I
Nadie puede ser capaz de decirte
cuánto te quiero,
cuánto te quise ese año
en que el verano no se iba nunca.
Nadie puede tomar mi lugar
esta tarde
ni acercarse a tu casa para avisarte que me voy.
Me estoy yendo
y nadie más que yo podría decírtelo
y sumar a eso
que te quiero,
que te quise mucho ayer
y también aquel verano
interminable, que fue el primero
y el último.
II
Nadie puede ser capaz de nombrarte
las casas que vi,
la humedad en una viga
como la mancha
en un pie.
Nadie puede hablarte de los nombres,
mucho menos del miedo
que empuja a hacer cualquier cosa.
Pero yo puedo decirte
dos palabras y entenderías.
Qué idiota es el tiempo
cuando nos sobra
y qué astuto
cuando está tocando a su fin.
III
Quedarme así en el medio de la pista
cuando la música nos divertía
y tus ojos estaban fijos en mí
como dos estrellas
fijas.
En ese momento sí, quedarme en el medio.
No después,
cuando la pista te aburrió
y se apagó la música, el cielo,
las dos estrellas, todo.
Que lo que vaya a ocurrir, pase
y me ponga en el costado
por primera vez en mi vida.
En el centro tiene que estar
tu nombre
alrededor del que orbité
siempre
pero tan exánime,
que no alcanzaste a percibirlo
y al final te fuiste.
Serie «Última tarde» poemas del libro inédito «Callao 1824» de la poeta argentina Cecilia Romana.
Fotografía: Leticia Bárcenas González