El Día Internacional de la Mujer se instituyó en la ONU en 1975 como una forma de no olvidar a las 146 mujeres que perecieron en el incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist, en Nueva York, Estados Unidos. Las trabajadoras textiles murieron debido a las quemaduras, los derrumbes, la inhalación de humo y la desesperación de no ver escapatoria. Los dueños de la fábrica habían sellado las salidas “para evitar robos”.
Trágica coincidencia. Justo el día de la conmemoración, el 8 de marzo de 2017, mueren calcinadas más de 30 niñas en el albergue llamado Hogar Seguro Virgen de la Asunción, en San José Pinula, Guatemala, en donde las autoridades las mantuvieron bajo llave “para evitar una tragedia”, argumentan, después de que varios jóvenes se fugaron del Hogar, en el que, denuncian, hay hacinamiento y son violentados.
Cuando falla la familia, el Estado debe velar por sus niñas, niños y adolescentes, se dice. En este caso ¿a quién se le deben pedir cuentas, exigir justicia? ¿Qué podemos hacer, además de vociferar en las redes sociales?
“…voces descarnadas que vienen desde el desierto social, cuya impunidad nos aniquila; desde el otro desierto llamado soledad, en donde el viento frío de la deshumanización es presencia a la hora de pasar la lista de las muertas-asesinadas.” (Patricia Medina)
Quizá escribir ayuda a calmar el dolor, a mitigar la indignación… por eso hoy, hemos decidido compartir con ustedes, como una forma de solidaridad con las mujeres madres, abuelas, hermanas de esas niñas muertas en Guatemala, este poema:
La palma de la mano abarca la herida
madrugada de hace treinta años
cuando el verso hoy escrito
se oyó grito
y la rapiña sobre una niñez
inundada de futuro
se vino encima
no una vez
no una sola vez
no fue una sola vez
Donde la mano puso su tacto
donde el silencio puso su sello
donde el olvido se convirtió en memoria
donde la violencia abrió una llaga
donde una madre dio indiferencia
y el olvido no alcanzó para guardar el secreto
en una caja de los sin recuerdos
en una caja de la historia de las mujeres
en una caja cerrada
no una vez
no una sola vez
no fue una sola vez
Hoy todavía causa sobresaltos
la noche que oscurece la niñez
pesadillas con torturas y tarántulas
esconden la sonrisa de una mujer
de sonrisa arrancada a destiempo
con la inocencia clausurada
por el suceso que nadie quiso creer
que sucedió
sobre las marcas y el dolor
un cuerpo de niña violentado
no una vez
no una sola vez
no fue una sola vez
La historia repite el capítulo
en donde nadie oye
porque nadie cree que pueda suceder
y entonces cómo entender
que sigan riendo aquellos que
ultrajaron la inocencia
aquellos que siguen moviéndose
como peces en el agua
entre el chasquido del silencio de
una madre
la permisividad que da el no ser
dicho
y la oscura noche que yergue la
geografía de una mujer
con memoria que no olvida
con miedo a vivir
con miedo a morir
con ojos que no debieron mirar
con puntos cardinales
distorsionados
y la ventana que abre su palabra
en la palma de la mano que abarca
la herida
no una vez
no una sola vez
no fue una sola vez
Lo único que queda es la palabra.
Foto: Leticia Bárcenas González
Poema: Geografía / Cynthia Pech (Ciudad de México, 1968)
Fuente: La mujer rota. Poesía de autoras y autores hispanohablantes. Coord. Gloria Velasco. Literalia Editores. Colección XX, no. 3. México. 2008.
«La sangre derramada clama venganza». Y la venganza no puede engendrar sino más sangre derramada ¿Quién soy: el guarda de mi hermano o aquel a quien adiestraron para aceptar la muerte de los demás, no la propia muerte? ¿A nombre de qué puedo condenar a muerte a otros por lo que son o piensan? Pero ¿cómo dejar impunes la tortura o el genocidio o el matar de hambre? No quiero nada para mí: sólo anhelo lo posible imposible: un mundo sin víctimas.
Cómo lograrlo no está en mi poder; escapa a mi pequeñez, a mi pobre intento de vaciar el mar de sangre que es nuestro siglo
con el cuenco trémulo de la mano. Mientras escribo llega el crepúsculo cerca de mí los gritos que no han cesado no me dejan cerrar los ojos.
Fin de siglo / José Emilio Pacheco (30 de junio de 1939, Ciudad de México – 26 de enero de 2014, Ciudad de México)
Deseo que lo que escriba tenga un impacto en la conciencia de los jóvenes: Adriana Zebadúa Mendoza
Autora del cuento “Muñeca rota”, segundo lugar en el concurso de cuento breve Monstruos contemporáneos, organizado por el programa de radio Andares.
Gabriela G. Barrios García /Leticia Bárcenas González
Foto: Cortesía
Adriana Zebadúa Mendoza creció rodeada de libros, su abuelo era un gran lector por lo que desde muy pequeña empezó su amor por los libros. Escribe desde los 17 años, su primer acercamiento fue con la poesía y tiempo después comenzó a escribir narrativa, el primer cuento que escribió fue “Muñeca rota”, con el cual ganó el segundo lugar en el Concurso de Cuento Breve, organizado por el programa Andares, la cultura y sus rutas, bajo la temática Monstruos contemporáneos.
En su faceta como escritora tiene en su librero no sólo diversos títulos de sus autores favoritos sino también tomos con historias esperando salir a la luz, mientras que en su faceta como docente, sueña, mediante sus escritos, formar y transformar conciencias en sus jóvenes alumnos.
Adriana es profesora de secundaria, imparte la materia de español en una secundaria técnica de la comunidad indígena La Candelaria, del municipio de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Al respecto nos comenta: “Tengo clara la diferencia entre sueños y metas. Sueño con algún día publicar algunas cosas, sueño con impactar de alguna manera con lo que hago, pero en cuanto a metas, la principal es que con lo que hago pueda formar o transformar conciencias, sobre todo en los jóvenes. Por eso para mí es una meta a mediano plazo hacer un compendio, un volumen, de lo que yo tengo para público adolescente. Ser una persona que les despierte el deseo tanto por leer como por escribir. Como todos, quiero publicar, quiero editar un libro, quiero ver mi nombre, pero sobre todo lo que quiero es formar y motivar a otros”.
“Muchas veces las personas que nos dedicamos a escribir olvidamos eso, a veces por el ego –bueno me incluyo como escritora, como dijera un amigo, como juntaletras-, es natural del ser humano. Que te reconozcan, que te premien, que ganes, es un estímulo, un incentivo pero llega un momento que olvidamos que no somos eternos, algún día nosotros vamos a pasar y ojalá trascendamos y quede a la posteridad nuestro trabajo, pero lo principal es el ejemplo. Que cada quien forme su propio camino con mi ejemplo, con lo poco que pueda contribuir. Y eso es lo que a veces olvidamos, el enseñar a otros, a veces sólo queremos todo para nosotros y no enseñamos el camino a los que vienen”.
Desmesuradas abre su espacio para escuchar la voz de esta joven escritora y compartir con nuestras lectoras y lectores, sobre su proceso creativo.
¿Desde qué edad y cómo descubriste tu gusto por la literatura?
Por la lectura, porque creo que todos comenzamos por ahí y es la manera en que siempre, al menos con mis alumnos es lo que yo les comento que comenzamos por el gusto por la lectura y luego se nos empieza a despertar el gusto por escribir, van muy ligados.
Tuve la fortuna de crecer en una familia de lectores. Mi abuelo tenía libros, aunque él en cuanto a estudios no tuvo mucha oportunidad en aquellos tiempos; sin embargo, siempre había libros al alcance de nosotros en la casa. Fui la primera nieta, entonces tuve esa suerte de que me daban lo que yo quería, incluso tengo hasta una foto donde estoy como a la edad de dos años y ya tengo un libro en la mano.
Mi madre igual, lectora, entonces desde ahí, desde mis inicios me ha llamado la atención la lectura. En cuanto a la escritura, como tal, desde los 17 años comencé a escribir poemas, empecé con la poesía como todo adolescente, lo curioso es que desde el principio mis poemas rimaban, a pesar de mi corta edad. Mi mamá era maestra de español, siempre cuidando la métrica y la rima, y me salían los poemas rimaditos, era un hobby. En narrativa, relativamente tengo poco tiempo. En el 2005, precisamente el primer cuento que escribí como tal, es el que ganó en esta ocasión, por eso lo metí al concurso, es muy entrañable para mí, le tengo mucho cariño, es “mi primer hijo”, digámosle así.
Foto: Cortesía de la entrevistada
¿Qué estudiaste?
Soy comunicóloga. Soy egresada de la Unach generación 1997-2001.
¿Qué género te gusta más?
Indudablemente la narrativa. Incluso en cuanto a mis lecturas me encanta el cuento y la novela. Mi autora favorita es Isabel Allende, no sé si estén de acuerdo o no pero me encanta.
¿Qué es más importante para ti el contenido o la forma?
Está difícil. Creo que el contenido más que la forma porque como he escrito los cuentos a veces me inspira una frase, una palabra, una imagen y sobre eso comienzo a desarrollar toda la historia en mi cabeza, no me fijo tanto en que si va a empezar así o cómo le voy dando forma sino que para mí surgen solos. Entonces me gusta más que cuente algo que sea significativo para mí.
¿Cómo nace la idea del cuento “Muñeca rota”?
Muchas personas me han preguntado si fue por alguna experiencia directa y no, afortunadamente no es el caso; sin embargo, sí me inspiraron dos cosas. La hija de una compañera se llama Melisa y me gustaba como sonaba su nombre, me gustaba la niña en sí cómo era y su edad más o menos corresponde a la del cuento y en aquellos tiempos sonaba una cancioncita de niños, que mencionaba una Melisa y me gustaba tararear la estrofa, porque aparte me gusta cantar y simplemente se unió todo. Entonces un día viendo a la niña le dije, te voy a enseñar una canción y se la empecé a cantar; me gustó cómo sonaba y el hecho de que la niña se llamaba Melisa, le llamó la atención y allí comenzó la historia.
Recuerdo muy bien ese día, porque se retiraron todos de la escuela y me quedé al final y empiezo a escribir la estrofa. Le cambié una palabra, la canción no dice la muñeca está rota Melisa, Melisa, la canción original dice: la cubeta está rota, Melisa, Melisa. Es la licencia que me tomé, lo escribí y ahí comencé a pensar en una niña llamada Melisa y que está cantando y luego que está sola y el cuento fue como surgiendo solo. Al principio no sabía ni cómo iba a terminar, se fue contando solo y por eso le tengo mucho cariño. La gente cuando lo lee me dice: pero cómo, es que está muy crudo, como que es una cosa que te llega. Claro, trata una problemática de las mujeres. Lo que uno ha leído durante mucho tiempo, lo que uno ha escuchado, eso marca en tu experiencia, la haces tuya pero no es que yo la haya vivido sino que les di voz a esas personas.
Foto: Cortesía de la entrevistada
¿Como docente te has enfrentado a algún caso de abuso?
Sí, desafortunadamente me tocó uno en especial. Fue después del cuento, aproximadamente en el 2011. Me enfrenté a un caso muy difícil, muy triste y también el desenlace de la chica. Era una chica del rumbo de Palenque, la niña tenía 13 años y tenía una hija. Se acercaba a llorar conmigo, la vi cortada pero yo no sabía por qué se cortaba y platicábamos hasta que me dijo que tuvo una hija a los 11 años, “desde los 9 años me violaba mi papá”. Nunca me dijo mi padrastro o el marido de mi mamá, no, su papá, desde los 9 hasta los 11 años que la embarazó, abusaba de ella.
“Mi mamá lo sabía y nunca hizo nada”. Y ya cuando ella se embaraza la corre su mamá de la casa, la dejan sola prácticamente, muy triste el caso. Además, por cuestiones que hasta el momento no logro entender, el DIF la tenía a ella en una casa y a su hija en casa de otras personas, eso le pegaba mucho también porque no vivían juntas. Le dije ¿pero por qué te separaron? Yo no puedo entender. Su misma mamá le llegaba a decir de cosas y según por eso la separaron de su bebé. El caso es que esta chica un tiempo estuvo muy bien en la escuela, iba adelantando y todo bien pero al final de cuentas apareció un chico, se enamoró, como dicen “le jugó la cabeza”, dejó de estudiar y la volvió a embarazar. Le perdí la pista a la chica, pero es el que más recuerdo. Un caso muy triste.
¿Crees que la literatura pueda mover conciencias, por ejemplo, en este tema?
Sí, por supuesto que sí. Desde mi perspectiva de docente, porque siempre he visto más la cuestión de la literatura desde mi perspectiva docente. Mi sueño, lo he implementado en las clases de español, en algunas escuelas que he estado. Mi sueño es eso, que yo algún día les diga a mis chicos, esto lo escribí yo, esto salió de aquí y lo vamos a desmenuzar, nos sentemos aquí a conversar sobre esto. ¿Qué piensan de este tema?, ¿cómo creen que hubiera reaccionado esta persona sino hubiera reaccionado según como reacciona en el cuento? Me encantaría estar más abierta en ese punto, de manejarlo todo más didáctico. Que lo que yo escriba tenga un impacto al menos en la conciencia de los chicos, en las nuevas generaciones, enfatizo en los adolescentes porque es con los que trabajo.
¿Has participado en otros certámenes de cuento?
Sí, no muchos, de cuento han sido como en tres que he participado, obviamente no había ganado nada (risas.) pero sí he enviado algunos, incluso uno de poesía, el Efraín Huerta, mandé dos veces pero no se pudo (más risas).
Foto: Cortesía de la entrevistada
¿Qué temáticas has tratado principalmente en tus escritos?
De todo un poco, aunque más temáticas relacionadas con la mujer y nuestras problemáticas. En este caso, el de Melisa, el abuso sexual. Tengo cuentos por ejemplo, de lo que pasa una mujer cuando una relación termina y lo que puede ella llegar a ser. Tengo cuentos como más tradicionales, románticos y hasta detectivescos; pero casi siempre hay una mujer como protagonista o como personaje.
¿Has publicado tus historias en otros medios?
Sí. Del 2006 a principios del 2008, estuve publicando en El Heraldo de Chiapas, en una revista que edita la Facultad de Historia de la Unicach, ahí publicaron como dos o tres cuentos y en la revista Rascapetate, en cuanto a impresos y de ahí en medios electrónicos. Pero imprimir ya algo como un libro, no. Todavía no tengo esa suerte.
¿A qué hora escribes?
A la hora que me dejen (risas). Ha sido difícil combinar esto con ser madre. Al menos, se me ha complicado muchísimo. Escribía antes de ser mamá, escribía mucho. Escribía más en la tarde, en la noche, por la cuestión donde yo vivía, como estaba lejos de mi familia; cuando vivía en Palenque escribía mucho, muy seguido y tengo varios volúmenes, los tengo por nombres. Casi no he escrito desde que nació mi niño, muy rara vez me pongo a escribir algo, no se puede. Otro añito más y ya (risas).
Como no he escrito más, los textos que tengo los organizo, los reviso, les voy poniendo según la temática, los voy ubicando en los volúmenes que, según yo, deben estar. El de Muñeca rota está en uno que se llama “Sueños, desvelos y duermevelas”, de hecho así se llamaba mi espacio en El Heraldo. De ahí tengo otro con mis cuentos más fantasiosos, se llama “Onironáutas en entresuelo”, supuestamente el término onironáutas son aquellos que pueden salirse y regresar de un sueño a su gusto, y en el entresuelo es como cosas ocultas que todos en algún momento tenemos en la cabeza. Así tengo varios nombrecitos y ahí los voy ubicando.
¿Para qué tipo de lectores escribes?
Es muy amplio mi público pero una cosa he dicho: no escribo para niños. Muchos me dicen, pero si eres maestra y no escribes cuentos para niños. No, es lo más difícil del mundo. Aparentemente, es muy fácil, pero no, sólo dos cosas para niños he escrito y una de ellas es una pequeña obra de teatro sobre el Bulling, que por cierto, se llama “La papa asesina” y fue de lo más complicado que yo haya hecho. Entonces para niños no, yo creo que más me he enfocado a lo juvenil, en ciertas temáticas y para adultos en otra, porque también tengo escritos eróticos. Cualquier cosa me inspira y se va mi cabeza.
¿Qué son para ti los libros?
Son mi vida. Para mí los libros son todo. Son, vamos a decirlo así, mi mundo, mi otro mundo. Sí, aquí vivo, aquí todo lo real, pero en este otro mundo también soy feliz. Entonces siempre ha sido mi refugio, mi mundo. De hecho, con mi esposo así nos conocimos, también es otra historia por ahí, con él nos conocimos en el Facebook, una amiga en común, que también es lectora publicó: ¿Cuál es tu top ten de libros? Y él comentó y yo también, y una cosa llevó a otra. Él tiene su biblioteca, yo tenía la mía y cuando nos casamos se juntaron y yo feliz y él feliz con tanto libro (risas).
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PERFIL
Lugar de nacimiento: Tuxtla Gutiérrez, soy tuxtleca, más tuxtleca que el pozol.
Edad: 35 años
Número de hermanos: Somos 5, yo soy la mayor. Somos tres mujeres y dos hombres.
Estado civil: Casada
Número de hijos: Sólo uno.
Pasatiempos: Leer, indudablemente. Escribir, cantar y lo que más disfruto últimamente es salir con mi hijo y pasear con él, es otro mundo que estoy explorando y descubriendo.
Música: Boleros, cosas suavecitas.
Libro de cabecera: Son tantos, pero bueno, voy a mencionar uno, el que me ha marcado, el de Jane Eyre de Charlotte Brontë,
Escritor: Hombre, Gabriel García Márquez y escritora, a pesar de las críticas, Isabel Allende.
Comida predilecta: Comida china.
Ritual: No, yo soy de las escritoras raras que no hacen rituales.
Cuento: Yo Certamen: Literario Muñeca: Muñeca Rota Educar: Formar Palabra: Pensamiento Realidad: Fantasía Niñez: Difícil Mujer: El todo
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CUENTO RADIOFÓNICO «MUÑECA ROTA», UNA PRODUCCIÓN DEL PROGRAMA ANDARES, LA CULTURA Y SUS RUTAS, QUE SE TRANSMITE EN EL 93.9 FM DEL SISTEMA DE RADIO, TELEVISIÓN Y CINEMATOGRAFÍA
Alguna vez, de pronto, me despierto:
Un dolor me recorre tenazmente,
un dolor que está siempre, agazapado,
por saltar, desde adentro.
Entonces tengo miedo.
Entonces, me doy cuenta que estoy sola
frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo
lleno de mis imágenes,
de rostros polvorientos.
Estoy sola, pero siempre estoy sola:
Es lo único cierto.
El amor era un huésped,
la soledad es siempre el compañero
que permanece al lado, inconmovible.
Lo único seguro, verdadero.
Oigo mi corazón, vieja campana
que dobla y que golpea,
que rebota en las sienes y en la nuca
y en la boca y los dedos.
Es cierto, tengo miedo.
Miedo de no poder gritar, de pronto,
de que ya sea demasiado tarde
para un ruego.
La costumbre ahoga las palabras
y alarga el desencuentro.
Ah, tantas cosas quedarán ocultas,
perdidas, sin recuerdo,
tantas palabras que no fueron dichas,
tantos gestos.
Unos dirán: Yo sé, la he conocido,
fue una ardiente rebelde,
se desolló las manos y la vida
por defender los que creyó más débiles.
Otros dirán: Yo sé, la he conocido,
era dura, malévola,
avara de ternura, con la boca
mostraba su desprecio.
Alguien dirá: Y cómo sonreía…
Qué importa
lo que vendrá después del gran silencio.
Claro que tengo miedo.
Así, en la madrugada
mientras algún dolor -un dolor, siempre-
va hincando sus agujas en mi cuerpo,
abro las manos en la sombra dulce
para atrapar mi soledad, de nuevo,
y me quedo a su lado, sin moverme,
con los ojos abiertos
la vida detenida.
Toda mi sangre es un temor inmenso.
Foto: Igor Vasiliadis
Alguna vez, de pronto… / Julia Prilutzky (Poeta ucraniana nacionalizada argentina. 1912-2002)
“A lo mejor un poema no puede cambiar al mundo, pero sí puede crear un diálogo y eso es muy importante por todo lo que está pasando”, expresó el destacado poeta chiapaneco Óscar Oliva, en el homenaje que recibió por su trayectoria dentro del Segundo Encuentro con la Palabra Escrita, realizado en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
A propósito de los acontecimientos nacionales, de este homenaje y del aniversario luctuoso del luchador social Lucio Cabañas, Desmesuradas comparte uno de sus poemas de reciente creación:
Balada por los muchachos de Ayotzinapa
No hay límites para el país del crimen.
No hay nombre para el país del crimen.
No hay país con nombres del crimen.
No hay crímenes para el país del crimen.
¿Díganme, en qué país lejano hallarlos?
A Décimo Junio Juvenal agrego a François Villon
para componer esta balada, y pido a otros cantores
añadan otro estribillo interrogativo: ¿dónde, en qué
país sin crímenes están los muchachos que apenas
se habían desnudado al amor?
Ayúdenme a correr junto a un río
que corre con demasiada fuerza.
¿En dónde están, en qué casa negra, encapsulados?
En la casa blanca no están, ahí ya no habita nadie.
Llegará el tiempo de otras sirenas, de otros sortilegios,
y la blancura como lirio será un resplandor amarillo
o un lirio negro al capricho de otra dueña, otra Circe
de engaño, entre leones y lobos del mismo bosque.
¿Dónde están, Madre Dolorosa?
¿Dónde están las 43 lágrimas de ayer por la tarde?
No vamos a averiguar en esta mañana dónde están,
ni en las siguientes mañanas y tardes dónde están,
ni en todo el año, que a este estribillo no nos lleve:
¡Mas dónde están los muchachos de Ayotzinapa!
No hay límites.
No hay nombres.
No hay país.
No hay crímenes.
Corren con demasiada fuerza.
Óscar Oliva
Tuxtla Gutiérrez, noviembre, 2014.
Maestro rural, egresado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en la cual fue líder estudiantil. En la década de 1970 actuó como jefe del grupo armado Partido de los Pobres en la sierra de Guerrero.
Bajo el antifaz / Violeta Montero Salazar (Chiapa de Corzo, Chiapas. 1930)
Fuente: Poesía en voz alta. Antología para jóvenes. Volumen tres, tomo II. Secretaría de Educación Chiapas. 2002. Serie: Lecturas sobre la realidad chiapaneca.