Moisés León Silva, «bolero oficial» de la Secretaría de Educación

Mirada de don Moisés/Foto:Vladimir González R.

Originario de Puebla, Moisés León Silva, llegó al estado de Chiapas como militar; se enamoró de Eva Gutiérrez Méndez, quien hoy es su esposa, y decidió formar una familia. Sin embargo, su trabajo en el Ejército no le permitía convivir mucho con su pareja e hijos, así que decidió desertar y regresar a su lugar de origen. Después de algunos años su compañera enfermó y el médico recomendó un cambio de clima: regresaron a Tuxtla Gutiérrez; era el año 1987.

Los años han pasado pero don Moisés no pierde su vocación de servicio, por ello Desmesuradas los invita a conocerlo a través de  esta entrevista realizada en el 2006 pero que no pierde vigencia, al igual que su trabajo y su mirada:

 

De las armas al arte del trapo

Leticia Bárcenas González

Aquí, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, la situación legal del señor Moisés con la institución castrense no le permitía solicitar un empleo donde tuviera que presentar documentos como la cartilla o comprobante de no antecedentes penales, por lo que se vio obligado a realizar trabajos temporales y poco remunerados.

En 1990, sin trabajo, con esposa y tres hijos que alimentar, se arriesgó a aceptar la invitación de su amigo “Sebas”, un joven que trabajaba como bolero en la Secretaría de Educación, Cultura y Salud (hoy solamente Secretaría de Educación) aun cuando él sabía nada del oficio. “Me costó mucho. Después de estar quince años en el Ejército, donde se nos enseña a creernos superiores. Se requería de mucha humildad.”

Don Moisés, trabajando / Foto: Vladimir González R.

¿Qué más se requiere para ser un buen bolero?

—Un bolero no se puede hacer de la noche a la mañana, va uno reuniendo experiencia, incluso de los mismos clientes que nos van indicando cómo se les haga el trabajo y así, con un conjunto de experiencias logra ser uno un bolero de calidad.

Por supuesto, también hay ciertas virtudes que va uno cultivando como el ser humilde, ser discreto, sobre todo cuando estamos boleando y se tratan asuntos muy confidenciales en donde debemos tener mucho cuidado para no divulgar esa información. Una persona me comentó que una vez en el Estado de México había problemas entre unos funcionarios, se peleaban  porque se filtraba información y se acusaban unos a otros, hasta que uno se dio cuenta que era el bolero quien los escuchaba y luego contaba todo. Así que me dijo: ten cuidado, no te vayas a envolver en esa situación y después vayas a meterte en problemas judiciales.

¿Quién fue su primer cliente?

—Se llama Apolinar, no recuerdo los apellidos pero estaba en el Departamento de Supervisión de Preparatorias. Como no sabía bolear, con él tardé aproximadamente media hora (risas).

¿Cómo se acercó a él y le ofreció sus servicios?

—La persona que me entregó el trabajo me dijo: primero obsérvame, y cuando me tocó el turno me acerqué y le dije: “‘Profe’, ¿quiere que le limpie sus zapatos?” El me dijo “sí, bueno”. Y ya empecé a bolearle los zapatos, él me observó con un poquito de duda porque no me había visto por acá y sobre todo, porque este trabajo es de niños y yo ya tenía mi edad.

¿Cuántos años tenía?

—Como unos treinta y dos.

¿A cuántos secretarios les ha echado un “trapazo”?

—Ah, son varios. El primero fue el ingeniero Abelardo Santillán Bárcenas, de ahí siguió el profesor Gilberto Cruz Albores, la profesora Sonia Rincón Chanona, el licenciado Santiago Becerra, el profesor Pedro René Bodegas Valera y ahora al profesor Alfredo Palacios Espinosa.

¿Cree que alguna vez desaparezca este oficio?

—¡No creo! Este oficio es universal, me doy cuenta en algunos medios de comunicación, como la televisión, que de repente captan algunas personas boleando zapatos y sobre todo me he dado cuenta que es un trabajo muy modesto y ¿quién no necesita la boleada? Todos.

¿La gente paga el valor de su trabajo?

Boleando zapatos de dama / Foto: Vladimir González R.
Boleando zapatos de dama / Foto: Vladimir González R.

—Ahí está el detalle, fíjese, algunos sí lo reconocen, otros no. Hay un profesor que sí se daba cuenta de la calidad de trabajo que le daba y me pagaba bien, diez o doce pesos, le estoy hablando de hace unos ocho años. ¡Era bastante! Hoy mis clientes me esperan porque cobro un precio modesto, cinco pesos, cuando en realidad se cobran siete pesos y ya con la tinta doce pesos. De esa manera los tengo contentos y se dan cuenta que las boleadas, además, son de calidad.

¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha dado la boleada?

—Muchas, primeramente la de tener la amistad de personas muy bien preparadas; la satisfacción también de poder ayudar a mi familia, de enseñarles que cualquier trabajo aunque sea humilde es honesto. Y sobre todo ver cómo muchas personas se dan cuenta de que uno tiene el deseo de trabajar.

—Cómo bolero ¿cuál es su mayor aspiración?

—Pues, no. Ya conseguí ser una persona que sabe hacer su trabajo. Alguien me preguntaba que por qué no me compraba una silla para conseguir un lugar en el Parque Central, pero no creo que sea necesario. Solamente cuando ya alguien nos organice en todos los edificios de gobierno y tengamos que poner una silla, entonces mi aspiración será poner un negocio para beneficio personal.

¿Qué es lo que más le gusta de su oficio?

—¡Aaah, todo! Desde que empiezo a hacer la espuma con el jabón de calabaza hasta que rechina el zapato (risas).

—¿Qué le dicen los zapatos de las personas?

—Mucho. Cuando veo una persona que tiene muy cuidados sus zapatos veo que así tiene sus asuntos. Una persona, al asearle sus zapatos, me dijo: mire, don Moisés, tres cosas me gustan de las personas: que el cabello esté bien alineado, que esté bien vestido y que sus zapatos estén bien lustrados. Es algo que identifica a la persona, porque cuando atiende eso, se puede decir que así estarán sus asuntos de organizados.

¿Será por eso que don Moisés no sabe si le gustaría bolearle las botas a Vicente Fox?Quién sabe cuánto paga; él se hizo famoso porque le boleaban las botas en su oficina, cuando estaba en campaña.” Sin embargo, señala que sí le agradaría lustrarle los zapatos a algún gobernador.

El bolero oficial de la Secretaría de Educación, como le gusta presentarse, dice que ha tenido el privilegio de ver que algunos de sus clientes se convierten en funcionarios de gobierno. “Entonces digo, cómo es posible que después de que bolié a estas personas ya están en un alto puesto.” De buen humor y siempre discreto, sonríe al preguntarle si hay algún político al que no le pasaría el trapo: “No. No tengo ningún prejuicio en contra de nadie, son personas con sentimientos y con necesidades.”

—¿A qué futbolista le gustaría lustrarle los zapatos?

—No soy afecto al futbol, pero si me dieran una oportunidad, iría a bolearle los zapatos a ese grupo que antes era “Mocedades” y ahora se llama “Consorcio”, y poder preguntarles algo de su profesión artística.

—¿Y a qué personaje público no?

—A las personas que no les bolearía es a las que no valoraran mi trabajo, sobre todo a la hora de pedir el servicio. Ahí sí, les pongo un pretexto y no lo hago, porque siento que ven a uno como una persona que no tiene importancia, como humillando.

¿Es más fácil bolear los zapatos de mujer o los de hombre?

—Huy, es más difícil el de mujer porque hay que tener cuidado, sobre todo mostrarles respeto, darles confianza porque uno está en su trabajo.

—¿Le produce algo especial lustrar zapatos de mujer?

—Nooo. (Risas). En un principio como que dije bueno, a ver, a ver qué pasa. Pero no. Recuerdo a una licenciada que me decía: “don Moy, boléeme mis zapatos”. Empezaba a bolearlos, pero yo me daba cuenta que ella lo tomaba como una terapia, a veces se quedaba así… como media dormida (risas). Le decía: Lic. ya terminé de limpiar sus zapatos y me preguntaba, “¿no me los puede bolear otra vez?”.

¿Y no les echa ojo a su “chamorrín”?

— (Risas). Me insistían por ahí algunas personas: “qué, ¿qué pasó por allí?”. No, les digo, es parte de mi trabajo. Ellas se empezaron a dar cuenta que trabajo sin morbo y por eso me dan el trabajo. (Más risas).

—¿Qué siente cuando ve brillosos los zapatos?

—Cuando yo lo hago me siento realizado porque digo que contribuí en algo, al cuidado de la presentación de esa persona que cuida su imagen.

¿Es cierto que los militares le prenden fuego a sus zapatos para que brillen más?

—Así es. Los muchachos del Colegio Militar, después del tratamiento con la crema, la grasa y nuevamente otra capa de grasa, flamean los zapatos, entonces queda un brillo como si fueran de charol, quedan muy bien, sobre todo cuando hay paradas militares, o sea, los desfiles ante funcionarios.

—¿Cuál es el color más bonito para lustrar unos zapatos?

—Ah, el color más bonito es el negro. Le diré que algunos colores con la presencia del sol se van decolorando, como el café. Entonces, el negro es el más bonito, incluso el más elegante.

Moisés León con un cliente / Foto: Vladimir González R.

—¿Cuáles han sido los zapatos más difíciles que le ha tocado bolear?

—Son los del famoso material llamado ante, allí solamente se tiene que lavar con jabón de calabaza; pero cuando se me han presentado algunos zapatos de ese material en color azul, les digo a las personas que mejor compren unos nuevos.

—¿Le ha llegado a molestar el olor de un zapato?

—No, no. En una ocasión sí tuve como experiencia que una persona (de la Secretaría de Educación) me pidió que le cambiara el color a sus zapatos, que eran amarillos; no, no olían mal, lo que pasa es que se subió mucho el pantalón y como le eché fuego (risas), empezó a arder su pantalón, empezó a patalear y lo que hice fue rápidamente apagarlo.

—¿Le cobró el pantalón?

—No, no me lo cobraron, al contrario, me pagaron la boleada, pero yo me sentía mal porque no hice bien mi trabajo.

—También repara zapatos, ¿no le preocupa meter la mano en un zapato que no es el suyo?

—No, porque es muy difícil creer que alguien tenga problemas con alguna enfermedad de los pies, porque veo que son puras personas profesionistas y cuidan su persona en el aspecto físico; no, no veo ese peligro.

—¿Qué época del año es la mejor para su trabajo?

—Más o menos como desde marzo en adelante, porque ya cuando llega noviembre y diciembre, todos estrenan. (Risas) Entonces dicen no, están nuevos, más adelante. Son dos meses que baja un poquito el trabajo.

—Para iniciar su trabajo ¿tiene alguna superstición, cábala o ritual?

—No, porque ya todos me conocen, nada qué ver. En una ocasión a un profesor, subsecretario de Educación, jugando le dije: Lic. póngame el pie derecho porque si no, no me va a ir bien. Ah, sí, sí, me dijo. (Risas) Pero ya lo comprobé, el pie derecho o el pie izquierdo, es lo mismo. No hay ninguna situación de que me vaya bien o mal, sobre todo cuando alguien me dice: “¿Sabes qué?, no tengo dinero para pagarte. ¿Es la primera boleada?”. Les digo, no hay problema, de todos modos tiene mi trabajo. No, no tengo ninguna superstición.

—Algunos afirman que viven de la patada, ¿usted vive de la boleada?

—Sí, sí vivo de la boleada. Sí me da para eso.

—¿Por qué cree que su oficio tiene nombre de género musical?

—Ahora sí me hizo una pregunta muy difícil, porque por allí los clientes me dicen: “ai viene el bolero de Raquel”, otros me dicen “el bolero de Ravel” pero, la mera verdad, no sé qué relación tenga la boleada con la música, no sé si al rechinar los zapatos se desprendan algunas notas (risas).

—¿Cuál bolero es su favorito?

—Ummm, hay muchos. Me gusta mucho la música romántica, sobre todo, de los tríos. Los “Tres Ases”, “Los Caballeros”. Por cierto, quiero decirle que en la radio luego luego busco las estaciones en las que hay boleros, pero no de los que bolean sino de los que se cantan (risas).

En la actualidad la situación legal del señor Moisés con el Ejército está regularizada, no obstante, no piensa cambiar de trabajo aun cuando siempre está buscando la forma de superarse, tomando incluso cursos de computación. Está, además, como muchos, muy agradecido con este estado y su gente, que le ha brindado la posibilidad de ser feliz.

 

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SILUETA

 -Lugar de nacimiento:  Puebla, Puebla.

-Número de hermanos: huuy, fuimos muchos, fuimos 12 (él es el primogénito).

 -Estado civil: Casado

 -Número de hijos: 3

 -Pasatiempos: Leer sobre superación personal, asuntos morales, consolidación de la familia, en general sobre aspectos espirituales.

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Moisés León Silva / Foto: Vladimir González R.

BOLERO DE ELITE

«Cuando inició el año 1994, yo insistía en bolearle los zapatos al Secretario de Educación, y como tenía confianza con su secretaria le preguntaba: Disculpe, ¿le puedo bolear los zapatos al secretario? Ella me decía: no porque está con el gobernador. Pero pasó un día, dos, tres, toda la semana. A la siguiente semana, cuando me presenté otra vez para bolearle lo zapatos al secretario, pasé. Él, atemorizado, me preguntó: ‘¿qué, cómo están aquí las cosas?’. Me sorprendió porque me habían dicho que estaba en una reunión con el gobernador y resulta que no era así. Él, por su propia cuenta, me dijo que había quedado atrapado en Ocosingo cuando empezó el movimiento de los zapatistas. Es una anécdota en la que me di cuenta que siempre guardan lo confidencial y no dan a conocer dónde se encuentran los funcionarios.”

“Cada vez me hago más importante (risas). En una ocasión hasta me prestaron el carro oficial, con todo y chofer, pero no crea que para ir a ver al gobernador, sino para comprar una ‘refacción’ para los zapatos del entonces Secretario.”

“Hubo un tiempo en el que me llamaban por medio del sistema de audio ambiental si el secretario necesitaba mi servicio; entonces, el chofer de un funcionario de Administración me reclamó diciéndome que me estaba convirtiendo en un bolero de elite… ¡y me la creí! (Risas). Así que pensé, como estoy entre licenciados, ingenieros, contadores y profesores, también tengo que titularme, por eso, en la primera oportunidad que tuve, mientras le boleaba sus zapatos al licenciado Araujo, director de Educación Superior en ese entonces, le solicité mi título como “Ingeniero en mantenimiento de medios de locomoción”, o sea, de bolero. (Risas). Estaba de acuerdo, pero antes tenía que pasar una prueba: bolear sus zapatos de color azul marino, color vino, color verde, color miel y unos muy especiales, de piel de venado; por supuesto, estos últimos no me permitieron obtener mi titulo. (Risas).”

“Si en alguna ocasión usted llegara a la Secretaría de Educación, por algún asunto, es poco probable que le limpie sus zapatos, pues seguramente estaré en alguna oficina atendiendo a alguien.”

*Entrevista publicada en diario El Heraldo de Chiapas. Marzo 22 de 2006