
Alguien, en algún momento de la noche,
pierde la costa, una mujer que pudo amar
y darle un hijo, darle una patria a su hijo.
Alguien enciende un cigarro
con el fuego de Vesta,
mientras las naves de Eneas cabecean en la playa,
donde las algas comenzaron
a convertir la madera en una tregua con el destino.
La lágrima que no pudo derramar
tiene el nombre de una reina,
el día en que me nombró suyo
la soledad imitaba la lluvia,
su pecho era una cueva
donde la oscuridad moró con el amor.
Olvidé los muros de mi ciudad,
eternamente ardidos
en la memoria del poeta,
por ti, Dido.
En tu lecho dejé mis armas
de extranjero huyendo del naufragio,
quise creer que tenía un sitio en la tierra,
un pedazo de reino para mis muertos.
Mi padre se volvió una isla
que la muerte rodea
y sueño con su voz,
envuelto en los vapores de la sibila.
Es la noche que entra por la ventana
y abandona a una mujer
en los brazos del fuego.
La luz es tenue
cuando ella ruega a las aguas
que le devuelvan lo que migró,
Le pide al hombre que creyó suyo
como el árbol suplica a las aves
“no dejes que el invierno entre bajo tus alas”.
Quizá un día fantaseaste
con sus manos envejecidas sobre tu rostro,
quizá un día esperaste
que sus naves ardieran en el horizonte
con sus sueños vanos.
Y ahora buscas arrancarle su silencio de estatua,
rasguñas su rostro y solo encuentras
sal bajo tus uñas,
Él ha huido esta tarde, viendo el mar.
Lo odias, hay tres cosas encendidas esta noche.
La pasión que cicatriza cuando se apaga
una colilla contra el pecho,
cruzar el umbral de la puerta
y ver el marco donde su reflejo falta.
El impulso de las luciérnagas
que salen desde el fondo de la hoguera,
donde las cosas pierden su nombre
y se puede soplar un año
en un puñado de ausencia,
y un corazón bramando sangre,
enloquecido por la venganza,
un corazón que gruñe y enseña los dientes
“maldita sea tu sangre y tu tierra, forastero,
elemento sin rumbo
jalado por cuatro caballos que persiguen las estrellas”.
Estrella impronunciable eres, hijo de Venus,
Eneas, tú navegas a la sombra de la aurora muerta.
Los motivos de Eneas / Fernando Fernández Rivera*
* Primer lugar del II Concurso de Poesía Rubén Bonifaz Nuño, convocado por el Colegio de Letras Clásicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Fuente: La Gaceta. No. 570. Literatura y Discurso. Fondo de Cultura Económica. Junio de 2018.
“El cuchillo bajo el que se quebró mi cerviz era un
hombre llamado Eneas.
Aquel Eneas, aquel, piadoso con los suyos solamente;
acogido a la fortaleza de muros extranjeros; astuto,
con astucias de bestia perseguida;
invocador de númenes favorables; hermoso narrador
de infortunios y hombre de paso; hombre
con el corazón puesto en el futuro.
—La mujer es la que permanece; rama de sauce que
llora en las orillas de los ríos—.
Y yo amé a aquel Eneas, a aquel hombre de promesa
jurada ante otros dioses.
Lo amé con mi ceguera de raíz, con mi soterramiento
de raíz, con mi lenta fidelidad de raíz.
( . . . )
Pero el hombre está sujeto durante un plazo menor a la
embriaguez.
Lúcido nuevamente, apenas salpicado por la sangre de
la víctima,
Eneas partió.
Nada detiene al viento. ¡Cómo iba a detenerlo la rama
de sauce que llora en las orillas de los ríos!
En vano, en vano fue correr, destrenzada y frenética,
sobre las arenas humeantes de la playa.
Rasgué mi corazón y echó a volar una bandada de
palomas negras. Y hasta el anochecer permanecí,
incólume como un acantilado, bajo el brutal
abalanzamiento de las olas.
He aquí que al volver ya no me reconozco. Llego a mi
casa y la encuentro arrasada por las furias. Ando
por los caminos sin más vestidura para cubrirme
que el velo arrebatado a la vergüenza; sin otro
cíngulo que el de la desesperación para apretar mis
sienes. Y, monótona zumbadora, la demencia me
persigue con su aguijón de tábano.
Mis amigos me miran al través de sus lágrimas; mis
deudos vuelven el rostro hacia otra parte. Porque la
desgracia es espectáculo que algunos no deben
contemplar. “
R.C
Gracias, muchas gracias, Elisa. Es sumamente conmovedor este poema que nos compartes, sobre el amor de Eneas y Dido. Saludos.
Hola! Muchas gracias por publicar mi poema. Soy Fernando
Hola Fernando, ha sido un verdadero placer leer tu poema; por eso decidimos que más gente lo conociera. Te deseamos mucho éxito y ojalá puedas compartir más de tu obra con nuestras lectoras y lectores.