“Me gustaría morir sólo por diez minutos”*

A Édgar, Laura, Ana Lilia, Marco Antonio, Guillermo, María Luisa y Servando

Hay muertes que te sorprenden porque le ocurre a gente conocida en determinado ámbito y por inesperadas, otras muertes duelen porque quien se va es alguien muy cercano y no importa la circunstancia, simplemente duele. Pero suceden otras en las que te afecta porque quien muere ha formado parte de tu vida aunque no la conozcas o la conoces de lejos o por otras personas o por su obra.

Ese es el caso de René Avilés Fabila, quien murió ayer domingo y a quien conocí porque era maestro en la universidad en la que estudié, aunque yo no tomé clases con él. Sin embargo, a través de un afecto muy cercano, conocí su obra literaria y también algo de su pensamiento político. Se puede estar o no de acuerdo con este último, pero no se puede negar su valor como escritor.

La novela “Tantadel” fue el primer acercamiento y la sufrí y disfrute página tras página. Quizá fue el hecho de que los protagonistas fueran jóvenes capitalinos, como yo en ese tiempo, lo que me atrapó, o simplemente la forma de narrar de Avilés Fabila, que me hizo entrar en la historia, recorrer las calles de la ciudad y sufrir con el narrador el miedo a los fantasmas de los amantes que tuvo o podría tener Tantadel.

Y después apareció Odette, la mujer protagonista de la novela “La canción de Odette”, con sus propios miedos: la vejez y la soledad. Por eso insiste en rodearse de gente joven y culta, a quienes les abre las puertas de su mansión cada noche, en las que no sólo se habla de arte, se consume alcohol y drogas, con lo que ella trata de evadir su realidad.

El tratamiento narrativo en ambos casos, me arrastró a ese mundo trágico, de desencuentros amorosos, de fracturas interiores, de miedos, pero en medio de ello conocí dos mujeres extraordinarias.

Y bueno, no voy a hacer crítica literaria o reseñas de todas sus obras, simplemente, escribo esto para recordar a un gran escritor y así, de alguna manera, abrazar a sus dolientes, a ese afecto que me hizo conocerlo y a otros tantos lectores que lamentan su repentina partida, esa que en un segundo, como dice el escritor Manuel Vicent, desvió el curso de una vida hacia un destino inesperado.

Gracias René Avilés Fabila, donde quiera que te encuentres, por tu irreverencia y humor al escribir y describir con un lenguaje coloquial, este mundo sórdido y a veces inhabitable, pero también amoroso.

Foto: Édgar Hernández Ramírez
Foto: Édgar Hernández Ramírez

Posdata: Tenemos que conocer el Museo del Escritor, que fundó en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

*Esta frase aparece en una declaración que hace sobre la presentación de su libro “Réquiem por un suicida”, citada en http://www.proceso.com.mx/458073/fallece-escritor-rene-aviles-fabila