Lectura amorosa

Foto: Joey Harrison
Foto: Joey Harrison

Por Nelly Eblin / nellyeblin@gmail.com

A mis amadas amigas, todas amantes lectoras.

“Aquel que camina una legua sin amor
camina amortajado en su propio funeral”.
W. Withman

La primera cita

La aparición del lenguaje es aún muy discutida si se relaciona a la evolución del cerebro humano. Sin embargo, todo nos lleva a pensar que ambos se gestaron y evolucionaron paralelamente y que gracias a este hecho nuestro universo diversifica y expande sus múltiples posibilidades de interacción para la raza humana.

Fue primero la llegada de lo simbólico, seguido por la aparición del habla y finalmente la escritura. De esta última, hace 3 mil años, entre sumerios y fenicios, parecen ser los vestigios más antiguos y con ellos las primeras puertas a mundos mágicos, a viajes indestructibles por la conciencia humana, a través de la lectura. Ha de suponerse que en donde existió un primer escritor, hubo, también, un primer lector y un primer guiño de deseos de conquista.

Felipe Garrido, señala en su libro Cómo leer mejor en voz alta que “nadie encontrará interesante lo que no entiende”. En este mundo de lecturas diversas la frase cabe con soltura y para no correr riesgos se expone más a detalle, renglones abajo, en qué consiste y para qué nos sirve una lectura amorosa.

Foto: Andy Prokh
Foto: Andy Prokh

Quién quiere enamorarse

Todos no es la respuesta correcta. A muchos nos da miedo el solo pensarlo. Amar es exponerse a ser humano. Amar la lectura es exponerse a eso y a algo mucho peor: exponerse a descubrir nuestra medies. Sin embargo, es una experiencia única y bien vale la pena correr el riesgo. Siempre es preferible, como dice Gabriel Zaid “Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser simplemente ignorantes, para llegar a ser ignorantes inteligentes”.

Amar no tiene ninguna finalidad específica. Se ama para sentirse bien, para colmar nuestros cuerpos de sensaciones eléctricas y nuestras mentes de dulces sueños. Claro que el amor presenta situaciones ventajosas como la felicidad, la cual podría calificarse como un estado de tranquilidad relativa. Además, al contrario de lo que podría pensarse, aumenta nuestra energía, optimismo, buen dormir, etcétera, etcétera. Así, en resumen, hacer ejercicio de esta facultad es lo más aconsejable y bueno a desear. La lectura, como el amor, tampoco debería cumplir una función específica. Es decir, las ventajas al incorporarla a nuestra cotidianidad como el incremento de nuestro acervo cultural, el desarrollo de nuestra capacidad de análisis, la apertura y pluralidad a nuestros juicios, etcétera, etcétera. Sólo deberían ser consecuencias y así la invitación a la lectura no existiría porque no tendría sentido como tampoco lo tiene un letrero en el que se lea: Anímese a amar hoy y conozca las ventajas que esto le traerá a su vida. Este ideal, al que llamaré lectura amorosa, equivale a lo que algunos señalan como “leer por leer”. Es decir, lee por puro gusto, por la sensación placentera, por sentirse reconfortado, cobijado por una manta de 2000 milenios, tejida allá en los primeros días del hombre y de su recién estrenado cerebro.

Foto: August Sander
Foto: August Sander

Cuándo inicia la conquista

Hay quien dice que el gusto por la lectura es un esquema de reproducción. Si eso fuera cierto, con seguridad el idilio amoroso inicia, en el más de los casos, entre sábanas, acostados, a punto de dormir, mientras un familiar amoroso nos arrulla con lectura de un clásico. Pero, otros más sugieren que el flechazo se da en nuestros días de adolescencia, cuando, por azares del destino, llega a las manos alguna historia que sonría a nuestras aspiraciones de héroes, heroínas, príncipes o princesas, villanos o villanas, ermitaños o ermitañas, etcétera. Además, como situación amorosa, la lectura puede ser bienvenida después de los años mozos, señalada como una puerta a la plenitud y descanso.

Aunque no podemos indicar con exactitud cuándo se inicia el romance, sí podemos afirmar que el ideal es semejante a la exigencia amorosa que debiera brindársele a cualquier infante. Enseñar a un niño a amar, brindándole amor a lo largo de su vida, no es garantía de un adulto feliz, pero sí la posibilidad de elecciones más certeras. De igual manera, formarnos como lectores debe tener inicio en la niñez, de forma que al crecer bajo este esquema, nuestras oportunidades de hacer mejores elecciones sean también amplias y confiables y no peligrar en una realidad como la que señala Ricardo Garibay: “Pueblo que no sabe leer no sabe ver ni oír ni hablar, menos aún sabe pensar…”

Por supuesto, en ambas situaciones -amor y lectura- se corren múltiples riesgos, pero ambas, también, proporcionan mucho placer.

Foto: Enrique Meneses
Foto: Enrique Meneses

Cómo estimular a cupido

Coma camarones, use ropa sexy, use lubricante y mil y un trucos más en los asuntos del placer se aconseja para obtener un buen resultado. Pero, al igual que en la lectura, la clave está en disfrutarlo.

Desgraciadamente, no existe una receta mágica o un método con garantía asegurada para la formación de lectores –como no lo hay de buenos amantes-, pues como Garrido señala “La lectura voluntaria, la lectura por gusto, por placer, no se enseña como una lección, sino que se transmite, se contagia como todas las aficiones”.

Aun cuando esa receta no exista, se puede aconsejar como necesario para iniciar el deleite tener en claro para qué, por qué, cómo y qué nos cuenta el autor del texto. Es decir, es necesario comprender el sentimiento de lo comunicado, sentirse familiarizado con lo escrito. Felipe Garrido, citado de nueva cuenta –y quizá este escrito sea un pretexto para exponer las reflexiones que me provocó leerlo-, nos dice que “Nadie encontrará interesante lo que no entiende”.

Y, además, siendo este un ejercicio intelectual, es requisito, también, mantenernos en forma, la lectura tiene que ser cotidiana si buscamos reditúe. Un buen atleta, entrenado, goza de buena salud, fuerza muscular, energía y optimismo. Un buen lector posee -goza de- sentido crítico, criterio amplio, fácil aprendizaje y habilidad comunicativa. Estos son los ideales y los métodos para acceder a ellos pueden ser diversos. Contamos para esto con los estímulos sociales, familiares e individuales, los cuales debemos buscar evoquen situaciones placenteras.

Foto: Ruth Orkin
Foto: Ruth Orkin

Asesinos del placer

Mi maestro de literatura, cuando aún era una escolar, dijo un día “el que tiene la palabra tiene el poder”. Usualmente hay múltiples invitaciones a participar de ese poder que nos brinda la palabra y casi siempre aluden -dichas participaciones- a textos leídos. La parte difícil de todo esto es buscar la estrategia adecuada para que cuando eres maestra, por ejemplo, el grupo se vea motivado a leer y a expresar su opinión sobre lo leído sin que se sienta atrapado en un cuadro de coacción, obligación y displicencia.

Cuando las cosas no marchan tan bien y la lectura se volvió forzada y los comentarios aislados me pregunto en dónde se murieron las ganas. No es fácil revivir a los muertos, pero a veces sólo basta detenerse a observar cómo la lectura se mete en nuestra cotidianidad con habilidad, en silencio y hacer participar de este hecho a un grupo. Al igual que las matemáticas, en la que unos la entienden mejor a través de la astrología, la música o las cuentas del mercado, la lectura también nos permite diversos abordajes. Una visión más reflexiva y plural de este hecho propiciará, quizás, situaciones colectivas placenteras. Quién no detestó las espinacas, por mucho tiempo, después de haber ingerido, a cucharadas forzadas, platos enteros. Y, cuántas de esas personas volvieron a comerlas al descubrir sus múltiples propiedades. Por supuesto, las primeras cucharadas debieron no ser muy agradables pero pasado el tiempo han de haber cobrado una nueva y mejorada sensación. Ojalá la problemática de la lectura se resolviese como la de las espinacas. Y ojalá, también, recuerde desde mi quehacer diario en el aula lo que Juan José Arreola expresó con mucho acierto: “Nadie amará lo que quiere convertir en objeto de amor para los demás, si él no lo ama”.

Foto: Cartier Bresson
Foto: Cartier Bresson

El segundo aire

A veces los reencuentros con el amor se dan en plena juventud y, así, a los 18 o 19 años ya contamos con varios desencantos y cansancio amoroso, pero siempre hay una oportunidad certera para acometer con más fuerza en estos terrenos. Para otros, ese reencuentro amoroso, es llamado “el segundo aire” debido a que llega con los manchones de canas sobre la cabeza. No importa a qué edad. Lo que sí es importante es que llega y pinta nuestra vida de rosa.

Relectura se llama aquí. Y, también, es sentirse nuevamente enamorado. Ricardo Garibay dice al respecto que “…releer es andar caminos caminados que hoy nos llevan a donde nos llevaron la primera vez; y es fascinante”. Estoy de acuerdo y son estas líneas invitación abierta para todos y todas las lectoras a una primera vez o a la segunda, tercera o cualquier número de vueltas que el corazón necesite.

Amor en la Literatura

Foto: Paul Almásy
Foto: Paul Almásy

Cuando un día pasa, deja de existir. ¿Qué queda de él? nada más que una historia.
Si las historias no fueran contadas o los libros no fueran escritos,
el hombre viviría como los animales: sin pasado ni futuro, en un presente ciego.
Federico Campbell

Hay una interminable lista de autores y científicos que se han dado a la tarea de estudiar el amor a lo largo de la historia de la humanidad, incluso existen citas que autores reconocidos respecto al tema e historias de amor que se han convertido en leyenda a través del tiempo.

Uno de los más importantes maestros de la prosa francesa, Blas Pascal, dijo  “El corazón tiene razones que la razón ignora” con la cual este pensador se adelantó cuatro siglos a la comprensión del corazón como órgano neurosensible, dotado de un sistema nervioso independiente y bien desarrollado con más de 40 mil neuronas, lo que al parecer le permite tomar decisiones y pasar a la acción “sin consultar” al cerebro.

En Desmesuradas, no buscamos hacer un tratado sobre el amor, sólo deseamos compartir con nuestras lectoras y lectores, tomando como pretexto este mes en que se hace un homenaje a este sentimiento, algunas ideas que hemos encontrado en una de nuestras pasiones, la Literatura. He aquí un pequeño compendio de palabras de amor y pasión dichas por algunos autores a través de sus personajes:

 

Óscar Wilde, en “De profundis”

El amor griego, el amor platónico, es la forma de afecto más elevada que se conoce.

Nunca había visto tanto amor en un par de ojos.

Todo hombre mata todo aquello que ama. Que todos escuchen esto. Algunos lo hacen con una mirada amarga. Algunos con una palabra aduladora. El cobarde lo hace con un beso. El valiente con una espada. Algunos matan su amor cuando son jóvenes. Algunos cuando son viejos. Algunos lo estrangulan con manos de deseo. Algunos con manos de otro. Los más bondadosos usan un cuchillo. Porque la muerte tan pronto se vuelve fría.

Bosie me quiere más que a nadie. Tanto como puede querer. Y permitir que lo quieran.

La vida nos engaña con sombras. Le pedimos placer y nos lo brinda junto con amargura y decepción. Y nos vemos contemplando con corazones endurecidos los dorados cabellos que una vez deseamos con tanta intensidad y besamos con tanta locura.

En este mundo hay sólo dos tragedias una es no obtener lo que se quiere, la otra es obtenerlo.

Mi vida parece habérseme ido. Estoy atrapado en una terrible red. Pero mientras piense que él piensa en mí, mi dulce rosa, mi delicada flor, mi azucena, es en prisión donde probaré el poder del amor. Veré si puedo dulcificar las amargas aguas por la intensidad del amor que te profeso.

El mundo está a mis pies y no puedo controlarme a mí mismo. No puedo controlar mis sentimientos por ti.

La esencia misma del romance es la incertidumbre.

Elena Poniatowska, en “Las siete cabritas”

Las mujeres caminan, sudan, aman, son colchón de tripas, dan a luz, se acostumbran a la muerte. Cada una tiene su muerto dentro. (Mujeres en la Revolución Mexicana)

La gente que se quiere mucho, cuando se pelea se odia tanto que da miedo. Se separaron y nunca volvieron a darse los buenos días.

Las mexicanas solemos girar en torno al amor como burras de noria, insistimos en un rey Salomón que nos bese con los besos de su boca, nos diga que nuestros pechos son gemelos de gacela, nuestro vientre un montón de trigo cercado de lirios y que bajo nuestra lengua hay un panal de leche y miel. Se nos va la vida en ese gran engaño que es la esperanza. Nos empeñamos en los lirios hasta el momento de subir al cielo, tomarlo por asalto y quedar más desmanejadas que la nebulosa de Andrómeda. La bóveda celeste está cubierta de mujeres-estrellas que giran locas como las siete hermanas en la ronda del amor hasta que un buen día el rey Salomón se compadece y las apaga.

Elena Poniatowska, en “Querido Diego, te abraza Quiela”

Te amo Diego, ahora mismo siento un dolor casi insoportable en el pecho. En la calle, así me ha sucedido, me golpea tu recuerdo y ya no puedo caminar y algo me duele tanto que tengo que recargarme contra la pared.

Hoy como nunca te extraño y te deseo Diego.

Entonces yo rezaba, llena de amor sin objeto no tenía a quien querer ¿Tiene objeto mi amor, ahora Diego?
Faltándome tú, me siento frágil hasta en mi trabajo.

Te abrazo y te digo de nuevo que te amo, te amaré siempre, pase lo que pase.

Diego no es un niño grandote, Diego sólo es un hombre que no escribe porque no me quiere y me ha olvidado por completo.

Me baño con agua fría para espantar las aves de mal agüero que rondan dentro de mí, salgo a caminar a la calle, siento frío, trato de mantenerme activa, en realidad, deliro. Y me refugio en el pasado, rememoro nuestros primeros encuentros en que te aguardaba enferma de tensión y de júbilo.

Yo estaba como drogada, ocupabas todos mis pensamientos, tenía un miedo espantoso de defraudarte.

Durante tantos años que estuvimos juntos, mi carácter, mis hábitos, en resumen, todo mi ser sufrió una modificación completa.

Foto: Robert Doisneau
Foto: Robert Doisneau

Gabriel García Márquez, en “Del amor y otros demonios»

Y sin darle tiempo al pánico se liberó de la materia turbia que le impedía vivir. Le confesó que no tenía un instante sin pensar en ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, como sólo Dios tenía el derecho y el poder de serlo, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella.

Trató de disuadirlo. Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa.

…la encontró muerta de amor en la cama con los ojos radiantes y la piel de recién nacida.

Mario Benedetti, en “Gracias, vientre leal”

No tenemos que dejar que nos aplaste la costumbre. Siempre hay que crear, siempre hay que inventar.

Algunas noches vos me haces una caricia nueva, una caricia inédita, y fíjate qué curioso, esa caricia nueva también sirve para revitalizar las viejas caricias, como si las contagiara de su novedad.

No hay riesgos mayores y riesgos menores. Hay riesgos. Punto. Y a ésos no pienso sacarles el cuerpo.

Mi cabeza puede atenerse a principios y hasta asumir compromisos. Pero para mi vientre vos sos mi único compromiso. Lo que pasa es que es un vientre leal.

Mario Benedetti, en “Pacto de sangre”

Estuvimos tantas veces juntos, en el dolor pero sobre todo en el placer… jamás me hizo una escena de celos, esas porquerías que corroen la convivencia.

 Jane Austen, en “Persuación”

Nosotras no nos olvidamos tan pronto de ustedes, como ustedes se olvidan de nosotras.

Nuestro amor es más grande; cuando la existencia o la esperanza han desaparecido.

Seguramente si nuestro amor es recíproco, nuestros corazones se entenderán. No somos un par de chiquillos para guardar una irritada reserva, ser mal dirigidos por la inadvertencia de algún momento o juzgar como un fantasma con nuestra propia felicidad.
(Personaje Anne)

Para mí usted será siempre la misma.

Nunca dudé que usted había sido amada y buscada por otros, pero seguramente sabía que había rehusado por lo menos a un hombre con más méritos para aspirar a usted que yo y no podía menos que preguntarme: ¿será por mí?
(Personaje Capitán Frederick)

Foto: Robert Doisneau
Foto: Robert Doisneau

Rosa Montero, en “Bella y oscura”

Te echo tanto de menos… Por eso te escribo, aun sabiendo que nunca vas a poder leer estas líneas; las palabras crean mundos, y son capaces de crearme ahora, mientras te estoy escribiendo, la ilusión consoladora de tu presencia.

No era el sexo, desde luego que no. O no sólo eso. Era saber que él era mi otra parte y que no había nada más que yo precisara, ni agua, ni techo, ni tan siquiera respirar. Y en esas tardes, cuando le deseaba con tanta necesidad y tanto entendimiento, no existía la fealdad, ni la vejez, ni el miedo.

Desgraciada la persona que nunca ha sentido, siquiera un instante, que ella y su pareja eran los dos únicos humanos que jamás habían habitado este planeta. Y desgraciados los que sí se han sentido así alguna vez. Porque lo han vivido y lo han perdido.

Es parte de mi vida. La conozco bien y ella sabe de mí. A veces une más el conocimiento que el cariño.

Todos quisieron mi cuerpo y lo han tenido; algunos, más bestiales y crueles, también tuvieron mi dolor o mi miedo. Pero sólo un hombre obtuvo mi voluntad y mi tiempo. Aquel hombre me hizo su esclava, porque le amé y le amo. Y la pasión es una enfermedad del alma que te hace perder la libertad irremisiblemente. No hay pasión sin esclavitud; y si quieres a alguien sin ese sentido de derrota, sin esa dependencia ansiosa del ser amado, entonces es que no le amas de verdad. El amor es la droga más fuerte y más perversa de la naturaleza; es un mal luminoso, que te engaña con sus chispas de colores mientras te devora. Pero una vez que has conocido la vida febril de la pasión, no puedes resignarte a regresar al mundo gris de la vida sensata.

Mary Renault, en “El muchacho persa”

Dudo que en la vida se hubiera acostado alguna vez con alguien por quien no experimentara afecto. Toda la vida había necesitado el amor como la palmera necesita agua.

¡Qué perverso es el corazón! Darío no me había ofrecido amor ni me lo había pedido… se me abrasa el alma porque había habido otro antes que yo. Era necesario que le tuviera todo para mí.

George Bataille, en “Mi madre”

¿Qué es el amor?
La necesidad de salir de sí mismo. El hombre es un ser animal adorador. Adorar es sacrificarse y prostituirse. Todo amor es también prostitución.

El ser más prostituto es el ser por excelencia, Dios, puesto que es el amigo supremo de cada individuo, puesto que es el depósito común, inagotable del amor.

Lo que el amor tiene de aburrido es ser un crimen, para el cual se necesita un cómplice.

LXVI
…Gusto inconmovible de la prostitución en el corazón del hombre, de donde nace su horror a la soledad.
Quiere ser dos.
El hombre de genio quiere ser uno, por lo tanto solitario.
La gloria es seguir siendo uno y prostituirse de una manera original.
Es a este horror de la soledad, a la necesidad de olvidar su yo en la carne externa, a lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar.

Mientras estoy escribiéndote, entro en el delirio. Todo mi ser en sí mismo se crispa y, dentro de mí, grita mi sufrimiento.

Pero habíamos extraviado el sentido de las palabras. Cuando nos miramos, nos trastornamos totalmente al advertir hasta qué extremo teníamos ahogada nuestra mirada, como si regresáramos del más allá. En el deseo en carne viva ya no tenía más fuerzas para sonreír.

…la felicidad que yo experimento es tan lamentable como un veneno…

El placer comienza cuando el gusano está en el fruto. Sólo es detectable nuestra felicidad cuando se carga de veneno. Lo demás es niñería.

…Hansi no me ama de la misma manera y quisiera curarme. Por lo cual, me calmaba y me conducía a la noche silenciosa, de sensualidad sin desorden, aunque desmedida.

Foto: Manuel Outomuro
Foto: Manuel Outomuro

Autores varios:

Ver sufrir a un hombre tan recio y tan valiente no es un espectáculo agradable. Aquel león sangraba al recibir en la herida el veneno corrosivo de la infamia que quería manchar a Tina Modotti una vez más, ya muerta. El comandante Carlos rugía con los ojos enrojecidos; Tina era de cera en su pequeño ataúd de exiliada; yo callaba impotente ante toda la congoja humana reunida en aquella habitación.

Pablo Neruda / Confieso que he vivido

 

Ponme como sello sobre tu corazón, como sello tu brazo; porque el amor es tan fuerte como la muerte, la insistencia en la devoción exclusiva es tan inexorable como el Seol. Sus llamaradas son llamaradas de un fuego, las llamas mismas no pueden extinguir el amor, ni pueden los mismos ríos arrollarlos…

El Cantar de los Cantares

 

Me dieron ganas de quitarme el frío frotándome contra ti, hundiendo mi cara entre tus senos, que llevaban horas pronunciándome invitaciones.

Antonio Malpica / La nena y el mar

 

Esas mujeres, y otras, son inolvidables; algunas más sólo se quedaron en la entrepierna, nunca subieron al corazón, a la memoria: son polvo, son sombra, nada…

Héctor Cortés Mandujano / Beber del espejo

 

Fui amorosa, prudente como, según mi madre, debían ser las mujeres que desean retener a un hombre. Ella confiaba en esa fórmula, aunque mi padre jamás volvió a su lado.

Cristina Pacheco / cuento Las Olas en Mar de Historias

 

…en todos los momentos en que se veían, en todas las horas que los separaban, Nébel y Lidia se adoraron…

Horacio Quiroga / Una estación de amor

 

Un hombre versado en esas artes, hablando elegantemente y adiestrado en las reglas de la galantería, se gana rápido y cabalmente el corazón de las mujeres aún después de un corto tiempo de relaciones.

Vatsyayana / El Kama Sutra

 

Hay sentimientos que no debemos expresar. Nos incitan a actuar de manera que no debemos.

Marqués de Sade.

 

El corazón muere lentamente. Desprendiéndose de esperanzas como si fueran hojas. Hasta que un día no queda ninguna. No hay esperanzas. No queda nada. Pinta su rostro. Sus ojos son agua profunda. Una geisha no puede desear. Una geisha es una artista del mundo flotante. Baila. Canta. Te entretiene. Lo que tú quieras. Lo demás son sombras. Lo demás es secreto.

Arthur Golden / Memorias de una Geisha.

 

Mirando el paisaje, trataba de calmarme y de engañar mi angustia llenándola como si te pudieras curar una pulmonía con dos aspirinas o una infección intestinal con un sorbo de melox.

Silvia Molina / El amor que me juraste

 

El amor consuela como los rayos del sol después de la lluvia

José Mancisidor / Frontera junto al mar

Foto: Robert Doisneau
Foto: Robert Doisneau

 

Eros y los arrechos

Foto: Ira Chernova
Foto: Ira Chernova

 

Por Leticia Bárcenas González

Arrecho, según consta en Nuestro modo. Un acercamiento al habla de Tuxtla Gutiérrez, de Enrique A. García Cuéllar, “Es una persona de fuerte erotismo, proclive a lograr los favores del objeto de su arrechura”, o sea, de su lujuria, cachondez, voluptuosidad o como quieras llamarle.

¿Y quién no es arrecho, por lo menos en alguna etapa de su vida? ¿Quién no ha vivido una pasión de amor?, pero de amor sensual, ese que tiene que ver con el cuerpo: el olor, las manos, la boca, la piel, el sudor, los ojos, el cabello, la voz, un lunar, un movimiento.

Y si como dicen los diccionarios, lo erótico es lo perteneciente o relativo al amor sensual, es lógico que en algún momento -o muchos- nos quedemos extasiados frente a un elemento que nos provoque, nos sorprenda, nos haga vibrar sutilmente, porque lo erótico no es evidente, nos sorprenda, nos haga vibrar sutilmente, porque lo erótico no es evidente, es un enigma que nos invita a descifrarlo, por eso nos provoca deseo.

Lo amoroso atraviesa lo erótico, pero no lo abarca… lo erótico va más allá, es pasional y transgresivo, porque en nuestra sociedad está prohibido disfrutar el cuerpo, propio o ajeno. La sexualidad es secreta. Y es precisamente esa tensión entre la prohibición y la transgresión la esencia del erotismo, que aunque sea un invento cultural nos hace más placentero el sexo.

En cuanto a lo pasional, ya lo ha señalado P. Aulagnier en Los destinos del placer, el objeto del deseo se convierte “para el yo de otro en la fuente exclusiva de todo placer, y ha sido desplazado por él en el registro de las necesidades (…) El placer se ha tornado una necesidad”. Entonces, lo que nos da placer pasa a primer plano y cuando esa necesidad es compartida por el otro, una simple caricia, el roce de una pluma sobre el papel, una melodía, la textura de un cuadro o la sintaxis con la que ha sido escrita una carta de amor pueden producir el mismo efecto: siempre los cuerpos estarán implicados.

Pero, ojo, no es el objeto del deseo en su totalidad lo que nos lleva al placer sino la disolución de los otros objetos, la sensación de “perderse del todo” en la fusión del yo con el otro, la “disolución relativa del ser” diría George Bataille.

Y en ese espacio, lleno de significantes lingüísticos y no lingüísticos, de procesos de resignificación, el cuerpo entero es el instrumento erótico por excelencia, es lo que despierta nuestras “bajas” pasiones (¿será por el lugar en el que más se avivan?). Es la iconografía de nuestra libido que busca la desnudez del otro pero también la propia, para así desentrañar en el encuentro de los cuerpos lo más “verdadero” del propio ser, la razón de ser de su deseo.

El erotismo es entonces el refugio desde donde la sexualidad se resiste a ser incluida en los discursos que intentan aprehenderla, normalizarla, negativizarla mediante la prohibición. Lo perverso, obsceno, depravado o indecente es otro asunto, ello va a depender de cada cultura, de la moral que se haya acordado en un determinado espacio y tiempo, de las normas que se hayan creado para la parte de la sexualidad que repercute en la sociedad… en lo íntimo las cosas son diferentes, es un asunto personal, allá cada quien con su arrechura.

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El cuerpo en el arte

El erotismo y la sexualidad siempre despiertan un interés muy especial en las personas, tal vez por ello mucho se ha escrito, dibujado, filmado y fotografiado sobre la sensualidad, el cuerpo y las pasiones. Pero no siempre ha sido así.

En el antiguo Egipto el cuerpo era un modelo de quietud, de estática eternidad, en cambio para los griegos, no sólo el cuerpo sino la belleza misma responden a una búsqueda de perfección que se encuentra en el orden y las medidas, de ahí la naturalidad de sus esculturas, la perfección de sus modelos.

Después con la llegada del cristianismo llega la oscuridad para el cuerpo, que se vuelve pecado; el desnudo no tiene cabida en esa visión. La imagen del cristo crucificado será la única referencia, lo más cercano al desnudo humano lo veremos en los querubines.

Cuando la sociedad se seculariza el panorama plástico se abrfe a nuevas manifestaciones del arte, se inicia una “nueva libertad” para el artista y el cuerpo sale de su letargo, renace como tema y no vuelve a dormir.

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Pozol, tradición chiapaneca

Doña Candelaria, pozolera/Foto: Gabriela Barrios
Doña Candelaria, pozolera  /  Foto: Gabriela Barrios

Escrito por María Esther Zúñiga López

El pozol es una bebida tradicional, refrescante y nutritiva, consumida en el estado de Chiapas; según las exigencias del paladar, se puede disfrutar blanco reventado, caliente o de cacao.

Los antiguos indígenas mayas y zoques lo llamaban Pocholt y lo consumían para saciar su sed; lo elaboraban con masa de maíz cocido, cacao y semillas de pocholt, de donde se cree que se tomó su nombre original, pero también se dice que este término le fue otorgado en memoria del príncipe Pocholt, gran divulgador de las propiedades del maíz entre la población indígena de Tenochtitlan. A la llegada de los españoles la palabra pocholt fue castellanizada y se le denominó pozol como se le conoce hasta nuestros días.

En la época prehispánica el pozol se batía en un jicalpestle con agua; tiempo después se le agregó cacao, adoptando diferentes nombres según la región, por ejemplo, los chiapanecas de Acala, Suchiapa, Chiapilla y Chiapa de Corzo llamaban al pozol blanco, Naa´nbima y al de cacao Naa´bima yasi.

Pozol de cacao y blanco/Foto: Gabriela Barrios
Pozol de cacao y blanco  /  Foto: Gabriela Barrios

En la actualidad el pozol se prepara de diferentes maneras, el pozol caliente es el que se pone a hervir y se muele en molino de mano, a diferencia del reventado que se cuece dos veces para después molerlo; ambos son batidos con agua e ingeridos con chile molido y sal, o bien con panela, “melchocha”, “cazueleja de elote” y hasta con tacos fritos o suaves, según los caprichos del paladar.

El pozol de cacao, favorito para la gran mayoría de los consumidores, es al mismo tiempo el que más presencia tiene en las fiestas religiosas de diferentes municipios de Chiapas; no es raro que en algún zomé o enrama el prioste o mayordomo ofrezca a los asistentes una rica taza de pozol de cacao que al igual que “los visitantes y turistas mueven galán la jícara en círculos y otros más discretos de un lado a otro para revolver el chingaste o muzú”, afirma Candelaria Hernández, pozolera de Chiapa de Corzo, mientras con gran habilidad hace bolitas de pozol para despachar la deliciosa masa blanca o café a las señoras que llegan al mercado por sus alimentos.

Candelaria Hernández, mujer chiapacorceña de tez blanca, canas y algunas arrugas que marcan el paso de los años, afirma que en un principio hizo el pozol para subsistir económicamente. En la actualidad lo prepara por costumbre y amor a las tradiciones de Chiapa de Corzo, municipio en donde más fama tiene esta bebida refrescante, porque el que prueba el pozol chiapacorceño seguro regresa o definitivamente se queda en estas tierras, según lo afirman las creencias de los habitantes de esta ciudad.

Doña Candelaria Hernández/Foto: Gabriela Barrios
Doña Candelaria Hernández  /  Foto: Gabriela Barrios

Asimismo, en el municipio de Suchiapa el pozol se consume en la fiesta de Calalá, pero su preparación difiere un poco a la chiapacorceña, ya que ahí se elabora con un chile llamado “borote” que le da a dicha bebida un matiz rojo y un sabor picante.

El pozol, además de ser una bebida refrescante contiene un alto valor nutritivo. En algunas regiones de Chiapas se acostumbra tomarlo agrio -se guarda la masa dos o tres días, después se bate- y sirve para curar infecciones estomacales o para disfrutarlo acompañado de sal con chile.

Curiosamente en el vecino estado de Tabasco también se prepara un líquido similar al pozol, pero ahí se le conoce como “Chorote”, que se prepara con poca cantidad de cacao; dato que llama la atención porque los tabasqueños son grandes productores de ese grano.

El pozol a pesar de ser una bebida tradicional, va a la vanguardia, ya que tanto en el mercado, puestos ambulantes y tiendas artesanales podemos encontrarlo, en masa o en su nueva presentación: en polvo. Ésta fue lanzada al mercado en junio de 1996 por la familia Sosa Mancilla que muy celosamente guarda el secreto de la fórmula.

Pozol en Chiapa de Corzo/Foto: Gabriela Barrios
Pozol en Chiapa de Corzo  /  Foto: Gabriela Barrios

El pozol en polvo no contiene ingredientes ni colorantes o saborizantes artificiales; en su manufactura se utilizan ingredientes naturales como el cacao, comenta el profesor Zelin Sosa. La ventaja de este producto es que puede permanecer hasta dos meses después de su elaboración sin descomponerse; ya que está totalmente deshidratado.

No sólo esta bebida refrescante se ha modificado a través del tiempo, también el recipiente con el que es consumido se ha transformado. En un inicio se utilizaba la jícara o bochi, recipiente natural que se da en un árbol llamado morro; después fue sustituido por tachuelas de lámina galvanizada; y éstas por tazas de peltre. Actualmente es consumido en tazas de plástico e incluso en bolsa y con un popote.

El pozol lleva en su sabor un ingrediente de arraigo, representando una de las tradiciones de gran valor no sólo para los chiapacorceños sino también para el estado en general, ya que cohesiona e identifica, considerándolo así como parte de nuestro patrimonio cultural.

Sirviendo el pozol/Foto: Gabriela Barrios
Sirviendo el pozol  /  Foto: Gabriela Barrios

Amor de frutas

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Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.

 

Amor de frutas / Gioconda Belli (Managua, Nicaragua, 1948)

Fotografía: Leticia Bárcenas González

Última tarde

I

Nadie puede ser capaz de decirte
cuánto te quiero,
cuánto te quise ese año
en que el verano no se iba nunca.

Nadie puede tomar mi lugar
esta tarde
ni acercarse a tu casa para avisarte que me voy.

Me estoy yendo
y nadie más que yo podría decírtelo
y sumar a eso
que te quiero,
que te quise mucho ayer
y también aquel verano
interminable, que fue el primero
y el último.

 

II

Nadie puede ser capaz de nombrarte
las casas que vi,
la humedad en una viga
como la mancha
en un pie.

Nadie puede hablarte de los nombres,
mucho menos del miedo
que empuja a hacer cualquier cosa.

Pero yo puedo decirte
dos palabras y entenderías.

Qué idiota es el tiempo
cuando nos sobra
y qué astuto
cuando está tocando a su fin.

 

III Lety Bárcenas

III

Quedarme así en el medio de la pista
cuando la música nos divertía
y tus ojos estaban fijos en mí
como dos estrellas
fijas.

En ese momento sí, quedarme en el medio.
No después,
cuando la pista te aburrió
y se apagó la música, el cielo,
las dos estrellas, todo.

Que lo que vaya a ocurrir, pase
y me ponga en el costado
por primera vez en mi vida.

En el centro tiene que estar
tu nombre
alrededor del que orbité
siempre
pero tan exánime,
que no alcanzaste a percibirlo
y al final te fuiste.

 

 

Serie «Última tarde» poemas del libro inédito «Callao 1824» de la poeta argentina Cecilia Romana.

Fotografía: Leticia Bárcenas González

 

 

Adiós a Hugo Gutiérrez Vega

Hugo Gutiérrez Vega/Foto:María Auxilio Ballinas
Hugo Gutiérrez Vega/Foto:Mariauxilio Ballinas
Hugo Gutiérrez Vega/Foto: Mariauxilio Ballinas

Dame tú lo que el viento no me ha dado.
Se revuelve la sangre en el anhelo
de un país que nunca se precisa.
Recorrer los caminos,
las ciudades de noche,
pasar la tarde sentado junto al río
y después caminar,
redescubrir las calles olvidadas,
pensar que se regresa y saber luego
que la calle ha cambiado.

Hoy me despierto y la desolación,
pequeña como flor,
yace en la almohada.
Todo se va perdiendo.
Agradezco las noches que me han dado,
me inclino en la mañana
y agradezco estos rayos de sol,
pero sé que en la puerta
algo se habrá perdido,
«el esplendor tan encendido antaño»
se ocultará en la sombra,
y aquel muro ya sólo será un muro.
Han perdido las noches su misterio,
su eléctrico silencio,
los rumores de algo que nos espera.
Si fueran mías de nuevo
ya no las dejaría,
pero no lo serán.

En el salón los rayos de la luna
ya no anuncian el triunfo sobre el hueco.
El ser que ya no fui no se lamenta,
no se destroza, no hay desgarramiento.
La retirada se hunde
en un silencio antes desconocido,
la mañana se abre y ya camino
sabiendo que no iré a ninguna parte.

¿En dónde están los pájaros marinos?
¿Dónde la playa,
el cuerpo perseguido a la orilla del mar?
Sólo unas voces en el aire extraño
aplastan mi deseo,
el fatigado rostro de la hoguera
para siempre apagada,
la antigua exaltación hoy hecha trizas,
y este gusto de cal entre las fauces.

¿Regresará la antigua maravilla?
El espejo lo niega,
los conjuros no rompen
la superficie muda,
en su agua mansa flota
una cara cansada.

Y tengo entre mis manos
las naranjas del dia;
¿podré gozar su jugo incandescente,
su fresca carne,
la gentil caricia
de sus gotas de lluvia
en la garganta?,
¿podré volver al prado
donde enciende sus fiestas el verano?

Amaneció en la almohada
una desolación tan pequeñita
como una flor de libro;
encendió la mañana
sus luces enemigas.
Tiemblo sin exaltarme.
Estoy seguro de que mis huesos,
flautas antes llenas
del aire de la vida,
resentirán el frío.
Tal vez el sueño o la humildad,
o tal vez el desprecio
o la compasión tibia,
reemplazarán el exaltado amor.

Entre mis manos
se están poniendo oscuras
las naranjas del día.

Dormir debemos una noche eterna   – IV  – / Hugo Gutiérrez Vega
Poemario: Cuando el placer termine. Ed. Joaquín Mortiz. 1977
Premio de Poesía Aguascalientes 1976

Eraclio Zepeda, el más importante cuentista y cuentero chiapaneco

Fragmentos de Eraclio Zepeda

Fragmentos de Eraclio Zepeda

Hablar de la figura de Eraclio Zepeda, de lo que representa para el cuento chiapaneco, es una tarea titánica ya que no hay punto de partida ni punto final, este escritor a lo largo de su vida se dedicó a crear historias de una manera magistral y compartió muchas otras de forma oral, una forma oral única, que atrapaba y aunque se deseará no podía dejar de esucharse y sentirse como un niño divertido ante tanta fantasía.

“Tengo un gran interés por la oralidad, soy cuentista y soy cuentero, también en mi literatura escrita creo conservar las tonalidades de la lengua oral, pero se equivocará enormemente aquel que crea que estoy imitando la lengua oral; no, la estoy inventando”, palabras de Eraclio Zepeda en entrevista.
En Desmesuradas nos hemos dedicado a la tarea de buscar distintas voces que hacen referencia a su valioso trabajo, en diversos foros; este es el resultado, que sin duda alguna son mínimas, tomando en cuenta la basta trayectoria que el querido Laco, tuvo en su haber.

 

“Por todos los colegas y discípulos del maestro Eraclio Zepeda que siempre recibieron la mirada generosa de quien mucho contribuyó a fortalecer sus propias trayectorias; por los miles y miles de lectores que gracias al acercamiento a su narrativa descubrieron mundos que nunca se habían imaginado; por los miles y miles de lectores que todavía están por venir, en nombre del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), hoy celebramos tu vida, agradecemos tu obra y te reconocemos como un gran protagonista de la literatura mexicana”.

Teresa de Vicencio Álvarez

 

“Quien no haya leído los cuentos de Eraclio Zepeda se ha perdido de una de las experiencias más gratificantes de la narrativa mexicana contemporánea… Eraclio Zepeda practica la poesía, el cuento, la novela, pero la parte más destilada de su trabajo se logra a través de su narrativa y muy particularmente de sus cuentos. Dueño de un fino oído que le permite reproducir y recrear el habla popular como Juan Rulfo, a su manera, logra enriquecer sus páginas con diálogos, giros, expresiones, dichos y dicharachos, mismos que son perfectamente identificables como parte del español que se habla en Chiapas, aunque ya transformada y recreada por la veta poética de Zepeda».

Hernán Lara Zavala

 

“Ha contado historias de prodigio que creímos se las llevaría el viento, pero un buen número quedaron en sus libros. Eraclio, a sus 75 años de edad, no se ha cansado de dar instantes de felicidad a quienes lo leen u oyen y a quienes lo escuchamos con el asombro de la primera vez… Es una de las figuras más queribles del medio literario mexicano… Fabulador irresistible, contaba oralmente –ha contado– miles y miles de historias… El mundo hubiera sido menos mágico –sería menos mágico– sin Eraclio Zepeda».

Marco Antonio Campos

 

“Los relatos divididos entre una Tuxtla mítica y un Distrito Federal que insistía en tragarnos, los relatos de Laco daban sentido final a un Chiapas hecho con baños de mar, bebida de pozole en Chiapa, todo lo que la ciudad no nos podía dar y sigue sin podernos dar. Laco siempre ha dicho y hecho al mundo, la verdad es un estilo de vida”.

Gustavo García

 

“Eraclio Zepeda no ha dejado de ser el niño que tiene una respuesta para todo”.

Vicente Quirarte

 

“Zepeda salva la monotonía gracias a su notable capacidad inventiva y a la importancia que da a la anécdota… La permanencia en Eraclio Zepeda de la voz y la fantasía populares es visible, más allá de eventuales incursiones en otros mundos. Quienes han escuchado sus numerosos cuentos orales, inexplicablemente no escritos a la fecha, saben que ese sabor popular es su gran característica… Referir hechos insólitos y sorprendentes es su principal tarea. Ello lo sitúa entre los escritores de hoy que, ante excesos formales vanguardistas, han vindicado la anécdota y recuperado el papel esencialmente recreativo de la literatura”.

Jorge Von Ziegler

 

“Eraclio Zepeda es sin duda uno de los más grandes escritores que México ha tenido en los últimos 50 años, y en esta novela su calidad queda de manifiesto”.

Humberto Musacchio

 

«Sin duda, la obra narrativa de Eraclio Zepeda Lara constituye, sin proponérselo, uno de los conjuntos más característicos de la literatura de Chiapas».

Rómulo Cose

 

«Zepeda tiene más facetas que la luna y es, también, cuentero extraordinario cuya obra es fundamental para el país».

Hugo Gutiérrez Vega

 

Desmesuradas rinde este pequeño homenaje a su memoria y les invitamos a disfrutar esa peculiar manera suya de contar las historias, en su propia voz, con los audios que el equipo de www.archivosonoro.org registró en diversas ocasiones:

1.-En el 2008 en el Auditorio del Campus Humanidades de la Universidad Autónoma de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas:

https://www.archivosonoro.org/?id=192

2.- En el 2008, en el Teatro Daniel Zebadúa de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas:

https://www.archivosonoro.org/?id=212

3.-En el 2011, durante el 5º Festival Internacional de Poesía Jaime Sabines se presentó el escritor Don Eraclio Zepeda con un cuento de reciente creación El Turco:

https://www.archivosonoro.org/?id=391

 

La culpa es de uno

Foto: Leticia Bárcenas González
Foto: Leticia Bárcenas González

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quizá fue una hecatombe de esperanzas

un derrumbe de algún modo previsto,

ah, pero mi tristeza sólo tuvo un sentido,

 

todas mis intuiciones se asomaron

para verme sufrir

y por cierto me vieron.

 

Hasta aquí había hecho y rehecho

mis trayectos contigo,

hasta aquí había apostado

a inventar la verdad,

pero vos encontraste la manera,

una manera tierna

y a la vez implacable,

de deshauciar mi amor.

 

Con un solo pronóstico lo quitaste

de los suburbios de tu vida posible,

lo envolviste en nostalgias,

lo cargaste por cuadras y cuadras,

y despacito

sin que el aire nocturno lo advirtiera,

 

ahí nomás lo dejaste

a solas con su suerte que no es mucha.

 

Creo que tenés razón,

la culpa es de uno cuando no enamora

y no de los pretextos

ni del tiempo.

 

Hace mucho, muchísimo,

que yo no me enfrentaba

como anoche al espejo

y fue implacable como vos

mas no fue tierno.

 

Ahora estoy solo,

francamente solo,

siempre cuesta un poquito

empezar a sentirse desgraciado.

 

Antes de regresar

a mis lóbregos cuarteles de invierno,

con los ojos bien secos

por si acaso,

miro como te vas adentrando en la niebla

y empiezo a recordarte.

 

Mario Benedetti
(14 de septiembre de 1920, Uruguay – 17 de mayo de 2009, Uruguay)

Sirva esta publicación como un pequeño homenaje a un gran poeta, en el aniversario de su natalicio…

Sabor a mí

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Pintura de Fernando Botero

Querido:

Desde la primera vez que te tuve enfrente y percibí tu aroma supe que no podía vivir sin ti. Te convertiste en mi manjar preferido a la hora de la comida, de la cena, del almuerzo y hasta del desayuno. Te disfruto con crema, con salsa, con albahaca y laurel… hasta con chocolate.

Me encanta esa forma, tan tuya, de enredarte, como invitándome a llevarte a mi boca, donde tu cuerpo, uniforme y resbaladizo, me produce un gran placer. Muevo mis dientes lo más suave posible, para no lastimarte e imagino cómo me recorres hasta llegar a mi estómago. Ahí detengo mis fantasías, no quiero pensar lo que sigue. En lugar de ello, me emociono con la siguiente ración de ti.

Conforme pasa el tiempo más te disfruto; al principio una vez al día, después dos, luego tres, ahora ya mejor ni las cuento.

Lo extraño de todo esto no es que sólo pienso en ti, sino que entre más placer me das, más cambian las cosas a mi alrededor: mi ropa a hacerse pequeña y mis zapatos demasiado angostos; las sillas también se reducen y qué decir de mi cama. Además, a la gente le ha dado por poner puertas cada vez más estrechas en las casas, comercios, oficinas y especialmente en los restaurantes.

Poco a poco he ido saliendo menos de casa, pues al caminar por la calle las personas se acercan demasiado a mí y en el transporte público, cuando logro subir, me cobran doble pasaje…

Por eso hoy mejor llamé por teléfono al restaurante de la esquina. No entiendo por qué les extraña que les llame tantas veces.

Oh, querido, no sé qué me ocurre, mi vientre parece un globo recién inflado, mis piernas y mis brazos se han vuelto tan pesados que no los puedo mover. ¿Está temblando? ¡Todo gira! Seguramente esto es sólo un mal sueño, enseguida despertaré e iré a buscarte. ¡Qué calor! siento que me falta el aire…

Querida:

Aún recuerdo nuestro primer encuentro, fue un momento inolvidable en la vida de ambos. Recuerdo con qué delicadeza tus manos delgadas, como diosa, con tus uñas de rojo carmesí detenía un instrumento metálico y me tomabas en él, como suaves caricias.

Fueron momentos de locura a tu lado; sobre todo al introducirme a tu cavidad húmeda, que me ponía blandito de la emoción, al ser desgarrado en tus dientes y caer derretido en tus jugos.

Sé que a partir de ahí no pudiste alejarme de tu vida, te pertenecía, fui tuyo noche y día. Cada vez querías más y en grandes cantidades. De alguna manera tenía que agradecer ese gran amor. Así que mi esencia y voluptuosidad fueron embelleciendo más tu cuerpo.

Dices que el mundo cambió, que las puertas y tu ropa se hicieron pequeñas. En verdad no fue así, tú eras la que te volviste más grande, magnífica, hermosa.

Tus manos más gruesas, como las de las musas de Botero, tomaban con la misma pasión que la primera vez mi cuerpo, al que llevabas a tu gloriosa boca. Te quería así y entre más inmensa mejor. Veía tu figura ir de acá para allá, buscando complementos para que nuestro gozo fiera más intenso.

Nuestra unión parecía eterna, hasta el día que te convenció ese hombre vestido de blanco que me abandonaras, porque según él tu salud estaba en peligro. Mentira, lo que pasa es que no podía soportar que me amaras.

Te vi cabizbaja todo el día, vi tus lágrimas cuando llamaste al restaurante buscándome. Disfruté la ternura con que me preparaste. Me sentí realmente halagado. Sentí además que nuestro amor crecía.

Pero escuché algo que no pude soportar: -Éste es el último encuentro. Me dolió tanto que redoblé mis esfuerzos para seducirte y tú ya no pudiste parar. Estuvimos juntos todo el día.

De pronto me vi abandonado. Caíste abrazada a tu vientre, sudabas. Luego tu hermoso cuerpo quedó inmóvil. Palideció.

Siempre tuyo, El espagueti

Cuento realizado por Leticia Bárcenas González y Gabriela G. Barrios García. Publicado en el Suplemeto cultural Paralelo 16, el 6 de noviembre del 2006.