Visitar Chiapa de Corzo en enero y ver a los parachicos y a las chiapanecas, ya sea saliendo de la iglesia o caminando por sus calles, es un deleite visual: colores, texturas, diseños. Pero el placer puede ser mayor si ponemos a tención a los olores, sobre todo en las casas donde se han realizado los altares en honor a los santos venerados y se puede percibir el olor de las piñas, las papayas, los guineos, confundido con el estoraque y el olor de la pólvora de los cuetes.
Y qué decir de los sonidos, el chinchin de los parachicos, la marimba, la banda y el rumor de la gente que espera fuera de la iglesia, que camina tras la procesión de los parachicos o que simplemente espera verlos pasar mientras disfruta unos deliciosos jocotes curtidos o unas jugosas naranjas con chile.
En el municipio de Chiapa de Corzo, Chiapas, cada año se realiza la Fiesta Grande o «Fiesta de los parachicos”, como la nombró la UNESCO en 2010, cuando la declara patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
La tradicional feria inicia el 8 de enero y concluye el 23 del mismo mes, en ella se venera a San Antonio Abad, San Sebastián Mártir y el Señor de Esquipulas (o de los Milagros).
El 15 de enero, le corresponde al Señor de Esquipulas; el 17 a San Antonio Abad (Sananton); el día 18 se le rinde homenaje póstumo en el panteón municipal a los patrones de los «parachicos» fallecidos. El 20 de enero se honra a de San Sebastián Mártir.
Al día siguiente, el 21, se realiza el Combate Naval en el río Grijalva, que consiste en un espectáculo de fuegos artificiales con el que se rememoran las batallas de conquista y de pacificación, sostenidas entre los españoles e indígenas chiapanecas.
El 22 de enero es el desfile de carros alegóricos, acompañados de «parachicos» y chuntáes, quienes al ritmo de pito y tambor, van bailando y repartiendo dulces.
Y, finalmente, el 23 de enero desfilan los «parachicos» para despedirse y prometer, en el templo de Santo Domingo de Guzmán, que regresarán el siguiente año.
Pero, ¿Quiénes son los parachicos?
Cuenta la tradición oral que a mediados del siglo XVIII llegó al pueblo de Chiapa de la Real, una dama española, guapa, rica y muy católica, llamada María de Angulo, quien buscaba a un curandero indígena para que aliviara a su pequeño hijo de una extraña enfermedad.
Según la leyenda, el curandero llevó al niño a las curativas aguas del Cumbujuyú, y lo sanó de sus males. Poco tiempo después hubo en el pueblo de Chiapa una hambruna por falta de lluvias y por la aparición de una plaga de langostas. Al saber lo que ocurría, doña María de Angulo quiso ayudar a la gente del pueblo como una forma de agradecer que hubieran sanado a su hijo, así que vino con sus sirvientes y grandes despensas, que se repartieron de casa en casa.
Por las tardes, después de entregar las despensas, las y los criados de doña Angulo bailaban y danzaban para diversión de los niños, o sea de los chicos, se cree que ese es el origen de la palabra «parachico».
Cuentan, que para recordar este hecho, los indios chiapanecas empezaron a imitar a los españoles y a las sirvientas de doña María de Angulo, disfrazándose de parachicos y de chuntáes (palabra de origen chiapaneca que significa criada).
Fotografías: Édgar Hernández Ramírez