Ritual

Tomo mis manos

y las clavo en la pared

 

Voy a estrangular pasos,

para que no me sorprendan

en el camino a tu casa.

 

Foto: Juan Rulfo
Foto: Juan Rulfo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ritual / María del Carmen López Hernández (Chiapa de Corzo, 1973)

Fuente: Poesía en voz alta. Antología para jóvenes. Volumen tres, tomo II. Secretaría de Educación Chiapas. 2002. Serie: Lecturas sobre la realidad chiapaneca.

Palomas encendidas

Por la dureza de tus muslos

vuelan palomas encendidas

por tu morenísimo cuello esta mariposa-boca mía

revolotea.

Invirtamos la historia

Hombre

Ángel de la anunciación

Adán

Mordamos de nuevo la manzana

jugosa roja

Centro donde tu pasión borbotea

Eva soy

no me importa el castigo.

Foto: Vadim Stein
Foto: Vadim Stein

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Palomas encendidas / Yolanda Gómez Fuentes (Tapachula, Chiapas. 1964)

Fuente: Poesía en voz alta. Antología para jóvenes. Volumen tres, tomo II. Secretaría de Educación Chiapas. 2002. Serie: Lecturas sobre la realidad chiapaneca.

Luchadores peregrinos

Las peregrinaciones tienen una larga historia, las más antiguas se realizaban en Roma y Tierra Santa y no pueden entenderse fuera de un contexto espiritual y de recogimiento, incluso de sufrimiento.

La idea de peregrinar para llegar a un punto geográfico cumple con la función social de mostrar públicamente la fe y la pertenencia a una Iglesia, sin embargo, lo más sobresaliente de las peregrinaciones en México es su forma gozosa de celebrarlas, en Chiapas incluso van acompañadas de parachicos, mariachis y hasta marimbas.

Ayer al caminar por la Avenida Central de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, me encontré con una peregrinación de luchadores… quienes van a recargar las energías para continuar con su lucha, en la cotidianidad y en el ring.

Atrás venía otra peregrinación de una línea de autobuses, pero esa es otra historia.

antiícaro

antiícaro, no quise yo volar , sino caer ;

por eso escribo , para dejar de soñar ,

para dejar el vuelo a los pájaros

y a la memoria ; pero heme aquí

con luengas alas urdidas en el polvo

del sueño y ataviadas con el plumaje

del tiempo sin el tiempo ; por eso escribo ,

para caer y apuntalar con estas letras

mi cuerpo y forzarlo a descender

en esta página , tatuada ya por el peso

todo de mi sangre ; y así , desleído

y cercenadas mis alas con el filo

de tus párpados , yace mi cuerpo

desangrado entre renglones , caído ,

terrestre , soberbio ; y aún señalado

por el dédalo de Dios y la niña de tus ojos

que trazan mi destino , antiícaro ,

no quieres tú volar , sino leer ;

 

Foto: Takeyoshi Tanuma
Foto: Takeyoshi Tanuma

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

antiícaro / Balam Rodrigo (Villa de Comaltitlán, Chiapas. 1974)

Poemario: Icarías. Ed. Literal, Serie: Limón Partido. México. 2010

Quimera, ven

Te veré. Silueta de mis sueños.

Tú vendrás, y taladrando espacios

inundarás las inmensas

cavidades de mi vacío.

 

Consumirás mi fuego

con tus brazos

e hilvanarás tus venas

con las mías.

 

Tú ya vienes, amado.

Por entre los huecos

de la distancia,

puede entreverte mi nostalgia.

 

Te presiento, quimera.

Si vinieras,

a través de tus ojos me hundiría

grabándome en tu idea, eternamente.

Foto: Tadahiko Hayashi
Foto: Tadahiko Hayashi

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quimera, ven / Ofelia Narváez Rincón (Copainalá, Chiapas. 1928 – Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 1989)

Fuente: Poesía en voz alta. Antología para jóvenes. Volumen tres, tomo II. Secretaría de Educación Chiapas. 2002. Serie: Lecturas sobre la realidad chiapaneca.

Balada por los muchachos de Ayotzinapa

“A lo mejor un poema no puede cambiar al mundo, pero sí puede crear un diálogo y eso es muy importante por todo lo que está pasando”, expresó el destacado poeta chiapaneco Óscar Oliva, en el homenaje que recibió por su trayectoria dentro del Segundo Encuentro con la Palabra Escrita, realizado en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

A propósito de los acontecimientos nacionales, de este homenaje y del aniversario luctuoso del luchador social Lucio Cabañas, Desmesuradas comparte uno de sus poemas de reciente creación:

 

Balada por los muchachos de Ayotzinapa

 

No hay límites para el país del crimen.

No hay nombre para el país del crimen.

No hay país con nombres del crimen.

No hay crímenes para el país del crimen.

 

¿Díganme, en qué país lejano hallarlos?

 

A Décimo Junio Juvenal agrego a François Villon

para componer esta balada, y pido a otros cantores

 

añadan otro estribillo interrogativo: ¿dónde, en qué

país sin crímenes están los muchachos que apenas

se habían desnudado al amor?

 

Ayúdenme a correr junto a un río

que corre con demasiada fuerza.

 

¿En dónde están, en qué casa negra, encapsulados?

 

En la casa blanca no están, ahí ya no habita nadie.

Llegará el tiempo de otras sirenas, de otros sortilegios,

y la blancura como lirio será un resplandor amarillo

 

o un lirio negro al capricho de otra dueña, otra Circe

de engaño, entre leones y lobos del mismo bosque.

 

¿Dónde están, Madre Dolorosa?

 

¿Dónde están las 43 lágrimas de ayer por la tarde?

 

No vamos a averiguar en esta mañana dónde están,

ni en las siguientes mañanas y tardes dónde están,

ni en todo el año, que a este estribillo no nos lleve:

¡Mas dónde están los muchachos de Ayotzinapa!

 

No hay límites.

No hay nombres.

No hay país.

No hay crímenes.

 

Corren con demasiada fuerza.

 

Óscar Oliva

Tuxtla Gutiérrez, noviembre, 2014.

Maestro rural, egresado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en la cual fue líder estudiantil.  En la década de 1970 actuó como  jefe del grupo armado Partido de los Pobres en la sierra de Guerrero.
Maestro rural, egresado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en la cual fue líder estudiantil. En la década de 1970 actuó como jefe del grupo armado Partido de los Pobres en la sierra de Guerrero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escucha el poema en voz del poeta:

En protesta

Mi protesta inflamada no es sino el grito de mi alma

Emiliano Zola

Quiero irme a mi pueblo, lejos, muy lejos.

Volver a mi casa donde mi ventana está pintada de

rojo

y el frío marcha por las noches como un soldado

cubierto de niebla.

Quiero ir a mi pueblo, a que me cure el viento de la

madrugada.

A que me vean mi padre y mi madre.

Quiero oír las campanas de bronce, los cerros azules

que suenan cuando llueve;

los altos vientos como ángeles airados,

el Grijalva que se desborda al vientre de la tierra.

 

Luego me viene un ansia, un malestar, un hombro

alucinante nace

de mi espalda, rompe mi clavícula y me detiene a la

mitad de la calle.

¿A qué esperar? Quiero una boca donde dejar mis

labios;

una palabra en voz alta, dicha en mexicano.

 

Estoy ahíto, deslumbro como un animal, disconforme.

Con rencor hacia los hombres miserables.

Porque miserable es lo que dicen, miserables sus

cabezas,

miserable lo que comen. Miserables sus trajes, sus

pañuelos, sus intestinos.

Ahora odio.

Ahora congoja, ahora zapato; ahora, rodilla, no

tiembles.

 

Me vienen ganas de pelear.

Viene una garganta al encuentro de mi voz,

me viene un niño descalzo de palabras y ademanes

que se alborota como un pequeño pájaro.

¿A cómo estamos? Me pregunto.

Acomodo el día.

¿A cómo la comida? ¿A cómo la risa? ¿A cómo la vida?

Acomodo mi cuerpo.

Para darle gusto a mi sangre estoy vivo, para darle

ganancia.

Estoy alerta contra los enemigos, estamos alerta.

Nos han pateado, nos han encarcelado.

Nos meten agujas debajo de la lengua.

Resistimos.

Como los árboles ante el empuje del viento.

¿Y Vosotros qué, y ustedes cuándo? ¿ahora ellos, mañana (no quiero ni pensarlo), tal vez tú y él?

¿cuándo vamos a luchar, cuándo vamos a luchar y

clamar y clamar?

Y bien ¿ahora qué?

¿ahora qué, nosotros?

¡Arriba!

Arriba no pasa nada.

Pasan nubes.

¡Arriba el mitin de los trenes!

¡Arriba la huelga en la mina de hambre!

¡Arriba el acento que trastorna las vocales!

Arriba, las nubes se amontonan como piedras.

 

¿Para qué refugiarse entre los tuyos? No vayas a

ninguna parte.

Decide tu casa, decide el movimiento

de las Estaciones.

No digas más, “si algo pasa que lo cargue el viento”.

No busques remedio a tu dolor, no busques quién te ampare.

No busques el color de la cal en las paredes.

Cuídate de la tos del espíritu, de la tuberculosis de

la indecisión,

de la calentura del lodo.

No busques una mano que te consuele, un abrigo que te

abrigue.

 

¿Dónde nos encontraremos? ¿Dónde avistaremos la calle?

Hay que alistarse,

salir de los hospitales en muletas,

brincar en la mesa de operaciones.

¡Alerta! ¡Alerta!

Parte el viento rumbo al sur. Parte el viento como

una espada.

 

Pero dirás: “primero son mis ojos que se sorprenden con

el descubrimiento de la luz;

primero es el hambre que golpea mi estómago”.

Pero dirás: “primero es curarse, tomar el remedio que

te salve”.

Pero dirás: “yo no quiero escupir sangre en la banqueta

que pisan los niños”.

Pero dirás:” amo el mar”.

Pero dirás: “amo”.

 

Entonces, hay que luchar.

Pelea, fatiga. Pelea, cama, contra mis huesos.

Pelea contra los indignos de llamarse Pedro

o Nicolás.

Pelea, piedra.

Pelea, obrero.

Pelea, aire, contra las aves.

No veles más tu cuerpo.

Asiste a tu muerte.

No veles la noche.

Pelea, luz; pelea, amigo.

 

Si viene el amarillo dale una luna para que aprenda.

Si viene el azul enséñale la línea del horizonte.

Si viene el rojo dale una bandera,

dale tu sangre, aliméntalo en tus venas.

 

Las paredes dicen: levantamos un cuarto.

El calendario señala el día tres de abril como un día

imperecedero.

La ciudad de México está bajo un cielo de humo.

El tórax no me duele; me duele nombrarme a grandes

voces.

Hay un precipicio entre mi boca y mi estómago.

El Diablo carcelero ha cerrado la puerta, ha abierto la

oscuridad,

ha roto la rebelión de los dignos.

Las cadenas dicen: nos enredamos en sus manos como

culebras.

Los altos funcionarios hacen concesiones a la muerte.

Pero las sillas dirán: no se sienten los culpables,

los matadores.

Las casas dirán: no entren.

La enfermedad que mata dirá: asesinos.

Yo diré: asesinos.

Acuso el hambre de matar al estómago, de herir a las

costillas,

de acabar el paso, de abrir los pómulos de la cara,

de enflaquecer la vida.

Yo acuso al agua que da de beber a los criminales.

Yo acuso al aire malo y enfermo.

Yo acuso al señor día, de vivir entre bandidos.

Al señor animal,

al señor banquero,

al señor piedra,

al señor político,

al señor dinero,

de presentarse y de inclinarse ante el señor Estado

que les da de beber y comer para mantener el crimen.

Yo acuso a los periódicos de toda falsedad,

yo acuso al ejército de estar contra el pueblo,

yo acuso a la juventud de ancianidad,

y a los muertos que no hicieron nada, los aborrezco.

No tengo nada contra nadie: nada más odio a los

conformes,

a los aduladores del oro.

Yo acuso a mis hermanos, a mis amigos.

Yo acuso a mis ojos de ceguera,

a mis piernas de no andar,

a mis uñas de tullir a mis dedos:

yo acuso a mis palabras incoherentes,

yo acuso a mi corazón de no gritar,

a mis manos de no empuñar una lanza que derrumbe

al día,

yo acuso a la enfermedad que me doblega

como un árbol lleno de llagas en la corteza,

yo acuso, en fin, a la noche,

de haber violado a una rosa que no era la culpable de

ningún crimen.

 

Por esto, por el fuego,

por la escritura de mi lápiz,

un día más, un mes tan sólo, un año me voy, otro me quedo.

Por mí,

por nadie,

por la vesícula del aire,

por el remolino de mi dolor,

yo estoy.

Yo estoy, sí, esperando la lluvia.

Yo espero sanar y estar bien por el invierno.

La primavera me ha hecho mucho daño.

Ahora mi palabra es ronca, y mi boca tiene tos,

y quiero irme , pero no quiero irme.

 

Estoy bien, amigos míos; estoy mejor.

Me alzo sobre el mar, y veo.

 

El viento es el cordón umbilical de las montañas.

Padezco el mal de amar a mi tierra,

de amar a mis huesos, de amar a mis hermanos.

Porque México, México, mi México.

 

1968

 

2014

 

 

 

En protesta / Óscar Oliva (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 1937)

Fuente: Trabajo ilegal. Poesía 1960/1982. Editorial Katún. 1985.

La expiación

Estoy aquí detenido, en medio, sin objeto.

Puede caer el mundo sobre mi cabeza

y con el mundo los hombres y los animales.

Mas yo busco las piedras, las más profundas piedras,

busco las iglesias y las piedras de las iglesias,

las piedras de los apóstoles y de los profetas,

las piedras de las piedras.

 

Porque sólo las piedras lloran

y tienen ojos

y están tristes en mitad del camino

como yo, que soy una piedra sin límites

cansado y sin océano.

Foto: Juan Rulfo
Foto: Juan Rulfo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La expiación (fragmento) / José Revueltas

Cómo mirar la Revolución Mexicana

Sobre la Revolución Mexicana se pueden escribir y decir muchas cosas, por ejemplo de su influencia en la literatura, en la música, en el cine, en la moda, en la gastronomía, etcétera.

Desmesuradas detiene su mirada en la fotografía.

Y si bien es cierto, en ese tema hay nombres que son más que reconocidos por su destacada obra: Víctor Casasola, Gerónimo Hernández, Hugo Brehme, Antonio Garduño, Abraham Lupercio, Manuel Ramos y Heliodoro J. Gutiérrez, nosotras queremos reconocer a una mujer que ha sido calificada como la primera mujer que retrató a la Revolución, por lo menos en el Sur de México.

Sara Castrejón Reza, nació en Teloloapan, Guerrero el 16 de agosto de 1888 y murió el 4 de noviembre de 1962 en el mismo pueblo que la vio nacer.

Sus primeras fotos de la Revolución están fechadas el 26 de abril de 1911, cuando las tropas maderistas encabezadas por Jesús H. Salgado tomaron Teloloapan, Guerrero.

Según estudios, Sara Castrejón tomó las primeras imágenes 14 días antes que la estadounidense Esther Eva Strauss, quien era reconocida como la primera fotógrafa de la Revolución Mexicana.

 

 

Y para conocer más de esta pionera, Desmesuradas recomienda:

Sara Castrejón. Fotógrafa de la Revolución. Samuel Villela Flores. México. INAH, 2010.

Dame mi soledad

Quiero que me hagas el olvido

como antes me hacías el amor

 

Vendrás.

No tengo ganas de arreglar el cuarto

donde descansaremos o haremos el amor

(según el ánimo, la luna llena

el tráfico con que te hayas enfrentado).

Debería hacerte de comer, lavar los trastes,

así como llevé tu traje a la tintorería.

Pero hoy no tengo ganas de hacer esas cosas,

de vivir el lugar común en que vegeto

junto con las vecinas de abajo y de arriba.

 

El viento de la tarde me recordó el mar,

después vino la lluvia y con ella los sueños.

 

Hoy quisiera acostarme sobre la arena húmeda;

navegar hasta que el cansancio nos deje a la deriva;

liberarme de las cuatro paredes de la rutina;

amanecer sin prisa, buscar leña

y hacer una fogata a la orilla de un río;

aprender los caminos de tus ojos

como si fueran los de un desconocido;

navegar o convertirme en espuma,

en alga, en estrella de mar, en erizo;

pero ya ves,

tu burocracia sólo me da la posibilidad del sueño

y aunque somos amantes, yo cada vez te siento

más esposo y menos compañero.

Foto: Gilles Caron
Foto: Gilles Caron

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dame mi soledad (fragmento) / Marisa Trejo Sirvent (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 1956)

Fuente: Poesía en voz alta. Antología para jóvenes. Volumen tres, tomo II. Secretaría de Educación Chiapas. 2002. Serie: Lecturas sobre la realidad chiapaneca.