Al llegar a Palenque, Chiapas, recordé lo que escribió hace unos días Alberto Ruy Sánchez acerca de mirar con nuevos ojos el paisaje; él hacía referencia a una novela de Marcel Proust en la que el viaje es similar al amor y señalaba que nunca será lo mismo entrar a una población por un camino u otro, llegar a través de un transporte u otro. Creo que es lo mismo respecto al motivo que te hace llegar a ese lugar y no a otro.
Texto y Fotos: Leticia Bárcenas González
Hace años visité Palenque en un viaje que, entre otras cosas, serviría para conocer la zona arqueológica y estar un poco más en contacto con la naturaleza, me acompañaban mis hijos y la ciudad apenas la visitamos, sólo recordaba su mercado. En esta ocasión fui a realizar trámites burocráticos.
Lo primero que me sorprendió al caminar fue su panteón, no sólo porque su barda está ilustrada por representaciones de las deidades mayas, sino por su ubicación a un lado del hospital. Esa cercanía hacia el lugar en el que se supone se procura la salud, además de luchar por la vida en muchas ocasiones, me hizo recordar que en la cosmogonía maya sus dioses eran superiores a los hombres pero no perfectos, por lo que eran capaces de nacer y deberían ser alimentados para no morir.
Con este pensamiento seguí mi camino, al llegar al centro, las oficinas de gobierno aún estaban cerradas, era temprano, antes de las ocho de la mañana; sin embargo, la iglesia católica dedicada a Santo Domingo, ya tenía su puertas abiertas. Decidí entrar y nuevamente la sorpresa se reflejó en mi rostro.
Tenía la idea de que en los templos la presencia mayoritaria se debía a las mujeres, sobre todo, de la tercera edad. En este viaje descubrí que no es así, por lo menos en Palenque. Al entrar vi a un hombre sentado en una banca del lado izquierdo del altar, del lado derecho había otro hombre orando hincado. Y frente al altar estaban dos hombres, que supongo eran padre e hijo, orando en voz alta y pidiendo bendiciones para su familia y la comunidad. Antes de que ellos se retiraran entraron otros dos hombres, uno se sentó en una banca, el otro se paró frente a la imagen de San Judas Tadeo.
Al salir había dos jóvenes sentados en las bancas de metal que anteceden la puerta. Más allá estaba otro joven barriendo el patio y una familia acomodando cruces de palma en una banca.
Salí del lugar y caminé a las oficinas gubernamentales donde realicé un trámite.
Posteriormente, decidí visitar la zona arqueológica y tomar un poco de energía antes de regresar a Tuxtla Gutiérrez. Recordaba el lugar de otra manera, quizá mi visión era más romántica que esta ocasión:
Si aprendemos a darnos cuenta de la sutil diferencia comprobaremos que un primer beso en una mejilla nunca será igual que uno en la otra ni conducirá a lo mismo: Alberto Ruy Sánchez
Y ahí estaba, dispuesta a mirar con nuevos ojos las mismas pero nuevas construcciones, los viejos pero nuevos árboles, y las personas… las nuevas personas y sus voces de antes y de hoy.
La vida, los dioses mayas o mi nueva mirada, me dio la oportunidad no sólo de mirar-ver, sino de caminar al lado de un grupo de personas de diversas profesiones, de diversas ciudades, de diversas edades pero con un el mismo amor a su país, a su historia y a su patrimonio.
Este grupo visita entre 6 o 7 lugares de México al año para mirarlos con nuevos ojos y reconocerse en su pasado, para de esa forma apropiarse de ellos y después compartirlos, ya sea a través de su quehacer cotidiano o de su trabajo profesional, porque hay restauradores, historiadores, amas de casa, abogados, entre otros.
Del grupo destaca un hombre que habla no sólo con pasión sino con conocimiento sobre lo que su mirada ve con nuevos ojos, se trata del doctor en Arquitectura, Jaime Antonio Abundis Canales, especialista carmelita, quien ha publicado dos volúmenes sobre “La huella carmelita en San Ángel” y quien lo mismo da un seminario de maestría sobre arquitectura colonial, que participa en visitas guiadas como la de Palenque, en donde nos enseña, a quienes nos acercamos a él, a mirar de otra forma lo que nuestros antepasados han construido y nos han legado. Él explica por qué lo hace:
No es nada de tu cuerpo
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo en que bebo.
Ni son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un grano, ni un momento.
Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.
Foto: Greta Buysse
No es nada de tu cuerpo / Jaime Sabines
(Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 25 de marzo de 1926 – Ciudad de México, 19 de marzo de 1999)
Hace dos días, en Chiapas se conmemoró el quinto aniversario luctuoso del poeta Enoch Cancino Casahonda, quien fuera miembro del movimiento cultural Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas, escritor y médico cardiólogo chiapaneco.
Sus poemas, de gran sentido humanista, han inspirado la obra literaria de diverso poetas de las últimas décadas, en ese sentido, su memoria es distinguida con la creación del Premio Estatal de Poesía Enoch Cancino Casahonda, con el cual se brinda un homenaje a su obra literaria, en la que destaca el poema “Canto a Chiapas”, considerado el segundo himno del estado.
En la primera edición (2010) se entrega el premio a Hernán León Velasco, quien ejerce la medicina y escribe poesía, al igual que el poeta Cancino Casahonda.
Desmesuradas comparte con ustedes la entrevista, que a propósito de la premiación, nos concede el galardonado.
Hernán León Velasco
Texto: Leticia Bárcenas González / Fotos: Cortesía del entrevistado.
Hernán León Velasco, ejerce la medicina y escribe poesía; además es promotor cultural y docente de medicina. Es egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) como médico cirujano y cuenta con la especialidad en urología. Desde 1985 forma parte de la Asociación de Escritores y Poetas Chiapanecos.
Su premiación a muchos ha sorprendido porque a pesar de haber publicado diversos libros, entre ellos Bonampak y Orígenes, su obra no ha sido difundida; sin embargo, dice que no es extraño que los médicos escriban poesía porque, al estar cerca del dolor, tienen mucha materia prima. Además, señala que la crítica es parte de la naturaleza del hombre y le parece correcto, no sólo para que el arte se “suceda mejor” sino porque sin ella no hay avance.
Según el acta del jurado:
Se otorga de manera unánime el primer lugar al poemario Rostros del mar, que bajo el pseudónimo de Galileo Galilei, participó en este certamen poético y que corresponde al escritor Hernán León Velasco.
El jurado calificador consideró que la obra escogida tiene los merecimientos cimentados en un lenguaje propositivo que abre diferentes perspectivas de concepción y expresión verbales; denota un estilo particular que identifica a una personalidad poética.
Su pasión por la literatura es evidente, ya que no puede evitar citar versos de sus poemas o de otros escritores, incluso algunos filósofos. En cuanto al premio, dice que significa sobre todo un compromiso con la literatura, a la que se le debe tener un gran respeto.
Para hablar de ello y algunos aspectos que darán a los lectores elementos para conocerlo, me recibe en su consultorio, ataviado con su inconfundible guayabera blanca y guantes de cirujano.
Doctor, ¿qué le ha significado este premio?
Significa sobre todo un compromiso con la literatura. Con la literatura debe uno tener un gran respeto y no es una decisión personal que uno ame la literatura, es una decisión prácticamente de la naturaleza; genéticamente la naturaleza decide si usted es lector, escultor, etcétera.
Dentro de estas múltiples facetas hay una predominante genéticamente, en mi caso son la medicina y la literatura, el arte en general. Por supuesto, hay algunas otras cosas menores como viajar, pero la literatura es una pasión que siempre he cultivado. No es extraño que yo ame profundamente la literatura, dentro de los mismos contextos familiares está el tío Artemio Gallegos, que es literato y que su apellido real es León, y están muchos otros parientes que aman la literatura.
¿Por qué Galileo Galilei?
Porque es un hombre controvertido. Es un hombre al que también nunca le creyeron que la Tierra era redonda. Un hombre es muchas cosas, en ese sentido Sócrates decía que cada hombre vive su propio tiempo, es decir, una polifonía de situaciones, de vivencias en los diferentes estratos culturales y sociales, de tal manera que un hombre puede estar adelantado en algunos aspectos y no necesariamente tiene que ser culto. Puede ser que una persona que viva en la selva y no sepa leer ni escribir esté adelantada en vivir. Eso que hemos perdido en la ciudad por el estrés.
¿Qué es el tiempo para Hernán León?
El tiempo. Borges dijo algo fundamental: he gastado el tiempo, el tiempo me ha gastado y no he escrito el poema. El tiempo es eso, nosotros somos el tiempo y el tiempo es una constante de futuro, pasado y presente; no solamente es lineal, es cíclico, es circular y en ese sentido hoy es ayer al término de esta frase.
Es un continuo. Lo que tarda un milisegundo en pasar a otro y una millonésima de segundo de pasar de un segundo a otro, es pasado, presente y futuro. Eso es el tiempo.
Hablando del tiempo, ¿a qué hora escribe?
Escribo aproximadamente a partir de las 11 o 12 de la noche, una de la mañana. Hay un literato que se pregunta muchas veces a qué hora llega la musa. La vida, exactamente: se requiere vivir primero para después escribir. Hace muchos años escribí, cuando estudiaba medicina, “fui el aparato locomotor que supo el sitio de los órganos y aquí está el pecho, más allá el corazón”, y ahí se va definiendo, “ayuné en los días del tumor”, entonces se va al final, que dice “era necesario tocar el tambor, hacerse poeta, volverse doctor”.
No es extraño que los médicos escriban, no sólo artículos médicos. Uno está sometido a todo un sortilegio de situaciones, está muy cerca del dolor. Hay un ensayo del doctor Enoch Cancino Casahonda donde revela porqué el médico escribe y de donde obtiene tiene mucha materia prima es el dolor: el hermano dolor de San Francisco. Eso se vincula precisamente al escribir.
¿Qué le inspira más, la vida o la muerte?
¡Todos los sucesos! ¿Qué es lo que ve uno? ¿Por qué escribe uno? Cuando iba a la primaria escribí algo fundamental, “la sombra de mi pluma es la que me enseña, la claridad de lo incierto con su deslizar silencioso”, y al final del poema dice “y este pedazo de letra, de simple trazo sinuoso sabe que en un punto se muere y en una frase libera”.
En ese sentido, el poema, el texto tiene un principio y un fin, es una novela; es un cuento cortito que define constantemente las historias que vivimos. Yo vi, cuando mi padre falleció, cómo le salía sangre del abdomen. Fue asesinado. Había una vasija abajo de su cadáver y todavía brotaba sangre. Fue un impacto tremendo.
Para mi padre escribí —él se llamaba como yo, Hernán— “como se fue un tal don Hernán, mi señor padre, él era apenas el viento, sin ningún sitio para quedarse, era apenas el dolor que se siente en las raíces pero se ha ido lenta, amarga, dulcemente y aquí tenemos los hombros para apoyar su cansancio porque debe ser larga, larga, la eternidad”.
En compañía del poeta Enoch Cancino Casahonda.
¿Se sabe todos sus poemas?
Generalmente funciona como un mantra porque uno lo repite constantemente, porque es un suceso que nos impacta, como el mar extraordinario. Yo le escribí por ejemplo a mi esposa, cuando aún era mi novia, “por el amor maduro de tus ojos, por la ofrenda universal de tus manos, es un hecho que te veo apenas amanece y fui lo que he sido, un errante para verte, seguro de que habría de cambiar mi esperanza, no hubo murallas, solamente un deseo amoroso al que caminé atado, nadie, nadie tuvo que decirme la vertiente…”.
Nos encontramos y a veces nos desencontramos con la naturaleza y con la vida. La vida es el rostro del mar; el mar no son los peces, no es al agua, no es la inmensidad, el mar está en todas partes. En la lluvia ves el mar, el río es el cabello del mar, nosotros estamos hechos mucho más de agua, mucho más de mar.
Hay tanto mar en los caminos. En la naturaleza, en el bosque, en las raíces de los árboles, va subiendo poco a poco, lentamente, y en el verde, el verde del bosque está el verde mar. Siempre mar, que siempre regresa.
¿Se lee, una vez que ha publicado sus poemas?
Los leo porque, aunque muchos escriben para los demás, una cuestión muy respetable, en mi caso personal, es un mantra. Para mí el poema es un mantra, en el cual me permite encontrar la verdad de lo que soy. “Este que soy constantemente que al mismo tiempo soy otro y al mismo tiempo otros”. El otro soy yo con diferente forma, diferente época y diferente sentido.
Tengo muchos textos y los han leído mucho, incluso me dieron un premio en la Asociación de Escritores de México, a través del Gobierno de Tabasco. Los premios que me han dado son porque han leído mi obra. Fue un reto el escribir en el concurso de literatura Enoch Cancino porque él fue mi médico, fue mi padrino, conviví con él y mi motivo de escribir fue rendirle un homenaje.
¿Por qué cree que su premiación ha causado tanta polémica?
Porque es la naturaleza del hombre. Grandes hombres o pequeños hombres van a causar esa naturaleza. Tienen derecho. Como dice Voltaire, podré no estar de acuerdo con lo que tú dices de mí pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de decirlo. Me parece correcto porque para que el arte se suceda mejor requiere la crítica. Octavio Paz escribió un libro extraordinario que se llama Pasión crítica.
Sin crítica no hay avance pero la crítica debería ser un ensayo, eso sí sería muy bueno. No pretendo quitarle el puesto a Borges, a Neruda, a Paz y a otros tantos. La literatura es un destino. Escribo mientras despierta mi carne la noche. Es importante que entendamos con humildad que bienvenida la crítica, y uno debe aguantar esa crítica porque, sea de buena intención o no, es válida, es justa, debemos estar de acuerdo en no estar de acuerdo.
Se requiere un Chiapas con ensayo, donde los que no estén de acuerdo tengan la sabiduría de criticar una obra y decir cómo el autor puede mejorar para que entonces éste pueda avanzar. Este Chiapas requiere de críticos, pero de críticos que construyan, y cuando sea así entonces Chiapas crecerá aún más.
Ha dicho que para salvarse a sí mismo hay que escribir. ¿De qué se salva cuando escribe?
De la soledad, del desamor, de la desesperanza, de la rutina, del miedo, incluso de las otras cosas de la vida, porque mientras uno escribe nada existe, quien ama profundamente a la vida es un enamorado de las palabras. Entonces, cuando va escribiendo, se olvida todo, no existe nada más que la escritura.
Puede doler la escritura y puede ser un César Vallejo escribiendo los Poemas humanos, o puede ser un Jaime Sabines escribiendo “Lento, amargo animal que soy…” y puede dolerle profundamente, pero el reto de la poesía verdadera es saber de dónde venimos y adónde vamos, quiénes somos, qué estamos haciendo aquí, cuál es nuestra vocación. Escribí algo fundamental hace mucho: “Muchas veces escribe, me es tan fácil escribir como difícil me fue imposible, que no te roben el espíritu, que no te premien como a cualquier bestia, escribe para salvarte de los asesinatos y de los falsos profetas”.
O sea, la salvación. La naturaleza de todos los hombres es diferente y todos intentan que tú cambies y cuando tú naces eres tú, pero a través de la vida, de la educación que tenemos vamos aprendiendo a ser otros y aprendemos los ritos, que si es el Día de las Madres, el Día de las Madres es todos los días. El día de la vida es todos los días. El día de los sueños es todos los días, de la muerte, del amor, del desamor, por eso el día tiene perfectamente 24 horas.
¿Y qué sueña Hernán León Velasco?
Podría decir que hay que estar soñando despierto: encontrarse con algo que tenga un ritmo tremendo y te haga resucitar y llevarte más hacia lo profundo y sobre todo el reto es encontrarte cada día para saber para qué estás aquí, entonces yo sueño que yo quiero ser, conquistarme profundamente y no usar la máscara de la persona que no soy y que no seré nunca, creo que eso sueño, un ser simple.
¿Cómo concilia la docencia con la poesía y con la medicina?
Bueno, tú eres muchas cosas. Si tú sabes algo, bien, entonces tienes que enseñarlo, es tu obligación, y publicar porque lo que tú dices es posible que no le sirva a muchos pero es posible que alguien lo esté esperando; lo que sabes como médico, lo que sabes como padre, como hermano, debes decirlo. Enseñamos todo, la enseñanza es la misma naturaleza, ya nos está enseñando la lluvia que debemos respetar el agua y los árboles y todo. La enseñanza está en todo. Entonces es un amor profundo, la enseñanza debe ser así.
Hablando de enseñanza, ¿ha tomado talleres literarios, con quién?
Sí, con Óscar Wong, por ejemplo. Con Socorro Trejo Sirvent en la época de Joaquín Vásquez Aguilar, nos reuníamos hace muchos años, en 1979; con Armando Duvalier cuando vivía, cada sábado. En México con algunos amigos que también les gustaba la literatura. Ahorita estoy tomando un taller con Hernán Becerra, un poco de narrativa, también soy algo autodidacta.
Leo constantemente, hay que leer de todo. A veces se requiere diversidad, uno suele casarse con una obra y quizá no es el ritmo que requiere; entonces, con Uvel Vázquez a veces vemos las obras, con Mario Nandayapa, o sea, con muchos amigos. Es decir, uno se junta con la diversidad pero quien nos aportó mucho fue Duvalier. Óscar Wong es extraordinario. Todos son extraordinarios.
Con Guillermo Henry en el 4º Festival Internacional de Letras Jaime Sabines. Tuxtla Gutiérrez, septiembre 2010.
Con la medicina cura el cuerpo, ¿con su poesía qué cura?
Yo creo que es la otra mitad de lo que somos. El arte en estricto formato del arte por el arte es extraordinario pero es la mitad, es el espíritu, y la ciencia, cualquiera que sea, es la biología, el cuerpo, la materia; así, alguien puede ser ingeniero y al mismo tiempo es un cantor, u otro que aparte de ser ingeniero le gusta esquiar.
En esa diversidad, Octavio Paz es el que nos dice muchas definiciones de la literatura en El arco y la lira. Los ensayos te permiten definir por qué escribe, pero en realidad el hombre escribe porque escribe como el pájaro canta porque canta, no porque haya hecho un doctorado. Puedes perfeccionar el arte porque estudias y debes estudiar con rigor, pero uno escribe porque escribe. ¿El cenzontle va a una escuela para cantar? Es su naturaleza, entonces no nos extrañe. He tenido pacientes de cinco años que dicen poemas preciosos y simples o mi amigo Cayún que vive en Nahá y me ha declamado poemas extraordinarios, maravillosos.
¿Hernán León a qué le teme?
A los temores comunes que tiene toda la gente, a la ignorancia, al desánimo, a la rutina, a mis enemigos, porque mis enemigos reales soy yo mismo. Yo le temo a esos enemigos, a no tener el entusiasmo, a no estar lleno de espíritu, a no entender que a veces estoy equivocado, a no aceptar mi equivocación.
¿Qué levanta su ira?
Lo mismo. Creo que la ira que uno siente la siente hacia sí mismo y la reconciliación también. Somos tres estados del yo. El que está enojado está enojado contra sí mismo, porque no aceptamos que los demás son diferentes y no sabemos que el otro soy yo bajo otra perspectiva, que sin el otro yo no existo, ya lo definió bien Octavio Paz; en ese sentido, claro, puedo estar profundamente de acuerdo, puedo incluso buscar herirme, ahora, cuando alguien te agrede físicamente es natural que te defiendas.
¿Qué me puede decir del amor?
No es la palabra amor, el amor es una acción profunda. Ya lo definió Erich Fromm en El Arte de amar; el amor ágape, de toda la naturaleza, el amor fraternal y el amor por una mujer. En mi poemario escribo precisamente varios textos, incluso a la poética le digo que cuando la poesía canta es porque alguien la desnudó poco a poco, la besó de norte a sur y de este a oeste. Puede ser que escribas mil poemas, diez mil, o que ganes un premio, pero puede ser que el poema no te llene, no cimbre tu alma.
A mí el poema que me cimbra, y que escribí en mi libro Bonampak, dice “y aprendí a tocar el instrumento de las almas, por eso te como pedazo de pan en nombre de las raíces, porque fuiste perpetuo de espera profunda de razas, de submarinas galaxias, de infinitas esferas en que doncellas ventrales germinan la célula y cascos feroces persiguen la cópula…”, eso tiene como 17 o 18 años que lo escribí, pero me llena profundamente.
¿Qué proyectos tiene en puerta?
Creo que seguir viviendo, me mandaron a vivir. Seguir siendo médico y a veces seguir escribiendo porque yo escribo aproximadamente a partir de las 11 o 12 de la noche, una de la mañana. Sin embargo, en este periodo de gestación —que me pareció extraño porque después me enteré que el decreto salió a última hora— fue muy poco el tiempo de la convocatoria, así que nos pusimos a trabajar y dormir una o dos horas diarias y a trabajar intensamente porque lo hacíamos con mucho gusto y con mucho afecto hacia el doctor Enoch Cancino, que él es un médico muy querido por todos porque su poesía es épica, nos identifica con su amor a Chiapas, con su “Canto a Chiapas”.
¿Entonces, esos poemas fueron escritos especialmente para el concurso?
Algunos los tenía a la mitad. Un amigo preguntó “qué estás haciendo” y de un día para otro escribí 15 (poemas), y me dice “de éstos nada más me gustan tres, tíralos” (risa). Otro dice “mira, aquí me parece excelente, ¿por qué no pones ése?, ¿cuándo lo hiciste?”. “Hace un mes”, contesto. “Perfecto”. Me falta hacer otro texto del Rostro del mar porque faltó respirar más profundo para seguir escribiendo.
*Entrevista publicada en la revista Horal Nos. 3 y 4., editada por el Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas. 2010.
Habitar la ciudad a veces es cansado, produce desesperanza, agobio.
Caminar sus calles puede ser un acto temerario, no sólo por sortear baches, banquetas que van contra toda lógica por su inclinación o su reducido espacio, o por soportar los montones de basura, mangueras y tubos que quedaron después del ensalzado “Que Viva el Centro”, que cual huracán destrozó banquetas y hasta botes para basura desapareció.
Y qué decir del tráfico, las calles cerradas, el ruido ensordecedor, la publicidad desbordante en paredes y postes
Sin embargo, también sucede que puede haber maravillas esperándote, como amaneceres nublados, la felicidad de unos novios al salir de la catedral tras darse el añorado sí, la magia de una danza de luz y sombras, animales fantásticos, la lluvia contenida esperando el momento idóneo para acariciar las huellas de tus pasos, unos zapatos viejos indicando a media banqueta que es posible cambiar de ruta y romper la rutina o la poesía a tus pies…
Visitar Chiapa de Corzo en enero y ver a los parachicos y a las chiapanecas, ya sea saliendo de la iglesia o caminando por sus calles, es un deleite visual: colores, texturas, diseños. Pero el placer puede ser mayor si ponemos a tención a los olores, sobre todo en las casas donde se han realizado los altares en honor a los santos venerados y se puede percibir el olor de las piñas, las papayas, los guineos, confundido con el estoraque y el olor de la pólvora de los cuetes.
Y qué decir de los sonidos, el chinchin de los parachicos, la marimba, la banda y el rumor de la gente que espera fuera de la iglesia, que camina tras la procesión de los parachicos o que simplemente espera verlos pasar mientras disfruta unos deliciosos jocotes curtidos o unas jugosas naranjas con chile.
En el municipio de Chiapa de Corzo, Chiapas, cada año se realiza la Fiesta Grande o «Fiesta de los parachicos”, como la nombró la UNESCO en 2010, cuando la declara patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
La tradicional feria inicia el 8 de enero y concluye el 23 del mismo mes, en ella se venera a San Antonio Abad, San Sebastián Mártir y el Señor de Esquipulas (o de los Milagros).
El 15 de enero, le corresponde al Señor de Esquipulas; el 17 a San Antonio Abad (Sananton); el día 18 se le rinde homenaje póstumo en el panteón municipal a los patrones de los «parachicos» fallecidos. El 20 de enero se honra a de San Sebastián Mártir.
Al día siguiente, el 21, se realiza el Combate Naval en el río Grijalva, que consiste en un espectáculo de fuegos artificiales con el que se rememoran las batallas de conquista y de pacificación, sostenidas entre los españoles e indígenas chiapanecas.
El 22 de enero es el desfile de carros alegóricos, acompañados de «parachicos» y chuntáes, quienes al ritmo de pito y tambor, van bailando y repartiendo dulces.
Y, finalmente, el 23 de enero desfilan los «parachicos» para despedirse y prometer, en el templo de Santo Domingo de Guzmán, que regresarán el siguiente año.
Pero, ¿Quiénes son los parachicos?
Cuenta la tradición oral que a mediados del siglo XVIII llegó al pueblo de Chiapa de la Real, una dama española, guapa, rica y muy católica, llamada María de Angulo, quien buscaba a un curandero indígena para que aliviara a su pequeño hijo de una extraña enfermedad.
Según la leyenda, el curandero llevó al niño a las curativas aguas del Cumbujuyú, y lo sanó de sus males. Poco tiempo después hubo en el pueblo de Chiapa una hambruna por falta de lluvias y por la aparición de una plaga de langostas. Al saber lo que ocurría, doña María de Angulo quiso ayudar a la gente del pueblo como una forma de agradecer que hubieran sanado a su hijo, así que vino con sus sirvientes y grandes despensas, que se repartieron de casa en casa.
Por las tardes, después de entregar las despensas, las y los criados de doña Angulo bailaban y danzaban para diversión de los niños, o sea de los chicos, se cree que ese es el origen de la palabra «parachico».
Cuentan, que para recordar este hecho, los indios chiapanecas empezaron a imitar a los españoles y a las sirvientas de doña María de Angulo, disfrazándose de parachicos y de chuntáes (palabra de origen chiapaneca que significa criada).
Este año realizamos diversos artículos y compartimos poemas con una fotografía, de artistas que admiramos de diversas partes del mundo, otorgando prioridad a letras y trabajos de escritores y fotógrafos chiapanecos, como el poema tan sentido del poeta Óscar Oliva
Son diversos los personajes que matizaron el sitio este año, no sólo de gente destacada en el ámbito artístico, como la entrevista al gran cuenta cuentos Emilio Lome
La visita del artista, director y docente argentino Rubén Segal que ofreció un magnífico taller para el fomento de la creatividad entre personas que participan en el teatro y la danza
También en Desmesuradas buscamos que estuvieran en nuestro sitio las voces de aquellas personas que en su oficio sencillo luchan día a día para construir un país con esperanza como don Edgar de oficio cartero
Desmesuradas da un voto de fe para que no se olvide la palabra, es por eso que los invitamos a rememorar los discursos de nuestra admirada y querida maestra Elena Poniatowska, durante su estancia en Chiapas, visita que causó revuelo por poner el dedo en la llaga y quien nos invita a la reflexión por los acontecimientos que vive el país
Agradecemos también las muestras de solidaridad para nuestro país, como la de nuestro amigo el poeta Carlos Bernatek, quien con su equipo de trabajo en Argentina nos enviaron un recordatorio de lo que no debemos olvidar jamás
Personal de la Biblioteca Nacional en Argentina /Foto: Carlos Bernatek
Queridas Gaby y Leti Desmesuradas: como todos los años, cuando nos disponíamos al brindis laboral clásico, tuvimos una idea: enviar un mensaje a toda Latinoamérica con un hecho que nos parece, nadie debería obviar.
Lo original es que, por encima de cualquier obligación de protocolo, y hasta descuidando la cortesía de las relaciones exteriores, este mensaje parte de un organismo público -la Biblioteca Nacional- y de sus trabajadores, hermanados en el sentimiento unánime de aquello que, por vivir donde vivimos, tanto nos ha marcado como sociedad: la desaparición forzada de personas.
Por eso quise que esta idea llegara a Chiapas, y por intermedio de ustedes a todos los que les parezca adecuado.
Un fuerte abrazo para ambas y los mejores deseos para 2015
Carlos Bernatek. Poeta y narrador argentino, nació en Avellaneda, Buenos Aires, 1955. Se ha desempeñado en diversas actividades en organismos culturales de la nación, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la Provincia de Santa Fe. Actualmente trabaja en la Biblioteca Nacional.
Fuente: Poesía en voz alta. Antología para jóvenes. Volumen tres, tomo II. Secretaría de Educación Chiapas. 2002. Serie: Lecturas sobre la realidad chiapaneca.
Las peregrinaciones tienen una larga historia, las más antiguas se realizaban en Roma y Tierra Santa y no pueden entenderse fuera de un contexto espiritual y de recogimiento, incluso de sufrimiento.
La idea de peregrinar para llegar a un punto geográfico cumple con la función social de mostrar públicamente la fe y la pertenencia a una Iglesia, sin embargo, lo más sobresaliente de las peregrinaciones en México es su forma gozosa de celebrarlas, en Chiapas incluso van acompañadas de parachicos, mariachis y hasta marimbas.
Ayer al caminar por la Avenida Central de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, me encontré con una peregrinación de luchadores… quienes van a recargar las energías para continuar con su lucha, en la cotidianidad y en el ring.
Atrás venía otra peregrinación de una línea de autobuses, pero esa es otra historia.