Saura

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Interior, Strandgade 30, de Vilhelm Hammershøi, el pintor del silencio

Alguien contó una vez, alguien que ya no sé quién, contó, que no sé yo bien ni qué cosa, una vez, una de tantas; no sabemos si fue así como pasó, o como lo inventaron, el hecho fue entonces el cuento y el decir, pero no lo supe bien y lo repito: la tía caminaba sobre nubes, los dolores comenzaron a resbalarse por el cuerpo, sólo sabía ya de memoria un nombre, todos los rostros se difuminaban frente a sus ojos, una sola palabra escurría de su boca y se decía que hablaba con la dulzura de la miel; tía Saura estaba enamorada y todo era casi perfecto, perfecto: ella la envidia del pueblo. Un día el hombre le suplicó que escaparan y la tía aún con todo el deseo, pero sin explicar nada, le pidió esperar. Entonces, él se sintió tan triste, yo pienso que molesto, y al día siguiente no la buscó más; tiempo después llegó a los oídos que se había unido a otra creyéndose despreciado: no había razón para la espera.

El hombre nunca sabría que Saura llevaba puesta su ropa íntima rota y le avergonzó partir con él. Dicen por ahí que el hombre aún pregunta por ella con una ternura desbordada, dicen también que tía Saura no pudo perdonarse el detalle de la ropa interior y desde entonces no la usó más.

Cuando pienso en ella la imagino por la calle con sus vestidos largos y sus manos pegadas al cuerpo intentando evitar que un ventarrón la deje al descubierto; la recuerdo en el patio de la abuela, con la cara dura y sus formas huesudas, la recuerdo alimentando los pájaros, y la tarde entera comiendo limón.

Fragmento de la Novela “Cosecha de Verano” de Isaura Contreras, Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 2010. Para más información de la autora y su obra:

http://www.archivosonoro.org/?id=326

La primavera derrotada

A Cecilia Romana, hoy que se festeja el día de la primavera en Argentina

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Un huerto en primavera de Claude Monet

I
La primavera tiene el deseo de hablar
oculto entre sus manos, sus aires y su polen.
Sentados en la hierba
nos preguntamos las cosas que se preguntan
los amigos que se aman y se ven poco.
En «el otoño del cuerpo»
la primavera vale una chingada.
Es una estación tonta
dedicada a crear cosas que se van a morir.
No es mala.
Crea porque tiene la manía de hacerlo.
Es generosa pero estúpida.
No puede estarse quieta.
Este otoño la pondrá en su sitio;
le tumbará sus ramitas
y le hará polvo sus flores,
sus hojas, sus frutos,
sus imágenes tempraneras
y sus bellas personas.
Regresará. Siempre regresa
para que la derroten.
Se parece a los poetas.

Hugo Gutiérrez Vega

Happy Birthday…Mario Benedetti

Mario Benedetti.
Mario Benedetti por el fotógrafo Daniel Mordzinski

El poeta, escritor y dramaturgo uruguayo Mario Benedetti nació el 14 de septiembre de 1920. Escribió casi un centenar de libros y algunos han sido traducidos a más de 20 idiomas. Murió a los 89 años de edad, el 17 de mayo de 2009.

¿Cómo será el mundo cuando no pueda yo mirarlo

ni escucharlo ni tocarlo ni olerlo ni gustarlo?

¿cómo serán los demás sin este servidor?

¿o existirán tal como yo existo

sin los demás que se me fueron?

sin embargo

¿por qué algunos de éstos son una foto en sepia

y otros una nube en los ojos

y otros la mano de mi brazo?

¿cómo seremos todos sin nosotros?

¿qué color qué ruidos qué piel suave qué sabor qué aroma

tendrá el ben(mal)dito mundo?

¿qué sentido tendrá llegar a ser protagonista del silencio?

¿vanguardia del olvido?

¿qué será del amor y el sol de las once

y el crepúsculo triste sin causa valedera?

¿o acaso estas preguntas son las mismas

cada vez que alguien llega a los sesenta?

ya sabemos cómo es sin las respuestas

mas ¿cómo será el mundo sin preguntas?

(Poema Happy Birthday de Mario Benedetti)

Trece

Trece maneras de decir Martha Argerich

Martha Arguerich / Foto: Adriano Heitman / Fuente: www.cndm.mcu.es
Martha Argerich / Foto: Adriano Heitman / Fuente: www.cndm.mcu.es

En Japón idolatran a los virtuosos del piano, pero si un músico cancela un concierto a último momento, las consecuencias son despiadadas. Al famoso Benedetti Michelangeli, una vez que se negó a tocar le confiscaron su piano personal y lo declararon persona non grata de por vida. Martha Argerich suspendió una vez un concierto en Tokio, el último de su primera gira por Japón, que venía siendo apoteótica: hasta el emperador iba a estar presente, pero Martha se peleó mal con su pareja de entonces, el director de orquesta Dutoit, y se tomó un avión a Alaska sin avisar a nadie.

A cualquier otro no se lo hubieran perdonado pero a ella sí, porque al año siguiente volvió, pagando el pasaje de su bolsillo, y dio catorce conciertos gratis. Eligió al mismo organizador que la había llevado a juicio y le hizo ganar catorce veces la indemnización que pedía, pero llevó de asistente en la gira a un angoleño peludo como un mono (uno de los tantos jóvenes virtuosos que Martha apaña cuando acuden a ella en crisis), y lo sentó a su lado en cada concierto para que diera vuelta las páginas de la partitura.

El angoleño vestía una túnica sin mangas, y en Japón la exhibición de pilosidad masculina es considerada casi tan obscena como la cancelación de un concierto, pero nadie dijo nada porque Martha Argerich es algo más que humano para los japoneses: cuando se sienta al piano, tocan un hombre y una mujer a la vez, toda la fuerza de lo masculino y toda la gracia de lo femenino envuelven a la audiencia en simultáneo, y a eso hay que sumarle la adrenalina de la incertidumbre hasta último momento.

Martha Argerich ha tocado con lumbago, con una muela infectada, con la ceja recién cosida, en silla de ruedas, en minifalda (una vez que le perdieron la valija en el aeropuerto), con briznas de pasto en el pelo (una vez que se le hizo la hora de tocar cuando caminaba descalza por un bosque), pero son más famosos los conciertos que suspendió. Lo que la sofoca desde que tenía ocho años es la vida del virtuoso en el mundo de la música clásica: “No quiero ser una máquina de tocar el piano. Un solista vive solo, toca solo, come solo, duerme solo. Y eso es muy poco para mí”. Daniel Barenboim, que la adora, dijo: “Martha es un cuadro sin marco. Hizo lo imposible por destruir su carrera pero no lo logró”.

El primer concierto que canceló fue a los diecisiete, “para saber qué se sentía”. A los veinte, con una fulgurante carrera por delante, estuvo tres años sin acercarse a un piano, mirando televisión en un departamentito en Nueva York, cuando se le acabara la plata trabajaría de secretaria: para algo iban a servir esos dedos demoníacamente rápidos. A pocas cuadras vivía su admirado Horowitz. La idea era encararlo y decirle lo que tantos jóvenes virtuosos en crisis han ido a decirle a un colega admirado: “Sálveme. Ayúdeme a volver a tocar”. Pero nunca se animó a hablarle: Horowitz llevaba diez años sin tocar en público, se sometía a periódicas sesiones de electroshock y sólo aceptaba hacer discos si iban a grabarlo a su casa. Argerich, como bien sabemos, volvió a tocar. Después de su consagración en el Concurso Chopin en Varsovia de 1965, aceptó que la arrastraran a Abbey Road a grabar un disco porque en Londres estaban todos sus amigos.

La depositaron frente al piano, pidió una cafetera llena, se quedó mirando vacilante el teclado y después tocó tres veces de corrido el repertorio que había elegido: dejó la cafetera vacía y se fue sin escuchar las tomas siquiera. Se instaló en una especie de pensión musical llamada el London Club, un alegre nido de virtuosos (Barenboim, Jacqueline Du Pré, Nelson Freire, Fou-Tsong, Kovacevich), con un solo teléfono a la entrada que atendía el que pasara, y goteras, y pianos y sofás apolillados y ceniceros que rebasaban, y total libertad y camaradería: estaban los que iban ahí para tocar y los que iban para no tocar. Para casi todos era un interludio dichoso nomás, antes de seguir con su vida; ella entendió que quería vivir así siempre. Alquiló un viejo orfanato del siglo XIX en Ginebra (cuya puerta no tenía llave), lo pobló de pianos y gatos y sofás y recibió a cada joven virtuoso en crisis que acudía a ella para rescatarse.

Los adoptaba hasta que se recuperaban, jugaban al dígalo con mímica y al baile del rabbi Jacob, cocinaban para las hijas de Martha y las cuidaban cuando ella salía de gira, porque en el medio Argerich tuvo tres hijas con tres hombres distintos pero la vida en comunidad le daba el aire que le quitaba la vida en matrimonio.

En un hermoso documental que filmó su hija menor está la historia íntima de madre y cría. En una escena están todas, ya adultas, sentadas en el pasto pintándose las uñas de los pies; las hijas deciden pintar cada dedo de su madre de un color diferente. Annie, la del medio, la chispeante (hija del ya mencionado Dutoit), dice que su recuerdo más nítido de la infancia es estar echada abajo del piano, mirando hasta dormirse los pies descalzos de su madre. “Esto es mamá, más que el pelo, el cigarrillo y el mohín: ¿dónde han visto pies tan enormes y tan femeninos a la vez?” Stephanie, la menor, la torturadita (directora del documental e hija del mencionado Kovacevich), cuenta la primera vez que acompañó a su madre a tocar: el calvario que fue la previa (“Todo es muy solemne, muy dramático, no me gusta, me siento rara, tengo fiebre, no quiero tocar”), la angustia con que escuchó todo el concierto desde bambalinas, con las manos agarrotadas, hasta que vio a su madre avanzar hacia ella: “Yo estaba exhausta y ella diez años más joven”. Lyda, la mayor, la más sufrida y la única que ya es madre (además de cellista profesional), les recuerda cuando operaron a Argerich de un feo melanoma en 1999: después de tres horas y media en quirófano lo radiante que salió, en contraste con el agotamiento de los cirujanos (se había negado a que usaran escalpelo electrónico para abrirle la caja torácica: “Un pianista necesita todos los músculos de su cuerpo para tocar”).

Hasta el día de hoy Martha Argerich necesita hablar en el escenario con la persona que tiene más cerca mientras toca y le desagrada que le besen la mano o que le quieran tocar el pelo. Ya no vive en Ginebra sino en Bruselas, pero la nueva casa sigue llena de gente, gatos y pianos. Como Chejov, que construyó una casa para su familia y sus amigos y una cabaña alejada para irse a escribir, ella tiene una covachita en París donde sólo entran un piano, una cama, un televisor y una foto de Liszt pegada con cinta scotch en la pared. Su próximo proyecto es una pensión para artistas retirados, como la que fundó Verdi en Milán para los cantantes que se quedaban sin voz.

De todas sus formidables confesiones ocasionales (“Cuando los pianos no me quieren, no los toco”; “Creo que nunca me sentí exactamente mujer; sólo alcanzo a ver la nena de cinco años y el muchachito de catorce que hay en mí”; “Chopin es celoso, excluyente, te hace tocar mal cualquier otra cosa que toques”; “¿Cómo estuve hoy: como un caballo salvaje o como un caballo de calesita?”), mi preferida, porque la pinta de cuerpo entero, es: “Soy un poco infantil. Si lo fuera del todo no lo diría”.
(Juan Fort)

Fuente: Academia Internacional «Martha Argerich»

https://www.youtube.com/watch?v=MkrwU5Pd93c

León Tolstói

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Tolstói a la edad de 20 años / Fuente: www.wikipedia.org

Nació el 9 de septiembre de 1828 en Rusia

Considerado uno de los escritores más importantes de la literatura mundial

El conde Lev Nikoláievich Tolstói murió el 20 de noviembre de 1910

Fue uno de los escritores en ser entrevistados en forma frecuente, periodistas de diarios y revistas buscaban al gran maestro para obtener su opinión o análisis sobre diferentes temas de su tiempo o sobre cuestiones de su país o del mundo. A continuación extractos de dos temas:

 

 

 

Felicidad

Ante todo, es imposible la felicidad sin la luz del sol, con la ruptura de los lazos del hombre con la naturaleza. En otras palabras, la vida fuera de la ciudad, bajo el cielo abierto, al aire libre, en la aldea, es la primera condición de la felicidad terrenal. Mire, ni siquiera la poesía la imagina de otro modo y, al dibujar la arcadia feliz, celebra la vida idílica en el seno de la naturaleza, lejos de las ciudades…

¡Es imposible, estoy convencido de eso! Mire a qué está condenada esa gente: a ver, bajo la luz artificial, los objetos elaborados por el trabajo humano; a escuchar los sonidos de los coches, el estrépito de los carruajes; a comer a menudo cosas no frescas y malolientes. Nada les permite una relación directa con la tierra, las plantas, los animales. ¡Es una vida de presidiarios!

Eche un ojo a la Historia y verá que las ciudades se construyeron con fines de conquista…

Nuestra civilización, como las que hubo antes, llegará a su fin y morirá, porque no es otra cosa que la acumulación de los instintos monstruosos de la humanidad. ¿Acaso antes de nosotros no hubo civilizaciones? La egipcia, la babilónica, la asiria, la hebrea, la griega, la romana… ¿Dónde están? ¿Condujeron a la felicidad? ¡Todas sucumbieron, y lo mismo pasará con la nuestra!

Es necesario el trabajo para ser feliz, pero el trabajo libre, razonable, deseado, y sobre todo el físico, no el que atrofia el cerebro y los músculos.

Por exigencias del mundo, las personas sirven, van a las oficinas, reciben dinero a cambio… Pero ¿acaso aman su trabajo, acaso les satisface? ¡No! Se dejan vencer por el aburrimiento, hacen un trabajo que odian y puedo apostarle que no escuchará de ninguno de ellos que esté contento con su trabajo. Pero pregúntele a un mujk que ara la tierra si está contento. ¡Ah, qué contento y con qué amor mira los surcos que se tornan oscuros!

Una condición más para la felicidad es la familia. Y esto no existe aquí, donde el éxito mundano se considera erróneamente como la felicidad. ¿Acaso todos estos maridos, estas esposas, conforman una familia? Con frecuencia son uno para el otro una carga, y los hijos esperan a menudo la muerte de los padres para hacerse con la herencia. […]

Entrevista de autor desconocido extraído del libro «Conversaciones y entrevistas. Encuentros en Yásnaia Poliana»

Constitución

Una constitución no puede mejorar las cosas, no puede traernos la libertad. Todos los gobiernos se mantienen en el poder por medio de la violencia o con la amenaza de la violencia, y la violencia es contraria a la libertad. Un hombre sólo es libre cuando nadie puede forzarle a hacer aquello que cree que está mal. El camino correcto a seguir por los hombres es abstenerse de toda participación en los actos del Gobierno, negarse a servir en el ejército, negarse a aceptar cargos dependientes de la administración y hacer el bien día a día y siempre.

La agitación en pro de una constitución sólo puede conducir a falsos resultados.

Todo el movimiento en favor de una constitución es un movimiento en la dirección errónea. El pueblo no quiere una constitución y aquellos que recurren a la agitación en favor de ella no conocen al pueblo. Por mucho que profesen amar al pueblo, en realidad el pueblo no les preocupa; simplemente le desprecian. El pueblo sólo quiere una cosa, es decir, tierras.

Hace cuarenta o cincuenta años, cuando yo era joven, no había médicos entre los campesinos, y ellos se apañaban muy bien sin ellos. No, la enfermedad no es un mal; la muerte no es un mal. El mal es que los hombres actúan equivocadamente.

Entrevista por Harold Williams. Extraído de libro “Las Grandes entrevistas de la historia (1859-1992)”

Libro de Tolstoi / Foto: Lety Bárcenas
Libro de Tolstoi / Foto: Lety Bárcenas

António Lobo Antunes

António Lobo Antunes, escritor portugués, que nació en Lisboa, el primero de septiembre de 1942.

“Pienso que ganar el libro del silencio es poco a poco, libro a libro, eliminando las palabras que han sido inventadas para no ser utilizadas: los adjetivos, los adverbios, los pronombres, hay que trabajar en eso, en llegar a lo esencial, para que el lector pueda escribir su libro en tu libro, y pueda vivir su vida en tus páginas”.

“Me siento siempre acompañado. Cuando estás solo eres sólo tú y mi sueño es ser comprendido por las palabras, que no tengas la necesidad de hablar, de explicar todo; lo que quieres es que la gente te comprenda sin que tengas que hablar con ellos; ese es el deseo de los escritores, que sean comprendidos sin necesidad de las palabras, que haya un principio de vasos comunicantes entre nosotros y los otros”.
“Tras los treinta años empiezas a tener más muertes que glóbulos en la sangre, y está también el deber de vivir por la gente que has querido y ha muerto”.

“La literatura y los libros, como los cuadros y la pintura, o como la música y el cine, son la única manera que tenemos de vencer a la muerte. De vencer al tiempo. De volver a nosotros una dignidad que las mujeres y los hombres merecemos y que tantas veces no tenemos”.

 

António Lobo Antunes / Foto: Arturo Campos Cedillo / La Jornada
António Lobo Antunes / Foto: Arturo Campos Cedillo / La Jornada

“Sólo escribo, eso no me da más derecho que a los otros”

«En este tiempo he conocido gente muy buena y grandes periodistas, pero también cosas como la competición, la envidia y los celos. Y me sorprende, porque yo pienso que los buenos libros y, por tanto, los escritores, son como los tigres, que no se devoran entre ellos».

«Las grandes revoluciones son las interiores. Nosotros somos como casas muy grandes y vivimos solamente en dos o tres habitaciones».

“Para ser sincero, sólo merece la pena escribir si estás seguro de que eres el mejor. Pues tienes que escribir contra los autores importantes, contra Tolstoi, Gogol y contra todos los que te gustan y han sido importantes para ti. Y esa es la única revolución posible, pues tienes que hacerlo al mismo tiempo con mucha humildad, porque no sabes nada de escribir».

 

Fuente: Notas informativas de El Universal http://archivo.eluniversal.com.mx/sociedad/1514.html y La Jornada: http://www.jornada.unam.mx/2009/05/28/cultura/a04n1cul

Silencio, Eduardo Galeano

Eduardo Galeano y su perro Morgan / Fuente: http://delaberintosydeespejos.blogspot.mx/
Eduardo Galeano y su perro Morgan / Fuente: http://delaberintosydeespejos.blogspot.mx/

“Sólo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca. Y a veces la mejor manera de comunicarse es callando.”

 

Periodista y escritor uruguayo
(3 de septiembre 1940 -13 de abril 2015)

ELE

Amor a la literatura / Foto: Gaby Barrios
Amor a la literatura / Foto: Gaby Barrios

Para ti, Desmesurada, en tu cumpleaños

Yo conozco tu locura porque también es la mía

Somos locas rebeldes
locas de estar vivas
locas maravillosas
estrafalarias, floridas

Ovejas negras
descarriadas sin remedio
vergüenza de la familia

piezas de seda fina
amazonas del asfalto
guerrilleras de la vida

Locas de mil edades
llenas de rabia y gritos
buscadoras de verdades
locas fuertes
poderosas
locas tiernas
vulnerables

Cada día una batalla
una norma que rompemos
un milagro que creamos
para poder seguir siendo

Locas solas
tristes
plenas

Mujeres locas, intensas
locas mujeres ciertas.

 

Poema «Sobrevivientes» de Rosamaria Roffiel

Juguetes

Gabriela G. Barrios García

Era una tarde soleada, después de varios días de intensa lluvia decidió ir a la feria que tenía ya semanas en la ciudad; ir le producía una especie de nostalgia. Sin percibirlo se había convertido en un coleccionista de objetos de feria, esas baratijas le recordaban algo, pero no sabía exactamente qué.

Genaro se sintió atraído por un puesto que estaba oculto en una pequeña carpa en forma de circo, entró y el olor a humedad lo hizo estremecerse, pero al observar dentro ya no le dio importancia, los objetos exhibidos eran de una calidad impresionante; juguetes de hojalata cuyo detalle era producto de un trabajo minucioso.

Estaba tan fascinado que decidió, en contra de sus reglas, llevarse tres. Los guardó en el bolsillo izquierdo de su pantalón, era una serpiente naranja muy pequeña, un pez color turquesa y una lagartija amarilla. El precio de los juguetes se le hizo económico comparado con la calidad de la manufactura.

Al salir sintió cómo un viento frío le recorrió el cuerpo, el cielo se tornó gris, pensó que pronto llovería así que decidió regresar porque odiaba mojarse los zapatos. Mientras caminaba presuroso, lo sobresaltó una punzada en la pierna donde había guardado los juguetes, no le dio importancia.

Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

Al llegar se sintió mareado, abrió la puerta con dificultad y somnoliento apenas llegó al sofá cayendo en un profundo sueño. Un par de horas después, Genaro despertó sobresaltado, sudando, con un dolor profundo en el cuerpo, no podía moverse, al voltear vio en su brazo a la serpiente naranja succionando sangre, tenía una cabeza en cada una de sus extremidades. En la pierna vio a la lagartija que impúdicamente hacía lo mismo y se aterrorizó aún más cuando vio reflejado su rostro en el enorme ojo metálico del pez que estaba sujeto a su mejilla.

Se sentía débil, horrorizado. Pensó por un momento que estaba en una pesadilla, intentó gritar sin conseguirlo. Hasta que cerró los ojos y gritó tan fuerte que las criaturas de hojalata se desprendieron de su cuerpo, cayendo al suelo inmóviles, recobrando el aspecto que tenían cuando las compró.

Se incorporó como pudo, los tomó y los metió en una lata con candado que usaba como alcancía. Se curó las heridas mientras escuchaba el desesperado movimiento dentro de la caja.

Esa noche no durmió, temeroso y fascinado por lo que había pasado, pensaba: ¿qué mente tan monstruosa ha construido esos artefactos capaces de recobrar vida mecánicamente y convertirse en una especie de sanguijuelas?, ¿cuál era el fin de todo eso?

Al día siguiente, muy temprano decidió ir a buscar a la persona que le había vendido los juguetes. La feria seguía ahí pero la carpa no. Preguntó con los comerciantes de los puestos sin que alguien le diera un dato preciso.

La idea de encontrarlo se le volvió obsesión, salió en su búsqueda llevando consigo la caja de metal con las criaturas que intentaban salir. Después de varios meses visitando ferias en diversos poblados, encontró la carpa.

Entró a ella, había nadie, sólo juguetes idénticos a los que llevaba en la caja que habían cesado de moverse. De pronto una persona se paró frente a él, tomó un pez turquesa y le extendió su mano con un billete. Genaro de forma automática abrió la caja registradora y le devolvió unas monedas.

Al salir la persona, la mirada de Genaro se detuvo ante un espejo que tenía una inscripción; al intentar descifrar lo que decía, vio su reflejo, a su mente se asomaron imágenes de un cuarto donde él construía juguetes de hojalata. Era ese recuerdo que lo perseguía en cada feria que visitaba. Aturdido, sólo pudo balbucear: yo soy el monstruo, soy el creador.

 

 

 

*Cuento finalista del Concurso de Cuento Breve «Monstruos contemporáneos», organizado por la revista radiofónica cultural Andares, la Cultura y sus Rutas, del Sistema de Radio, Televisión y Cinematografía de Chiapas, quien realizó por segundo año consecutivo este concurso de cuento breve. En esta segunda convocatoria lanzada en 2015, se lograron recibir más de 340 cuentos provenientes de distintos municipios de Chiapas.

El jurado seleccionó, al igual que en el primer certamen, a diez finalistas de entre los cuales se eligieron a los tres primeros lugares. Dichos cuentos fueron a su vez adaptados por el Departamento de Producción de Radio Chiapas y transmitidos de forma seriada cada viernes al iniciar el programa Andares, la Cultura y sus Rutas.

Para descargar y escuchar la serie completa visita: 

http://www.radiotvycine.chiapas.gob.mx/Radio/Monstruos-Contemporaneos/

María Herlinda Castro Pérez, 30 años como docente de Educación Especial

Gabriela G. Barrios García

«Ama. Si no puedes amar mucho, no enseñes a niños»
Gabriela Mistral

Guardamos en la memoria el nombre de la maestra o el maestro que quisimos, admiramos y hasta odiamos, con quienes pasamos gran parte de nuestro crecimiento. En mi caso, guardo en la memoria rostros y nombres de docentes que fueron importantes en mi vida, entre ellos mi maestra de primaria que admiré, Ana Isabel Palacios Espinosa, quien me enseñó con disciplina y mi maestro querido de la preparatoria, Eliécer Solís Yáñez, conocido como Chelis Solís, quien me contagió su amor por la literatura.

Como homenaje a los maestros que han dejado huella en nuestra vida, entrevisté para Desmesuradas a una maestra que ama profundamente su profesión.

María Herlinda Castro Pérez, dedicada a la Educación Especial desde hace más de 30 años, respondió sin titubear y con una sonrisa franca, que no se imagina ejerciendo otra labor que no sea la docencia:

“Lo veo muy difícil. Es como si me dijera sea otra. No me veo en otro espacio. Y si por azares del destino, tendría que dedicarme a otra cosa, sé que me dedicaría a niños porque siento que seguimos teniendo ese niño toda la vida y lo disfruto mucho, sobre todo porque estoy en contacto con ellos. Como le digo a mis compañeras: Amé tanto a mi primaria que decidí no salir de ella, así que sigo allí, no paso de primer año”.

“Antes de dictar tu lección cotidiana mira a tu corazón y ve si está puro”

¿Desde cuando nació su pasión por la docencia?
Para mí fue una pasión que nació desde niña. Estaba en mis juegos. Cambiaba el tiempo de ser portera con mis hermanos para que después ellos fueran mis alumnos. Cuando se cansaban mis hermanos y como tenía muchas muñecas, las colocaba y ellas eran mi grupo.

¿Qué clases impartía en esos juegos?
(Risas) Español. Desde pequeña me ha gustado la declamación y los pocos versos o rimas que sabía los practicaba.

¿Desde qué edad empezó?
Como de ocho años; al concluir la primaria ya tenía claro qué es lo que quería ser. Pienso que la base está en que los primeros grandes maestros que tuve que fueron mis padres y mis maestros de la primaria que recuerdo con mucho cariño. Estudié en la Ángel Albino Corzo en Tuxtla Gutiérrez. Tuve maestros excelentes que me dieron esa imagen del amor a la docencia.

¿Se acuerda de los nombres de esos maestros?
Por supuesto que sí, la maestra Chelita Cano, la maestra Teresita Sosaya, Elenita Flores de Puerto, la maestra Blanca Elena Malpica, el maestro José Zerón Orozco, que en paz descanse, la maestra Esperancita Cordero de Lecona, por mencionar algunos.

¿Qué era lo que más le gustaba o recuerda de ellos?
Me gustó todo porque eran personas muy propias hasta para comportarse, para tratarnos, esmerados en su práctica; siento que en esos tiempos fueron maestros innovadores porque no utilizaban aquello de las filas de los buenos y los malos sino intercambiaban equipos, nos permitían esa interacción que se procura ahora. Tenían muchas dinámicas y llevaban materiales; los gises de colores, que en ese entonces era un material llamativo; cosas para recortar, para pintar y eso hacía más amenas las clases.

¿En qué año fue?
Estudié de 1972 a 1978 la primaria, por eso considero que fueron importantes en mi vida y para definir mi profesión también.

Maestra Herlinda con alumnos / Cortesía: Herlinda Castro
Maestra Herlinda con alumnos / Cortesía: Herlinda Castro
«Maestro, sé fervoroso. Para encender lámparas basta llevar fuego en el corazón»

¿Qué es ser maestra para Usted?
Tiene mucha significación esa palabra porque es una bendición, es una alegría, es una profesión, es una pasión, es un deseo de compartir, de vivir; es la oportunidad de servir a las personas más hermosas de este mundo que son los niños. Es también un trabajo, es el sustento de mis hijos, de mi vida; por eso procuramos hacerlo con mucho cariño y empeño.

Cuéntele a los lectores de Desmesuradas sobre su formación:
Terminando la secundaria ingresé a la Normal. Mis papás no querían que yo fuera maestra, por todo lo que empezaba a surgir en los cambios de la personalidad y el activismo del maestro. Entonces mi papá me puso las fichas de la escuela de Enfermería, del Tecnológico y de la ETCA. Y me dijo: “Aquí están las tres escuelas a las que quiero que vayas”. Pero yo no quería eso. Entonces, en complicidad con un primo que lleva los mismos apellidos que yo, hizo el papel de hermano mayor, fuimos a sacar mi ficha, presenté el examen y cuando quedé les comuniqué a mis papás: esto es lo que quiero. Mi papá dijo: “bueno, ahora sí contra la voluntad no se puede, pero esfuérzate por ser la mejor, estudia y ponle mucho empeño”. Así fue, ingresé a la Normal del Estado. Cuatro años era nuestra formación académica y presentábamos un examen para asignarnos la plaza.

Afortunadamente, en el último año de la Normal, tuve la oportunidad de conocer el programa que se conocía como Educación Especial de Grupos Integrados. También tuvimos excelentes maestras como la maestra Sara Gladys Espinosa Utrilla, la maestra Marvila Komukai Puga, la maestra Mirellita Bermúdez, quienes son las pioneras en eso de los Servicios de Educación Especial en Chiapas. Nos capacitaron y nuestro examen para la plaza ya no fue de maestro de primaria sino maestro de educación especial.

En el último año, nos dieron a elegir esa especialización pero era un curso extra en las tardes, fue un saturado de actividades porque íbamos a clases de 7 a 2, luego al curso de 4 a 6 y de 6 a 8 la orientación sobre la tesis. Pero estaba joven y pude sacar adelante todo; desde ahí empezamos a interesarnos por la educación especial.

Posteriormente, estudié la especialidad, como no había normal de especialización en Chiapas como ahora que hay en Tapachula y en Tuxtla Gutiérrez, un grupo de jóvenes nos fuimos a Campeche, donde estaba la Escuela Normal de Especialización y también tuve la fortuna de tener maestros de la UNAM que impartían cursos de verano, como la doctora Josefina García Fajardo, la doctora Margarita Gómez Palacios, el doctor Eliseo Guajardo. Y finalmente estudié  la maestría en Ciencias de la Educación.

¿Por qué sus papás se negaban a que estudiara para maestra?
Fundamentalmente porque como de los cuatro hijos de mi papá y mi mamá, soy la más pequeña y la única mujer, el desprendimiento de la única hija mujer, era difícil, sobre todo que mis hermanos estudiaron carreras universitarias en la Unach, tenían trabajo en Tuxtla. Eso le movía mucho a mi mamá, me decía: ¿A qué comunidad te vas a ir? Aquí te hemos criado con comodidades. Te hemos cuidado tanto”. La verdad sí tuve papás cariñosos y proveedores; entonces le preocupada el saber que un maestro tiene que ir como decimos coloquialmente “a pisar lodo, a pasar hambre, a tener otro tipo de experiencias”.

¿Desde los cuántos años imparte clases?
Oficialmente desde que egresé de la Escuela Normal del Estado, a los 19 años.

¿Qué clases impartía?
Empecé en el programa Grupos Integrados que atendía niños que habían repetido el primer grado, que no se promovían; de entre seis y 10 años, nos tocaba un grupo diverso y ahí se utilizaba la información teórica que habíamos tenido en la Normal de Especialización para dar atención a las diversas problemáticas que se encontraban, como por ejemplo ¿porqué no habían accedido a la lengua escrita y a las matemáticas?

De sus compañeros ¿qué porcentaje optó por la Educación Especial?
Como un 40 por ciento, de los cuales aún seguimos en las filas de Educación Especial. Eso nos gustó mucho. Siento que las maestras que mencioné nos sensibilizaron mucho hacia este trabajo.

¿Qué fue lo que la motivó a eligir la Educación Especial?
Viene desde antes porque mis papás trabajaron en un negocio que se llamó el Hotel Cano, fue histórico en nuestra ciudad. Ellos administraban y nosotros nos criamos ahí, ese fue nuestro mundo. Mi papá nunca le dio un beso de despedida a mi mamá para irse a su trabajo porque nosotros vivíamos en su trabajo (risas).

Mis papás tenían esa apertura ya que en el Hotel llegaban personas con discapacidad y eran atendidos con cariño y respeto. Siento que desde ahí, porque mis padres me enseñaron a ver en todas las personas el respeto, el cariño.

Curiosamente, le comento a mis hijos, que aún siendo una construcción de principios de siglo, tenía rampas, lo cual permitía que hubiera personas con sillas de ruedas; los cuartos de abajo eran amplios, tenían baños amplios a nivel de piso, sin gradas. Me criaron sin prejuicio hacia esa situación, a esa condición. Con niños Down de los huéspedes que a veces llegaban. Era un lugar familiar, donde se sentían a gusto.

¿Cuántos años estuvieron ahí?
Mi papá 30 años, yo sólo 14 años tuve la oportunidad de estar ahí porque en 1979 cerraron.

Maestra Herlinda Castro / Foto: Gaby Barrios
Maestra Herlinda Castro / Foto: Gaby Barrios
«Enseña con intención de hermosura, porque la hermosura es madre»

¿Qué tipo de necesidades educativas atiende?
Mi especialidad es audición y lenguaje, pero es muy amplio, casi siempre va uno tomándole una ramita de todo ese universo, más me he encaminado a las dificultades del lenguaje.

¿Cuánto tiempo lleva en eso?
25 años, desde que terminé la especialidad para colocarme en mi plaza como maestra de lenguaje en los Servicios de Educación Especial en la Unidad de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (USAER) número 17.

¿Niños de qué edad atiende?
En el rango de la primaria y algunos de preescolar. De 6 a 12 años. Algunos que entran antes, 5 y cacho o que se van después, de 5 a 15 años.

¿Cuántos alumnos tiene?
Tengo 84. La mitad de atención directa porque son seis escuelas las que visito. Entonces diariamente atiendo en un rango de sesis a 12 niños y por seguimiento con cuaderno de trabajo, orientación a padres y a maestros son los otros 42 niños. Visito una escuela a diario, pero como son seis, se inicia lunes y se van corriendo los días, no tenemos un día establecido. El equipo de apoyo está formado por la maestra de comunicación, la psicóloga, la trabajadora social y tenemos un director que coordina las actividades de todos y 10 docentes distribuidos en las diferentes escuelas.

¿Por día cuántos niños enseña?

Entre seis a 12 niños diariamente, dependiendo. Por ejemplo, visito una escuela, si llegaron todos mis niños, atiendo 14 sino sólo seis, de niños que tengo ya establecidos en mi lista.

¿Atiende de manera particular?
A veces, cuando me lo solicitan la atención es más individualizada.

Maestra Herlinda Castr hace 30 años / Cortesía: Herlinda Castro
Maestra Herlinda hace 30 años / Cortesía: Herlinda Castro
«Vivifica tu clase. Cada lección ha de ser viva como un ser»

¿Cómo detecta que un niño necesita ese tipo de apoyo?
A través del maestro, el que está de base, él es nuestro enlace con la primaria y el servicio de educación especial. Cuando llegamos a la escuela el maestro ya tiene una captación y empezamos a valorar, determinamos si lo requiere o no, qué tipo de atención necesita, si es sólo la orientación y sugerencias o si hay que dar material o atención directa.

¿Cuál ha sido el problema más recurrente al que se ha enfrentado al tratar a un alumno?

En últimas fechas, por los cambios que ha habido en la comunicación, se está perdiendo un poco la estimulación oral que antes teníamos de parte de los padres. Hay niños que se comunican con la tablet, entonces el lenguaje oral va quedando un poco atrasado en el rango de edad que tienen. Eso es una de las cosas que he encontrado frecuentemente.

Desmesuradas se pregunta ¿cuáles son las principales causas que provocan en un niño problemas de lenguaje?
Puede ser desde las orgánicas que las determina el mismo niño, alguna condición diferente como la deficiencia intelectual, el síndrome de Down, el autismo, déficit de atención o situaciones más sencillas como un frenillo sublingual que no le permite la movilidad para decir correctamente todas las palabras; también tenemos dificultades de tipo social: que no hay una estimulación, el esquema familiar es muy parco en su comunicación y los niños desconocen de muchas cosas informativas o el medio, también atendemos a niños que vienen de comunidades, entonces ahí chocan con el bilingüismo, no es un problema de lenguaje pero les genera dificultades para comunicarse.

¿A los cuántos años se le detecta a un niño que tiene problemas de lenguaje?
A la luz de los nuevos estudios, sabemos que puede existir antes de llamarlo ya como un problema de lenguaje, un retraso simple de lenguaje, porque tenemos las pautas que va ir siguiendo el menor en su avance lingüístico; desde los primeros fonemas que tiene que adquirir, las primeras palabras que se deben de presentar y están en un rango relativo de edad, porque no es exactamente que hoy cumplió los dos años y ya debe decir ciertas palabras.

Esos elementos nos dan luz respecto a que ya tenemos que apurarnos con el chaparrito, cuando vemos que no se están presentando en las edades límites que nos están indicando, eso sería en cuanto a un retraso. Pero si llegamos a los seis años y no se ha completado definitivamente toda la competencia lingüística ya podríamos decir que hay una situación que va a perjudicarlo. Es todo un proceso. La observación y que vayamos viendo de qué manera se está desempeñando el niño comunicativamente para que podamos decir: “esto ya se debe de presentar y no está”. El diagnóstico temprano es el mejor porque si ya vimos algo y se empieza a tratar, podemos hablar de que más adelante se superará.

¿Y si el profesor de clase no se da cuenta de esta deficiencia, yo como padre o madre cómo puedo darme cuenta que mi hijo necesita una atención especial en cuanto al lenguaje?
Esa pregunta es muy interesante porque también las mamás que han tenido varios pequeñitos o que es el primero pero tienen la referencia de los sobrinos, los primos, me dicen: Profe, el maestro no se lo ha canalizado pero yo vengo a pedirle porque veo que él no está haciendo lo que mis sobrinos o mis otros hijitos estaban haciendo a esta edad o me cuesta mucho comunicarme o no le entendemos o él se enoja porque no se da a entender”. Todos esos indicadores ya de manera muy sencilla nos dan pie a decir que necesita atención. Les pregunto: «¿quién le enseñó a hablar a usted?» Me contestan: «mi mamá». Aunque algunas dicen: «yo solita aprendí». No, hubo un medio de estimulación. Así que sigue estando en casa la mejor especialista.

¿Cómo es la dinámica?
Desde que el niño es nominado hago un espacio de observación: ¿qué tantas competencias utiliza para comunicarse? Hago anotaciones. Posteriormente, se aplica la evaluación, ya va directamente a hacer un trabajo de sondeo con él, qué tanto maneja la descripción, la narración, elementos directamente. Posterior a eso elaboro mi plan de trabajo con base en los planes y programas de educación y el grado que cursa. A partir de ello surgen las actividades que se van a dar y se implementan los materiales didácticos que sea planteado en forma lúdica.

¿Cuánto tiempo le dedica a esos niños?
En la mañana son espacios de 30 a 40 minutos, dependiendo de la cantidad de población que recibo en la mañana, si sé que voy atender varios pues en equipos de tres o equipos de dos. Si hay pocos niños aprovecho a darles una atención individualizada.

Maestra Herlinda Castro / Foto Gaby Barrios
Maestra Herlinda Castro / Foto Gaby Barrios
«Acuérdate de que tu oficio no es mercancía sino oficio divino»

En eso que menciona que todo empieza en el núcleo familiar, entonces ¿hay alguna recomendación para mejorar las condiciones del lenguaje de un niño?
La recomendación es, incluso no esperen a que nazca el bebé, desde que está en el vientre póngale música, cántele, háblele porque está percibiendo todos esos elementos y en el momento que ya tiene la oportunidad de tenerlo en brazos arrúllelo, no cese de estar comunicándose. A veces hay mamás que dicen: “Está pequeñito no me va a entender”. Todas las cuestiones emocionales de la voz, la forma en que le hablemos, el estar escuchando, estos son elementos valiosos para la estimulación temprana del lenguaje.

¿Cuál es la parte que deben hacer los papás?
La sugerencia que le proporciono a los padres es que nunca dejen de comunicarse con sus hijos. Nunca se puede uno dejar de comunicar porque hasta el estar callado comunica algo. Pero que la comunicación sea amplia. Las canciones o de lo que ustedes les guste pero platiquen con ellos continuamente. Incluso hemos implementado algunas sesiones en las que se retoma la ronda, que fue un juego que hacíamos en el patio de pequeños; había rondas con mucha estimulación al vocabulario, sobre todo con “ere” o con “erre”, que naranja dulce, amo a to matarile-rile-rón. Todas esas nos ayudan.

Entonces juegue con sus niños todo el tiempo que tenga porque también sabemos que las condiciones laborales de mamá y papá ahora son otras. Nosotros tuvimos el privilegio de gozar mamás al cien por ciento en casa, pero ahora no, y no podemos contra ello. Pero el espacio que tengan, que sea un espacio de calidad, que sea placentero y que sea estimulante en la comunicación. Porque me topo con que hay mamás que dicen que mandan un watsapp para que el hijo baje de la recámara a comer. Cuando escuchamos ese tipo de cosas también decimos: no puede ser que todo ese aspecto emocional, afectivo, de placer que tiene el lenguaje para externarlo se quede en la palabra escrita nada más, tiene su valor, por supuesto, pero no perdamos el sentido oral.

En todos estos años que lleva como docente ¿qué aprendizaje ha tenido el estar en contacto con esos niños?
Mucho. Llegamos con el título de docente pero quienes más aprendemos ahí, los aprendices, somos nosotros, porque cada niño nos da la oportunidad de ver situaciones diferentes, nos da la oportunidad de implementar cosas, de ponernos a estudiar nuevamente y a buscar las alternativas de atención. Han sido muchos y espero tener la salud, la capacidad para seguir aprendiendo de ellos.

¿Algún consejo que pueda darles a las nuevas generaciones de maestros de Educación Especial?
Consejo se me hace muy fuerte. La recomendación es que como maestros de Educación Especial nunca podemos dejar de aprender, debemos estar en continua preparación leyendo, implementando las nuevas aportaciones que surgen para la mejor atención de nuestros niños. Que estemos con gusto, con agrado; entre más contentos hacemos nuestro trabajo mejores son los resultados.

Maestra Herlinda Castro / Foto: Gaby Barrios
Maestra Herlinda Castro / Foto: Gaby Barrios

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PERFIL

Lugar de nacimiento: Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; orgullosamente soy coneja. Nuestro Tuxtla que queremos tanto.

Edad: Nací el 23 de marzo de 1966. Este año cumplí 50 años.

Número de hermanos: 9

Estado civil: Soltera.

Número de hijos: Tengo dos hermosos tesoros que para mí son mi alegría, mi motor, mi inspiración, mi todo.

Pasatiempos: El tiempo que me queda libre me dedico a descansar, me gusta escuchar música, me gusta escuchar mis audios de Jaime Sabines, de las poesías de Rosario Castellanos, me gusta la marimba, caminar.

Música: Como chiapaneca me gusta mucho la marimba pero también me gusta escuchar lo que escuchaba de joven, Emmanuel, Mijares, Lupita Pineda, las Pandora, las Flans, Menudo (risas) para que no nos olvidemos de ser jóvenes.

Libro: Libro de cabecera: la Biblia. Después los que son del trabajo. También me gusta leer cuentos, los clásicos. Poesía de Jaime Sabines y de Rosario Castellanos. Y en los espacios que se puede Sor Juana para no olvidarnos de esa gran mujer.

Pedagogo: Jean Piaget porque fue el que nos abrió los ojos a nuevos caminos para trabajar con los niños.

Comida predilecta: Soy omnívora, como todo. Me gusta todo. Así como me gusta un mole, disfruto unos chiles en relleno, los frijolitos con crema, todo es rico para mí.

Ritual: Sobre todo los que nos enseñaron nuestros padres. Mis papás siempre decían que debemos de ser agradecidos en todo momento. Desde que uno despierta y abre los ojos; dicen que la palabra Amanecer quiere decir “Ama nacer cada día”. Entonces agradecer a Dios por ese nuevo día. Tengo como ritual agradecer el alimento, agradecer el trabajo, la salud, la existencia de mis hijos, esos podría considerarlos mis rituales, los de agradecimiento.

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EN CORTO

Educación: Cimiento del ser
Docencia: Labor y vocación
Niñez: Lo mejor de la vida
Escuela: Espacio de vida
Oportunidad: Aprendizaje
Cambio: Innovación
Lenguaje: Facultad del ser humano
Enfermedad: Prueba o reto
Método: Muchos caminos
Dinámica: Vivir, disfrutar

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*Las citas fueron tomados del Decálogo del maestro escrito por la poeta y pedagoga chilena Gabriela Mistral.