Rafael Ramírez Heredia a ocho años de su partida

Rafael Ramírez Heredia, quien estudió la carrera de contaduría aunque nunca la ejerció porque su verdadera vocación fue la de contar cuentos, no cuentas, falleció en la Ciudad de México el 24 de octubre de 2006, y hoy, a ocho años de distancia, Desmesuradas le brinda este pequeño homenaje.

Un homenaje póstumo, ¿por qué?

Por haber sido uno de los más vitales promotores de la creación literaria a lo largo y ancho del país, que formó a varias generaciones de jóvenes escritores a través de sus diversos talleres literarios como los que impartió en Chiapas, un estado al que quiso mucho y le correspondió de igual forma. Pero también por su alma de periodista y espíritu de torero, que escribió gran cantidad de cuentos, novelas, crónicas y reportajes tan memorables como el Rayo Macoy, La Jaula de Dios, con M de Marilyn y La Mara, sólo por decir mis favoritos, nos dice el narrador Fernando García Domínguez, alumno de Ramírez Heredia, quien además recuerda al escritor como un gran conversador, un excelente anfitrión y un amigo entrañable, que supo hacerse querer por cada una de las personas a quien él decidía mostrarse como amigo.

En sus talleres sorprendía con su capacidad de escucha y análisis de textos; que no importando la naturaleza o calidad de éstos, siempre escuchaba atento hasta el final para aportar con su particular estilo, para algunos duro y para otros jocoso, las críticas siempre acertadas y enriquecedoras, señala García Domínguez.

Y podríamos seguir hablando de su gran dominio de la técnica narrativa, agrega Fernando García, que le permitió a Rafael Ramírez Heredia recrear toda suerte de escenarios en los que el personaje principal siempre fue el rico discurso de los pintorescos personajes creados o recreados literariamente por él… pero mejor iniciemos la charla con el escritor:

 

Foto: Mariauxilio Ballinas
Foto: Mariauxilio Ballinas

Rafael Ramírez Heredia y el oficio de escribir*

Leticia Bárcenas González

 

-¿Qué papel juegan los talleres literarios en la generación de nuevos escritores?

–Éstos siempre han sido parte de los escritores aunque ello no signifique que sean definitorios. Un escritor puede serlo si tiene capacidad para ello, con o sin taller y, a veces, pese al taller, cuando le toca un mal director.

Los talleres, aunque son necesarios para algunos, no hacen escritores, sirven para los que sirven. Los que no tiene talento, así se pasen 50 años en talleres literarios, nunca van a salir de su esfera. Para ser escritor se requiere mucho más que un taller.

-¿Qué se requiere?

–Primero, que el que quiera serlo tenga la absoluta convicción, necesidad, deseo y determinación de serlo. Que sea una persona con una gran preparación cultural, que haya leído mucho. Que esté dispuesta a arrastrar todo lo que ser escritor implica: tener menos dinero que los demás, trabajar más que los demás, estar sujeto a una permanente lucha, a estar siempre enfrentado consigo mismo pero, independientemente de todo, que tenga una absoluta convicción de que eso es lo que quiere ser. Esto se va dando con los años, tras un permanente convencimiento de “yo quiero ser escritor” hasta llegar a un “soy escritor”.

El hombre que quiere ser escritor es un hombre, o una mujer, de raza, que determina, primero que nada, inclusive antes de sus condiciones personales, ser escritor.

-¿Cuál es su opinión sobre los jóvenes escritores chiapanecos?

–Es muy difícil hablar en términos generales de una población determinada, que además, cae en una esfera especial para mí porque tengo una gran deferencia por los chiapanecos. Inclusive, en algunas partes me han preguntado si soy chiapaneco por mi identificación. No lo soy, pero quisiera serlo. Por eso, tengo la idea de que cuando hablo de los chiapanecos siempre hay una luz detrás de mí que me está hablando del cariño que siento y entonces mi contestación nunca va a ser objetiva.

Chiapas ha tenido graves problemas desde el punto de vista narrativo. Desde el punto de vista poético, no soy un especialista aunque leo mucha poesía, creo que la figura de don Jaime Sabines, así como en Chile la figura de Pablo Neruda, aplastó a las siguientes generaciones. En el caso chiapaneco, la presencia y la figura de Jaime Sabines hizo que los poetas caminaran siempre en torno a esa gran figura, olvidando a otros poetas de gran envergadura que tiene Chiapas, como Óscar Oliva y Juan Bañuelos. Esos poetas no lograron dar el “porrazo” brutal porque la figura de Jaime Sabines estaba ahí y eso que vemos en dos o tres escritores lo podemos señalar de toda una generación. Chiapas necesita, respetando profundamente la figura y el trabajo de don Jaime, limpiarse de don Jaime, tener voces auténticas.

Por el lado de la narrativa, Chiapas se fue colgando de una mentira repetida mil veces: “En Chiapas das una patada a una piedra y sale un poeta”, “En Chiapas todos son poetas, hasta que demuestren lo contrario”, “Chiapas es poesía”. A Chiapas empezaron a colocarle la etiqueta de poesía y lo pobres narradores se fueron escondiendo, haciendo a un lado; lo que queda sin duda es la obra de Rosario Castellanos, que sin ser chiapaneca de nacimiento, lo era de sangre, y por tanto, la señalo como chiapaneca sin duda alguna… ahí quedó su trayectoria como gran narradora. Después de Rosario Castellanos ha habido intentos de buenos narradores pero ninguno ha alcanzado los mismos niveles.

Espero que las siguientes generaciones de narradores chiapanecos den de qué hablar. La lucha que hemos estado dando estos dos últimos años (en el taller) es para formar escritores; no he estado contento con los resultados, hace falta más presencia de la gente, como que hay un poco de abulia, de flojera, no se han entregado, salvo algunos. Deseo que en los siguientes años, la narrativa chiapaneca alcance ese punto que todavía no ha logrado en los últimos años.

-¿Cuál es la diferencia entre pensar como escritor y pensar como lector?

–Lo he dicho en el taller, entre el lector y el escritor tiene que haber una comunión. El autor tiene que pensar como lector y el lector como autor, el que quiere ser escritor, por supuesto. El lector tiene que ser un lector dedicado a la literatura, no un lector común. Un lector que quiere ser escritor es alguien que tiene que ver con lupa el trabajo que está haciendo y no sólo dejándose llevar por las frasecitas, o por lo especial que pudiera tener el texto, sino ver su arquitectura, el trasfondo, cómo está armado, cómo está solucionado, cuáles fueron los recursos utilizados para realizar de un texto literario un verdadero ensayo.

Que el lector, que también es autor, al leer sepa que está plantado frente a algo vivo que le puede dar resultados… que descubra cómo está armado por dentro ese texto y sin copiar, porque en literatura no se puede copiar, nunca hay dos textos iguales, puede darse cuenta de cuáles fueron los artilugios, las ideas, la maña, el oficio, el talento, la malicia para poder hacer ese texto y que a su vez, él aprenda esas formas en que se puede hacer un texto literario, entonces tiene que leer el texto con ojos de escritor y escribir con ojos de lector.

-¿Qué opina de que un escritor escribe mejor cuando está enamorado?

–Hay escritores que sí ya que hay un motor que les alienta. El escritor no es más que un ente sujeto a las temperancias de su externo y de su interno. No es un individuo solitario que está sentado en un rincón de su casa sin que los efluvios de la vida externa lo afecten. El escritor por el simple hecho de serlo no es mejor ni mayor ni es más importante que otro y sí puede funcionar con estímulos, es decir, un escritor que tiene un estímulo puede llevar mejor las cosas, hablo del amor pero en última instancia el escritor puede ser estimulado a base de una copa, a base de un dolor, a base de un recuerdo, algunos mediante la droga, yo nunca lo he hecho y no por problemas morales, simplemente a mí no me interesa la marihuana ni ninguna otra droga.

En ocasiones cuando se habla del amor, tema que a mí me interesa profundamente, el escritor funciona casi como un canto al ser amado, casi está escribiendo una elegía al hombre o la mujer amada porque cree que por mediación de sus palabras puede hacerle llegar ese amor, pero eso no es más que una creencia.

Creo que el escritor no puede funcionar a base de estímulos determinados, por eso no lo pondría como una receta.

-Entonces, ¿tampoco es cierto que una niñez infeliz es el mejor patrimonio de un escritor?

–No, creo que no. Conozco a muchos escritores de diversas partes del mundo y no creo que si fuera preguntándoles a cada uno de ellos, escritores muy buenos y algunos muy importantes, si una niñez infeliz los hizo ser escritores, no sería lo justo, porque si fuera así pondríamos una fábrica de escritores… Yo fui un niño absolutamente feliz. Lo que más recuerdo con mayor cariño en mi vida, es mi infancia en Tampico, nadando, pescando, buceando, en medio del calor comiendo guayabas y caminando semidesnudo por ahí, en las albercas.

Recuerdo mi niñez con un amor y con una pasión brutal; quizá mi problema sería que no hubiera querido dejar de ser niño. Hubiera querido ser siempre un niño metido en la laguna y tostado al sol. En mi caso no hay una niñez infeliz y conozco a muchos escritores que tampoco fueron niños infelices.

-¿Y qué opina de que las caricias soñadas son las mejores?

–Todo lo soñado es lo mejor porque es lo que no se alcanza.

-¿Escribe todos los días o sólo cuando hay inspiración?

–Escribo todos los días. No creo en la inspiración. El escritor profesional tiene que ser un individuo que escriba todos los días.

Mi familia y yo tenemos que comer todos los días y yo vivo de la escritura, no soy dueño de ningún patrimonio, ni soy un funcionario público, ni soy diputado, ni presidente municipal, ni soy dueño de una talabartería. Lo único que tengo es mis dedos y mi cabeza para escribir. Vivo de lo que venden mis libros, de mis conferencias, charlas, talleres, de lo que escribo en periódicos y revistas; todo alrededor de la literatura, entonces, pensar que tendría que comer cada vez que estuviera inspirado sería falso. Esto desde el punto de vista pragmático.

En cuanto a la creatividad, la inspiración es un elemento muy frágil. El escritor que se sienta frente a su máquina o su computadora todos los días, como si fuera una religión, a la hora o las dos horas, ya está escribiendo algo. El escritor que está caminando, o que está en el cine o en el futbol y siente que le llegó la inspiración a lo mejor tiene que salirse y entonces descubre que la inspiración es un elemento molesto porque lo ataca en los momentos menos precisos. Y no lo creo, la inspiración no es una prostituta o un duende que llega en la noche. La inspiración es el producto del trabajo y el esfuerzo, del oficio. Tampoco quiero decir que esa inspiración no se pueda convertir en algo brillante.

-¿Utiliza tarjetas de apuntes o todo lo deja a la memoria?

–Depende del libro que esté escribiendo pero, por regla general, cuando estoy escribiendo un libro que tenga una determinada configuración y necesite que deba ayudarme en ello, utilizó todos los recursos, desde el internet hasta libros y mapas.

Cuando estoy escribiendo un libro de determinado lugar en el que requiero información leo mucho y, sobre todo, voy al lugar de los hechos, para conocer el habla de la gente, los olores, los colores, los sabores, los sitios, las plantas, los animales, para poder escribir con un conocimiento de causa.

 

En la entrevista / Foto: Gabriela Barrios García
En la entrevista / Foto: Gabriela Barrios García

 El mayor problema técnico para escribir es existir

-¿Qué autores han tenido influencia sobre su manera de narrar?

–No creo en los autores que consciente o inconsciente hayan influido en mi literatura. Esto es como los amores, los olores, los tiempos, los deseos. Los autores que determinaron mi obra literaria fueron a través de muchos años y no puedo señalar uno. Desde niño fui un gran lector, por lo que puedo decir que tuve diversas etapas de lector y desde muchísimos años antes de que me atreviera a escribir una sola línea leí a (Emilio) Salgari; era determinante para mí y estoy seguro de que de alguna manera, tal vez inconsciente, Salgari permea lo que escribo.

Acabo de terminar un libro que publicará la editorial Solar en su colección de erótica, un libro absolutamente erótico que va a causar ciertas molestias a los buenos oídos y las buenas conciencias y ahí está involucrado Salgari, que nada tiene de erótico, pero ahí están mis recuerdos funcionando.

¿Cómo puede un autor como Salgari influir cincuenta años después en mi literatura? Pues porque me fue importante. Y así como lo fue Salgari cuando fui niño, quizá cuando fui joven lo fue Hermann Hesse o Julio Cortázar, o infinidad de autores, de tal manera que tendría que hacer una larga lista no sólo de los autores que han influido en mi existencia literaria sino de los que en su tiempo fueron valiosos.

Tal vez ahora no volvería a leer a Salgari ni a Michel Zevaco otro de mis autores más que preferidos. Mis padres se mostraban a veces sorprendidos de que un chico como yo, que era absolutamente diabólico, que jugaba futbol, que hacía toda clase de canalladas, que era de verdad un problema en mi casa, peleonero, trompeador, tuviera largos días metido en casa leyendo a Michel Zevaco. Creo que a mi padre le gustaba que fuera un chico normal, más que normal porque era muy guerroso, y al mismo tiempo fuera tan absolutamente lector.

Mi padre fue un gran lector, un hombre que escribió muchos libros, 15, y mi abuelo, Rafael Ramírez Castañeda, el creador de las escuelas rurales en México, escribió 175 libros; mi abuelo materno, don Atenógenes Heredia, también era un hombre al que le gustaba mucho la lectura, de tal manera que desde niño yo tuve a mi alrededor la literatura, esto significa que un escritor –supongo que les sucederá a otros– no puede tener dos o cinco o diez autores que le hayan sido decisivos en su historia sino es toda una vida de lecturas. Es en diferentes etapas que se hacen presentes, de tal a tal año es uno, de tal a tal año es otro, y así… Si hay que ajustarse a una realidad muy definitoria, entonces señalaría a (James) Joyce, Henry Miller, (Franz) Kafka, (Fiodor Mijailovich) Dostoievsky, Gabriel García Márquez, don Julio Cortázar, Emilio Salgari, Hermann Hess, una cantidad terrible de autores que de alguna manera son mis héroes literarios, y estoy seguro que inconscientemente trato de emularlos, aunque no escribir igual sino simplemente tener elementos de ellos.

-¿Cuál ha sido el mayor problema técnico que ha enfrentado al escribir?

–Eso es muy difícil de contestar. El mayor problema técnico es existir, carajo. No hay un mayor o menor, siempre hay un problema técnico. Simplemente sentarse frente a la máquina todos los días en la mañana, ya es un problema técnico; a veces algunas novelas tienen un grado mayor de dificultad que otra. Creo que el mayor problema de un escritor es escribir.

-¿Y qué le ha resultado más sencillo: la crónica, el cuento, la novela o el teatro?

–Nada es sencillo. Cada uno tiene sus bemoles, sus caminos, sus funcionamientos… Cada género literario tiene su sintaxis, su visualización, sus objetivos; no hay nada sencillo. En literatura, quien diga: este género es más sencillo, es que no sabe de literatura. ¿Qué es más sencillo, construir un puente en el Paraná o un puente en el Mato Grosso? Las dificultades son las mismas. Para mí todos los géneros son muy difíciles y tengo que arriesgar mucho con ellos.

He dejado el teatro porque ahí entraban otras consideraciones extraliterarias. El teatro se escribe con la misma consideración, fuerza, intensidad y con los mismos peligros, esfuerzos y dificultades, pero al acabar la obra entran otros elementos. Cuando acabo una novela me enfrento a mi editor, que por fortuna tengo el mejor del mundo (Alfaguara), le entrego mi novela y ya no tengo ningún otro problema. En el teatro, no. Termino el libro y tengo que llevarlo a un director que lo lea, después el director tiene que contratar a los actores y después hay que vender los boletos si no los actores, el director y yo, no comemos. Tengo que andar tocando la puerta a diez mil personas. En la novela sólo somos mi editor y yo. Por eso he dejado el teatro, aunque no por completo. En la vida no se deja nada. En algún momento volveré a escribir teatro. Tengo amigos, como Víctor Hugo Rascón Banda, que me alientan y el ir a ver mis obras al teatro me da un gran gusto, entonces pienso que eso si es verdaderamente la creación, la magia: de la nada salieron las palabras, se pusieron en el papel, de ese papel se hizo un libro y ahora esta gente de repente abre la cortina y se oyen las palabras, entonces digo, mira eso yo lo inventé… me gusta esa magia.

-Una vez que ha escrito un texto, ¿cuánto tiempo lo deja “enfriar” antes de revisarlo?

–Depende del texto, del momento, del temperamento con que me encuentre. Escribo un textos muchas veces, lo corrijo muchísimas veces antes de poder señalar que está terminado en su primera etapa. Lo puedo dejar por meses, tres, cuatro, cinco, y pueden suceder cosas: que diga ya está bien o que diga hay que cambiarle, ajustarle. También hay trabajos que nunca salen; tengo una novela que ya está terminada pero que no estoy conforme, aunque esté seguro que si la llevo a mis editores la publican.

Mi primer libro lo publiqué a los 22 años. Si hubiera tenido mayor prudencia, mayor estabilidad mental no hubiera publicado muchos de mis libros o los hubiera publicado de otra manera, pero en este momento ya tengo la capacidad para decir esto sí, esto no, o esto que se espere. Esto es algo que cada autor debe entender y sentir como parte primordial de su existencia y saber que cada libro y autor tiene sus propias reglas. Esto no podemos generalizarlo. Por fortuna, la literatura no es de recetas de cocina. Cada etapa tiene su momento difícil, lo que la hace absolutamente encantadora porque no hay nada que se repita.

-Y ya publicados, ¿los vuelve a leer?

–Noooo, no, no. Ya los he leído lo suficiente. Nuca he vuelto a leer un libro mío ya publicado. No quiero decir que no les he echado una mirada o que no haya tenido, por necesidad o por alguna petición, que leer algún fragmento. Pero de principio a fin, ninguno. Ni loco. Y algunos libros de los años 70´s no quiero ni siquiera verlos.

-¿Qué opina de que todo relato empieza con un final?

–La diferencia entre el periodista y el escritor es que el primero escribe sobre lo que sabe, el narrador escribe sobre lo que cree que no sabe, pero sabe. Cuando el escritor es un hombre que ya tiene oficio y malicia intuye cuál debe ser el final. Aunque no lo tenga muy claro. Cuando comienzo a escribir, toda la metodología interna de mi cerebro está funcionando para ese final que aún no lo tengo claro, pero que en mi cerebro sí está claro. El género cuento es muy parecido a la vida y la novela es quizá, también, un cuento pero más largo. Cuando el niño sale del vientre de su madre empieza a vivir pero también a morir, el cuento es así, conforme va avanzando va creando las condiciones para su final; para eso se requiere oficio, talento, imaginación. Puedo escribir buenos o malos cuentos pero esos son los elementos que debo buscar en mi vida para escribir, eso es lo que tienen que entender los compañeros de los talleres literarios: escribir no es una tarea sencilla. Es una tarea en donde tienen que involucrarse mucho tiempo.

-¿Sus personajes están basados en personas reales?

–Es una pregunta muy general, la respuesta sería sí y no. Pueden tener 99 elementos de una persona real y uno irreal o pueden tener 99 elementos irreales y uno de una persona real. Inclusive, hay personajes que se parecen unos a otros. Todo está en función del texto literario.

-¿Usted se ha convertido en alguno de sus personajes?

–No de una manera determinante. Debe haber cosas en muchos personajes pero, conforme el tiempo pasa, cada vez me voy alejando más de ellos. Al principio, como todo escritor novato, el mundo giraba alrededor de mi porque no tenía otras cosas, más adelante el mundo fue girando con su propia velocidad y yo no soy más que un relatante del mundo y lo que menos me importa dentro de esos narradores soy yo.

Primero limpié mis neurosis, escribí un libro en los 70’s que se llamaba Camandola en donde eché fuera todos mis angustias, todos mi dolores; a partir de ese momento empecé a caminar por un sendero en donde nada tenía que ver con la literatura, como personaje.

-¿Se ha molestado alguna vez con uno de sus personajes?

–No. Los personajes me pueden desagradar como personas, pero si me están desagradando es porque me están agradando literariamente, lo que significa que están bien logrados, trabajados, bien construidos. Realmente no tengo una relación muy precisa con los personajes; ellos son parte de un entorno que, estoy muy consciente, no es mi vida. No me desagrado con ellos. Los personajes funcionan por su lado. Son parte de un mundo que no es mío.

-¿Cómo elige el nombre de sus personajes?

–Lo que primero hago es definir a los personajes, cómo son: gordos, flacos, altos, chaparros, prietos, güeros. Después cuál es su forma de vestir, de manejar las manos, su forma de hablar, etcétera. Posteriormente qué filias y qué fobias tienen. Cuáles son sus maneras, sus manías. Ya definido totalmente le doy el nombre que corresponda a esas características y no al revés.

-¿Es cierto que ya todo está narrado?

–Sí. No hay ningún tema nuevo, lo que tiene que hacer el escritor es cambiar las formas de presentarlo para que lo ya conocido, parezca nuevo.

-¿Me puede hablar sobre lo que está escribiendo?

–No. En ese sentido soy muy supersticioso.

-¿Y qué está leyendo?

–Leo varios libros a la vez. Es una mala costumbre pero ya la tengo dominada. Estoy leyendo una novela del maestro Carlos Fuentes que se llama La silla del Águila y una novela de David Martín Del Campo titulada Después de muertos.

-A sus 61 años ¿cuántos libros ha leído?

–No sé. No tengo la menor idea pero han de ser varios miles.

-¿Cuál fue el primer libro que leyó sin que fuera una tarea escolar?

–Un libro de un autor italiano que se llama Edmundo De Amicis que se llama Corazón, diario de un niño.

En la entrevista / Foto: Gabriela Barrios García
En la entrevista / Foto: Gabriela Barrios García

-¿A qué edad?

–A los 6 o 7 años. Fui un niño medio precoz, entré a la primaria –en esos años se permitía– a la edad de 5 años y ya leía desde antes porque mi padre y mi abuelo me permitieron la entrada a ese mundo de los libros. Tal vez antes hubiera leído otros libritos de cuentos como Tantarín de Tarascón, pero un libro más formal fue Corazón, diario de un niño y lo recuerdo con gran nitidez.

-¿Qué libros influyeron más en usted?

–En la primera parte de mi vida Emilio Salgari y Michel Zevaco, creo que ambos me enseñaron a ser buen lector. No quiero decir que influyeron en mi literatura pero sí en mi carrera de lector.

-¿Es cierto que quien no tiene oído no será un buen escritor?

–Depende. El que trata de reproducir los sonidos y las palabras de la gente sí. También existen escritores, en donde intentaría colocarme, que más que reproducir los sonidos y las palabras de la gente y su tonalidad, intento construir un lenguaje que parezca pero que no es, es un lenguaje construido.

 

 La felicidad consiste en perseguirla

-¿Corridos o boleros?

–Boleros.

-¿Cuál es su favorito?

La Señal, de Álvaro Carrillo.

-Si la poesía es como el pan (por lo que se debe compartir), la prosa es como…

–Una baguette, que también hay que compartir, nada más que tiene más aderezos. Y no siempre los aderezos son mejores, en ocasiones el pan solo sabe mejor.

-La novela perfecta:

–No existe todavía, ni se acerca mucho a la perfección. Si hubiera una novela perfecta en ese momento se acaba la literatura; siempre debe haber una nueva forma, una nueva modalidad, una manera. La novela perfecta no existe aunque se busca la perfección. Todo autor en el mundo, por más famoso que sea, intenta escribir la novela perfecta y puede acercarse pero no llega a ser perfecta porque la perfección no existe.

-Entonces tampoco existe el cuento perfecto:

–Tampoco existe.

-El cuento que más ha disfrutado escribir:

(Después de pensarlo unos segundos) –Todos. Disfruto lo que estoy haciendo en ese momento; cuando el texto, cuento o novela, ha terminado y ya no es mío, es decir, sale publicado y la gente lo lee ya no puedo disfrutarlo. Pero en el proceso de la creación, que es el disfrute, el gozo, el dolor, la angustia, la brillantez, la negrura… El creador disfruta de todos los conceptos. Si se precia de serlo, el escritor tiene que estar muy consciente de que la construcción de su trabajo implica una entrega y ésta siempre es dolorosa, aunque no siempre es dolorosa de dolor; el parto también es doloroso pero al mismo tiempo es festivo y gozoso. Yo gozo con cualquiera de los textos que esté escribiendo, lo que podríamos pensar es con qué cuento, qué libro o qué novela he tenido un disfrute después de la creación, porque después de pasado un tiempo uno puede quedar más satisfecho con uno que con el otro, aunque, en última instancia, esa insatisfacción es permanente. Siempre, por lo menos yo, quedo con la sensación de que algo faltó, de que algo se dio pero que no pude detectar y me quedo con la duda y esa duda es la que implica la no perfección; si no existiera la duda aparentemente fuera perfecto.

-Futbol no, toros sí ¿por qué?

–El futbol es un deporte al que no odio, ni mucho menos, pero no soy aficionado ni voy a verlo porque no me interesa. La diferencia sustancial con los toros es que el futbol es un deporte y los toros son una expresión de arte. A mí no me importa ver a un torero que no sea un artista, que se dedique a ser torerías, valga decir esa palabra que no existe, mediante el poder, la fuerza o el dogmatismo taurino. Lo que me importa de un torero es la configuración que se hace para realizar en un momento, casi de segundos, el arte. El arte taurino es el más efímero que existe porque en el breve espacio que dura el lance (con la capa) o el pase (con la muleta), que son cuatro o cinco segundos, es donde se da su esplendor; eso no puede ser repetible, aun cuando lo vuelva uno a ver en película o en video, en una escultura o en una pintura, sólo el que lo vio en la plaza puede tener la sensación inmensa, ese placer brutal que existe y se manifiesta en el cuerpo al sentir ese momento tan brillantemente corto. Es un arte efímero, por eso no puedo más que compararlo con las otras expresiones del arte y no con alguna expresión deportiva. La fiesta de los toros no es un deporte aunque, en México, lo colocan en los periódicos deportivos y cuando hablan en televisión lo incluyen en la sección de deportes; no debe ser así, la fiesta taurina debe ser analizada en la sección cultural de los periódicos y en los noticiarios televisivos en el espectáculo cultural, los toros son igual que una ópera, sólo que el toreo no tiene un guión, éste se va escribiendo en el momento mismo que se está realizando.

-Para usted, ¿qué es el mar?

–Para mí representa todo. Nací junto al mar pero no solamente por eso me llama profundamente la atención. El mar es el principio y el fin de la vida; de ahí nace la naturaleza y de ahí nace el hombre pero, independientemente de estas razones que aparentemente son lugares comunes, podría señalar que para mí el mar es el descanso, la vitalidad, la fuerza, la intensidad, el gusto, el sentirme muy cercano a la presencia, no de Dios, pero sí a la del infinito porque parado junto al mar y en la soledad, se da uno cuenta de su infinita y pequeña estatura física y moral ante la inmensidad que representa algo tan bello como el mar.

Le he escrito mucho al mar, tengo muchos libros, cuentos, fragmentos, etcétera, en donde el mar es siempre un ser omnipresente que está colocado en todas partes porque para mí representa todo, paradójicamente, siendo un hombre del mar, vivo lejos del mar, en dos ciudades que están lejos del mar: México y Madrid. Y aun cuando voy a lugares que están cerca del mar, no me he metido en él porque no he tenido la posibilidad.

Hace poco estuve en Santo Domingo, que es una ciudad frente al mar pero que, al igual que en La Habana, es un lugar lleno de rocas y es imposible meterse al mar. Yo gozo y espero algún día pasarme una larga temporada frente al mar, metiéndome y jugando con el mar. Cuando fui joven y todavía no existía Cancún, viví varios meses en Isla Mujeres y trabajé de lanchero junto con otros compañeros de aquellas épocas, que vivían en Isla Mujeres: el “Chilero” Martínez, el “Picho” Magaña, que espero todavía vivan si no es que se los comió el trago y las gringas, porque ahí había mucho de eso. Entonces, yo trabajaba con el mar, junto al mar, para el mar y comía del mar, siempre me ha quedado ese recuerdo, y cada vez que me encuentro en situaciones dolorosas o con angustias o con depresiones, pienso en el mar como la salida absoluta de todos mis males.

No me gustan las montañas, no me gusta el frío; soy feliz donde hay calor, aquí, en Tuxtla Gutiérrez, me siento absolutamente cómodo, el calor no me afecta, ni me molesta, ni me desgasta, ni mucho menos. Los mares del norte que me ha tocado pasar en Islandia, en Inglaterra, en el norte de Francia o en el norte de España, donde el mar es muy bonito pero es muy frío, inclusive el mar mediterráneo no me resulta agradable porque es frío y está lleno de piedras. Para mí el mar es sinónimo de tropical, con palmeras, con calor, arena blanca, con playas tibias, eso es para mí el mar.         l

-¿Y la felicidad?

–La felicidad consiste en perseguirla.

-¿Obscenidad, pornografía o violencia?

–Todo es válido para la literatura. Creo que la pornografía es el erotismo sin chiste y la violencia es parte de la vida. La obscenidad es cuestión de mentalidades. Si el asunto se trata con amor e intensidad, todos los aspectos y las fórmulas verbales se deshacen porque la pornografía se puede convertir en romance, la violencia se puede convertir en elegía y la obscenidad se puede convertir en intensidad, de manera que tan sólo es fórmula, conforme la sociedad lo marca. El ser humano es el que le da valores y antivalores a las palabras y a las acciones.

-Su novela erótica:

–No tengo una novela erótica per se, pero puedo hablar de toda la colección de La Sonrisa Vertical, que se edita en España, en la que hay novelas muy buenas como Las edades de Lulú, que es muy intensa. El riesgo que puede existir es que el erotismo se confunda con un pasquín de mala muerte, en donde se escribe para mentes que no tienen la apertura necesaria y que requieren precisamente de ese tipo de antivalores para estimularse sexualmente. Como sucede con las novelas policiacas, en donde el gran número de malos escritores y de malas novelas han hecho que el género policiaco pueda parecer cliché y ser un mal género o ser considerado como un género menor.

En cuanto a las buenas novelas eróticas está El amante de Lady Chaterley, de D.H. Lawrence, que es una estupenda novela y es absolutamente erótica, o las novelas duras y violentas como las que tratan del sexo del Marqués de Sade: Justin o los infortunios de la virtud, La filosofía en el tocador, Los 120 días de Sodoma, Valmor y Lidia, La nueva Justine; estas novelas que resultan duras y brutales transitan por el terreno aparentemente de la dureza, pero que están constituidas con otra forma y de otra manera. La novela erótica es una de las muchas fórmulas literarias existentes y no por eso debemos menospreciarla ni atacarla. Es tan importante como cualquier otro género o subgénero literario.

-En poesía, ¿Jaime Sabines u Octavio Paz?

–Sin duda, Jaime Sabines

-En bigotes: ¿Dalí o Zapata?

–Zapata

-¿Es cierto que en Tamaulipas se vive mejor?

–Para el que vive ahí, sí. Se vive bien en cualquier lado que uno quiera vivir bien. Yo no vivo en Tamaulipas desde hace mucho tiempo, salí de Tampico cuando tenía 8 años de edad. Aunque me queda muy poca familia ahí, sigo teniendo una raigambre muy fuerte en Tampico. Amo mi puerto casi con la locura, donde escribo casi siempre sale Tampico.

Ahora que estoy revisando el próximo libro que va a editar el Fondo de Cultura Económica, un libro de 570 páginas llamado La condición del tiempo, en donde reúnen 27 cuentos míos escritos a lo largo de diferente tiempo, me he dado cuenta de la gran influencia que ha tenido Tampico sobre mí, su mar, su calor, su humedad. Lamentablemente no puedo vivir ahí. Creo, sin embargo, que en Tampico como en otras partes del país, se vive con las mismas altibajas, es decir, la gente que vive en Tuxtla Gutiérrez debe tener problemas similares a los que viven en Tampico, en un país agobiado por el neoliberalismo, agobiado por los torpes problemas políticos que no se han manejado, un país con una dependencia brutal de Estados Unidos, cada vez más dura; una injerencia más profunda de los norteamericanos que, a veces, aunque nos demos cuenta, no queremos aceptar. Paradójicamente, el primer pueblo de Tamaulipas, el que está más pegado al mar se llama Bagdag. A ese Bagdag Estados Unidos no lo ha conquistado.

-¿Una copa de vino en un buen restaurante o una cerveza fría junto al mar?

–Sin duda, una cerveza fría junto al mar. También me gusta tomar un buen vino, especialmente si es de la Ribera del Duero, en un lugar, aunque no sea muy bueno pero que tenga intensidad, con una buena comida y sobre todo una buena compañía, pero una cerveza fría junto al mar, para mí, es sinónimo de la libertad.

 

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Rafael Ramírez Heredia nació en Tampico, Tamaulipas el 9 de enero de 1942. Maestro en historia de México, lleva toda una vida dedicada a la literatura. Paralelamente al oficio de escritor, se ha desempeñado como periodista, conductor de programas de radio y televisión, promotor cultural, conferencista en México y el extranjero, profesor de literatura y como director de talleres literarios.

Ha ganado diversos premios a nivel nacional, entre ellos el de teatro (1976), el de novela (1978) y el de cuento policiaco (1990). En el extranjero, en 1984 obtuvo el Premio Internacional Juan Rulfo que entrega el gobierno de Francia.

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Rafael Ramírez Heredia en la presentación de su libro «Otra vez el Santo», en el Centro Cultural de Chiapas Jaime Sabines. 2006

Fotografías: Mariauxilio Ballinas.

 

 

 

*Entrevista publicada en tres partes en el diario Expreso Chiapas, 27, 28 y 29 de mayo del 2003.

José López Arévalo, in memoriam

José López Arévalo

Pepe López Arévalo escribió su última palabra y no fue en su ya famosa columna Línea Sur, sino en su corazón; escribió para despedirse de la familia, las amigas y los camaradas que lo acompañaron amorosa y solidariamente en la lucha que libró contra el cáncer. José López Arévalo, activista estudiantil, militante comunista, preso político, periodista, ¿qué más se puede decir de él?

            Que su andar por la vida fue congruente con su pensamiento, que su hablar y su escribir fueron irreverentes, como las imágenes de las chicas que mostraba en su columna, que para él escribir era una enfermedad de la que no podía ni quería escapar porque era una enfermedad libertaria… Como un homenaje luctuoso comparto con ustedes una entrevista que me concedió hace casi una década.

Leticia Bárcenas González

–¿Cómo defines la naturaleza de Línea Sur?

–Como una columna intimista porque más que lectores uno busca cómplices. Es una columna que difiere de las otras. Inicialmente se buscaba un poco más de irreverencia, pero en realidad termina en una serie de complicidades con sus lectores porque son los que marcan muchas veces la pauta. Por ejemplo, cuando le das lectura lo que más le caracteriza para el lector poco común y que no conoce de periodismo es, pongamos, las fotos de mujeres desnudas; cuando he hecho intentos vagos, no de cambiar pero sí ser menos continuo en esa línea de sacar mujeres hermosas –obviamente–, sino también de sacar alguna caricatura política o algo así, me hablan a la redacción para decirme no, no, no, a chingar tu madre con el arte, queremos que sigas sacando mujeres desnudas. Entonces, es una columna que de entrada difiere de las otras porque a los lectores que llega no son de la clase política, llega a los sectores a los cuales los otros medios no llegan. Tratamos de ser una competencia diferente; quienes escriben para el poder están preocupados por quién va a ser el secretario de Gobierno, quién lo va a suplir, cuáles son las pugnas internas en el gobierno o las pugnas entre los funcionarios públicos, cosas que, creo,  al locatario, al ama de casa o al estudiante “normal”, no les interesan, ni les va ni les viene. Entonces, te agradecen más un chiste –aunque sea reciclado–, alguna anécdota, algún desmadre, una crónica bohemia; creo que lo agradecen por lo menos por dibujarles una sonrisa.

José López Arévalo
Pepe López Arévalo leyendo Xmedios en su bunker / Foto: Xmedios

–Por su contenido cualquiera diría que tu columna es machista…

–Ufff, todo lo contrario. Es completamente feminista porque a nivel de cuentos y chascarrillos comulgo más con las ideas feministas, el sacar mujeres guapas y estéticas, con erotismo, creo que es un homenaje a las mujeres. A parte de que tengo muchas amigas lesbianitas que también lo agradecen.

–Por las fotos que publicas parece que eres un adicto a las páginas porno.

–No, no. Creo que es una mala lectura porque no saco fotos pornográficas. Son mujeres vestidas, a lo mucho enseñan los senos, que son además generosos. No saco fotos grotescas ni nada por el estilo. He sacado, inclusive, algún desnudo masculino pero tienen poca aceptación hasta entre las mujeres. Como que no les gusta, lo rechazan, no están acostumbradas al desnudo masculino.

–Esas mujeres fenomenales de las que escribes y tus célebres borracheras ¿son la neta o literatura pura?

–La mayoría son la neta, protejo nada más los nombres de las personas involucradas no porque estén casadas, no, yo sí estoy casado pero mi mujer es liberal, es libre, no tengo problemas por eso, pero las amigas luego sí, por su mamá, por su papá o por sus amistades, por no quemarlas. La mayoría sí son vivencias, no necesariamente personales, a veces son de algún cuate, por ejemplo luego escribo que en el sillón se revolcaron y se mordieron las nalgas, hablo por alguna amiga o por algún amigo, no necesariamente soy yo.

–Entonces tu Marypower no te censura.

–No, para nada. No podría. No podría porque ella también hubiera sido censurada de antemano porque sabía el ritmo cardiaco en el que yo me desenvuelvo.

–¿Por qué escribir y no otra cosa?

–Escribir es para mí algo compulsivo, aunque sin caer en los extremos de Letras prohibidas, en donde el Marqués de Sade es reprimido y llega a escribir con sangre y hasta con la mierda. Yo no podría dejar de escribir. Si veo una película llego a mi casa o a la oficina a escribir qué tal me pareció, si es que trasciende algo en mí, ya sea por chingona o por mediocre. Igual un buen libro, lo leo y me nace describirlo para decir está bueno o es una porquería; una mujer guapa o quizá una mujer fea, cualquier cosa que genere un cambio en mí. Y eso es una chingonería, que no he perdido la capacidad de asombro. Escribir es una enfermedad, no puedo dejar de escribir.

José López Arévalo / Foto: Xmedios

–En esto de escribir, ¿lo tuyo es la putería, como te dijo un amigo?

–Eso me lo dijo directamente el dirigente del Mercado de Los Ancianos. Dijo no, no, no escribas de política, lo tuyo es la putería, es lo que disfrutamos, así que échale más por ese lado. Y definitivamente a mí me gusta más eso. Si a mí, en un momento determinado me pagaran por ese trabajo, me dedicaría a escribir de sociales, espectáculos y vivencia diaria. Sería un cronista de desmadres, cantinas y puteros. Desgraciadamente a nadie le interesa eso, me refiero a nivel de empresarios, a nivel de pueblo si les gustaría un chingo. A pesar de que digan que ya hay un muchos periodistas, existe un gran vacío de cronistas, de sociales por ejemplo –salvo el Duque de Santo Ton que hace algunos intentos–,  pero en realidad ninguno me hace ver ni sentir la emoción de los que se están casando, ni siento que le están poniendo el anillo nupcial, ni intentan meterse en la cabecita de alguno de los contrayentes o de quienes los rodean. No hay crónica social ni crónica policiaca, no hay crónica de algo, es pura, no digamos que porquería, pero la mayoría sí. No dan ganas de leer los periódicos, locales al menos.

–¿Tus kamarradas te buscan por lo que escribes o por el vodka?

–Creo que primero por mis amigas, tengo un chingo de amigas. Soy una lesbiana atrapada en el cuerpo de un hombre. Tengo muchas amigas, llego a ser su confidente, su alcahuete, su papá, hermano o hijo que no tuvieron. En ese nivel me buscan mucho, tengo muchas, muchas amigas, de eso sí me puedo preciar, y a ellos les gusta tener un cuate que tenga muchas amigas y aparte, el desmadre, la irreverencia. Además mi cueva es un lugar bastante libre al que cualquiera llega, que si le pegó su mujer o no lo cogieron bien en la mañana, pues se siente con ganas de venir a platicar o echar la cervecita o a desayunar, y como uno es libre, pues en ese momento se solidariza con los cuates.

–¿A Kemosaby le gustaría entrarle a la polaka o al table dance?

–No, a ninguna. Al table dance no porque sería un acto de cinismo, debería primero meterme al gimnasio y estirar un poco, a lo mejor con algún ladrillo, mi pequeño clítoris que tengo entre las piernas. Pero a la política no, aunque de alguna manera hacemos política, el periodista no es ajeno a esto; al denunciar o al propagandizar los rollos políticos de tal o cual partido sin duda estamos involucrados en la política, aunque no necesariamente en la política electoral. La política electoral en realidad no me atrae, pero tal vez sí podría ser suplente de alguna dama que fuera candidata a lo que sea; pero a nivel de echar desmadre, de ir a las cantinas y a los puteros, no por ganar sino por ser un poco irreverentes y por darle algo de sabor al caldo.

Pepe Arévalo2_Archivo Xmedios
"Escribir es una enfermedad, no puedo dejar de escribir." / Foto: Xmedios

–¿Cuál es el camino de la clandestinidad al periodismo?

–Para empezar no se programa, es un proceso de evolución o involución, depende del ángulo en que se mire, en el cual se van perdiendo, o ganando, virtudes o defectos que hacen que su gradualismo te lleve a otro extremo de tu vida sin que te des cuenta, hasta que en un momento determinado estás “estacionado” y descubres que el ayer queda algo retirado, inclusive ya ni te acordarías de cómo o por qué actuaste de tal o cual manera. En mi caso no fue un proceso de descomposición y menos de traición, tan es así que los grupos guerrilleros y rurales todavía me tiene en buena estima, pero sencillamente no me llenó las expectativas; quizá fui víctima también de lo que se llamó la crisis de los paradigmas, la caída del Muro (de Berlín), el proceso de reflexión y también de las crisis que hubo al interior de los grupos acá. Fue muy desgastante para mí ver a compañeros líderes inducir procesos de depuración en los cuales perdieron la vida amigos y amigas muy valiosos, que me dolieron mucho y me hicieron ver que a lo mejor yo no estaba hecho para eso, a lo mejor me faltó estatura, no sé. Pero he tratado de ser congruente con mis sentimientos y tan pronto sentí que los proyectos del cambio y de la revolución ya no iban conmigo, me salí de ese proceso para no, en un momento determinado, vivir desencantado o ser un blanco fácil de la delación al ya no creer. Creo que me salí a tiempo; igual otros salieron, otros siguen, respeto a todos, yo también lo único que quiero es que me respeten y por mí, como decía mi abuelita, que cada quien haga de su culo un arrabal.

–El Che Guevara o Marcos.

–El Che Guevara, Marcos para nada. Quizá se le admire por su irreverencia y su sarcasmo; sus paradigmas llevan a muchos sectores pequeño burgueses a admirarlo, pero yo, no dudo que es un cuate muy congruente y lo respeto y le tengo cierto grado de admiración pero el Che Guevara es otra cosa. Hay un mundo luz de distancia.

–Entonces, no crees que todos somos Marcos.

–No, para nada; malaya todos fuéramos narcos, para que todos tuviéramos paga…

–No, narcos no, Marcos.

–No, definitivamente no, no todos somos Marcos. A parte hay mucha incongruencia entre los postulados del zapatismo y sus hechos, el mundo en el que todos quepamos que tanto pronuncian. Yo conozco los círculos zapatistas de los campesinos y es una intolerancia tremenda donde hay ajusticiamientos y hay zonas en donde “barren” para mantener su dizque liderazgo y sus creencias. Y él (Marcos) mismo lo reconoció cuando hablaba de que el zapatismo o la lucha armada tuvo mucha intolerancia.

[box style=»rounded»]Kemosaby y el cuerpo

Cabello: Empezaste muy duro, pero diría deseo.

Ojos: Café claro.

 Boca: Sensual.

 Lengua: Ohh, felación.

 Cuello: Rico.

 Hombros: Besables.

 Senos: Duros.

 Manos: Acariciadas.

 Ombligo: Sexi.

 Nalgas: Quiero.

Monte de Venus: Cunnilinguis.

Piernas: Duras.

Rodillas: Para hincar.

Pies: Para masajear.[/rescue_box]

 

[box style=»rounded»]Silueta

José López Arévalo es periodista de profesión, lleva ya una década publicando Línea Sur y casi 20 años haciendo columna. Nació en Yajalón, Chiapas; tiene 44 años y es además director del semanario electrónico Este Sur.

Dice tener 5 hermanos de padre y madre, y de papá un chingo. Su estado civil lo define como unión libre y multiorgásmico; tiene cuatro hijas (“ya ves que soy feminista”, “soy huevos de oro, como dicen en mi pueblo”).

Se declara aficionado a la bohemia, al ajedrez, a la amistad, a ir al cine y a la lectura, obviamente.[/rescue_box]

*Entrevista publicada en Xmedios, Comunicación y sociedad, No. 2, Agosto 2003

Fernando Alegría Ramírez (FAR)

Entrevista por: Leticia Bárcenas

Pues, la muerte no me causa ni risa ni miedo, la veo como una cosa natural que tiene que registrarse.. Y no es motivo para llorar, es motivo de alegría porque la muerte lo saca a usted de un apuro. Foto: Periódico ES! edición del viernes 27 de agosto 2003

“Ya se me está queriendo amampar el alma” -FAR

 

Identificado por su estilo peculiar de dar la nota roja, Fernando Alegría Ramírez, mejor conocido como FAR, es un hombre alegre, positivo y muy orgulloso de su origen zoque. Confiesa que, a sus casi setenta años, cree estar a punto de cerrar su ciclo vital. Sin embargo, él, que ha dado a conocer innumerables casos de accidentes y decesos, no le gustaría que su muerte fuera registrada en algún periódico. La razón es que si su encuentro con la huesuda se diera mientras disfruta su comida favorita, correría el riesgo de que se escribiera: al FAR “lo mató una nuca de jolote”. Alegría no es sólo su apellido, él es una representación de ella. Una charla con “el FAR” no tiene desperdicio.

 

El sello FAR en la información policiaca es inconfundible. ¿Qué lo lleva a contar las historias de la forma en que lo hace?

– Comencé en la nota roja desde 1968, hasta ahorita; como decimos, ya llovió, pero aún seguimos en pie de lucha. Me decía don Gervasio: ya nunca vas a dejar de escribir, hijo, vas a querer dejar y no vas a poder, la misma máquina te va a llamar, y es cierto.

 

¿Se considera heredero de las enseñanzas de Gervasio Grajales?

– No mucho, pero sí le agradezco algo de lo que él me enseñó y que Dios me iluminó para acertar. Hasta ahorita vamos sin tropiezo, gracias a Dios.

 

¿Por qué cuenta las historias en esa forma tan, digamos, “cómica”?

– ¿Eso de que le partió la cabeza, le quebró el hueso, la canilla? Las frases que utilizo en todos mis artículos de nota roja y en todas mis notas para la radio y en todas mis participaciones en público, las hago con términos tuxtlecos, porque esos términos entendemos. La gente a quien yo le escribo no entiende términos sociales y menos términos médicos, por eso, cuando hay un muerto y voy por los datos y me dice el médico o el socorrista: lo encontramos de cúbito ventral, yo entiendo qué es cúbito ventral pero el que me lo va a oír o leer no sabe qué es, entonces yo le digo cómo es: embrocado. Por eso le digo “El cadáver estaba embrocado como Gabino Barrera” porque, según el corrido, Gabino Barrera cayó embrocado como besando la tierra. Pero para escribir todo eso a conciencia, creo que se debe a que anduve mucho tiempo paseando, cuando era bohemio, porque yo era de cantina; ahorita ya no bebo pero cuando era joven tomé desde los 14 hasta la edad de 38 años. Y ese trayecto también me enseñó mucha experiencia.

 

O sea que a usted, ya no se le atraviesa ningún Tucán.

– No, no se me puede atravesar un Tucán y menos una de etiqueta roja porque ya está más cara.

 

Entonces ¿ya se le “amampó” el alma?

– Ya se me está queriendo amampar el alma.

 

Después de reír por la sorpresa de la pregunta, don Fernando retoma el tema y dice que antes de escribir se fija si su forma de decir las cosas está acorde con la información que va a manejar, busca incluso alguna frase de una canción, que le ayude a reforzar la imagen que quiere proyectar. “Por ejemplo, cuando les digo: fue encontrado, no tenía donde vivir, dormía en la banqueta, entonces puedo decir: como dijera Cuco Sánchez ‘el cielo tengo por techo y no más el sol por cobija’, y ahí va”. Aclara que “ya no es fuerza” que vaya a ver el cadáver, pues para él es suficiente con que le digan cómo está el cuerpo y dónde tiene el proyectil, porque con esa información y su experiencia de tantos años en el asunto, ya sabe dónde se paró el bandido, cómo salió el tiro y cómo cayó el occiso. “Ese para caer tatarateó, y si hay rastros por ahí de sangre en la pared, seguro cayó de boca.”

 

A parte de la Cruz Roja y el Ministerio Público, ¿qué otras vías tiene para obtener su información?

– El Seguro [Social], el ISSSTE. A veces me dicen hay un muertito en el ISSSTE, me voy rápido y entrevisto a la familia. En el hospital encuentro unos cuadros terribles: corriendo sangre al paciente, la mamá o la mujer llorando a un lado, que no tiene ni un quinto, que va a ir para su pueblo, que no sabe qué hacer, entonces ahí se ve el dolor humano; ya no la interrogo tocante a lo que quiero saber, sino que mejor platico con ella, le digo ya comió usted algo, que no, le digo ahorita vengo, le traigo un cafecito, lo que sea, y en ese momento me comienza a platicar: que mi hijo fulano de tal está aquí, le metieron un balazo, se lo dio mi compadre, y ahí voy tomado los datos.

 

Los protagonistas de sus historias le reclaman o lo felicitan por publicar sus casos.

– No hay ningún reclamo, inclusive algunos me dicen fijate que le pasó esto a fulano de tal, [yo les digo] pero ya lo dijeron los demás periódicos, [me responden] pero me gusta que lo digás vos, decilo, y ahí lo digo. Les gusta, yo no sé, yo no sé qué es que les gusta pero en la frecuencia de radio donde estoy me busca la gente, que dónde estaba, ah, ya lo encontramos.

 

¿Y en dónde está?

– Estoy con el licenciado Mario Tassias Aquino en ORM Noticias, en la UE. Detrás de Kaliman voy yo.

 

O sea que serenidad y paciencia…

– Sí, y mire que ya tiene varios tiempos que yo nací. Nací aquí, en el barrio de La Lomita. Algún presidente quiso volarse la barda pero confundió los barrios, aquí le puso el barrio del Cerrito y aquí no es. Aquí comenzaba La Lomita hace setenta años. ¡Una loma tremenda! Un cerro era.

 

El rostro del señor Alegría demuestra la emoción que le produce recordar el lugar en el que nació y creció, al lado de sus padres y sus nueve hermanos. La casa en la que jugó y escuchó a su padre platicar en lengua zoque, con el boticario de la esquina. El olor de la chincuya, de la anona, del mezquite, frutos que se daban en el patio familiar.

 

¿Por qué no publica fotos de sus notas?

– En primer lugar porque no quiero andar cámara… Ahí voy a andar con la camarita, no, no. Si hay alguna foto que me la den a la buena, ahí está para publicarla, pero de que yo ande ahí [con cámara], no. No uso ni libreta para tomar datos. Dice una persona por ahí, que sabe: “El único que no usa libreta todo el tiempo, es el FAR. Ni en los discursos ni nada. Lo está oyendo el discurso y al otro día lo está publicando tal como lo dicen.” A veces decía don Gervasio: “Y el discurso fue tomado por la televisión, copiado por FAR”. Porque lo copiaba yo así, pues, ligero, [con] unos signos que Dios me hizo que yo los inventara y sólo yo los entiendo; es más rápido que la taquigrafía pero solamente yo sé qué quiere decir ahí. [Cuando los ve dice] ¿A ver, qué será que puse aquí? Los voy siguiendo y digo, quiere decir Lourdes, por ejemplo.

 

¿Usted estudió alguna profesión?

– Pues nada más sexto año de primaria, secundaria en el ICACH y un cuarto año de Normal; ahí [se] truncó mi carrera porque ya me absorbió la cantina. ¡Ja! Yo por eso tengo experiencia para decirles esas cosas: te vas a llegar a titular pero si dejás de beber, si no la cantina te va absorber y te va a desbaratar, y ahí vas a quedar tirado, ya no vas a ser útil.

 

¿Los errores de sintaxis y ortográficos son parte de su estilo o son ajenos a su voluntad?

– Están dentro de mi estilo. Yo llevo eso que me decía el profesor Gaspar Jiménez: sintaxis y todo eso es bueno, pero lo importante es que comprenda el lector, a lo mejor no lo sabe interpretar, entonces hay que irle diciendo. Yo le doy gracias a Dios que ninguna sugerencia rechazo, todo lo acepto; hasta a los estudiantes de Cobach que me dicen tal cosa, [les respondo] voy a analizarlo, a ver quién es, si es así como dicen. Porque nunca hay que despreciar ni desechar lo que uno no conoce, primero hay que conocer para decir eso no sirve, ¿verdad? Yo soy de esos.

 

¿La muerte le causa risa o miedo?

– Pues, la muerte no me causa ni risa ni miedo, la veo como una cosa natural que tiene que registrarse.. Y no es motivo para llorar, es motivo de alegría porque la muerte lo saca a usted de un apuro. Es un alivio, por ejemplo, si tiene una enfermedad incurable, la familia no le quiere dar veneno ni le quiere dar un balazo, solamente la muerte va y lo saca del apuro. Cuando pasa uno a otra dimensión ya está uno más tranquilo. Una vez estaba muriendo de una cruda, tomé nada más noventa días cuando murió el maestro Agustín Lara, yo y don Gervasio, no sé, pues sentíamos mucho la muerte, pero no, no era eso, era por beber. Entonces, yo, en mi cruda ¡de noventa días! Los muchachos [de hoy] con una noche que se emborrachen, ¡María Santísima!, ya se están muriendo, digo ésos no aguantan, no. Entonces -suspira y continúa- la muerte ya. Yo quería morirme. ¡Y llegó la muerte! Me miró y le dije: ya, sacame ya; se me quedó mirando, se rió y me dijo: no. Se dio la vuelta y se fue, y me dejó otra vez en el purgatorio.

 

¿Y cómo fue que dejó de beber?

– Porque comprendí que el alcoholismo destruye y acaba. El alcoholismo acaba la salud, el talento, la sociología y todo eso… lo social, lo cultural. Para el alcoholismo no hay barrera que lo vaya a detener; entonces aprendí, y sé, que es una enfermedad progresiva e incurable. Desde entonces dejé de beber y comencé a trabajar con mis amigos y compañeros borrachos. Esa es la tarea que llevo ya treinta y dos años [realizando].

 

¿El periodismo le da para vivir?

– Pues para comer sí. Para vivir todo trabajo da, ahora, para presumir no. Porque hay que comprender las cosas, para presumir que esto y que lo otro, solamente que yo sea priista de primer orden. Pero de vender periódico y reportajes no, no va a dar, así escriba uno de nueva cuenta la Biblia. Da para la comida y para los niños y hasta ahí. ¡Si te enfermás, pues tomá tu té de canela!

 

¿Qué otras actividades realiza?

– Hago grabaciones de negocios, hago mi boletín, mi periódico; llego a repartir mi periódico, llego a despachar, llego a una tortillería a levantar masa, a levantar peroles, y ahí estoy ganando.

 

¿Cómo combina eso con su trabajo en el periódico?

– Todo se puede hacer, corriendo siempre. Todo. Es que no puede decir uno: ay, es que no tengo tiempo, es que estoy aquí, estoy muy ocupado… Eso dice la gente que no sabe vivir, pero el que sabe vivir se va a acoplar, va a decir: hasta ahí puedo. Como yo les digo, de ocho a diez de la noche ni hablen por teléfono porque no voy a contestar, estoy en el grupo [Alcohólicos Anónimos]. Si mataron a un obispo, después voy a ir a traer los datos, ya no va a huir, ya lo mataron, gracias a Dios ya está muerto, ya no huye. Ahora, si es un delincuente que lo tienen detenido, ahí sí se puede pelar porque les da [a las autoridades] un billete de a quinientos y el policía lo suelta, no es tampoco que tenga mucha fuerza el reo y se jaloneó, mentira, el policía se ablandó con un billetote, porque “un Cuahtémoc” ablanda más que el sebo.

 

¿Hasta la muerte con el Es!?

– Sí. Me hablaron muchos periódicos y me siguen hablando para escribir. Pero digo: no, yo soy del Es! El pueblo le dice al chamaco [repartidor], dame un periódico de FAR, no dicen el Es! Un periódico de FAR. Sí, aquí está; los chamaquitos ya saben que es el Es!

Están los canasteros ahí en el Calvario y cuando paso me gritan ¡Don FAR, don FAR! Órale, pura chusma. Me bajo de mi carro y les digo ¡Qué tal! Ya quieren su periódico, ahí hay uno. Gracias don FAR. ¡Véngase a tomar un arroz con leche! Por eso cuando alguien me busca, los vecinos le dicen: sí, pero a don FAR no lo va usted a encontrar, él está en la calle, comiendo con los cargadores, con los estibadores. Esa es la gente. Y mire, toda esa gente enseña, le enseña a hablar y hasta le enseña a usted qué pasó y dónde está el cliente, todo. Pero si se va usted a mostrar bronca como la suegra que levanta pesas y le gusta el box, no le dicen nada. Yo me refiero a la suegra de la canción que dice: sabe herrería y sabe mecánica, levanta pesas y le gusta el box; luego luego se nota que es una camotuda y si se me acerca me retiro, pues sí.

 

¿Cuál es su película o serie policiaca favorita?

– No tengo ninguna predilección de película. Antes me gustaban las de Juan Orol, de gángsters, de tahúr, de cómo se matan…

 

¿Usted se identificaba con los personajes?

– No muy. Nunca he sido adicto a eso. Ni a la televisión; menos que yo esté viendo que el Bacardi, nosotros damos la calidad, usted pone el tanto que va a tomar. No, no me gusta. Ni leo novela. Leo periódico, sí, nacional e internacional, de preferencia la [sección] policiaca.

 

¿Qué piensa de la política?

– No puedo opinar porque no muy le entro a la política. Me da desesperación. Yo siempre he dicho que ya no hay ni políticos, revoltosos hay. ¡Ah! Que yo lo voy a demandar a fulano, que yo también lo voy a demandar. Pues, ¿qué dirá Gabino Barrera?, ¿qué dirá Ignacio Bernal? Los de los corridos revolucionarios. ¿Qué dirá Simón Blanco ante estos muchachos de hoy? No, no, no puedo opinar de la política.

 

¿Y de la justicia?

¿La de la tierra o la divina? Porque hay dos, la divina tarda pero es efectiva.

 

¿Y la terrenal?

Esa, no sé, porque se ablanda, como acabo de decir. A veces se pone dura pero si le pone un billetón, se ablandó: que tiene usted razón, yo creo no es así, así es. No es que quiera la paga, le gusta el retrato que lleva el billete, por eso es que vence.

 

FAR está convencido de que México tiene las mejores leyes, la mejor Constitución y de que no hace falta reformarlas, sino que “se necesita que se sepa aplicar esa ley y todos estaremos felices, pero mientras no haya una ley que se aplique como tal , no va a haber paz.” Parece que esta última palabra le trae algún recuerdo, tal vez de sus antepasados porque antes de despedirse comenta que tiene el presentimiento de que morirá en mayo “…porque en mayo nací. El 30 de mayo de 1934. Ya me toca morirme, ya voy a cerrar mi ciclo de vida”.

 

¿Y cómo le gustaría que se anunciara su muerte en el periódico?

Yo creo que mejor que no la anunciaran porque si yo muriera comiendo, como mi comida preferida de fiesta es el jolote, mole de jolote y no cualquier parte del cuerpo del jolote, sino la nuca y el pescuezo, podrían decir: “Lo mató una nuca de jolote” o “Se le atravesó el pescuezo”.

 

La risa, al igual que el estilo FAR, es espontánea. Su sentido del humor no lo abandona ni cuando rememora que de sus nueve hermanos, cuatro ya murieron. “Ya se está desgranando la mazorca, pero no están muriendo muchachitos, yo fui el último y tengo casi setenta años. Pues, ¿el primero cuántos años tendrá?”

 

*Entrevista publicada en Xmedios, Comunicación y sociedad, No. 3, Septiembre de 2003

 

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Silueta

Fernando Alegría Ramírez, mejor conocido como FAR, tiene 35 años haciendo nota roja para el periódico Es! y 30 en la radio. Su estilo “tuxtleco” de narrar los hechos es inconfundible.

Nació en el Barrio de La Lomita, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; tiene 69 años (“y meses, pero, como dijera José Alfredo Jiménez, pienso sacar juventud de mi pasado.”). Es el menor de diez hermanos y se dice soltero con hijos y nietos (“Tengo tres hijos y cada uno de ellos tiene 6 hijos, lo que me da un total de 18 nietos.”).

Entre sus aficiones está la lectura de periódicos, la declamación y la música (“Canto y medio toco la guitarra, llego a ensayar con un mariachi.”). Está orgulloso de su origen zoque aunque confiesa que no lo sabe hablar.

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