Fin de siglo

Foto: Oleg Dou
Foto: Oleg Dou

«La sangre derramada clama venganza».
Y la venganza no puede engendrar
sino más sangre derramada
           ¿Quién soy:
el guarda de mi hermano o aquel
           a quien adiestraron
para aceptar la muerte de los demás,
           no la propia muerte?
¿A nombre de qué puedo condenar a muerte
a otros por lo que son o piensan?
Pero ¿cómo dejar impunes
la tortura o el genocidio o el matar de hambre?
            No quiero nada para mí:
            sólo anhelo
            lo posible imposible:
            un mundo sin víctimas.

Cómo lograrlo no está en mi poder;
escapa a mi pequeñez, a mi pobre intento
de vaciar el mar de sangre que es nuestro siglo

con el cuenco trémulo de la mano.
Mientras escribo llega el crepúsculo
cerca de mí los gritos que no han cesado
            no me dejan cerrar los ojos.

Fin de siglo / José Emilio Pacheco (30 de junio de 1939, Ciudad de México – 26 de enero de 2014, Ciudad de México)

 

Llamada

Foto: Leticia Bárcenas González
Foto: Leticia Bárcenas González

Te llamo sí te llamo no puedo más te llamo

te grito ven acude no me abandones búscame

déjame verte adivinarte

distenderme un instante bajo el sol de tus ojos

como si en el radiante mediodía me tumbara en la hierba

déjame ver una vez más tu irónica ternura

tus infantiles gestos asustados

tu mirada solitaria que acaricia el rostro de las cosas

tu mirada de niña de ojos lentos

tus labios que entre los míos se funden

como un delicado manjar suntuoso y discreto

tus labios comestibles fáciles tus labios de trufa celeste

tus labios húmedos penetrables como un sexo más luminoso

cómo puedo sufrir que te alejes que te lleves este enigma

que huyas como un ladrón armada de razones

y ocultando en tu seno mis preguntas robadas

que te escondas en los huecos en los turbios rincones del tiempo

que te envuelvas en la distancia como en un disfraz inmenso

te  llevas algo mío que nunca ha sido mío

me dejas amputado desarmado hemipléjico

vuelve no puedo renunciar a ser aquel otro

deja que todo nazca dame eso que trajiste mío

desanuda tus entrañas como si fueras a parir nuestro amor

y vuelve tráemelo muéstramelo

déjame entrar en ti como entrar en la noche

compartir tu tesoro taciturno

la suntuosa penumbra de tu alma tibia y quieta

ven no juegues más al juego idiota de la tortura

no me niegues cómplice altiva no blasfemes de mí

adónde vas vestida de miradas mías

adónde irás que no seas la nombrada por mí

regresa no te lleves mi semilla

mis dones los hundí en tu carne

no te podrás librar de esta corona vuelve.

Llamada / Tomás Segovia

(21 de mayo de 1927, Valencia, España – 7 de noviembre de 2011, Ciudad de México, México)

Fuente: Antología de la poesía amorosa española e hispanoamericana. Edición de Víctor de Lama. Ed. EDAF, 2007.

solamente

Graffiti anónimo en la colonia Magisterial, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
Graffiti anónimo en la colonia Magisterial, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida

 

Solamente / Alejandra Pizarnik  (29 de abril de 1936, Argentina – 25 de septiembre de 1972, Argentina)

Historia

Foto: Leticia Bárcenas González
Foto: Leticia Bárcenas González

 

Un hombre me preguntó

la historia de mi vida.

Dije

que yo no tenía

historia.

Que todas mis historias eran vidas,

como hongos,

aparentemente sin raíces,

aunque las esporas, microscópicas, que bailan

en la tierra

como mi mano roza tu cara mientras

duermes,

ya no son misteriosas;

y recordé que todas mis historias son una sola,

dejando a una mujer con un puñado de plata

que se vuelve luz de luna

desvanece como el aire,

desaparece con el sol,

permaneciendo ella con sus manos abiertas

y la poesía que es música,

una canción que nos ronda a todos

es lo que le queda,

su realidad misteriosamente,

quizá microscópicamente, ida

para aparecer en otro

terreno pantanoso.

Yo busco al mago que entienda

lo que es invisible

al ojo desnudo,

que lea la poesía como un texto

para una nueva especie de jardín,

que convierta la luz de luna

en un puñado de plata,

en algo sólido y real,

no en ilusión,

no en viejas historias,

no en la vieja versión de la vida,

no en hongos venenosos.

 

Hongos,

comibles,

hermosos,

que dejan caer las esporas

y dan vida

justamente

como nosotros.

La historia de mi vida

es

que continúa.

 

Historia / Diane Wakowski (California, E.E.U.U., 1937)

Territorios de un cuerpo

Foto: Leticia Bárcenas González
Foto: Leticia Bárcenas González

V
Apaga las estrellas,
desconecta el sol.
quiero adentrarme a tientas
por los acantilados de tu piel,
reconstruir sobre tu boca
las letras, una a una,
con que dar nombre al fuego,
a la locura de saber que he visto
el cielo tan de cerca, o no, tan mío
que mi país se llama medianoche.
¿Quién eres? ¿Dónde estás? Qué importa,
si te elegí entre todas las estrellas.

Territorios de un cuerpo (fragmento) / Jenaro Talens (Cádiz, España. 1946)

Amor de frutas

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Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.

 

Amor de frutas / Gioconda Belli (Managua, Nicaragua, 1948)

Fotografía: Leticia Bárcenas González

Adiós a Hugo Gutiérrez Vega

Hugo Gutiérrez Vega/Foto:María Auxilio Ballinas
Hugo Gutiérrez Vega/Foto:Mariauxilio Ballinas
Hugo Gutiérrez Vega/Foto: Mariauxilio Ballinas

Dame tú lo que el viento no me ha dado.
Se revuelve la sangre en el anhelo
de un país que nunca se precisa.
Recorrer los caminos,
las ciudades de noche,
pasar la tarde sentado junto al río
y después caminar,
redescubrir las calles olvidadas,
pensar que se regresa y saber luego
que la calle ha cambiado.

Hoy me despierto y la desolación,
pequeña como flor,
yace en la almohada.
Todo se va perdiendo.
Agradezco las noches que me han dado,
me inclino en la mañana
y agradezco estos rayos de sol,
pero sé que en la puerta
algo se habrá perdido,
«el esplendor tan encendido antaño»
se ocultará en la sombra,
y aquel muro ya sólo será un muro.
Han perdido las noches su misterio,
su eléctrico silencio,
los rumores de algo que nos espera.
Si fueran mías de nuevo
ya no las dejaría,
pero no lo serán.

En el salón los rayos de la luna
ya no anuncian el triunfo sobre el hueco.
El ser que ya no fui no se lamenta,
no se destroza, no hay desgarramiento.
La retirada se hunde
en un silencio antes desconocido,
la mañana se abre y ya camino
sabiendo que no iré a ninguna parte.

¿En dónde están los pájaros marinos?
¿Dónde la playa,
el cuerpo perseguido a la orilla del mar?
Sólo unas voces en el aire extraño
aplastan mi deseo,
el fatigado rostro de la hoguera
para siempre apagada,
la antigua exaltación hoy hecha trizas,
y este gusto de cal entre las fauces.

¿Regresará la antigua maravilla?
El espejo lo niega,
los conjuros no rompen
la superficie muda,
en su agua mansa flota
una cara cansada.

Y tengo entre mis manos
las naranjas del dia;
¿podré gozar su jugo incandescente,
su fresca carne,
la gentil caricia
de sus gotas de lluvia
en la garganta?,
¿podré volver al prado
donde enciende sus fiestas el verano?

Amaneció en la almohada
una desolación tan pequeñita
como una flor de libro;
encendió la mañana
sus luces enemigas.
Tiemblo sin exaltarme.
Estoy seguro de que mis huesos,
flautas antes llenas
del aire de la vida,
resentirán el frío.
Tal vez el sueño o la humildad,
o tal vez el desprecio
o la compasión tibia,
reemplazarán el exaltado amor.

Entre mis manos
se están poniendo oscuras
las naranjas del día.

Dormir debemos una noche eterna   – IV  – / Hugo Gutiérrez Vega
Poemario: Cuando el placer termine. Ed. Joaquín Mortiz. 1977
Premio de Poesía Aguascalientes 1976

La culpa es de uno

Foto: Leticia Bárcenas González
Foto: Leticia Bárcenas González

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quizá fue una hecatombe de esperanzas

un derrumbe de algún modo previsto,

ah, pero mi tristeza sólo tuvo un sentido,

 

todas mis intuiciones se asomaron

para verme sufrir

y por cierto me vieron.

 

Hasta aquí había hecho y rehecho

mis trayectos contigo,

hasta aquí había apostado

a inventar la verdad,

pero vos encontraste la manera,

una manera tierna

y a la vez implacable,

de deshauciar mi amor.

 

Con un solo pronóstico lo quitaste

de los suburbios de tu vida posible,

lo envolviste en nostalgias,

lo cargaste por cuadras y cuadras,

y despacito

sin que el aire nocturno lo advirtiera,

 

ahí nomás lo dejaste

a solas con su suerte que no es mucha.

 

Creo que tenés razón,

la culpa es de uno cuando no enamora

y no de los pretextos

ni del tiempo.

 

Hace mucho, muchísimo,

que yo no me enfrentaba

como anoche al espejo

y fue implacable como vos

mas no fue tierno.

 

Ahora estoy solo,

francamente solo,

siempre cuesta un poquito

empezar a sentirse desgraciado.

 

Antes de regresar

a mis lóbregos cuarteles de invierno,

con los ojos bien secos

por si acaso,

miro como te vas adentrando en la niebla

y empiezo a recordarte.

 

Mario Benedetti
(14 de septiembre de 1920, Uruguay – 17 de mayo de 2009, Uruguay)

Sirva esta publicación como un pequeño homenaje a un gran poeta, en el aniversario de su natalicio…

Semántica

Quiero que seamos breves en la palabra

que nos amemos en silencio

que lo imprescindible nos lo digamos al oído.

 

Quiero pegar mi piel a la tuya

quiero sangrar tus lóbulos con mis dientes

bajar y rendirme en parte sacra.

 

En este rincón y en este momento

quiero que repongamos el tiempo perdido

que selles mis labios con los tuyos

que fluya mi sangre en ese cáliz

que hablen nuestros cuerpos y se reclamen.

 

Quiero hacer poesía con mi tacto

desvestirme todo en tu interior.

 

Quiero lo que tú bien quieres

 

Quiero soñar contigo en este instante

saciarme del placer que me has negado.

 

Quiero amarte sin palabras

usar ese lenguaje, vehículo epidérmico.

Foto: Benoit Courti
Foto: Benoit Courti

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Semántica / Alfredo Palacios Espinosa (La Concordia, Chiapas, México. 1948)

Poemario: Desasosiego

Y

Foto: Jyrki Parantainen
Foto: Jyrki Parantainen

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Y de mi amor qué?
Lo entierro
lo estrangulo
o lo echo al olvido.

¿Quieres que sepa de tu decisión?
Que te vas
que lo olvidas
que ya no quieres saber nada.

Dime ¿qué deseas que le diga?
Tu egoísmo
tu sentencia
la soledad en que lo condenas.

Y, ¿qué quieres que haga?
que camine
que llore
que guarde silencio hasta la  muerte.

Tirana insensible de quien te quiere.

Te llevo en mí
parte de cada célula
infinita
temporal.

Estoy cocido a ti.
Y / Alfredo Palacios Espinosa (La Concordia, Chiapas, México. 1948)

Poemario: Desasosiego.