaciones de ley. Esto (el modelo que llevó para la entrevista) seguramente se va a modificar porque es muy rústico, todo está hecho con herramientas muy sencillas. Pero a partir de este modelo ellos decidirán cómo lo van a hacer.”
Compás plano para profesores / Foto: Cortesía
— ¿El compás para los niños también tiene tantos aditamentos?
—No, el compás de los niños es una herramienta… Todos los compases que se hagan tendrán que tener estas características, o sea, este es un borrador, un modelo que voy a mandar a Adelante, S.A. con la intención de que la empresa valore y, de acuerdo con su política comercial, los fabriquen. He adelantado ya muchos meses en pláticas con ellos y solamente faltaba hacer el modelo y que ellos decidan, tengo muchísima confianza de que sí se va a hacer.
— ¿El compás para los niños es del mismo tamaño que el modelo?
—No, seguramente tendrá que ser más pequeño que éste, incluso tendrá que ser delgado, de acrílico.
También con el compás plano
— ¿En su época de estudiante tenía ya cierta proclividad a inventar, a crear?
—Me acuerdo que cuando era niño me gustaba mucho ver personajes de la historia universal y sí, tenía mucha ilusión de hacer algo. Recuerdo que en una ocasión pensaba que era conveniente que conectáramos un radio de baterías directamente a la corriente eléctrica, provoqué un corto circuito porque era yo un chamaquito, conecté las dos terminales de la pila y lo metí al contacto directamente. Pienso que todos los niños tienen una etapa muy importante de deseo de crear, sin embargo, pienso que toda la creatividad de las personas es resultado también de las condiciones o del ambiente en el que se desarrollan.
—Usted habla mucho de radios pero, ¿qué le gusta más, el radio que mide o La radio de todos?
—No, bueno, la radio es un instrumento tecnológico necesario; con mis alumnos, cuando me toca ese tema, hago un ejercicio de radio. Esta es una forma de lenguaje, pero el lenguaje de la voz es una forma también necesaria e imprescindible. Nosotros somos comunicadores, particularmente a mí me gusta mucho la lengua hablada, siempre que he podido he sido maestro de ceremonias en mi escuela y alguna vez he tenido la oportunidad de utilizar el micrófono. Es algo muy bonito, pienso que lo más importante de la radio, y lo que más agrada, por lo menos a mí, es que en donde usted esté, si va solo en la carretera, va acompañado por la radio y va acompañado con los comentarios, con las críticas, con los comerciales, con la música, pero siempre va acompañado. Si hay un tramo donde en el carro, en su radio no entra la señal, usted lo deja y va escuchando puro ruido, porque va escuchando la radio, es increíble, yo creo que esto lo hacemos casi todos.
— ¿Usa el compás nada más en las matemáticas o también en otros lugares?
—Lo que pasa es que yo vivo ya con ese concepto.
—O sea, es un matemático de tiempo completo.
—No, no, no, no. ¡Ser maestro de telesecundaria es ser maestro de tantas materias! Damos 32 materias durante el ciclo completo: primero, segundo y tercero de secundaria. Entonces, el maestro de telesecundaria tiene que acercarse y adueñarse de todas las ramas de la educación básica; no soy matemático, soy un maestro que tiene una gran cantidad de carencias en las matemáticas, creo que igual que todos, pero siempre he tenido el espíritu de aprender.
—Dice que con el compás plano se miden los catetos, ¿y los senos, con qué se miden?
Compás plano / Foto: Cortesía
—También con el compás plano. (Risas).
— ¿Y usted cuándo pierde la brújula?
—La pierdo con frecuencia, procuro no ser muy metódico. La brújula a veces nos indica caminos inesperados y siempre es bueno descubrirlos.
— ¿Qué invento doméstico le sigue maravillando?
—La televisión es un invento increíble. A mí me llama muchísimo la atención, sobre todo desde de niño. Cuando supe que el inventor de la televisión a colores era un mexicano, yo tenía una profunda admiración por quienes hacen cosas que uno dice cómo le hicieron, o sea, cómo se le hace no sólo para transmitir una señal, una imagen, sino para transmitirla a color. A mí me llama mucho la atención, también. Digo, González Camarena es, yo pienso, de los inventores mexicanos que más ha influido en mi formación como maestro. Todos los días les digo a mis alumnos y a mis hijos que apunten su mirada o sus emociones hacia un objetivo, y que si ese objetivo puede generar algo, una idea, pues hay que empujarla. Pero aparte de González Camarena en México, a mí me llama mucho la atención el teléfono celular. Se me hace increíble cómo a través del espacio ya no tenemos la justificación del cable por donde pasaba el sonido, ahora es a través de las ondas eléctricas y hertzianas que rodean al planeta, es algo increíble.
— ¿Usted con quién se queda, con Tomás Alva Edison o Leonardo da Vinci?
—Con los dos, pero Alva Edison, no sé. Hace muchos años un amigo me decía que Tomás Alva Edison es un científico aparentemente norteamericano, pero que su mamá era latinoamericana, y eso me acerca mucho a Alva Edison, aunque Da Vinci es otra cosa.
—Ha mencionado las reivindicaciones del instrumento, ¿cuáles son las suyas?
—Bueno, yo pienso que la primera, para mí —toda mi vida y en mi salón lo he tenido siempre— es la lealtad. La lealtad con lo que uno hace, con lo que uno piensa, con los objetivos que uno tiene. Por ejemplo, si uno tiene un enemigo se debe incluso decir “te aviso que en una hora te ataco”. O sea, pienso que la lealtad debe ser una norma de convivencia armónica humana, incluso para estar así como iguales con los diferentes o con los adversarios. Para mí la lealtad es algo muy importante y yo digo incluso la lealtad con el adversario. Esto se acostumbra en la guerra en los altos niveles, el enemigo avisa y pide la espada antes de tomar la plaza. Pienso que es un símbolo de la convivencia humana.
“Otra, que uno tiene que ser modesto en lo natural, incluso pienso que la modestia no es solamente decir no puedo, no sé, no quiero, no me animo, o creo que no voy a poder, sino modesto quiere decir también reconocer lo propio, o sea, no tener falsa modestia. Es un error. Una persona debe decir sí puedo hacer esto o no puedo hacerlo porque no estoy calificado para hacerlo. Si usted sabe que es inteligente debe decir que es inteligente, si sabe que desea conocer o aprender algo a partir de lo que tiene ahorita, a partir de la capacidad de aprendizaje que tiene ahorita, tiene que decirlo, y si usted sabe que le faltan algunas herramientas de la lógica para poder aprender tiene que buscarlas, o sea, tiene que ser genuino consigo mismo, aceptarse como es pero para avanzar, para ser más.
“Otra reivindicación que a mí me parece es la rectora en mi concepto de vida es que uno debe estar orgulloso de ser mexicano. El nacionalismo de nosotros los mexicanos es por naturaleza, somos muy orgullosos de ser mexicanos de toda la vida, de todas las generaciones antepasadas. Me siento orgulloso de ser mexicano, admiro a mi país, quiero a mi país, quiero a la historia de mi país, quiero con toda mi fuerza hacer cosas por mi país. Este es un punto rector, yo soy mexicano consumado, amo profundamente a mi país.”
El Profr.Hernández Ortiz usando el compás plano / Foto: Cortesía
Autorretrato
[box style=»rounded»]“Junto con mi país, Chiapas es otra parte de mi alma”[/rescue_box]
Soy de una familia hidalguense. Por situaciones de la naturaleza y del trabajo de mi papá me registraron en el DF, pero soy hidalguense, tengo una formación en la huasteca hidalguense.
Estoy casado, tengo tres hijos.
Tengo muchos hermanos. Las familias de hace 40 años —yo tengo 47— eran numerosas. Somos 10 hermanos. Soy el primer lugar de mi familia, soy el mayor de mis hermanos.
A mí me gusta mucho leer, pero también me gusta mucho observar. Tenemos una capacidad para escuchar simultáneamente dos mil sonidos y a veces hago ejercicios de aislar uno; me gusta aislar sonidos, escucharlos. No me la paso escuchando así pero cada que tengo una oportunidad lo hago, me gusta mucho. Me gusta muchísimo ver el cielo de noche, es muy interesante. Cuando era chamaco, igual que todos, veía las nubes y me gustaba darles forma. Me gusta mucho observar a la gente; a mis alumnos los observo detenidamente todo el tiempo. Soy un observador, me gusta mucho observar.
Me gusta mucho la gente.
Para mí un personaje muy importante fue Francisco Gabilondo Soler. Lo escuchaba cuando era niño, todos los niños lo escuchábamos. A mí me gustaba Gabilondo Soler, aunque tenía un carácter muy feo, pero era una persona que tenía una forma muy especial de comunicarse con los niños. Además, era muchas cosas que comúnmente no sabemos: astrónomo, científico. Era muy extremoso: de los niños a la ciencia era una cosa muy exagerada.
Antes de que yo entrara a trabajar en telesecundaria, trabajé en primaria federal en la selva Lacandona, cuando vine a Chiapas, pero antes de los seis meses renuncié y me fui a Durango, pero estando en Durango me mortificaba mucho no tomar pozol, es una cosa increíble. Me gusta muchísimo el pozol de cacao y las empanaditas.
Aunque mucha gente sabe que no tomo, me gusta el tequila. No soy un bebedor, pero el 15 de septiembre o en la Navidad, me gusta mucho el tequila, una bebida muy de nosotros.
Soy alérgico al polvo. A mí me puede dar gripa en dos minutos, aunque ahora soy más resistente. Al igual que los árboles, conforme van creciendo —aunque llega el momento en que se caen— cuando son muy maduros son muy resistentes.
Dormido no sueño mucho, sueño en las madrugadas, ya muy temprano. Sueño generalmente el mar. Soy de una sola tierra, aunque he estado y he estudiado en diferentes partes del país. Si yo me fuera de Chiapas estoy seguro que a los 20 días me regresaría porque Chiapas se convirtió en mi tierra. Junto con mi país es otra parte de mi alma. Chiapas es un estado que quiero muchísimo. Sueño mucho el mar. Yo no conocía el mar. Cuando vine a Chiapas tardé muchos años en ir porque no me gustaba el mar, porque mi tierra no es un lugar de mar, ni siquiera de ríos. Pero cuando fui a Tonalá la primera vez, me impresionó. Voy todos los días que quiero, ver Puerto Madero es lo que genera eso. La mayoría de las veces sueño el mar.
Entrevista publicada en La Señal, revista de la Secretaría de Educación del estado de Chiapas. Número 3. Año 1, septiembre de 2007.