Rafael Ramírez Heredia a ocho años de su partida

Rafael Ramírez Heredia, quien estudió la carrera de contaduría aunque nunca la ejerció porque su verdadera vocación fue la de contar cuentos, no cuentas, falleció en la Ciudad de México el 24 de octubre de 2006, y hoy, a ocho años de distancia, Desmesuradas le brinda este pequeño homenaje.

Un homenaje póstumo, ¿por qué?

Por haber sido uno de los más vitales promotores de la creación literaria a lo largo y ancho del país, que formó a varias generaciones de jóvenes escritores a través de sus diversos talleres literarios como los que impartió en Chiapas, un estado al que quiso mucho y le correspondió de igual forma. Pero también por su alma de periodista y espíritu de torero, que escribió gran cantidad de cuentos, novelas, crónicas y reportajes tan memorables como el Rayo Macoy, La Jaula de Dios, con M de Marilyn y La Mara, sólo por decir mis favoritos, nos dice el narrador Fernando García Domínguez, alumno de Ramírez Heredia, quien además recuerda al escritor como un gran conversador, un excelente anfitrión y un amigo entrañable, que supo hacerse querer por cada una de las personas a quien él decidía mostrarse como amigo.

En sus talleres sorprendía con su capacidad de escucha y análisis de textos; que no importando la naturaleza o calidad de éstos, siempre escuchaba atento hasta el final para aportar con su particular estilo, para algunos duro y para otros jocoso, las críticas siempre acertadas y enriquecedoras, señala García Domínguez.

Y podríamos seguir hablando de su gran dominio de la técnica narrativa, agrega Fernando García, que le permitió a Rafael Ramírez Heredia recrear toda suerte de escenarios en los que el personaje principal siempre fue el rico discurso de los pintorescos personajes creados o recreados literariamente por él… pero mejor iniciemos la charla con el escritor:

 

Foto: Mariauxilio Ballinas
Foto: Mariauxilio Ballinas

Rafael Ramírez Heredia y el oficio de escribir*

Leticia Bárcenas González

 

-¿Qué papel juegan los talleres literarios en la generación de nuevos escritores?

–Éstos siempre han sido parte de los escritores aunque ello no signifique que sean definitorios. Un escritor puede serlo si tiene capacidad para ello, con o sin taller y, a veces, pese al taller, cuando le toca un mal director.

Los talleres, aunque son necesarios para algunos, no hacen escritores, sirven para los que sirven. Los que no tiene talento, así se pasen 50 años en talleres literarios, nunca van a salir de su esfera. Para ser escritor se requiere mucho más que un taller.

-¿Qué se requiere?

–Primero, que el que quiera serlo tenga la absoluta convicción, necesidad, deseo y determinación de serlo. Que sea una persona con una gran preparación cultural, que haya leído mucho. Que esté dispuesta a arrastrar todo lo que ser escritor implica: tener menos dinero que los demás, trabajar más que los demás, estar sujeto a una permanente lucha, a estar siempre enfrentado consigo mismo pero, independientemente de todo, que tenga una absoluta convicción de que eso es lo que quiere ser. Esto se va dando con los años, tras un permanente convencimiento de “yo quiero ser escritor” hasta llegar a un “soy escritor”.

El hombre que quiere ser escritor es un hombre, o una mujer, de raza, que determina, primero que nada, inclusive antes de sus condiciones personales, ser escritor.

-¿Cuál es su opinión sobre los jóvenes escritores chiapanecos?

–Es muy difícil hablar en términos generales de una población determinada, que además, cae en una esfera especial para mí porque tengo una gran deferencia por los chiapanecos. Inclusive, en algunas partes me han preguntado si soy chiapaneco por mi identificación. No lo soy, pero quisiera serlo. Por eso, tengo la idea de que cuando hablo de los chiapanecos siempre hay una luz detrás de mí que me está hablando del cariño que siento y entonces mi contestación nunca va a ser objetiva.

Chiapas ha tenido graves problemas desde el punto de vista narrativo. Desde el punto de vista poético, no soy un especialista aunque leo mucha poesía, creo que la figura de don Jaime Sabines, así como en Chile la figura de Pablo Neruda, aplastó a las siguientes generaciones. En el caso chiapaneco, la presencia y la figura de Jaime Sabines hizo que los poetas caminaran siempre en torno a esa gran figura, olvidando a otros poetas de gran envergadura que tiene Chiapas, como Óscar Oliva y Juan Bañuelos. Esos poetas no lograron dar el “porrazo” brutal porque la figura de Jaime Sabines estaba ahí y eso que vemos en dos o tres escritores lo podemos señalar de toda una generación. Chiapas necesita, respetando profundamente la figura y el trabajo de don Jaime, limpiarse de don Jaime, tener voces auténticas.

Por el lado de la narrativa, Chiapas se fue colgando de una mentira repetida mil veces: “En Chiapas das una patada a una piedra y sale un poeta”, “En Chiapas todos son poetas, hasta que demuestren lo contrario”, “Chiapas es poesía”. A Chiapas empezaron a colocarle la etiqueta de poesía y lo pobres narradores se fueron escondiendo, haciendo a un lado; lo que queda sin duda es la obra de Rosario Castellanos, que sin ser chiapaneca de nacimiento, lo era de sangre, y por tanto, la señalo como chiapaneca sin duda alguna… ahí quedó su trayectoria como gran narradora. Después de Rosario Castellanos ha habido intentos de buenos narradores pero ninguno ha alcanzado los mismos niveles.

Espero que las siguientes generaciones de narradores chiapanecos den de qué hablar. La lucha que hemos estado dando estos dos últimos años (en el taller) es para formar escritores; no he estado contento con los resultados, hace falta más presencia de la gente, como que hay un poco de abulia, de flojera, no se han entregado, salvo algunos. Deseo que en los siguientes años, la narrativa chiapaneca alcance ese punto que todavía no ha logrado en los últimos años.

-¿Cuál es la diferencia entre pensar como escritor y pensar como lector?

–Lo he dicho en el taller, entre el lector y el escritor tiene que haber una comunión. El autor tiene que pensar como lector y el lector como autor, el que quiere ser escritor, por supuesto. El lector tiene que ser un lector dedicado a la literatura, no un lector común. Un lector que quiere ser escritor es alguien que tiene que ver con lupa el trabajo que está haciendo y no sólo dejándose llevar por las frasecitas, o por lo especial que pudiera tener el texto, sino ver su arquitectura, el trasfondo, cómo está armado, cómo está solucionado, cuáles fueron los recursos utilizados para realizar de un texto literario un verdadero ensayo.

Que el lector, que también es autor, al leer sepa que está plantado frente a algo vivo que le puede dar resultados… que descubra cómo está armado por dentro ese texto y sin copiar, porque en literatura no se puede copiar, nunca hay dos textos iguales, puede darse cuenta de cuáles fueron los artilugios, las ideas, la maña, el oficio, el talento, la malicia para poder hacer ese texto y que a su vez, él aprenda esas formas en que se puede hacer un texto literario, entonces tiene que leer el texto con ojos de escritor y escribir con ojos de lector.

-¿Qué opina de que un escritor escribe mejor cuando está enamorado?

–Hay escritores que sí ya que hay un motor que les alienta. El escritor no es más que un ente sujeto a las temperancias de su externo y de su interno. No es un individuo solitario que está sentado en un rincón de su casa sin que los efluvios de la vida externa lo afecten. El escritor por el simple hecho de serlo no es mejor ni mayor ni es más importante que otro y sí puede funcionar con estímulos, es decir, un escritor que tiene un estímulo puede llevar mejor las cosas, hablo del amor pero en última instancia el escritor puede ser estimulado a base de una copa, a base de un dolor, a base de un recuerdo, algunos mediante la droga, yo nunca lo he hecho y no por problemas morales, simplemente a mí no me interesa la marihuana ni ninguna otra droga.

En ocasiones cuando se habla del amor, tema que a mí me interesa profundamente, el escritor funciona casi como un canto al ser amado, casi está escribiendo una elegía al hombre o la mujer amada porque cree que por mediación de sus palabras puede hacerle llegar ese amor, pero eso no es más que una creencia.

Creo que el escritor no puede funcionar a base de estímulos determinados, por eso no lo pondría como una receta.

-Entonces, ¿tampoco es cierto que una niñez infeliz es el mejor patrimonio de un escritor?

–No, creo que no. Conozco a muchos escritores de diversas partes del mundo y no creo que si fuera preguntándoles a cada uno de ellos, escritores muy buenos y algunos muy importantes, si una niñez infeliz los hizo ser escritores, no sería lo justo, porque si fuera así pondríamos una fábrica de escritores… Yo fui un niño absolutamente feliz. Lo que más recuerdo con mayor cariño en mi vida, es mi infancia en Tampico, nadando, pescando, buceando, en medio del calor comiendo guayabas y caminando semidesnudo por ahí, en las albercas.

Recuerdo mi niñez con un amor y con una pasión brutal; quizá mi problema sería que no hubiera querido dejar de ser niño. Hubiera querido ser siempre un niño metido en la laguna y tostado al sol. En mi caso no hay una niñez infeliz y conozco a muchos escritores que tampoco fueron niños infelices.

-¿Y qué opina de que las caricias soñadas son las mejores?

–Todo lo soñado es lo mejor porque es lo que no se alcanza.

-¿Escribe todos los días o sólo cuando hay inspiración?

–Escribo todos los días. No creo en la inspiración. El escritor profesional tiene que ser un individuo que escriba todos los días.

Mi familia y yo tenemos que comer todos los días y yo vivo de la escritura, no soy dueño de ningún patrimonio, ni soy un funcionario público, ni soy diputado, ni presidente municipal, ni soy dueño de una talabartería. Lo único que tengo es mis dedos y mi cabeza para escribir. Vivo de lo que venden mis libros, de mis conferencias, charlas, talleres, de lo que escribo en periódicos y revistas; todo alrededor de la literatura, entonces, pensar que tendría que comer cada vez que estuviera inspirado sería falso. Esto desde el punto de vista pragmático.

En cuanto a la creatividad, la inspiración es un elemento muy frágil. El escritor que se sienta frente a su máquina o su computadora todos los días, como si fuera una religión, a la hora o las dos horas, ya está escribiendo algo. El escritor que está caminando, o que está en el cine o en el futbol y siente que le llegó la inspiración a lo mejor tiene que salirse y entonces descubre que la inspiración es un elemento molesto porque lo ataca en los momentos menos precisos. Y no lo creo, la inspiración no es una prostituta o un duende que llega en la noche. La inspiración es el producto del trabajo y el esfuerzo, del oficio. Tampoco quiero decir que esa inspiración no se pueda convertir en algo brillante.

-¿Utiliza tarjetas de apuntes o todo lo deja a la memoria?

–Depende del libro que esté escribiendo pero, por regla general, cuando estoy escribiendo un libro que tenga una determinada configuración y necesite que deba ayudarme en ello, utilizó todos los recursos, desde el internet hasta libros y mapas.

Cuando estoy escribiendo un libro de determinado lugar en el que requiero información leo mucho y, sobre todo, voy al lugar de los hechos, para conocer el habla de la gente, los olores, los colores, los sabores, los sitios, las plantas, los animales, para poder escribir con un conocimiento de causa.

 

En la entrevista / Foto: Gabriela Barrios García
En la entrevista / Foto: Gabriela Barrios García

 El mayor problema técnico para escribir es existir

-¿Qué autores han tenido influencia sobre su manera de narrar?

–No creo en los autores que consciente o inconsciente hayan influido en mi literatura. Esto es como los amores, los olores, los tiempos, los deseos. Los autores que determinaron mi obra literaria fueron a través de muchos años y no puedo señalar uno. Desde niño fui un gran lector, por lo que puedo decir que tuve diversas etapas de lector y desde muchísimos años antes de que me atreviera a escribir una sola línea leí a (Emilio) Salgari; era determinante para mí y estoy seguro de que de alguna manera, tal vez inconsciente, Salgari permea lo que escribo.

Acabo de terminar un libro que publicará la editorial Solar en su colección de erótica, un libro absolutamente erótico que va a causar ciertas molestias a los buenos oídos y las buenas conciencias y ahí está involucrado Salgari, que nada tiene de erótico, pero ahí están mis recuerdos funcionando.

¿Cómo puede un autor como Salgari influir cincuenta años después en mi literatura? Pues porque me fue importante. Y así como lo fue Salgari cuando fui niño, quizá cuando fui joven lo fue Hermann Hesse o Julio Cortázar, o infinidad de autores, de tal manera que tendría que hacer una larga lista no sólo de los autores que han influido en mi existencia literaria sino de los que en su tiempo fueron valiosos.

Tal vez ahora no volvería a leer a Salgari ni a Michel Zevaco otro de mis autores más que preferidos. Mis padres se mostraban a veces sorprendidos de que un chico como yo, que era absolutamente diabólico, que jugaba futbol, que hacía toda clase de canalladas, que era de verdad un problema en mi casa, peleonero, trompeador, tuviera largos días metido en casa leyendo a Michel Zevaco. Creo que a mi padre le gustaba que fuera un chico normal, más que normal porque era muy guerroso, y al mismo tiempo fuera tan absolutamente lector.

Mi padre fue un gran lector, un hombre que escribió muchos libros, 15, y mi abuelo, Rafael Ramírez Castañeda, el creador de las escuelas rurales en México, escribió 175 libros; mi abuelo materno, don Atenógenes Heredia, también era un hombre al que le gustaba mucho la lectura, de tal manera que desde niño yo tuve a mi alrededor la literatura, esto significa que un escritor –supongo que les sucederá a otros– no puede tener dos o cinco o diez autores que le hayan sido decisivos en su historia sino es toda una vida de lecturas. Es en diferentes etapas que se hacen presentes, de tal a tal año es uno, de tal a tal año es otro, y así… Si hay que ajustarse a una realidad muy definitoria, entonces señalaría a (James) Joyce, Henry Miller, (Franz) Kafka, (Fiodor Mijailovich) Dostoievsky, Gabriel García Márquez, don Julio Cortázar, Emilio Salgari, Hermann Hess, una cantidad terrible de autores que de alguna manera son mis héroes literarios, y estoy seguro que inconscientemente trato de emularlos, aunque no escribir igual sino simplemente tener elementos de ellos.

-¿Cuál ha sido el mayor problema técnico que ha enfrentado al escribir?

–Eso es muy difícil de contestar. El mayor problema técnico es existir, carajo. No hay un mayor o menor, siempre hay un problema técnico. Simplemente sentarse frente a la máquina todos los días en la mañana, ya es un problema técnico; a veces algunas novelas tienen un grado mayor de dificultad que otra. Creo que el mayor problema de un escritor es escribir.

-¿Y qué le ha resultado más sencillo: la crónica, el cuento, la novela o el teatro?

–Nada es sencillo. Cada uno tiene sus bemoles, sus caminos, sus funcionamientos… Cada género literario tiene su sintaxis, su visualización, sus objetivos; no hay nada sencillo. En literatura, quien diga: este género es más sencillo, es que no sabe de literatura. ¿Qué es más sencillo, construir un puente en el Paraná o un puente en el Mato Grosso? Las dificultades son las mismas. Para mí todos los géneros son muy difíciles y tengo que arriesgar mucho con ellos.

He dejado el teatro porque ahí entraban otras consideraciones extraliterarias. El teatro se escribe con la misma consideración, fuerza, intensidad y con los mismos peligros, esfuerzos y dificultades, pero al acabar la obra entran otros elementos. Cuando acabo una novela me enfrento a mi editor, que por fortuna tengo el mejor del mundo (Alfaguara), le entrego mi novela y ya no tengo ningún otro problema. En el teatro, no. Termino el libro y tengo que llevarlo a un director que lo lea, después el director tiene que contratar a los actores y después hay que vender los boletos si no los actores, el director y yo, no comemos. Tengo que andar tocando la puerta a diez mil personas. En la novela sólo somos mi editor y yo. Por eso he dejado el teatro, aunque no por completo. En la vida no se deja nada. En algún momento volveré a escribir teatro. Tengo amigos, como Víctor Hugo Rascón Banda, que me alientan y el ir a ver mis obras al teatro me da un gran gusto, entonces pienso que eso si es verdaderamente la creación, la magia: de la nada salieron las palabras, se pusieron en el papel, de ese papel se hizo un libro y ahora esta gente de repente abre la cortina y se oyen las palabras, entonces digo, mira eso yo lo inventé… me gusta esa magia.

-Una vez que ha escrito un texto, ¿cuánto tiempo lo deja “enfriar” antes de revisarlo?

–Depende del texto, del momento, del temperamento con que me encuentre. Escribo un textos muchas veces, lo corrijo muchísimas veces antes de poder señalar que está terminado en su primera etapa. Lo puedo dejar por meses, tres, cuatro, cinco, y pueden suceder cosas: que diga ya está bien o que diga hay que cambiarle, ajustarle. También hay trabajos que nunca salen; tengo una novela que ya está terminada pero que no estoy conforme, aunque esté seguro que si la llevo a mis editores la publican.

Mi primer libro lo publiqué a los 22 años. Si hubiera tenido mayor prudencia, mayor estabilidad mental no hubiera publicado muchos de mis libros o los hubiera publicado de otra manera, pero en este momento ya tengo la capacidad para decir esto sí, esto no, o esto que se espere. Esto es algo que cada autor debe entender y sentir como parte primordial de su existencia y saber que cada libro y autor tiene sus propias reglas. Esto no podemos generalizarlo. Por fortuna, la literatura no es de recetas de cocina. Cada etapa tiene su momento difícil, lo que la hace absolutamente encantadora porque no hay nada que se repita.

-Y ya publicados, ¿los vuelve a leer?

–Noooo, no, no. Ya los he leído lo suficiente. Nuca he vuelto a leer un libro mío ya publicado. No quiero decir que no les he echado una mirada o que no haya tenido, por necesidad o por alguna petición, que leer algún fragmento. Pero de principio a fin, ninguno. Ni loco. Y algunos libros de los años 70´s no quiero ni siquiera verlos.

-¿Qué opina de que todo relato empieza con un final?

–La diferencia entre el periodista y el escritor es que el primero escribe sobre lo que sabe, el narrador escribe sobre lo que cree que no sabe, pero sabe. Cuando el escritor es un hombre que ya tiene oficio y malicia intuye cuál debe ser el final. Aunque no lo tenga muy claro. Cuando comienzo a escribir, toda la metodología interna de mi cerebro está funcionando para ese final que aún no lo tengo claro, pero que en mi cerebro sí está claro. El género cuento es muy parecido a la vida y la novela es quizá, también, un cuento pero más largo. Cuando el niño sale del vientre de su madre empieza a vivir pero también a morir, el cuento es así, conforme va avanzando va creando las condiciones para su final; para eso se requiere oficio, talento, imaginación. Puedo escribir buenos o malos cuentos pero esos son los elementos que debo buscar en mi vida para escribir, eso es lo que tienen que entender los compañeros de los talleres literarios: escribir no es una tarea sencilla. Es una tarea en donde tienen que involucrarse mucho tiempo.

-¿Sus personajes están basados en personas reales?

–Es una pregunta muy general, la respuesta sería sí y no. Pueden tener 99 elementos de una persona real y uno irreal o pueden tener 99 elementos irreales y uno de una persona real. Inclusive, hay personajes que se parecen unos a otros. Todo está en función del texto literario.

-¿Usted se ha convertido en alguno de sus personajes?

–No de una manera determinante. Debe haber cosas en muchos personajes pero, conforme el tiempo pasa, cada vez me voy alejando más de ellos. Al principio, como todo escritor novato, el mundo giraba alrededor de mi porque no tenía otras cosas, más adelante el mundo fue girando con su propia velocidad y yo no soy más que un relatante del mundo y lo que menos me importa dentro de esos narradores soy yo.

Primero limpié mis neurosis, escribí un libro en los 70’s que se llamaba Camandola en donde eché fuera todos mis angustias, todos mi dolores; a partir de ese momento empecé a caminar por un sendero en donde nada tenía que ver con la literatura, como personaje.

-¿Se ha molestado alguna vez con uno de sus personajes?

–No. Los personajes me pueden desagradar como personas, pero si me están desagradando es porque me están agradando literariamente, lo que significa que están bien logrados, trabajados, bien construidos. Realmente no tengo una relación muy precisa con los personajes; ellos son parte de un entorno que, estoy muy consciente, no es mi vida. No me desagrado con ellos. Los personajes funcionan por su lado. Son parte de un mundo que no es mío.

-¿Cómo elige el nombre de sus personajes?

–Lo que primero hago es definir a los personajes, cómo son: gordos, flacos, altos, chaparros, prietos, güeros. Después cuál es su forma de vestir, de manejar las manos, su forma de hablar, etcétera. Posteriormente qué filias y qué fobias tienen. Cuáles son sus maneras, sus manías. Ya definido totalmente le doy el nombre que corresponda a esas características y no al revés.

-¿Es cierto que ya todo está narrado?

–Sí. No hay ningún tema nuevo, lo que tiene que hacer el escritor es cambiar las formas de presentarlo para que lo ya conocido, parezca nuevo.

-¿Me puede hablar sobre lo que está escribiendo?

–No. En ese sentido soy muy supersticioso.

-¿Y qué está leyendo?

–Leo varios libros a la vez. Es una mala costumbre pero ya la tengo dominada. Estoy leyendo una novela del maestro Carlos Fuentes que se llama La silla del Águila y una novela de David Martín Del Campo titulada Después de muertos.

-A sus 61 años ¿cuántos libros ha leído?

–No sé. No tengo la menor idea pero han de ser varios miles.

-¿Cuál fue el primer libro que leyó sin que fuera una tarea escolar?

–Un libro de un autor italiano que se llama Edmundo De Amicis que se llama Corazón, diario de un niño.

En la entrevista / Foto: Gabriela Barrios García
En la entrevista / Foto: Gabriela Barrios García

-¿A qué edad?

–A los 6 o 7 años. Fui un niño medio precoz, entré a la primaria –en esos años se permitía– a la edad de 5 años y ya leía desde antes porque mi padre y mi abuelo me permitieron la entrada a ese mundo de los libros. Tal vez antes hubiera leído otros libritos de cuentos como Tantarín de Tarascón, pero un libro más formal fue Corazón, diario de un niño y lo recuerdo con gran nitidez.

-¿Qué libros influyeron más en usted?

–En la primera parte de mi vida Emilio Salgari y Michel Zevaco, creo que ambos me enseñaron a ser buen lector. No quiero decir que influyeron en mi literatura pero sí en mi carrera de lector.

-¿Es cierto que quien no tiene oído no será un buen escritor?

–Depende. El que trata de reproducir los sonidos y las palabras de la gente sí. También existen escritores, en donde intentaría colocarme, que más que reproducir los sonidos y las palabras de la gente y su tonalidad, intento construir un lenguaje que parezca pero que no es, es un lenguaje construido.

 

 La felicidad consiste en perseguirla

-¿Corridos o boleros?

–Boleros.

-¿Cuál es su favorito?

La Señal, de Álvaro Carrillo.

-Si la poesía es como el pan (por lo que se debe compartir), la prosa es como…

–Una baguette, que también hay que compartir, nada más que tiene más aderezos. Y no siempre los aderezos son mejores, en ocasiones el pan solo sabe mejor.

-La novela perfecta:

–No existe todavía, ni se acerca mucho a la perfección. Si hubiera una novela perfecta en ese momento se acaba la literatura; siempre debe haber una nueva forma, una nueva modalidad, una manera. La novela perfecta no existe aunque se busca la perfección. Todo autor en el mundo, por más famoso que sea, intenta escribir la novela perfecta y puede acercarse pero no llega a ser perfecta porque la perfección no existe.

-Entonces tampoco existe el cuento perfecto:

–Tampoco existe.

-El cuento que más ha disfrutado escribir:

(Después de pensarlo unos segundos) –Todos. Disfruto lo que estoy haciendo en ese momento; cuando el texto, cuento o novela, ha terminado y ya no es mío, es decir, sale publicado y la gente lo lee ya no puedo disfrutarlo. Pero en el proceso de la creación, que es el disfrute, el gozo, el dolor, la angustia, la brillantez, la negrura… El creador disfruta de todos los conceptos. Si se precia de serlo, el escritor tiene que estar muy consciente de que la construcción de su trabajo implica una entrega y ésta siempre es dolorosa, aunque no siempre es dolorosa de dolor; el parto también es doloroso pero al mismo tiempo es festivo y gozoso. Yo gozo con cualquiera de los textos que esté escribiendo, lo que podríamos pensar es con qué cuento, qué libro o qué novela he tenido un disfrute después de la creación, porque después de pasado un tiempo uno puede quedar más satisfecho con uno que con el otro, aunque, en última instancia, esa insatisfacción es permanente. Siempre, por lo menos yo, quedo con la sensación de que algo faltó, de que algo se dio pero que no pude detectar y me quedo con la duda y esa duda es la que implica la no perfección; si no existiera la duda aparentemente fuera perfecto.

-Futbol no, toros sí ¿por qué?

–El futbol es un deporte al que no odio, ni mucho menos, pero no soy aficionado ni voy a verlo porque no me interesa. La diferencia sustancial con los toros es que el futbol es un deporte y los toros son una expresión de arte. A mí no me importa ver a un torero que no sea un artista, que se dedique a ser torerías, valga decir esa palabra que no existe, mediante el poder, la fuerza o el dogmatismo taurino. Lo que me importa de un torero es la configuración que se hace para realizar en un momento, casi de segundos, el arte. El arte taurino es el más efímero que existe porque en el breve espacio que dura el lance (con la capa) o el pase (con la muleta), que son cuatro o cinco segundos, es donde se da su esplendor; eso no puede ser repetible, aun cuando lo vuelva uno a ver en película o en video, en una escultura o en una pintura, sólo el que lo vio en la plaza puede tener la sensación inmensa, ese placer brutal que existe y se manifiesta en el cuerpo al sentir ese momento tan brillantemente corto. Es un arte efímero, por eso no puedo más que compararlo con las otras expresiones del arte y no con alguna expresión deportiva. La fiesta de los toros no es un deporte aunque, en México, lo colocan en los periódicos deportivos y cuando hablan en televisión lo incluyen en la sección de deportes; no debe ser así, la fiesta taurina debe ser analizada en la sección cultural de los periódicos y en los noticiarios televisivos en el espectáculo cultural, los toros son igual que una ópera, sólo que el toreo no tiene un guión, éste se va escribiendo en el momento mismo que se está realizando.

-Para usted, ¿qué es el mar?

–Para mí representa todo. Nací junto al mar pero no solamente por eso me llama profundamente la atención. El mar es el principio y el fin de la vida; de ahí nace la naturaleza y de ahí nace el hombre pero, independientemente de estas razones que aparentemente son lugares comunes, podría señalar que para mí el mar es el descanso, la vitalidad, la fuerza, la intensidad, el gusto, el sentirme muy cercano a la presencia, no de Dios, pero sí a la del infinito porque parado junto al mar y en la soledad, se da uno cuenta de su infinita y pequeña estatura física y moral ante la inmensidad que representa algo tan bello como el mar.

Le he escrito mucho al mar, tengo muchos libros, cuentos, fragmentos, etcétera, en donde el mar es siempre un ser omnipresente que está colocado en todas partes porque para mí representa todo, paradójicamente, siendo un hombre del mar, vivo lejos del mar, en dos ciudades que están lejos del mar: México y Madrid. Y aun cuando voy a lugares que están cerca del mar, no me he metido en él porque no he tenido la posibilidad.

Hace poco estuve en Santo Domingo, que es una ciudad frente al mar pero que, al igual que en La Habana, es un lugar lleno de rocas y es imposible meterse al mar. Yo gozo y espero algún día pasarme una larga temporada frente al mar, metiéndome y jugando con el mar. Cuando fui joven y todavía no existía Cancún, viví varios meses en Isla Mujeres y trabajé de lanchero junto con otros compañeros de aquellas épocas, que vivían en Isla Mujeres: el “Chilero” Martínez, el “Picho” Magaña, que espero todavía vivan si no es que se los comió el trago y las gringas, porque ahí había mucho de eso. Entonces, yo trabajaba con el mar, junto al mar, para el mar y comía del mar, siempre me ha quedado ese recuerdo, y cada vez que me encuentro en situaciones dolorosas o con angustias o con depresiones, pienso en el mar como la salida absoluta de todos mis males.

No me gustan las montañas, no me gusta el frío; soy feliz donde hay calor, aquí, en Tuxtla Gutiérrez, me siento absolutamente cómodo, el calor no me afecta, ni me molesta, ni me desgasta, ni mucho menos. Los mares del norte que me ha tocado pasar en Islandia, en Inglaterra, en el norte de Francia o en el norte de España, donde el mar es muy bonito pero es muy frío, inclusive el mar mediterráneo no me resulta agradable porque es frío y está lleno de piedras. Para mí el mar es sinónimo de tropical, con palmeras, con calor, arena blanca, con playas tibias, eso es para mí el mar.         l

-¿Y la felicidad?

–La felicidad consiste en perseguirla.

-¿Obscenidad, pornografía o violencia?

–Todo es válido para la literatura. Creo que la pornografía es el erotismo sin chiste y la violencia es parte de la vida. La obscenidad es cuestión de mentalidades. Si el asunto se trata con amor e intensidad, todos los aspectos y las fórmulas verbales se deshacen porque la pornografía se puede convertir en romance, la violencia se puede convertir en elegía y la obscenidad se puede convertir en intensidad, de manera que tan sólo es fórmula, conforme la sociedad lo marca. El ser humano es el que le da valores y antivalores a las palabras y a las acciones.

-Su novela erótica:

–No tengo una novela erótica per se, pero puedo hablar de toda la colección de La Sonrisa Vertical, que se edita en España, en la que hay novelas muy buenas como Las edades de Lulú, que es muy intensa. El riesgo que puede existir es que el erotismo se confunda con un pasquín de mala muerte, en donde se escribe para mentes que no tienen la apertura necesaria y que requieren precisamente de ese tipo de antivalores para estimularse sexualmente. Como sucede con las novelas policiacas, en donde el gran número de malos escritores y de malas novelas han hecho que el género policiaco pueda parecer cliché y ser un mal género o ser considerado como un género menor.

En cuanto a las buenas novelas eróticas está El amante de Lady Chaterley, de D.H. Lawrence, que es una estupenda novela y es absolutamente erótica, o las novelas duras y violentas como las que tratan del sexo del Marqués de Sade: Justin o los infortunios de la virtud, La filosofía en el tocador, Los 120 días de Sodoma, Valmor y Lidia, La nueva Justine; estas novelas que resultan duras y brutales transitan por el terreno aparentemente de la dureza, pero que están constituidas con otra forma y de otra manera. La novela erótica es una de las muchas fórmulas literarias existentes y no por eso debemos menospreciarla ni atacarla. Es tan importante como cualquier otro género o subgénero literario.

-En poesía, ¿Jaime Sabines u Octavio Paz?

–Sin duda, Jaime Sabines

-En bigotes: ¿Dalí o Zapata?

–Zapata

-¿Es cierto que en Tamaulipas se vive mejor?

–Para el que vive ahí, sí. Se vive bien en cualquier lado que uno quiera vivir bien. Yo no vivo en Tamaulipas desde hace mucho tiempo, salí de Tampico cuando tenía 8 años de edad. Aunque me queda muy poca familia ahí, sigo teniendo una raigambre muy fuerte en Tampico. Amo mi puerto casi con la locura, donde escribo casi siempre sale Tampico.

Ahora que estoy revisando el próximo libro que va a editar el Fondo de Cultura Económica, un libro de 570 páginas llamado La condición del tiempo, en donde reúnen 27 cuentos míos escritos a lo largo de diferente tiempo, me he dado cuenta de la gran influencia que ha tenido Tampico sobre mí, su mar, su calor, su humedad. Lamentablemente no puedo vivir ahí. Creo, sin embargo, que en Tampico como en otras partes del país, se vive con las mismas altibajas, es decir, la gente que vive en Tuxtla Gutiérrez debe tener problemas similares a los que viven en Tampico, en un país agobiado por el neoliberalismo, agobiado por los torpes problemas políticos que no se han manejado, un país con una dependencia brutal de Estados Unidos, cada vez más dura; una injerencia más profunda de los norteamericanos que, a veces, aunque nos demos cuenta, no queremos aceptar. Paradójicamente, el primer pueblo de Tamaulipas, el que está más pegado al mar se llama Bagdag. A ese Bagdag Estados Unidos no lo ha conquistado.

-¿Una copa de vino en un buen restaurante o una cerveza fría junto al mar?

–Sin duda, una cerveza fría junto al mar. También me gusta tomar un buen vino, especialmente si es de la Ribera del Duero, en un lugar, aunque no sea muy bueno pero que tenga intensidad, con una buena comida y sobre todo una buena compañía, pero una cerveza fría junto al mar, para mí, es sinónimo de la libertad.

 

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Rafael Ramírez Heredia nació en Tampico, Tamaulipas el 9 de enero de 1942. Maestro en historia de México, lleva toda una vida dedicada a la literatura. Paralelamente al oficio de escritor, se ha desempeñado como periodista, conductor de programas de radio y televisión, promotor cultural, conferencista en México y el extranjero, profesor de literatura y como director de talleres literarios.

Ha ganado diversos premios a nivel nacional, entre ellos el de teatro (1976), el de novela (1978) y el de cuento policiaco (1990). En el extranjero, en 1984 obtuvo el Premio Internacional Juan Rulfo que entrega el gobierno de Francia.

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Rafael Ramírez Heredia en la presentación de su libro «Otra vez el Santo», en el Centro Cultural de Chiapas Jaime Sabines. 2006

Fotografías: Mariauxilio Ballinas.

 

 

 

*Entrevista publicada en tres partes en el diario Expreso Chiapas, 27, 28 y 29 de mayo del 2003.

Textos de amor y desaliento

Poder decir que le he amado

que le amé

durante largas

larguísimas veladas

no llorar

no ponerme triste ni dolerme.

 

Saber que de su cuerpo no queda más que el hueco

de su sombra sólo el aire frío

no querer asirlo ni abrazarlo.

 

Después de tantos años

no pueden ser sino el primer asomo del olvido

esta paz

este sosiego

que me envuelven.

 

Lentamente quedamente van cerrándose

todas las puertas y visillos

a quien sólo supo desatar tormentas.

Foto: Gabriela Barrios García
Foto: Gabriela Barrios García

 

 

 

 

 

 

 

 

Textos de amor y desaliento (fragmento) / Marirrós Bonifaz (Comitán de Domínguez, Chiapas. Julio 24 de 1957)

Fuente: Poesía en voz alta. Antología para jóvenes. Volumen tres, tomo II. Secretaría de Educación Chiapas. 2002. Serie: Lecturas sobre la realidad chiapaneca.

Mujer de entre mis bersos

Cuando no la conozco abro la voz de su recuerdo. Dejo

instalarse en mi cabeza cada parte suya como para

olvidar que existe un olvido. En esa claridad de sus

pisadas le siguen mis palabras versificando sus labios.

Paso a paso mis pies siguen el peso de su ausencia, la

sostengo entre las manos y toda se me escapa, toda ella

se me escurre, toda se me va y me la pierdo.

Foto: Gabriela Barrios García
Foto: Gabriela Barrios García

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fernando Trejo (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 1985)

Poemario: bérsame. Secretaría de Educación Chiapas. 2011.

Paisaje interior

¿dónde está el tiempo de las noches pasadas,

el sueño de mis antiguas exploraciones?

Te busco y te diluyes, te evaporas,

eres la máscara de la distancia, paso de un cuerpo a otro,

siempre lo otro, el sueño, rostro indescifrable, torre de agua,

pilar de sombras y actos y presencias,

vaho del sueño, espanto del yo que es todo y es

perpetuamente nada

mundo sin faz ni imagen, la memoria se levanta, daga del

ser,

la memoria se erige como sombra…

Foto: Leticia Bárcenas González
Foto: Leticia Bárcenas González

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Paisaje interior (Fragmento) / Ignacio Ruiz (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 1976)

Poemario: La canción del desterrado. Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (Chiapas). 2004. Serie Biblioteca popular de Chiapas.

Con derroche de creatividad, concluye taller de Rubén Segal en San Cristóbal de Las Casas

Rubén Sagal/Emilio Ruiz
Rubén Sagal/Foto: Emilio Ruiz

El círculo abierto es el título del taller que impartió por primera vez en Chiapas el artista, director y docente, Rubén Sagal, dirigido a directores, actores, bailarines, cantantes y músicos de diversas partes de la República, promovido por el director de escena Jorge Escobar.

Desmesuradas tuvo la oportunidad de platicar con este creador argentino, que ha viajado a diversos lugares del mundo motivado por el amor a la docencia y el deseo ferviente y honesto de querer trabajar para unir a la gente que llega a sus talleres, a través de la “Ley del ritmo”.

Texto: Gabriela Barrios García/Foto y Video: Emilio Ruiz

¿Imparte solo los talleres?
No, siempre vamos en equipo, cuando las condiciones lo permiten, porque a veces es difícil por costos viajar entre muchos y que se pueda asumir un gasto para trasladar a cuatro o cinco del equipo, pero lo que hacemos a veces es compensar con que alguien del lugar se integre, acá está haciendo de músico-acompañante Paco (percusionista de Chiapas) y fantástico como si hubiéramos trabajado toda la vida juntos.

No nos gusta dar ningún tipo de taller o seminario individualmente, porque parte de la pedagogía que buscamos es no estar centrado en la figura de alguien, no es un concepto de que es un «maestro», un «gurú» al que hay que seguir ni nada, es como un equipo que se encuentra con otro equipo, igual que pasa en el teatro, un grupo de gente que prepara algo, que va a compartir la mesa con los que vienen y allí estamos todos a la mesa.

¿Cómo logra la integración de los participantes?
La primera cosa es que uno tenga el deseo ferviente y honesto de querer trabajar para unir a la gente que viene al taller, más que hagan bien las cosas, que las hagan juntos, como si fuese la primera condición interna, que vino casi como genética, el deseo de un latido compartido, como una pulsión hacía eso, a romper lo individual, por lo menos por un rato, después las herramientas que a veces usas para eso, que también fueron encontradas intuitivamente, no fueron elaboradas, fue por trabajar a través de la percusión, de las vibraciones sonoras, del ritmo como concepto de ciclos de tiempo y espacio, que son como cosas más grandes que uno mismo, entonces sirven para aglutinar a la gente más allá de la consciencia.

¿Cuál sería el objetivo que busca en cada participante?
La expansión de la consciencia.

Jorge Escobar, director de escena que hizo posible el taller de Rubén Segal / Foto: Emilio Ruiz

¿Cómo hace con el manejo de los egos?
Si puedes lograr que se levante un poco la vibración hacia una expansión de la consciencia, la consciencia naturalmente va ir haciendo un recuerdo de que somos más altruistas, más compasivos que egoístas-egocentristas. Es decir, de hecho la Ley del Ritmo que no la he enunciado yo, de ninguna manera, es patrimonio del cosmos,  habla de que el ritmo rompe la rutina, de alguna manera rompe el movimiento del círculo vicioso del control y genera un movimiento en espiral de expansión de las emociones y la consciencia, por lo tanto el individuo pasa a ser parte de un todo más grande que él, y eso es una forma más sutil; pero ellos no están pensando en eso mientras hacemos los trabajos, ni siquiera lo decimos, pero sí se siente la búsqueda de que encontremos, al menos por instantes, una sensación de sincronisidad y de unidad, aunque después se pierda, porque en el instante siguiente que piensas «uyy lo encontré, lo quiero mantener», se te escapa.

El concepto de la sincronicidad de que hablamos no es algo utópico  ni una cuestión mística, es un funcionamiento natural de todo el cosmos y del universo; a veces creemos que cuando tenemos un hecho sincrónico de encontrarnos con alguien en quien se estaba pensando o de estar buscando un libro y de repente éste cae en mis manos, eso parece mágico; no es mágico, es uno que dijo: me subí a la danza de la vida por un ratito y me parece mágico porque como no estoy subido todo el tiempo a eso y estoy pensando en mí, en mí, en mí, me quedo fuera de la danza de la vida. Entonces la idea es esa: que puedan tener instantes fugaces, aunque sea un segundo de un latido, entre todos quizá ya afecta para mucho tiempo.

¿Cómo ha sido su experiencia en este taller que concluye?
Muy emocionante, muy rico de entrega entre todos, de derroche de creatividad; de un vivir como una especie de proceso, primero sentirnos como todos cada uno en su trinchera y de repente cómo se fue disolviendo eso a lo largo de la horas y cómo de a poquito vamos entrando en una especie de célula comunitaria que probablemente hoy alcance su momento justo de hervor cuando nos tengamos que separarnos; es como si podemos empezar a trabajar desde otro lugar cuándo nos vamos a separar, pero igualmente esa separación también es ilusoria.

¿Cuál es la función social del teatro?
Desde ya transformar al individuo, devolverle la creencia de que todos somos actores, en el sentido de que todos, hagamos lo que hagamos, tenemos que ser altamente creativos, felices y dichosos en lo que estemos haciendo, no es que el actor es el que está arriba de un escenario.  El actor puede ser una persona que limpia las calles, el asunto es si eso que está haciendo le hace dichoso, le hace sentir que socialmente está aportando luz y no oscuridad, porque lo que está haciendo le está gustando, si no te gusta, aunque estés arriba de un escenario igual no va a ser luminoso. El teatro es para mí, accionar, hacer desde el ser. Entonces, si lo que se llama teatro convencional le sirve de espejo a los espectadores para que se pongan en acción y no se quede en aplaudirle a los que están arriba de un escenario porque creen que son buenos moviéndose o declamando, entonces sí sirve, sino no sirve. Si se queda en potenciar lo egoico no sirve, no es la función del teatro potenciar los egos, ni la vanidad, ni el exitismo ni nada de eso, para mí es expandir los corazones de la gente.

¿Cómo describiría la creatividad?
Es el acto más sublime con el que un ser humano se puede manifestar, casi te diría como el estado de generosidad permanente, tal como nos han llegado las cosas. Nosotros estamos rodeados de creación y nos vino gratis, todo, las montañas, los mares, los océanos, los lagos, las plantas, piedras, el sol, las estrellas, las órbitas, las galaxias, no costó un peso; lo hemos recibido generosamente y esa creatividad es un acto generoso que viene de hace millones de años, reproduciendo y expandiendose. Para mí es la definición más ajustada de que somos obras de arte viviente que tiene que manifestarse generosamente tal como nosotros hemos llegado hasta aquí.

¿Qué tipo de música utiliza en sus talleres?
De todo, cuando podemos la música en directo y mucho es música improvisada en función de las cosas que hacemos. Hace muchos años empezamos solamente con instrumentos de percusión pero después eso era poco porque sólo te llevaba algo a tierra, entonces hubo que agregar cuencos, instrumentos de viento porque busco llenar el espacio de otras vibraciones sonoras para que no quede solamente limitado a la tierra y que hayan más elementos vibracionales allí dando vuelta. Cuando no podemos venir muchos músicos en directo a sostener eso, incluso a veces usamos coros que vienen ayudar y a cantar en directo para también poner la vibración de la voz, cantan mientras la gente se mueve o hace el ejercicio; tenemos música grabada y allí hay de todo de todo lo que nos fue llegando, de todos los países, de todas las culturas y vas mezclando para que no hayan fronteras tampoco sonoras en ese sentido.

¿Qué sonidos le resultan interesantes?
Cualquiera en el momento, ayer justamente estábamos haciendo un ejercicio y después hablamos de algo y justo hubo como una mesa que se le cayó a alguien que estaba ordenando allí e hizo como una especie de sonido acertivo, es como si hubiera confirmado lo que estábamos comentando en ese momento, se puede decir un sonido de una mesa cayendo no es bonito pero en ese momento fue el mejor sonido que podíamos tener para ese momento, entonces es difícil responderte eso. Cualquier sonido en el momento justo que esté en sincronía con lo que está sucediendo, es el mejor.

¿Qué es para Rubén Segal el ritmo?
Es el camino que yo elegí para encontrarme con los seres humanos.

¿Qué es el ritmo universal?
Es la no polaridad, es la sensación de un todo magnificiente más grande que nosotros, por lo cual todos quedamos sumergidos en esa pulsación y teóricamente sin diferencia, por eso sin polaridad, sin cultura, sin identidad, da lo mismo. Es un latido que nos afecta a todos por igual.

¿Qué es el ritmo en el teatro?
Es que no se puede separar de lo otro que te he dicho, porque si el teatro es la condensación de una vida, es aplicar ese cuento a cualquier obra, es como si te dijera: toda obra de teatro tiene un pulso, hay que encontrarselo para que cuando uno la trata de montar le encuentre justo la pulsación que tiene para que el público también se sienta transportado y no que esté separado, actores por un lado, público por el otro. El teatro es un desprendimiento del ritmo, no es una herramienta exterior que hay que ponerla en marcha, no puede existir el teatro sin el concepto de espacio-tiempo.

¿Cómo suena el ritmo?
Infinito sonido, el silencio es ritmo también.

¿Se siente el ritmo?
Yo creo que más se percibe, se es, no estamos hablando de percusión, una cosa es la percusión eso es un método para manifestar exteriormente los ritmos que están dando vuelta por allí, pero un ciclo lunar es un ritmo que quizá no lo estás sintiendo con la consciencia pero son 28 días o 26 mil años en un calendario Maya, es decir, tiene muchas dimensiones de ciclos en las que estamos sumergidos. Por eso digo que es más un tema no emocional, es un tema más grande, porque lo emocional puede estar metido dentro de la personalidad y esto es parte del ser, por eso digo que ser ritmo es integrarse a todos los ciclos que se les está rodeando todo el tiempo, a veces son ciclos de un segundo de un minuto, ciclos de tres años, ciclos de siete años.

¿Todos tenemos ritmo?
No estaríamos vivos sin eso, somos concebidos bajo eso, el espermatozoide y óvulos no pueden fecundarse hasta que no laten al unísono y eso está comprobado por microscopia electrónica, vienen en una vibración distinta hasta que no oscilan al unísono no se produce la fecundación.

El primer tejido que se forma una vez que tú eres la célula en el útero, el corazón, entonces qué hace el corazón, empieza: tun, tun, tun. Y allí se organiza todo y viene de un corazón más grande. Es un patrimonio de la humanidad, ni siquiera de la humanidad, no está sometido a los humanos, las piedras, los minerales, más allá del planeta tierra, es como una gran sinfonía de pulsaciones.

¿Cada territorio tiene su ritmo?
Pareciera que intrínsecamente hubiera. Hay un antropólogo que dice que la música en realidad es un reflejo sonoro de las estructuras rítmicas que ya tenemos adentro. Probablemente en cada región, por los motivos que sea, que los desconozco, porque deben tener que ver las estrellas del sol, la concepción, el tipo de minerales, el tipo de fauna, el tipo de flora, todo lo que rodea a una región, seguramente late en una determinada frecuencia; por lo cual el reflejo hacía afuera de ese pedacito del cuerpo-tierra, de ese pedacito de riñón en una zona del cuerpo grande, late en una cumbia. Por eso los lenguajes son también modificaciones del ritmo de cada región, por eso se modifica el ritmo y el lenguaje apareció,  y aparecen las distintas lenguas como parte de la sonoridad de cada parte de un todo.
 
Es como el cuerpo humano, está todo en sincronía, pero cada organito, cada sistema, cada hormona o cada intercambio químico tiene su propio proceso, no todo es igual en la misma pulsación, igualmente hay un señor que está allí marcando un poco el recordatorio y a veces tiene que acelerar porque necesitan adaptarse a los cambios, pero siempre hay algo que está sosteniendo, que no es mi voluntad.

 

Escucha o descarga parte del audio de la entrevista:

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Silueta

Lugar de nacimiento: Nací en Buenos Aires en el año 1959.
Edad: Ahora 55
Número de hermanos: Ninguno.
Estado civil: Casado.
Número de hijos: Tres hijas.
Pasatiempos: Viajar, leer, seguir aprendiendo, seguir conociendo gente.
Música: Si te tengo que nombrar a alguien Stevie Wonder, pero es mentira, es por el amor que le tengo a Stevie Wonder, pero no es sólo eso.
Película: Los puentes de Madison, pero también es casi limitar a algo que es muy grande, es como si te dijeran un sólo libro, no, es como un multiverso.
Obra teatral: Ahorita podía decir una, hace poco vi una que se llama Terrenal, pero me fascinó pero tampoco es “la obra”, esa fue la obra de ese día, de ese momento, que para ese momento era perfecta, que queda inspirándome adentro, pero que no es la única, lo mismo con la música.
Comida: Soy vegetariano.
Rituales: Meditar, si puedo un poco cada día; encontrarme con la gente en los talleres como meditación en movimiento, pero no tengo como una estructura de rutina muy muy fija, a veces medito con música a veces en silencio, a veces me pongo a bailar, algo así como para tener momento del día de conexión interna.

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En Corto

Teatro: Vida
Actor: Yoshi Oida
Personaje: Hamlet
Enseñanza: Los humanos
Aprendizaje: Viajar
Expresión: Movimiento
Creatividad: Generosidad
Música: Ramiro González
Movimiento: Circulares
Cuerpo: Integrado
Ritmo: Latidos

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Querida Elena, te abraza Chiapas

Elena Poniatowska Amor ha pisado una vez más las tierras chiapanecas para ser condecorada por su máxima casa de estudios, honor que se le confiere por primera vez a una mujer. Vino para recibir homenajes, atenciones oficiales y admiración de sus lectores y los jóvenes estudiantes que la acaban de descubrir.

https://www.archivosonoro.org/archivos/elena-poniatowska-discurso-honoris-causa/

Poniatowska Amor condecoró con olivos, tejidos magistralmente mediante el lenguaje, para demostrar su amor y admiración a esos hombres y mujeres chiapanecos que han caminado en diversas épocas y cada uno desde su oficio, han enaltecido no sólo su origen sino a la humanidad.

Y a nosotros, los chiapanecos de ahora, nos ha dejado todo el amor que es capaz de dar esa mujer que ha vivido cada lágrima, cada piel, cada voz y cada rincón de nuestro país. Nos regaló un himno.

Compatriotas, que Chiapas levante una oliva de paz inmortal… «la herencia Maya es tan fuerte en los chiapanecos de hoy como lo fue en la poetisa muerta (Rosario Castellanos) por accidente en 1975».

Y marchando con paso gigante a la gloria camine triunfal… «Chiapas ha dado grandes poetas y notables escritores. Las mujeres de Chiapas, tanto las llamadas coletas como las indígenas, han dado extraordinarios ejemplos de bravura».

Si es horrible entre extraños la guerra, a la patria es infame acabar… «Chiapas es uno de los estados más pobres y más desgraciados de la República, porque en Chiapas no hay caminos, porque no hay escuelas, no hay periódicos, porque los gobernadores en vez de ocuparse del engrandecimiento y prosperidad del país se dejan cegar por la ambición y sólo se afanan en hacerse ricos a expensas del estado… Esto ha sido la triste historia de Chiapas, esa es su historia actual».

Nuestra condecorada escritora nos habló del doctor Belisario Domínguez…»Pero nadie tan valioso, ningún chiapaneco más reconocido que el Héroe Belisario Domínguez nacido en Comitán el 25 de abril de 1863. Como muchos de los grandes médicos mexicanos Belisario salió a París a estudiar medicina, farmacología; allá vivió 10 años y 5 meses, y regresó a Comitán a ejercer su profesión y a atender gratuitamente a los pobres, sus hermanos, a regalarles medicamentos y atender partos en rancherías y pueblos. En vez de cobrarles repartía su propio dinero, hasta camas de tablas les hacía y en menos de que canta un gallo se ganó la gratitud y el amor de todos los habitantes de Comitán. En París, en pleno invierno, se había quitado su chaleco bajo la nieve y se lo había regalado a un pordiosero. Rublo, su mejor biógrafo, llegó a la conclusión: «No le gusta el dinero, dice que no quiere ser su esclavo que el dinero es un tumor putrefacto».

El 7 de octubre de 1913 -continua- el Senador Belisario Domínguez Palencia fue asesinado en el panteón del pueblo de Xoco en Coyoacán en la ciudad de México, cuatro hombres lo secuestraron en el Hotel Jardín, en el que se hospedaba en México, y entre muchas otras malas noticias se murmura que le cotaron la lengua. Así murió uno de los grandes héroes de la historia de México, un hombre que con sus acciones y sus nobles palabras abrió las puertas de la esperanza, uno que denunció con valentía lo que otros callaban, un hombre que puso los fundamentos de la dignidad de México.

Realizó una semblanza de la vida y obra de Rosario Castellanos… «Aunque Rosario fue una hacendada, una blanca enmedio de indígenas, una privilegiada, una terrateniente, se alió a los más pequeños, y su desasimiento y abandono la conmovieron de por vida. El apellido Castellanos es un apellido de caciques, y de finqueros, es uno de los apellidos del poder y del clan. Al aliarse a los indios, Rosario traicionó su herencia familiar y se descasta, rechazada antes, ahora será doblemente rechazada, los coletos le darán la espalda. A Rosario le importó la suerte de los chamulas, y aunque no aprendió tsotsil su obra entera es de admiración y de defensa.

Mencionó también a su amiga zinacanteca Rosi, como ella la llama… Rosalinda Gómez Velasco nacida el 5 de marzo de 1985 en Chiapas habla español y tseltal, tiene 28 años y 5 hermanos, vivió en una casa con muchas carencias y conoció su primer libro al sacarlo de un estante de su salón de clases en primero de primaria… Rosi no tenía consciencia de esos dos extremos, para ella todos somos iguales y nada dentro de su mente marcaba la diferencia, fue crucial el abrir los ojos, salir del mundo indígena y entrar a la academia, primero en San Cristóbal y más tarde en la UNAM, donde la admitieron hace un mes en agosto de 2014 en la unidad de posgrado de estudios mesoamericanos.

Así podríamos seguir hablando del discurso de Elena Poniatowska, conocer a Elena, va más allá de este discurso, al leer la obra de esta gran escritora es conocer y admirar a esas mujeres y otras, que han transitado en el país como Tina Modotti, Pita Amor, María Izquierdo, Elena Garro, Frida Kahlo, Nahui Ollin, Leonora Carrington, por mencionar algunas: «las mujeres caminan, sudan, aman, son colchón de tripas, dan a luz, se acostumbran a la muerte. Cada una tiene su muerto adentro».

«Muchas gracias por escuchar» (palabras que colocan punto final a sus discursos)

Y ojalá así sea, que sigan resonando en la conciencia de quienes la escucharon, palabras que trascenderán el tiempo y el espacio: 

Querida Elena, gracias por tu admiración a Belisario Domínguez, gracias por tu amor a Rosario Castellanos, gracias por tu valentía, tu coraje y tu entrega, gracias por tus letras, gracias por tu amor a México. Gracias por venir a Chiapas.

Cántaro de Amatenango

Manos también de barro

cántaro, te moldeaban,

y un amoroso aliento

en tu barro guardaban.

 

Intacto, como un santo,

cruzaste entre las llamas

y ahora resplandeces

en el lugar más limpio de la casa.

 

De ti quiero aprender

el modo y la enseñanza:

cuando la sed me busque

me halle samaritana.

 

Rosario Castellanos (Ciudad de México*, mayo 25 de 1925 – Tel Aviv, agosto 7 de 1974)

Poemario: El rescate del mundo. Edición Facsimilar de la primera edición (1952), 2011. Coneculta.

Gaby Barrios1
Foto: Gabriela Barrios García

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*Nace en la Ciudad de México pero su infancia y adolescencia transcurren en Comitán de Domínguez, Chiapas, de donde es originaria su familia.

Tercer silencio: Elena Poniatowska

“Con sólo mostrar su rechazo a determinadas acciones políticas, los jóvenes cumplen con su responsabilidad ciudadana, con sólo decir que no, como lo hicieron en 2012, hace dos años, se comprometen con la salud política del país”, señaló categóricamente la escritora, activista y periodista mexicana Elena Poniatowska Amor en su charla con los jóvenes de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach). El auditorio de la máxima casa de estudios se vio abarrotado no sólo por la comunidad estudiantil sino por lectores de la respetada escritora, quien ha dedicado su vida profesional a escuchar y hacer escuchar las voces no sólo de los artistas y personajes destacados en la historia de México, sino también la de los débiles, para denunciar y señalar las injusticias y hechos históricos que han marcado a nuestro país.

Libro Elena Poniatowska La Noche de Tlatelolco. Foto: Emilio Ruiz
Libro Elena Poniatowska La Noche de Tlatelolco. Foto: Emilio Ruiz

En su intervención, hizo una remembranza de los hechos acaecidos en 1968: “Nadie vino en ayuda de los estudiantes, era una plaza muy cerrada y los demás mexicanos no sabían lo que estaba sucediendo, entonces se sintieron muy solos porque en la plaza de las Tres Culturas es un espacio muy cerrado, encajonado entre varios edificios y creo los estudiantes sintieron que nadie los iba a apoyar jamás.

La indiferencia era tan alta como la de los rascacielos, además llovía. Después de todo, Tlatelolco es sólo un enclave dentro de la ciudad, quizá una de las ciudades más grande del mundo. Habló del espíritu de los jóvenes de esa época: el movimiento estudiantil es sólo una revuelta de jóvenes ilusos que creían que la ciudad era suya, que podían cantar de alegría y dejar salir al poeta que traían o que traen todos los jóvenes dentro. Dejar salir a su ángel de la guarda, al ego, al subconsciente, a la entrega, al amor por el otro, a las fuerzas del bien y del mal; adolescentes ingenuos que se imaginaron que las 500 mil personas iban a protegerlos siempre, que apoyados por la multitud serían invencibles, jóvenes alucinados y espléndidos, que creían poder gritar impunemente frente al balcón presidencial, al entonces jefe de la Nación y sobre todo al jefe del Ejército Mexicano, Gustavo Díaz Ordaz: Sal al balcón hocicón. Sal al balcón bocón.

 

El movimiento estudiantil -continuó Elena Poniatowska- sacaba de quicio a todos aquellos que en la Cámara de diputados aplaudieron de pie las medidas tomadas por el Presidente Díaz Ordaz y ejecutadas por su segundo, Luis Echeverría, el 2 de octubre. El Movimiento Estudiantil desafiaba el orden establecido y ponía en peligro la autoridad del gobierno, la de los empresarios y los jefazos. Los embotellamientos, el súbito incendio de un autobús a la mitad de San Juan de Letrán, hoy Eje Lázaro Cárdenas, el de la T.A. encendida de los transportes públicos, las vitrinas hechas añicos, las interrupciones de tránsito, las colectas en la calle, las porras y los estribillos estudiantiles: Di por qué dime Gustavo, dí por qué eres cobarde dí por qué no tienes madre dime Gustavo por qué y En la calle de Insurgentes que chinguen a su madre los agentes. Los grafittis, los mítines relámpago, las arengas en el mercado, la brusca irrupción de una nueva realidad molesta para la rutina de los oficinistas, los hacía exclamar: ¿Por qué no están estudiando? Su lugar es frente a sus libros, la sociedad paga sus aulas y sus carreras, son una bola de irresponsables.

 

La de los estudiantes era una protesta muy localizada, los universitarios y los politécnicos eran alborotadores, el descontento no se había generalizado, muchos estaban conformes con el gobierno, un refresco y una torta bastaba para que se adhirieran al PRI, en nuestro qué país de acarreados. México era la sede internacional ¡qué gran honor! Y con sus desmanes, los locos, esos irreverentes y pendencieros estudiantes ponían en peligro el prestigio del país, el de su dirigencia. Hizo además una retrospectiva de las reflexiones que se suscitaron a partir del movimiento estudiantil: A partir de esa fecha, muchos nos inclinamos y nos preguntamos quiénes éramos, quiénes somos, y qué queríamos, nos dimos cuenta que habíamos vivido en una especie de miedo latente y cotidiano, que intentábamos suprimir, pero que había reventado; sabíamos de la miseria, de la corrupción, de la mentira, de que el honor se compra pero no sabíamos de las piedras manchadas de sangre de Tlatelolco, de los zapatos perdidos de la gente que escapa, de las puertas de hierro de los elevadores del conjunto habitacional, todas esas puertas perforadas por ráfagas de ametralladoras, los edificios de la Avenida Juárez volvieron a caérsenos encima, la gente caminó de nuevo a toda prisa mirándose los pies y algo muy cercano al pánico pudo leerse en su rostro, qué horrible normalidad, diría doña Margarita Nolasco, al ver que nadie reaccionaba.

 

Poniatowska Amor, mencionó también parte de su experiencia periodística al escribir su libro tan renombrado La noche de Tlatelolco: A raíz del dos de octubre, consigné las voces de muchachos, de muchachas, de madres y de padres de familia, me decían sí, sí yo le cuento, pero cámbieme de nombre, yo le cuento pero nunca vaya a poner quién soy yo, salvo los líderes presos de la cárcel preventiva de Lecumberri y salvo los nombres de algunas madres de familia, guardé esos nombres en el fondo del corazón, a riesgo de no saber hoy, a 46 años quién es quién, quiénes son. Muchos se negaron a hablar. Esta tragedia escindió la vida de muchos mexicanos, antes y después del dos de octubre. 1968 fue un año que nos marcó a sangre y a fuego. 1968 es el año del descontento de los jóvenes en todo el mundo entero.

 

Hubo otros movimientos estudiantiles en Francia, en Checoslovaquia, Japón, ninguno tan violento como el nuestro. El fuego intenso duró 29 minutos. Luego los disparos decrecieron, pero no terminaron. Una señora dijo al diario Excélsior: esto lo veía yo en las series televisivas llamadas Combate y jamás pensé que las vería en realidad. Con la entereza que ha demostrado esta activista social, nos compartió sus reflexiones respecto a la actualidad de nuestro país: Hoy a 46 años del movimiento estudiantil en 2014, ¿han terminado los balazos? Desde luego que no. En las calles de la Ciudad de México y en muchos lugares de la República, donde campea la violencia, el movimiento de 1968 fue la punta de flecha de otros enloquecidos movimientos de pureza en nuestro país, otros escritores como José Revueltas, otros ingenieros Heberto Castillo, otros Gilberto Guevara Niebla, otros Raúl Álvarez Garín, otras Roberta Avendaño “Tita”, otras Ana Ignacia Rodríguez “La Nacha”, otros Salvador Martínez de la Roca “El Pino”, han aparecido en nuestro país desde entonces. Quedan varias incógnitas, nunca se ha revelado el número exacto de muertos, aunque el periódico de Londres The Guardian, dijo que eran 250, cifra que retomó Octavio Paz en su libro Posdata, publicado en 1970.

 

Quizá nunca sepamos el número exacto de muertos en la noche en Tlatelolco; sin embargo, resonará en nuestros oídos durante muchos años la pequeña frase explicativa de un soldado al periodista del periódico El día, José Antonio del Campo, a quien le explicaron: Son cuerpos aquellos que están ahí amontonados. Son cuerpos, señor.

 

Finalmente, quisiera hablarles de un líder del 68, de Raúl Álvarez Garín que nos dejó hace unos días, la noche del 27 de septiembre del 2014. Raúl muere en los días del asesinato de 22 personas en Tlataya, Estado de México y otros 22 muertos en dos días en Chihuahua; muere en el momento en que aparecen cinco normalistas muertos en Ayotzinapan, muere en medio de una cacería de opositores en Morelos, ¿qué diría Raúl del joven futbolista de 15 años, José Evangelista, cuyos tenis aparecieron encima de su ataúd, porque vino a jugar fut como parte del equipo de los avispones y encontró la muerte en su autobús, volcado por obra de pistoleros y policías en la carretera Iguala-Chilpancingo? ¿Qué diría de los seis asesinados y los 43 normalistas desaparecidos en Iguala? ¿Qué diría de la muerte de tres jóvenes el 21 de septiembre en Maravatío a mano de cinco policías michoacanos? Raúl Álvarez Garín muere en un país en manos de la guerra sucia contra el narcotráfico, en un país que nos hostiga, en un país en el que se encarcela a los adolescentes, se les acusa y se les considera violentos, alcohólicos, drogadictos, desertores de la escuela, ignorantes e inservibles ¿Qué diría de un país en el que se mata a los chavos? En un país despiadado con su gente pobre, despiadado contra los migrantes, implacable con los niños. Un país que daña a sus habitantes, un país en el que todos los mexicanos podrían preguntarse ¿quién nos protege? ¿En dónde hemos venido a asentarnos? ¿Qué diría de lo que está sucediendo ahora en el reglamento y las modificaciones al plan de estudios del “Poli” que disminuye el grado académico a técnico y convierte a cada muchacho en mano de obra barata? Hizo referencia a lo que escribió Adolfo Sánchez Rebolledo sobre la matanza de Iguala: Mientras el Estado mexicano sea incapaz de asegurar la gobernabilidad mediante la justicia y la ley, la delincuencia seguirá colonizándolo, aprovechando para sí misma el orden legal.

 

No podemos pasar por alto el hecho de que estas matanzas involucran a los más débiles, a esos ciudadanos cuya desaparición no perturba –porque no existen para ellas– la vida cotidiana de las élites, lo cual muestra no sólo el filo irracional, demencial, de la violencia criminal, sino su siniestro clasismo, su carácter instrumental.

 

Elena Poniatowska finalizó su intervención con palabras ex profesas a los jóvenes universitarios: De los jóvenes depende, claro está nuestro futuro, el gobierno y las circunstancias, el futuro de México. Los jóvenes son el futuro y ya dieron una muestra de lo que pueden hacer con su movimiento, en el Distrito Federal, en una Universidad donde “papi” suele darle su coche a su hijito, en una universidad de ricos, la Universidad Ibero, la del “yo soy 132”, ese movimiento que cambió la visión que los estudiantes de las escuelas públicas tenían de la Ibero, nada mejor pudo unirlos como universitarios que esa declaración en el momento en que enseñaron con entereza sus credenciales en el internet aclarando que eran estudiantes y no porros ni gente pagada como pretendió divulgarlo el PRI, con sólo mostrar su rechazo a determinadas acciones políticas, los jóvenes cumplen con su responsabilidad ciudadana, con sólo decir que no, como lo hicieron en 2012, hace dos años, se comprometen con la salud política del país.

Escucha o descarga la ponencia:

El amor es un escudo contra la maldad: Héctor Cortés Mandujano

El fin de semana concluyó el 14º Festival Internacional de las Culturas y las Artes Rosario Castellanos 2014, realizado en el municipio de Comitán de Domínguez, Chiapas, México, en el que se llevó a cabo un foro literario con la participación del escritor chiapaneco Héctor Cortés Mandujano, Premio Nacional de Novela Breve «Rosario Castellanos» 2004, quien dio lectura a fragmentos de su obra titulada “Aún corre sangre por las avenidas”.

Al respecto, Desmesuradas comparte con ustedes una entrevista con el escritor, en la que habla de esa novela y otra titulada “Mar en movimiento”, mención honorífica en el mismo certamen.

El amor es un escudo contra la maldad: Héctor Cortés Mandujano

Leticia Bárcenas González

Aún corre sangre por las avenidas es una crítica a la naturaleza humana, a partir de un crimen brutal registrado años atrás en Tuxtla Gutiérrez. La violencia, presente en toda la novela, deja ver el lado oscuro de una ciudad que puede ser cualquier parte del mundo, aunque sus personajes utilicen un lenguaje muy tuxtleco. Con esta obra, Cortés Mandujano, ha demostrado que se puede escribir sobre Chiapas sin hablar necesariamente de los indígenas y del movimiento zapatista, al mismo tiempo que borra la idea absurda de que sólo se puede hacer literatura desde el centro o norte del país, por lo que se siente satisfecho, aun cuando hubo gente a la que le molestó la temática y su forma de contarla, “no nos gusta ser criticados, nos encanta que nos halaguen, así es la naturaleza humana en general. Entiendo que hay gente que adora Tuxtla Gutiérrez, y que de pronto le puede parecer agresivo u ofensivo que alguien que no es de Tuxtla, como es mi caso, se refiera a su ciudad no en los términos en que a ellos les encantaría.”

Foto: Alexis Sánchez
Foto: Alexis Sánchez

En Aún corre sangre por las avenidas tocas “algunas partes oscuras de Tuxtla Gutiérrez”, como una forma de demostrar tu amor por esta ciudad. ¿Es una labor de la literatura decir la verdad?

—Sí, aunque no podría extenderlo hacia toda la literatura, pero por lo menos a la literatura que a mí me interesa escribir sí, y es una verdad que al final de cuentas es mía. No necesariamente tiene que ser avalada o compartida por todos los demás, al final de cuentas la verdad es algo tan intangible y tan huidiza que suponer que lo que tú dices es una verdad tan firme que nadie la puede socavar, sería una tontería, una vanidad, que por lo menos yo no tengo. Dentro de la novela digo cosas que me parecen denunciables, cosas que no me gustan, en esta circunstancia en la que me ha tocado vivir.

—Cuando obtuviste el Premio hubo gente muy molesta, no porque ganaras el Concurso sino por lo que decías de Tuxtla. ¿Aún te siguen invitando a salir del estado?

— (Risas) De momento no, pero aunque me inviten no les voy hacer caso. Digamos que como mi intención no es necesariamente hacerle el gusto a nadie no me preocupa mucho lo que puedan pensar, lo que sí me preocupa es escribir bien, contar bien, y tener claro que lo que digo puede ser una verdad para mí, aunque no necesariamente para los demás.

García Ponce señaló, en una entrevista, que la ventaja de la cultura es poder tocar zonas oscuras e iluminarlas. ¿Cómo se logra ese proceso?

—Bueno, habría que preguntarle a García Ponce (risas). Efectivamente, cuando hay algo que nadie comenta, que nadie dice pero que todos saben, en el momento que te acercas a ese hecho o a esa zona se puede caer en la cuenta de que es cierto, pero no estás descubriendo esa zona obscura porque esa zona obscura ya está ahí. Hace tiempo dije en otra parte de la República que Tuxtla Gutiérrez era una ciudad atravesada por un río de mierda y me dijeron: eso es mentira, y dije no, sí es cierto. Preguntaron que cómo la gente lo soporta, parecía absurdo pero todo mundo sabe eso del río Sabinal, no es algo oculto, el río pasa y apesta, pero justamente cuando hablé de ello en un programa de radio, la gente se indignó como que si estuviera diciendo una mentira, como que si el río Sabinal lo hubiese inventado yo o lo ensuciara yo solito. Creo que esta hipocresía generalizada que tenemos de enseñar sólo lo bonito, nos ha hecho daño. A estas alturas del partido debemos saber cómo somos los hombres y las mujeres. Ya nadie debería llamarse engañado, si estás pensando que somos seres ideales y angélicos estás equivocada.

—Dice Alejandro Jodorowsky que hay lugares en el mundo en los que habita un sufrimiento enorme, que cada uno de nosotros podría ayudar a aliviar: ¿Tu trabajo literario contribuye a ello?

—Por lo menos no de esa manera, no lo tengo como una cruzada porque creo además que no es necesariamente mi vocación, a mí no me gusta dar consejos que no me piden, pero trato de que, por las circunstancias justamente de lo que escribo, que lo que digo pueda ayudar a alguien. Hace tiempo cuando publiqué un libro (Lejos del reino de las hadas) y en un programa de radio estaba hablando de él, llamó una muchacha de preparatoria y dijo que me felicitaba y que le gustaba lo que escribía; el locutor le pregunto por qué si es un libro sobre la brutalidad, la violencia, la muerte. Y la niña dijo algo que a mí me asombró: porque nos enseña lo que no debemos hacer (risas). Evidentemente muchas de las cosas que yo toco pueden ser brutales, pueden ser tiernas, pueden ser de distintos modos, tal vez sí están buscando aliviar el dolor o por lo menos compartirlo. O quizá decir que lo podemos evitar de veras, y lo podemos evitar simplemente haciendo lo que nos toca sin pensar en que vamos a modificar al mundo, al mundo completo. Hace tiempo que platiqué con niños, a raíz de otro libro, y uno de ellos me preguntó qué podemos hacer para salvar al mar, le dije, mira no te preocupes por el mar preocúpate por salvar el río que pasa cerquita de tu casa, preocúpate por salvar el arbolito que esta ahí, muy cerquita de donde vives, échale agua, no mates ningún animal, trata en la medida de lo posible que hagas lo que hagas no dañe a otros, pero olvídate del mar, si haces lo que te toca puede que ayudes al mar de manera indirecta. A veces estamos preocupados por salvar al mundo, no mames, eso no se puede, o sea, no puedo salvar al mundo evidentemente pero sí puedo, tal vez, relacionarme bien con la gente que tengo al lado y eso me parece que puede servir, en este sentido puedes aliviar, si quieres, la soledad, el dolor, la falta de amor o de cariño de alguien que esté cerca de ti, y creo que eso basta, salvo que seas Buda o la madre Teresa de Calcuta, gente que ha decidido vivir la vida entregada a los otros, algo que yo no hago.

—¿La violencia también será una forma de demostrar amor?

—Sí, claro. Detrás de todos los asesinos y detrás de toda la gente que realiza actos espeluznantes, hay un niño, una niña que quería que la quisieran. Creo que, aunque suene muy cursi, el sentimiento amoroso que tengas cercano a ti funciona como una suerte de escudo contra la maldad, si te sientes amado y amas, creo que puedes, efectivamente, no matar a alguien, no herir a alguien, en términos generales, pero creo que alguien que no es amado, que no ha tenido la posibilidad de que lo amen y de amar pues tiene un rencor hacia el mundo y en ese momento lo representamos tú y yo, lo representamos un hombre y una mujer, y si el mundo me ha jodido, si el mundo está en contra mía, ¿por qué diablos tengo que respetar al mundo? Te puedes inmolar por los demás si te sientes amado y puedes matar a todos los demás si sientes que nadie te ama.

En Aún corre sangre por las avenidas uno de los personajes habla sobre su trabajo: hacer lucir bien a los cadáveres, y se describen algunas características importantes según el tipo de muerte que se haya tenido. Me intriga algo: ¿en verdad los ahorcados, antes de morir, eyaculan? ¿Las ahorcadas tendrán orgasmo?

—No sé. Bueno, es una pregunta complicada (risas). Los ahorcados eyaculan, es una cuestión médica incluso criminalística, que yo, como abogado, estudié en algún momento de mi vida. Hay una novela del Marqués de Sade en el que un tipo se cuelga en aras del placer, se cuelga de un lazo y en el momento en que eyacula, la chava que está con él corta el lazo para que no muera, entonces ese cuate regresa a la vida fascinado porque es la mejor eyaculación que ha tenido, después lo hace de manera constante, un artista de veras (risas). En el caso de las mujeres es más complejo pues se supone que sólo existe el orgasmo clitórico, entonces…salvo que las colgaran de ahí (risas).

—No creo que sientan mucho placer (risas).

—Tampoco yo. El asunto de la eyaculación está relacionado con otra cosa, con algo orgánico que tenemos los hombres y que las mujeres no (risas).

—Retomando la novela y ese mundo de carencias de tu personaje niño. ¿Alguna vez has experimentado el hambre feroz, el frío que deja sin aliento, el miedo que cala los huesos?

—He tenido mucha hambre en momentos de mi vida, especialmente cuando fui adolescente y coincidimos, mis hermanos, mi mamá y yo, y vivíamos en una casa pero teníamos muchas necesidades, no todos teníamos trabajo e íbamos cascareando y había días en que no teníamos ni para comprar tortillas, entonces no comíamos sólo tomábamos agua para pasarla, pero nunca me pareció que eso fuera un hambre feroz. El frío que deja sin aliento sí, porque soy muy friolento. Un día íbamos a Guadalajara en un camión a presentar una obra de teatro mía: “La muerte, esa bestia negra”, que fue elegida para ser representada en la muestra nacional de teatro en Guadalajara, pasamos de madrugada por Toluca y la verdad es que me sentí morir, fue como una hora en que yo no sabía qué hacer, no me quería mover, quería gritar, fue una de las cosas más espantosas que me ha pasado en la vida, un frío brutal, brutal. Miedo. Fui un niño miedoso, le tenía miedo a lo sobrenatural y a algunos animales del campo, después le he ido teniendo miedo a otras cosas pero nunca he sentido un miedo paralizante, así de espeluznante que no me permita moverme, no. Soy muy racional, lamentablemente, cada vez me vuelvo más racional, tengo miedo a menos cosas.

—Dices ser más Eros que Tánatos, pero ¿alguna vez has deseado morir?

—Sí, como todos. Tal vez haya alguien que no y lo felicito desde aquí, pero yo sí, varias veces. Especialmente en la adolescencia. Mi adolescencia y creo que la de todos los hombres o de la mayoría, por lo menos, es terrible porque va en contra de todas tus certezas. Va en contra de la infancia que es fundamental. La adolescencia te ingresa a la vulgaridad de la vida y entonces no te gusta nada. Vas descubriendo el mundo de veras. Cuando eres niño te pueden pasar las cosas más terribles del planeta y las tomas con mucha ligereza, sufres, lloras y luego te pones feliz con casi nada. Digamos que se necesita mucho para que un niño no sea feliz porque tienen espacios para ser feliz aún en las situaciones más desgraciadas y más terribles, pero la adolescencia es, creo, la parte más desagradable de los hombres, no sé de las mujeres, parece que a ellas no les da tan duro ese asunto. No te queda el cuerpo, los huesos son más grandes. Tu cuerpo es como un traje que no te viene, te queda mal. Descubres ahí también, para bien o para mal, el sexo como una fuerza impresionante, descubres las diferencias sociales, descubres si eres guapo o feo, idiota o inteligente, seguro o inseguro y todo te cae de madrazo. Sin que nadie te haya anticipado que en ese momento tienes que definir casi todo lo que te queda enfrente: si eres heterosexual u homosexual, si vas a ser mujeriego o te vas a concentrar en una sola mujer, si vas a jugar futbol o no, no sé, es una cantidad impresionante de cosas que tienes que decidir y todos los mensajes son contradictorios, entonces es horrible. Yo tuve la suerte, desde la infancia, de encontrarme mujeres maravillosas que me fueron ayudando a reconocerme como ser humano y como hombre. Y en la adolescencia, las bendigo también desde aquí, tuve la suerte de encontrarme mujeres maravillosas que no sólo me enseñaron varias cosas en el terreno sexual sino me dieron varios ejemplos que no he olvidado. Cuando encuentras un nuevo placer es como cuando a un niño le regalas muchos dulces, como que quiere probarlos todos, comerlos todos, y luego va descubriendo que no todos son sabrosos, que no todos le gustan. Así es el enfrentamiento que tienes con lo erótico, te lastima a veces, te gusta mucho; evidentemente, a partir de eso fui descubriendo que me gusta más el placer que el dolor y por eso, en ese sentido, soy erótico, no porque considere que (risas) tenga las capacidades de Don Juan, pero no me interesa sufrir, no tengo ningún interés por sufrir. Me interesa más el placer, no sólo el sexual, sino cualquier placer.

Foto: Alexis Sánchez
Foto: Alexis Sánchez

Escribir es algo irremediable

Poseedor de un profundo compromiso creativo, Héctor explora nuevas formas de contar, lo mismo la realidad en que le tocó vivir que lo que le dicta la fantasía, como su novela Mar en movimiento, en la que una familia se ve transformada en fantasmas mientras unos invasores usurpan su lugar. “Es una novela del perdón porque la familia de Álvaro pudo haberse vengado de los invasores; sin embargo, no sólo no lo hacen sino que los ayudan para que sean felices.”

—¿Héctor Cortés tiene fantasmas? ¿Cuáles son?

— (Risas) Si tengo varios. Muchos, que están relacionados casi todos con la familia. El recurrente es que tal vez me hubiera encantado tener una familia convencional, no la tuve. Tal vez me hubiese encantado lograr relaciones fraternales con mis hermanos, no las tengo. Me hubiese gustado ser un hombre conformista de mi relación con las mujeres, o sea, me hubiese gustado tener una mujer de la que me hubiera enamorado desde los catorce años y vivir con ella todo el tiempo. Me hubiera encantado ser el hombre de una sola mujer, no lo soy. (Risas.) Hay muchas cosas que creo me hubiesen gustado, como dedicar mi vida a ayudar a los demás, en algún momento lo pensé cuando era adolescente, no lo he hecho. Y quién sabe si lo haga. Existen cosas que creo pude haber hecho y no hice. Y hay algunas que tal vez no haga y que van a seguir gravitando en mi conciencia y en mi modo de entender el mundo como cosas que hubiesen sido interesantes, importantes, mágicas incluso, para mi desarrollo como persona pero uno es lo que es y tampoco me siento muy incómodo en ser como soy, entonces, digamos que he ido logrando -a estas alturas también sería un tonto si no lo hubiera hecho- un equilibrio entre lo que quiero y lo que puedo, entre lo que soy y lo que me hubiera gustado ser. En ese sentido, en ese equilibrio precario que tengo, no estoy tan inconforme con lo que he logrado entender en el mundo y tampoco estoy tan inconforme con lo que soy.

—¿Qué es la familia para ti?

—Ayy, la familia, criadero de alacranes, dijo Octavio Paz. No tengo un concepto de familia en el sentido convencional. Mis papás no fueron papás convencionales: mi mamá era una mujer seca, sin capacidad de expresar cariño, amor. Que tampoco ella tenía la culpa, así la educaron. Mi papá, por otro lado, era un tipo divertido, generoso, pero no necesariamente con nosotros. Yo admiré y quise mucho a mi papá pero no dejo de reconocer que era un tipo extraordinariamente irresponsable. Con mis hermanos tengo muy poco que ver, entonces no tengo esta imagen previa de la familia, no es una gran imagen. Ahora, con la familia que tengo, me problematiza mucho el ser papá. Evidentemente quiero mucho a mi hija y siempre he estado cerca de ella pero el papel de papá no es un papel que me agrade demasiado y creo, también, que tampoco es un papel que haga con mucha brillantez (risas). Habría que preguntarle a mi hija, pero por lo menos la imagen ideal que tengo de padre no soy yo. Por el otro lado, en el terreno de marido, de esposo, tampoco creo que soy así como la lotería, entonces, creo que mi mujer es maravillosa pero no siento que estoy a la altura de sus maravillas porque, lamentablemente, no soy un hombre que tenga como prioridad ser el mejor esposo o mucho interés en casar, antes sí lo tenía, idealmente con la imagen que los demás puedan tener de mí; antes me preocupaba el asunto de la amistad, del amor, de la paternidad y todo eso, en función de lo que los demás piensan que debe ser, pero cada vez me he ido convenciendo que al final de cuentas lo que me interesa es ser lo más cercano a la honestidad que pueda y no andar haciéndome bolas con que soy el mejor padre, soy el mejor esposo, soy el mejor amigo, porque no es cierto, entonces trato de ser honesto conmigo y con los que me rodean y doy lo que puedo y lo que quiero y hasta ahí llego.

—En esta novela hay un cuadro que es muy importante, fundamental, y es precisamente sobre el mar, ¿qué significa para ti?

— (Risas.) Tengo, por lo menos ya, dos novelas sobre el mar: Mar en movimiento y Vanterros que se desarrolla en el mar fundamentalmente, es curioso porque soy de tierra adentro y no conocía el mar hasta los seis años, en que fui con mi mamá, entonces, creo, debe haber un lazo muy afectivo con el mar por ese viaje que hice con ella. A esa edad no te das cuenta que tu mamá es de determinada forma y la quieres y aceptas todo lo que te dé, sea una nalgada o un beso, sin mayores problemas. Recuerdo mucho que encontramos moneditas en la playa y es un recuerdo muy grato el que tengo. Después, ya un poco mayor, regresé al mar. Lo que tengo es una relación muy extraña con el mar porque me meto mucho nadando y estuve a punto de ahogarme varias veces. Ahora ya no, la edad te va volviendo más prudente o más cobarde. Pero en mi juventud estuve a punto de ahogarme muchas veces. El agua, en mí, despierta una sensación inexplicable de querer meterme, de entregarme, de cogerme al mar. (Risas).

—El mar es hombre. (Risas).

—A la mar. (Más risas).

—En la novela Mar en movimiento, los personajes, rehenes de un maleficio, se vuelven fantasmas. ¿Tú eres un rehén de la literatura?

—No un rehén. Creo que soy un hombre que voluntariamente, o no sé si involuntariamente, se ha entregado a la escritura. He ido descubriendo poco a poco, y creo que de manera muy lenta, que en lo único que he sido constante y lo único que me apasiona verdaderamente, que no me aburre y que no puedo dejar de hacer es escribir y leer, por eso no me siento un rehén sino realmente feliz, de que si la elección ha sido de la literatura, me haya elegido a mí. Me siento muy seducido por la literatura. Creo que mi vida completa gravita en torno a ella. Me gusta, a veces, más la literatura que la vida directa. Me apasiona leer y disfruto mucho cuando descubro una frase afortunada, hay muchos libros geniales, maravillosos, y cuando escribo y encuentro que lo que escribo puede tener un contacto con el otro, entonces digo: újule, lo logré. Entonces, no, rehén no, me siento como un hijo de la literatura. La literatura como una gran madre amorosa que me ha dado alegría, placeres.

—Entonces, escribir, no es una cuestión de actitud.

—Creo que el escritor verdadero, no quiero decir que necesariamente yo lo sea, no quiero sonar pretencioso, pero escribir es algo irremediable. En mi caso hay un momento en que acepto que soy escritor porque al principio no lo hacía. Y ser escritor implica que, aunque trabaje en otras cosas mucho, aunque me tenga que desvelar, aunque no haga muchas cosas, tengo que preservar el espacio de lectura y escritura para que yo sea feliz. Sin leer y escribir yo no podría alcanzar la felicidad, aunque me pusieran los placeres de todo tipo en mi mesa. Es decir, para mí la felicidad está ligada a la literatura.

—Dice Jodorowsky que el acto poético es una llamada a la realidad loca, chocante, maravillosa y cruel. ¿La narrativa cumple la misma función?

—No creo mucho en esas divisiones. Creo que hay narradores que son poetas y poetas que no son poetas. La poesía no es poner las líneas de determinado modo. Antes, a los escritores simplemente se les decía poetas y luego empezó a hacerse la división entre poetas y narradores. Hay poetas que me entusiasman mucho y hay poetas que, desde mi punto de vista, no valen la pena. Entonces creo que es una división engañosa y que la buena literatura, como todo lo que es bueno, te vuelve otra cosa. Hasta la comida, si tienes el privilegio de comer un buen platillo, eres otro. Si tomas un magnifico vino, te transformas. Si lees un libro maravilloso, no importa que sea una novela, un ensayo, un poema; si oyes una canción bien hecha, si vas a una sinfonía y los músicos están inspirados, si eres capaz de apreciar la noche, de gozar con un árbol, con las nubes. Tienes un impacto emocional y emotivo que te transforma y creo que eso lo puedes lograr con la literatura. Transformarte, y allí se pulverizan los géneros y sólo hay lo bueno y lo malo.

—¿Aún corre sangre por las avenidas y Mar en movimiento representan a dos Héctor Cortés Mandujano, el que ama con la verdad y el que enamora con la ficción?

—(Risas) No sé, me representas porque soy así de complicado. Hace tiempo acababa de presentar Carámbura y salió Beber del espejo, entonces me decían, oye, uno es un libro para niños y el otro es casi un libro pornográfico, a lo que respondí: es que así soy yo. (Risas). No tengo problema para aceptar la parte de niño que tengo, ni tengo problema para llamarme de cualquier modo y evidentemente no tengo tampoco ningún problema para decir las cosas que me parece que están mal; soy un hombre atravesado por un montón de factores, desde los meramente familiares hasta los que se han desarrollado a partir de mi visión del mundo, entonces, Mar en movimiento se me hace que es una novela muy imaginativa y espero que muy amable para quien la lea. Aún corre sangre por las avenidas, es un libro fuerte. Es un libro que te avienta demasiadas cosas violentas a la cara pero creo que al final de cuentas me muevo en esos extremos.

Terminé de escribí un libro que es exclusivamente para niños ingenuos y terminé recientemente una novela que se llama En memoria de los que hemos sido desdichados, que igual es una novela brutal que examina los componentes humanos del hombre y la mujer y del porqué decidimos matar a alguien. Es una novela también sobre la muerte violenta pero desde una perspectiva más ensayística, más filosófica del por qué somos violentos.

—¿Y esa cuando saldrá?

—No sé, cuando alguien la publique. (Risas).

—¿Alguna vez te has sentido encerrado en tu propio cuerpo?

—Bueno, siempre estoy encerrado en mi propio cuerpo, lamentablemente. Creo, hay varias posibilidades de salirte de tu cuerpo, una es el sueño, las otras son las drogas, el alcohol, las drogas duras, a las que no me he acercado demasiado. La otra, obviamente, es el placer. Cuando sientes mucho placer ya no sabes lo que eres. Y la más constante, para mi, ha sido la literatura, es decir, puedo llorar fácilmente con un poema, puedo sentirme conmocionado con la muerte de un personaje en una novela y en ese momento no sé quién soy, es decir soy placer, dolor, soy algo que no necesariamente está dentro de mí mismo y he logrado también como regalos magníficos: cuando veo un atardecer o como hace poco, que fui a San Cristóbal, y vi cómo iba subiendo la neblina, de veras, sentí que estaba a punto de morirme, son cosas que me producen mucho placer y ante las cuales estoy indefenso también y cuando algo me produce un placer inmenso, me hace suponer que soy algo más que este cuerpo que soy. Y me parece que esa es la función nuestra, la de todos los seres humanos: descubrir eso que llamaba sonidos negros Federico García Lorca. El momento en que no eres tú y que estás integrado a algo y ese algo te produce placer total. Qué me lo produce, ya te lo decía, la literatura, pero también la naturaleza y también el placer erótico y algunos otros placeres.

¿Qué ha hecho el tiempo con Héctor Cortés, el escritor?

—Me ha responsabilizado más. Algo que me gusta y que no me gusta. Me ha comprometido conmigo y me ha hecho darme cuenta de que entre más leo más ignorante soy, que entre más logros pueda adquirir más humilde tengo que ser. Creo que he avanzado como escritor porque he logrado entender que escribir o tener cierto éxito como escritor no es algo que te debe hacer vanidoso, no puedes creer que eres mejor que alguien porque puedas escribir una página relativamente bien escrita. Creo que te responsabiliza también contigo porque, ya lo he dicho, de repente estoy de madrugada leyendo o escribiendo y a veces pienso ¿para quién estoy haciendo esto? Nadie me lo pide, si dejara de escribir ahorita, si no publicara nunca más un libro el mundo seguiría tal cual sigue.

—Entonces, sí piensas en tus lectores.

—Sí, pero pienso más en mí. Es decir, de pronto estoy encerrado en la madrugada con un libro pero estoy tratando de dejar de leerlo porque me tengo que levantar temprano para venir al trabajo y estoy escribiendo y dejo de ir al cine, dejo de hacer otras cosas por meterme a escribir pero pienso, bueno, ¿por qué lo hago? Lo hago porque eso me hace feliz y si soy un hombre feliz, lo más feliz que pueda, evidentemente voy a hacer mejor las cosas y la gente que está en mi entorno va a tener más ganas de acercarse a mí y platicar conmigo y de verme porque no estoy amargado por las circunstancias. Tengo un gran agradecimiento para la gente miserable que he encontrado en mi vida porque me he dado cuenta que no quiero ser como ellos y también estoy profundamente agradecido por la gente maravillosa que he tenido la suerte de encontrarme porque aprendo que quiero ser tan generoso como tal amigo, tan sonriente como tal amiga, tan amable como este cuate, tan apacible como mi mujer, es decir, eso lo agradezco mucho pero también tienes que agradecer a esa mala gente que camina y va apestando la Tierra (risas), como decía Antonio Machado, porque te enseñan a no ser como ellos. A mí me parece que toda la gente mala con que te cruzas en algún momento de tu vida y toda la gente desagradable, grosera, prosaica, toda la gente que hace cosas que tú desprecias, te enseñan que te puedes convertir en eso y yo, en ningún momento de mi vida quiero convertirme en lo que son esa gente que lamentablemente he tenido que conocer.

—Con tantos premios obtenidos, ¿te preocupan las listas de ventas de tus libros?

—(Más risas) No. Tengo la fortuna de vivir en este estado y de haber publicado poco fuera, hasta el momento es una fortuna, porque no vivo de eso, lo que me da la total libertad. Es decir, el siguiente libro puede ser una verdadera tontería y no me preocupa porque no estoy a sueldo de una editorial, entonces escribo lo que se me pega la gana y me hacen, a veces, el favor de publicar eso que escribo y no está mal, a mí me parece maravilloso, y si de pronto hay tres personas que deciden leer mi libro digo, ay, Dios los bendiga y si son tres mil, pues qué maravilla. Tal vez no debería decirlo, pero en el caso de estos dos libros, Aún corre sangre por las avenidas lo editó el Coneculta y es un libro que tiene el cuidado de César Meraz que es alguien que sabe muy bien su oficio, por eso es un libro muy bonito, muy cuidado en todo; Mar en movimiento es un libro que no está cuidado, tiene líneas viudas, tiene errores de edición, tal vez no está bien pegado, etcétera, pero no me preocupa demasiado eso, lo que me interesa es que lo lean. Hay cosas en las que yo no tengo control y a mí me interesa que Mar en movimiento circule, que la gente pueda leerla así como está y que le guste, a esperar que venga Alfaguara y me diga: Papito te voy a editar tu novela. No estoy tan casado con el asunto de que se venda o no se venda. En realidad, lo que me importa es que la gente que lea un libro mío diga, este tipo me interesa.

—¿De todas las cosas que te han dicho tus lectores en torno a tus libros, cuáles te han conmovido?

—Híjole, sería un ejercicio muy vanidoso, porque sí me han dicho cosas muy lindas. He tenido suerte porque ha habido jóvenes, niñas, niños que me han dicho maravillas. Te doy dos ejemplos: Una niña que leyó Carámbura, me dijo que hasta ese momento la llevaba doce veces leída; su maestra, que sabía de la obsesión de esta niña por el libro, me la presentó y le pidió que me dijera una parte. Se sabía de memoria el primer capítulo, estaba realmente conmovido porque yo no me lo sé, por supuesto.

Foto: Alexis Sánchez
Foto: Alexis Sánchez

El otro caso: en Villaflores fui a presentar Beber del espejo y después del rollo que normalmente te echas, de en medio del auditorio se levantó una chava como de diecisiete años y dijo “El orden no existe, el mundo es un caos.” Reconocí la línea porque es de un cuento viejísimo mío, así empieza, y entonces ella siguió diciendo otra parte del cuento y cuando terminó la presentación se acercó a mí y dijo que ese cuento le sirvió para entender muchas cosas de su vida, algo que me pareció impresionante porque el texto habla sobre la indeferencia que tenemos hacia los alcohólicos. Es el caso de un hombre que se dedicaba a cargar muertos en Tuxtla hace muchos años y que era despreciado por todos. Escribí esa historia porque me la contaron cuando estaba borracho y me quedó tan grabada que, al otro día, con una cruda tremenda, escribí ese cuento que es muy furioso contra la naturaleza humana y contra la forma de contar cuentos. Es, entonces, un cuento que transgrede las formas de contar cuentos y habla mal de los seres humanos y habla mal de mí mismo. Por eso me conmovió la chava. Y hay una persona que tú conoces, no te voy a decir su nombre, que tiene Vanterros en su baño y dice que lee un capítulo todos los días y tiene súper subrayado el libro y cada vez que me ve me dice las nuevas cosas que ha descubierto al releerlo, algo que me parece realmente maravilloso. Dice que quiere escribir un ensayo sobre cada capítulo porque cada capítulo podría ser ensayístico. En general he tenido la suerte de que haya gente que me lea y gente que además de leerme le parece que lo que hago puede ser interesante o importante para su vida, un privilegio que no sé si merezca pero que me deja en claro que lo que hago toca algunos corazones, que es, al final de cuentas, lo que quiero hacer.

—¿Crees que el mundo tiene remedio?

—(Risas). Si nos fuéramos todos los seres humanos sí tendría remedio. (Risas). Creo que sí, no sé cómo, no sé cuándo. Siento que he caído en cierto triunfalismo literario, por ejemplo Vanterros iba a terminar con el Apocalipsis, sin embargo, a última hora se me ocurrió que ese no fuera el final y entonces el final es como un renacimiento, un nuevo empiezo del mundo. En Aún corre sangre por las avenidas su personaje central se iba a ir al carajo pero cuando se le aparece el ángel, en la novela, me di cuenta que el tipo no podía morirse, había que darle chance. Mar en movimiento es una novela del perdón. Así que, aunque te dijera lo contrario, la visión que tengo en mis libros es una visión de cierta esperanza, fundada. Te platicaba de la gente despreciable que me he encontrado pero en realidad me he encontrado mucho más gente maravillosa. Y hay gente que intenta hacerme daño pero hay mucho más gente que me quiere, me cuida. Entonces, en términos de mi mundo, del mundo que yo vivo, es evidente que no podría ser catastrofista, creo que hay más gente buena que mala, por lo menos en mi experiencia, y he aprendido a ser feliz y no tendría porque hacer infelices a mis personajes aunque estén en historias terribles como en Aún corre sangre por las avenidas. El mundo sí tiene futuro, por lo menos el mío, el que me toca y el que me gustaría para todos.

 

*Entrevista publicada en cinco partes en el diario El Heraldo de Chiapas, 9 de septiembre de 2005.

9

Me verás perdido en cada capa del mundo
Si alzas la cabeza, si bajas la persiana,
si sales al balcón, si regresas a tu cuarto
Estaré ahí, aunque nada te motive a pronunciarme
Aunque nunca te percates de mi boca
Aunque creas que el reflejo de la luz te cubre
Aunque vengas tan dispuesta y tan ufana
Me verás, a propósito de cualquier luna
Descendiendo de un trapecio, allanando tu mirada,
devolviéndote las ansias sin culpa,
la moral de tu fluido carmesí
Estaré porque todo me seduce
La fusión de la seda y el encaje
El alcance persecutorio del violín
La magnífica obertura de los cuerpos
La victoria que sólo ocurre en la noche

Gustavo Ruiz Pascacio (Tuxtla Gutiérrez, 1963)
De su más reciente poemario: No viene la primavera en las líneas de mi mano

Foto: Leticia Bárcenas González
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