Hablar de cuento en todas sus vertientes en unas cuantas páginas es bastante difícil, y tratar de encontrar al portavoz de los cuentistas es algo todavía más complejo, así que después de consultar al mago de los sueños, decidimos buscar a un apasionado en el tema de los cuentos para niños: niños de edad y niños de corazón.
“Me llamo Emilio Ángel Lome y mi oficio es imaginar. Mi amiga y maestra Paula Rodríguez me bautizó hace ya varios años como niñólogo y apenas me estoy dando cuenta que también soy arte educador. Me siento afortunado de hacer sólo lo que me gusta y más afortunado aún de que las cosas que invento les gusten también a otros…”
Había una vez un niñólogo que decidió hacer y contar versicuentos para ser feliz
Gabriela G. Barrios García / Leticia Bárcenas González
Emilio Lome / Foto: Cortesía
A partir de la lectura de algunos de sus cuentos y de visitar su sitio, surgieron muchas preguntas y quisimos conversar con él para saber qué es un niñólogo, qué es la adultocracia, de dónde nacen sus cuentos y hasta conocer cómo se puede conseguir la ciudadanía de Apapachonia.
Emilio nos citó en su enorme laboratorio de cuentos, ahí, entre un sin número de personas, objetos, sonidos, sueños y fantasías, este niño de corazón nos otorgó su tiempo para hablarnos con evidente emoción de su quehacer cotidiano, imaginar. Sin darnos tiempo ni tregua inició hablando del cuento:
“El cuento es un formato de construcción de conocimiento. ¡Es una maravilla el cuento! Es el formato de comunicación más eficiente y aprendizaje sensorial, aprendizaje ontológico, no sólo didáctico, sino aprendizaje. Para mí es el formato de aprendizaje más eficaz desde el hombre de las cavernas al cibernauta; desde el narrador de la tribu hasta Eduardo Galeano, quien se anticipó a lo que ahora se llama microrrelatos. La narrativa hiperbreve la hizo Galeano, le llamaba así”.
Entre humo, tambores africanos, música de Cri Cri y dibujos de diversos ilustradores, Emilio camina de un lado a otro, como buscando la fórmula para iniciar otro cuento, se detiene y dice “se confunde mucho el cuento con el relato, cuidado.”.
¿Cuál es la diferencia entre cuento y relato?
La tensión. El cuento siempre tiene un conflicto y los relatos, según (Alejandro) Aldana, una anécdota, un relato no puede tener un conflicto. El cuento tiene una ingeniería distinta, es más complejo. El conflicto lo hace dialéctico. Aldana dice que genera tensión y que la tensión genera la atención.
¿Los maridos sí inventan cuentos?
Relatos. (Risas).
¿Cómo se puede ayudar a desarrollar competencias narrativas en bebés y preescolares?
Ahorita está el tema de las competencias en la educación. Es un tema que viene de la empresa realmente, pasó a la educación de los modelos neoliberales, sin embargo, hay algo bueno. Jorge Volpi tiene un libro que se llama “Leer la mente” donde habla de la ficción desde la neurociencia, ese vínculo lo permitió la educación.
Hemos empezado a darnos cuenta de la importancia del cuento en la educación, en la construcción del lenguaje del niño y yo diría que en la construcción de su imaginario. Un niño que está cerca de los cuentos, que le narran o le leen, construye un modelo neuronal, diría que hasta se hace adicto; a esos niños les llamo “narradictos”, o sea son degustadores de cuentos. Se sientan y están atentos porque ya hay una necesidad neurológica, puede decirse que hasta bioquímica del encantamiento y el encantamiento genera una adicción. Un niño que está cerca del cuento estructura estas competencias narrativas que podrían ser la síntesis.
Esas competencias narrativas hacen que el niño sintetice, conozca muchas cosas, empieza a ver quién es el personaje, quien es el antagonista. Empieza a percibir muchas cosas ya de la estructura narrativa, desde chiquitos se van “formateando”; su imaginario va troquelando ciertas maneras de percepción. Te digo, se vuelven narradictos.
Sería lo mismo que las maquinitas pero de manera mucho más benéfica. Las maquinitas generan evidentemente un imaginario artificial muy agresivo y entorpecedor de las competencias de conocimiento. En cambio, el cuento genera una adicción que construye un imaginario, que formatea el conocimiento, que es una manera de aprendizaje maravilloso porque los cuentos tienen premisas, no tienen como se creía antes moralejas, tienen premisas. Tienen una base ideológica, por eso los niños se les puede apuntar cualquier tema mediante el formato simbólico del cuento; cualquier tema: el divorcio, la sexualidad, la injusticia en el mundo.
Siempre hay una base de aprendizaje en el cuento que va más allá de la escolaridad, que va con la vida, con las competencias para la vida, la capacidad de sensibilizarte ante el contexto, de tener un juicio crítico frente a la realidad. Y por supuesto te va formando un gusto, una apreciación estética.
¿Cómo o en qué se diferencian los niños a los que se les ha leído desde bebés de los que no?
Se nota hasta en su capacidad de concentración. Ahora que se habla mucho del niño con síndrome “déficit de atención”, pienso que el cuento, y lo he comprobado una y otra vez, es una de las maneras de que el niño genere un centro. Ese centro mediático de la televisión sobre todo y de los juegos, genera un niño que no se concentra, yo le llamo el niño adrenalínico, el niño que todo el tiempo está queriendo estímulos, y el niño del cuento es endorfínico; el encantamiento genera endorfinas, que es este placer que siente el cuerpo como degustar un chocolate, así se degusta un chocolate literario, una narración.
Entre más contacto tengas con los buenos cuentos más te vuelves un especialista, primero en la degustación, después en la apreciación y después en la selección del cuento; es un proceso de edad, donde el niño pasa de ser un perceptor de la narrativa a después ya poder seleccionar, tener un criterio estético de selección y ahora se habla del gusto estético, el criterio de selección estética se da desde bebés. Hay ensayos al respecto. Cómo el bebé elige ilustraciones, elige tramas, ya desde bebé tiene una capacidad selectiva, si tiene la oferta sensorial y perceptiva del cuento leído, el cuento narrado.
Emilio Lome / Foto: Cortesia del autor
¿Qué es un niñólogo?
Me bautizó así la pedagoga argentina Paula Rodríguez. Ahora entiendo que el niñólogo es el que trabaja el ser niño y el ser del niño no sólo con los niños externos sino con los niños internos. Que los adultos cada vez más lo comprobamos.
Alguien que trabaja sobre todo con niños, como el educador inicial de preescolar o de primaria, conecta desde su propio niño. Por eso mis trabajos con niños externos, de bebés a secundaria y con los niños internos de los adultos promotores de lectura, talleristas, educadores que trabajan con niños y algunos para niños, como los talleres que doy de escritura creativa para gente que escribe literatura para niños.
Emilio, ¿para ti qué es imaginar?
Cuando Descartes decía “Pienso luego existo” no informó lo suficiente porque pensamos de dos maneras, pensamos en concepto y pensamos en imágenes, la imaginación es esta manera de aprender el mundo, de construir conocimiento por medio de la imagen, de la psicología imaginativa, entonces los conceptos son más racionales y la imaginación es mucho más visual, más simbólica.
Creo que es más poderosa la imaginación, lo decía (Albert) Einstein, “la imaginación es más poderosa que la razón” pero las sociedades de este tiempo favorecen y privilegian mucho más la razón que la imaginación, por esa razón el arte no está en las escuelas como debiera ser. El arte se basa en estructuras, acciones y formatos imaginantes. Y la imaginación es esa fuerza poderosa que tiene el ser humano de construir conocimiento, aprender y transformar la realidad por medio de acciones imaginativas, visuales, metafóricas.
¿Cómo nace un cuento?
Según el libro que tenemos con Aldana, nace de muchas maneras. Nace de un sueño, de una ocurrencia, de un recuerdo, nace, como dice Ray Bradbury “del archivo secreto que tenemos todos adentro de nosotros”.
¿Cuando escribes un cuento piensas en tus lectores?
No. Tengo la fortuna de que mi laboratorio de cuentos personal es muy lúdico, me divierto mucho, tiendo hacer un tipo de creación literaria muy locochona, diría un amigo “muy pacheca”, es el surrealismo en realidad. Yo creo mucho en este delirio. Puedo explorarlo más porque cada vez veo una conexión con el niño que sigue ahí (se señala el lado izquierdo del pecho), que es muy juguetón, relajiento y no, no pienso en mis lectores.
Emilio Lome, el niñólogo / Foto: Cortesía
¿Cómo se musicaliza un cuento?
El cuento creo que tiene una música interna y lo que yo descubro es la personalidad musical que tiene cada cuento. Por ejemplo, me tocó hacer canción una novela de Mónica Beltrán Brozon, una novelota, muy buena por cierto, “Historia de un corazón roto… y tal vez un par de colmillos”, era evidentemente un blues. Es la historia de una niña vampiro.
Me tocó musicalizar “El profesor Zíper y su guitarra eléctrica” de Juan Villoro, era un rock, es un funki como los de James Brown. Musicalicé “Yanka, Yanka” de Francisco Hinojosa sobre unos pingüinos que quieren conocer el otro mar, viajan entonces del Polo Norte al mar cálido tropical y es un tema regué.
“Gregorio y el mar”, que es la historia del pescador que fue amigo y confidente de Hemingway desde que era niño Gregorio, cubano de origen canario, lo hicimos en décima y son cubano. Entonces cada uno va teniendo su propia personalidad.
¿Desde cuando descubriste que el escribir cuentos era lo tuyo?
Desde niño. Ahora que lo veo en retrospectiva realmente yo vivo de las ficciones; mis lecturas iniciales fueron los ahora llamados comics antes conocidos como cuentos, entonces aprendí a leer con “Kaliman”, con “El Santo”, con “Rolando, el rabioso”, con “La familia Burrón”, que me encantó.
Entendí que esa realidad alternativa me encanta. Esa realidad alternativa como diría Borges “era un sueño más hermoso que el sueño de la vida”. Yo soy “ficcionófilo”, o sea, soy un amante de la ficción, siempre he creído que es una manera hermosa de vivir y trascender la realidad, desde niño lo supe. Mi vida ha sido basada en las historias, cuentos han habitado en mí, la narrativa ha habitado en mí desde niño.
¿De niño te contaban muchas historias?
Sí, mi abuela me contaba. Soy narradicto desde niño totalmente. Entiendo muy bien el formato de la narrativa, del cuento y del relato; desde niño aprendí la fascinación del encanto por las historias y me contaban mucho y buscaba con avidez.
Tenías tu propia Sherezada.
Sí, mi abuela era maravillosa porque tenía una gran lógica interna, diría Alejandro Aldana. Lo que contaba, sus historias de miedo, de la Revolución, era extraordinario. Ahora entiendo porqué los viejos narran tan bien. Eraclio Zepeda por ejemplo, tiene todo ese sabor de los viejos. Eraclio Zepeda tiene una lógica interna increíble y cuenta de bulto, diría. Porque los viejos al no tener la televisión, el cine, tenían una gran capacidad de visualización, es decir, imaginaban mejor.
¿De esas historias que te contó tu abuela cuál es la que más te ha gustado?
Me contaba la historia, que por cierto tengo en boceto para unos cuentos de espantos y aparecidos que tal vez salga el año que viene en Alfaguara. Euqueria Presa, una hacendada española que fue acribillada cuando llegaron los pronunciados, o sea los revolucionarios, a su hacienda; se escondió en un pozo con todo su dinero para evitar que la encontraran pero dieron el pitazo y la encontraron en el pozo, como no la pudieron sacar la acribillaron y entonces sus herederos hicieron una capilla para honrar su memoria, estaba en un camino que era el Camino Real allá en Guerrero, el asunto es que a mi abuela se le apareció Euqueria Presa.
¿Cuál ha sido el personaje más entrañable para ti?
Los de Cri Cri. Creo que aquí no se le ha reconocido el papel que tiene como iniciador de la literatura para niños en México. María Elena Walsh, en Argentina, en los años 60 como cantautora empieza a cantar para niños y sus textos, que tienen calidad literaria como “La vaca Humahuaca”, son considerados pioneros en la literatura para niños, aquí no se le ha dado ese valor que debe tener a Cri Cri. Sus personajes son los que más recuerdo y creo que mi iniciación ya en la literatura, el salto del comic a la literatura para niños, se dio con él; alcancé libritos de él, lo leía y lo escuchaba; de ahí creo que mi pasión por el versicuentismo. Cri Cri fue un gran versicuentista.
¿Cómo se escribe un versicuento?
Desde que conocí a Cri Cri me di cuenta que por ejemplo, Bom Bom Primero, conocido como El Rey de Chocolate, era algo más que una canción, claro, era un cuento, si lo analizamos, igual que la Vaca de Humahuaca: “En un lugar de Humahuaca había una vez una vaca, era tan vieja tan vieja que estaba sorda de una oreja”.
Desde los seis años me acuerdo de ese cuento y al final termina que como se burlaban de ella los chicos terminaron como borricos y en ese lugar de Humahuaca la única sabia fue la vaca. Ese era un versicuento, se parecía a “La patita”, se parecía al “Barquito de nuez”, se parecía al “Chivo en bicicleta”, se parecía a las cosas de Cri Cri, claro yo no sabía que estaba leyendo a Mariana Walsh y mi andamiaje, como le llamarían los educadores, era toda esta nutrición de los versicuentos musicales de Cri Cri. Me volví letrista muchos años después. (Risas).
Siempre me encantó Joaquín Sabina, porque sabía que no sólo hacía canciones, “A la sombra de un león” es un maravilloso versicuento, o sea, iba más allá de una letra lírica, estaba contando una historia en verso. ¿Por qué en verso? Porque es un formato agotado. Al hacer una canción tienes tres minutos y debe ser muy sintético y si recuerdan “A la sombra de un león” o “Penélope” de Serrat, son historias acotadas al tiempo de la composición, por eso tienen que ser muy sintéticas.
Cuando inicio a componerle a Bandula, ahora un grupo muy reconocido en el ámbito de la música para niños, empiezo a hacer juegos verbales, a hacer historias que se van complejizando. Me di cuenta que el haber estudiado letras y mi experiencia literaria como escritor me permitía abordar las letras de otra forma, empecé a darme cuenta de que se estaban convirtiendo en cuentos, estaban las letras creciendo. Por ejemplo, “La Sirena de Río Conchos”, que es una leyenda inventada por mí para hablar sobre el Río Conchos de Chihuahua.
Me di cuenta que aplicaba a los conceptos del cuento a una letra de canción. En el Premio SM “Barco de Vapor” de literatura para niños, que siempre lo ganan novelas, me aventé a mandar un versicuento que obtuvo mención honorífica en el 2012; el jurado me escribió que me felicitaba porque me aventé 35 cuartillas en verso con una historia que reúne perfectamente los datos de una historia, tiene todo, es muy delirante, se llama “Siete lagartos sospechosos tosiendo debajo de un paragüas”, el título es parte de un ejercicio surrealista, después de leer a André Bretón hago ejercicios y me sale ese título y el versicuento es consecuencia de justificar por qué son siete lagartos, por qué son sospechosos, por qué tosen debajo de un paraguas amarillo y queda un relato bien delirante.
“El elefante y la Margarita” es un versicuento para niños y niñas sin edad porque ahora estoy haciendo versicuentos para bebés; me empecé a dar cuenta que en ese formato me sentía bien.
En Argentina valoran mucho el versicuento. Ellos desde la década de 1960 empezaron a generar un boom que aquí en México comenzó con Francisco Hinojosa y “La peor señora del mundo” en los 90. Alguien me dijo en un seminario que la literatura nació de manera versicuentista, la Iliada está en verso y no sólo es un verso, es un verso que se cuenta y se canta, eso me encantó.
¿Los versicuentos son para adultos, niños o adolescentes enamorados?
¡Para todo mundo! Tengo para bebés por ejemplo, el de “Nana para un nenedino”; “La vaca que se cree mariposa” para niños más grandes. Y para más grandes tengo una versión de un cuento de (Gabriel) García Márquez que se llama “Cumbia de Remedios, la bella”, es el cuento de Remedios la bella sube al cielo de “100 años de soledad” pero convertido en versicuento, que se cuenta y se canta. Ahí el punto es la belleza.
Remedios la bella es una mujer tan bella que quiere ser fea, está harta de ser bella, la atosigan demasiado, la acorralan demasiado por ser bella, la tocan, la miran, la adoran, quiere ser fea, se rapa, se encuera, como vestido sólo trae un costal y anda descalza, se chupa los dedos, no se baña y a pesar de eso, entre más fea quiere ser más se enamoran los hombres de ella.
En la FIL de Guadalajara, después de contarla acompañado de tambores africanos, hacíamos un debate con los jóvenes preparatorianos sobre qué es la belleza. Así, el versicuentismo es para todos.
¿Los versicuentos siempre incluyen premisas o lo que llamamos nosotros moralejas?
Premisas. Mi maestro, Alejandro Aldana, diría que todos los cuentos tienen una premisa, no moraleja. Él habla de que los cuentos son una ingeniería narrativa que está en texturas, por ejemplo, haces primero la obra negra, luego el colado, así podría ser un cuento, tiene varias capas, varias texturas; en los cuentos para niños no se considera que haya una textura conceptual y yo creo que sí; en México en “La peor señora del mundo”, por ejemplo, se aborda la violencia familiar, hay ideas abordadas con el soporte simbólico del cuento. Entonces, si hay premisas, hay ideas.
Has dicho que con los cuentos se cura. ¿Qué se cura?
En los niños hay una patología perceptiva que se llama estereotipia, lo podemos ver en la plástica, yo le llamo el síndrome de Winnie Pooh. Todos los jardines de niños están llenos de Winnie Pooh, de Blancanieves, es el imaginario de la tele. Con los cuentos se cura ese imaginario patologizado, el imaginario impuesto, el imaginario que domestica.
Los cuentos te van sanando de esa imposición perceptual y te conectan con las formas de encantamiento ancestrales que han tenido las culturas de siempre, van a tener un trance. Yo he visto niños escuchar cuentos o al leer un cuento, que se quedan plenamente concentrados porque es como un trance benéfico, te curan de las imposiciones y las domesticaciones sensoriales y perceptivas, cognitivas.
¿Con los cuentos se educa el corazón?
Está muy de moda la inteligencia emocional. Octavio Paz dice que la poesía está hecha de imagen, concepto y emoción y (Jean) Piaget dice que un aprendizaje se construye cuando incluye lo corporal, lo cognitivo y lo afectivo. Yo creo que los cuentos no sólo apelan al corazón, apelan a todo el cuerpo, pero no todo el conocimiento incluye al corazón. Los cuentos generalmente, sobre todo para niños, incluyen una experiencia emotiva, si eso es conectar con el corazón, creo que sí.
¿Eliges a los ilustradores de tus cuentos?
Ahora sí. Al principio no, cuando te publican te dicen ya te ilustré y no importa con quien sea. Ahora ya elijo: Luis San Vicente, que es un gran amigo y gran ilustrador. Hoy, en la ilustración para niños en México hay gran calidad. Tenemos una gran herencia pictórica desde los códices, desde los moneros que le llaman y ahora en la ilustración para niños, hay artistas.
¿Y a los grupos que musicalizan tus letras?
Me ha tocado con Bandula, me ha tocado vincular con Lila Downs; con gente como Ernesto Anaya, que es el director de Eugenia León; con la Maldita Vecindad; con Flavio, el bajista de los Fabulosos Cádilacs que también le entró. Susana Harp.
Ha sido bien interesante que por medio del trabajo para niños me haya podido vincular a gente que admiro y que hacen la cultura para adultos pero que también son papás. Entonces, se van vinculando poco a poco en algo que ahora ya se está dignificando porque hacer cosas para niños era como de segunda división.
¿Cómo se hace un cuentacuentos?
El cuentacuentos tiene que ser un narradicto. Tiene que entender, tiene que necesitar el cuento como se necesita algo que sea casi vicioso. Tiene que empezar por ser un narradicto y pasa de ser perceptor del fenómeno de la narración de cuentos a querer estar ahí contando, aunque sea a las gallinas.
Tengo una anécdota de un niño en Hidalgo que después de escuchar a un amigo cuentacuentos le contaba cuentos a las gallinas, además era un niño que tenía labio leporino; le costaba mucho pararse frente a un público y contar. Pero se encerraba con las gallinas y les contaba cuentos.
Otra anécdota vinculada con esta pasión por contar la vi con los niños indígenas de Guerrero. Estaban en los albergues indígenas, se iban los fines de semana y me acuerdo que un niño, que era el que tenía más dinero porque podía ir al cine, regresaba y en la noche, como no había luz, ponía una vela y les contaba las películas que había visto.
Hay otras, el punto sería la narradicción, eso te hace cuentacuentos en todo, en la mesa, en la cama, en la tertulia, en el foro, en el escenario.
¿Y cuando cuenta cuentos el cuentacuentos qué cuenta?
Cuenta algo que le importa, las cosas que ama y las que odia, así conecta. Es la posibilidad de decir con el disfraz simbólico del cuento algo que ama o algo que odia, da un punto de vista profundo, verdadero y personal.
Emilio, ¿qué haces para evitar la adultocracia?
¡Juego! Mis hijos son testigos. Hay algo que se llama caracterología lúdica, que ejerzo cada vez más. Decía Gabriel García Márquez que cuando fuera grande quería ser niño. Yo de verdad lo vivo, la vida para mí es un laboratorio. Creo en la caracterología lúdica. Me encanta jugar con las palabras, me río muchísimo, cada vez más.
Leí la biografía de André Bretón sobre surrealismo, me encantó y me identifiqué realmente con estos transgresores, subversivos. Y que en realidad la adultocracia de Europa es la que había llevado a la guerra y André Bretón plantea una revolución transgresora a partir de la creatividad y la imaginación, yo pertenezco a ese grupo de cronopios delirantes y con los niños no hay de otra.
El niño es un transgresor hasta que demuestre lo contrario, que generalmente la educación convencional se hace cargo de que ocurra, lo domestica y yo creo que si fui domesticado alguna vez pues ya estoy en un proceso en total sanación y liberación de eso (risas), porque creo que la vida sí vale la pena vivirse como un juego lleno de misterios a resolver y descubrir.
¿Cómo se puede conseguir la ciudadanía de Apapachonia?
Lo que pasa es que los apapachonienses antes eran los quejumbrosíanos. Apapachonia fue antes Quejumbrosia. El Rey Amargustio Segundo, hijo de Amargustio Primero y nieto de Carifuchildo Cuarto, gobernaba en Quejumbrosia y los quejumbrosíanos tenían una cara como que se chupaban un limón, entonces gracias a su nieta, después de un ataque de amargostitis aguditis, Amargustio Segundo fue a los archivos reales y descubrió que tenía un segundo nombre: Amargustio Felizberto. Eligió en lugar de Amargustio llamarse Felizberto Primero.
Y como las palabras tienen un poder enorme ya no le quedaba ser Felizberto Rey de Quejumbrosia, entonces buscó y gracias a su nieta descubrió que era Apapachonia. Los apapachonienses han estado aislados mucho tiempo, como se había prohibido la alegría, la risa, todo eso, estaba aislados; entonces Felizberto dijo: bueno, estamos aislados, ¡salgan!, vayan por el mundo pero disfrazados para que no los descubran y luego regresan a contarnos, cada vez que ves a una persona que se ríe porque sí, que contempla las nubes en el cielo y ve qué formas tiene, que juega con los niños, que garabatea, que ejerce su delirio, sin duda, aunque esté disfrazado estás frente a un apapachoniense.
Lugar de nacimiento: Iguala, Guerrero Edad: 47 años Número de hermanos: 2 Estado Civil: Felizmente enamorado Número de hijos: Dos Pasatiempos: Dibujar, vagar con mi esposa por calles del mundo Música: Experimental Cuento de cabecera: El ahogado más hermoso del mundo Escritor: Mario Vargas Llosa Comida predilecta: El salmón Rituales: Muchos. Colecciono clips que me encuentro tirados en la calle, siento que me aportan algo
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En Corto
Voz: Canto Silencio: Naturaleza Niño: Explosión de vida Adulto: Aprendizaje Ilusión: Camino Imaginación: Aurora boreal Realidad: Laboratorio Escritor: Juego Ángel: Alas Educar: Transformar Arte: Alquimia
Doña Elvia Arzola, dueña de Los Picapiedras/ Foto:Gabriela Barrios
“Hasta ahorita no he cortado oreja, en 36 años”
Mi mamá ha decidido cortarme el cabello. Tengo seis años de edad y ella ya no puede más con esa batalla infructuosa de ponerme moños y hacerme coletas; es tan lacio que no resiste ningún objeto sobre él. Llegamos a Los Picapiedras; el lugar es pequeño, con un tocador, una silla infantil y otra más grande de peluquería; la música de Cri Cri se mezcla con los murmullos de señores y señoras que llevan a sus hijos para un corte de cabello. Después de una larga espera, por fin es mi turno. Sigo las instrucciones de la señora de Picapiedras, que alterna su conversación con los padres con indicaciones para mí: voltéate, agáchate, mira de frente; escucho el sonido de las tijeras y siento el movimiento de sus manos que trabajan magistralmente para que mi cabello indomable adquiera forma.
Elvia Arzola con niño pequeño/Foto:Gabriela G. Barrios
Han pasado 30 años y estoy de nuevo esperando turno en Los Picapiedras; me cubre la nostalgia, los recuerdos llegan. Ahora no soy yo quien se sentará frente al espejo sino mis sobrinos. La ubicación del local es otra y me percato que los muebles también cambiaron, sólo permanecen el cuadro del payasito, colgado arriba del espejo del pequeño tocador; y el entusiasmo de la señora de Picapiedras, quien sigue ahí como antes, con su sonrisa, una conversadora incansable y con esas palabras decididas y cariñosas para lograr que un niño se deje cortar el cabello.
La observo y quiero saber más de ella, de su oficio, de su vida en ese lugar que pareciera congelado por el tiempo. Me decido a preguntar, primero su nombre: Elvia. Antes solo la nombraba como la “señora de Picapiedras”.
El inicio
¿Cómo surgió su gusto por la peluquería?
Ni yo misma lo sé. La verdad se me ocurrió y empecé. Le fui tomando cariño poco a poco. Me empezó a gustar más y más, hasta la fecha.
¿Estudió para esto?
La verdad no. Todo fue la práctica. Cuando era chamacona, no hace mucho tiempo (risas), sí estudié peinado, en Guadalajara, pero la verdad siento que también eso ya lo traía.
¿Hace cuántos años se dedica a la peluquería?
Como cerca de 36 años, ¿son poquitos verdad? (Risas).
Elvia Arzola en su actual peluquería/Foto:Gabriela G. Barrios
¿Dónde empezó usted, en su casa?
No, en la Avenida Central entre la Octava y Novena Oriente. No recuerdo el número. Estaba al lado de la peluquería Don Alonso. Estuve ahí como unos 15 años.
¿Por qué el nombre Los Picapiedras?
Con mi esposo, en aquel entonces, empezamos a buscar el nombre, buscamos nombres infantiles. Un día me llevó para contratar al rotulista y me preguntó: ¿qué nombre se le va a poner? Yo iba bajando del carro y vi unas revistas tiradas, ahí, cerca del carro, eran de Los Picapiedras, me volvió a preguntar, ¿cómo se va a llamar entonces? Los Picapiedras, respondí. Me dice: oye me parece muy bien. Ahí surgió la idea de Los Picapiedras.
¿Por qué una peluquería y no una estética?
Porque no había aquí peluquería especial para niños. Y como venía de México y peinando; aquí quién se peina, nada más se peinan en fiestas propiamente, así que me llamó más la atención la peluquería para niños. ¡Sabía que de ahí me iba pa’rriba!, porque ya ve que nadie le tiene paciencia a los niños. Ahora me han llegado señores, señoritas, señoras que me han comentado que de niños les cortaron la oreja, ¡yo hasta ahorita no he cortado una oreja, en 36 años!
Entonces, ¿también le corta el cabello a adultos?
Sí, a los que les cortaba el cabello cuando eran chiquitos y sus hijos o los nietos. Ya son tres generaciones que voy cortando.
La experiencia
Doña Elvia cuenta emocionada: “Hace años les decía a los niños mientras les cortaba el pelo, ”agáchate viejo, agáchate viejo”; un día un niño, que venía nada más con su calzón, una playera y sus chanclitas, entra y me dice: «¡Ya llegué, vieja!». Le dijo su mamá “Oye, no seas grosero”, y él contesta: “¿Por qué? Si ella me dice viejo, pues yo también le digo vieja”. De cariño les decía: viejo, muñeca, muñequita, precioso, muchas cosas y nombres de cariño.
¿Se encariña con su clientela?
Si, bastante, y les tengo mucha paciencia. Ahí está mi secreto. Pero no lo quiero decir porque si no me lo roban. (Risas).
Cuénteme…
Doña Elvia trabajando/Foto:Gabriela G. Barrios
Cuando no se dejaban peluquear, les decía: la cucaracha, el ratón y el niño volteaba hacia abajo y ahí en friega a cortarle el pelo rápido y eso es lo que me emociona. Hay otros niños que están llore y llore, les dice la mamá que no lloren, yo les digo: ¿Cómo que no?, déjelo que llore pero que se oiga de aquí hasta Chiapa de Corzo. En verdad, a mí los niños que lloran más y los que dan más lata me quitan el estrés. Hasta los mismos doctores que son mis clientes desde que eran niños, me dicen: “¿cómo es posible que le quiten el estrés? Si es insoportable”. Pero es que no le saben hallar el modo. A otros le dice la mamá que no se muevan, les digo: Muévete gordo, muévete. Llevándole la contraria al niño y a la mamá, entonces al ver eso el niño dice: “¿Por qué me voy a mover?, no me muevo y ahí está el chiste”.
Su trabajo
¿Si no se dedicara a esto ¿qué le hubiera gustado ser?
Doctora, licenciada, esas dos cosas me fascinan. Ayudaría mucho a la gente, a los niños, a los viejitos.
¿Hay niños que ya siendo padres o madres de familia regresan con sus hijos?
Sí, casi la mayoría y sobre todo las abuelitas me traen a sus nietos. A veces les hago el mismo corte que le hago al papá.
¿Qué sensaciones le da ese hecho?
Imagínate. Me siento en la gloria. Siento que me quieren.
¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Todo. Ser puntual, que a veces no puedo, pero cuando se me hace tarde hasta siento ganas de llorar porque pienso que ya me está esperando alguien. Amo mi trabajo, después de Dios y de mis hijas, amo mi trabajo. Lo adoro.
Peluquería Los Picapiedras/Foto:Gabriela G. Barrios
¿Cuál ha sido su mayor reto en el caso del corte a los niños?
Siempre es un reto cada niño. Hay veces que me dicen las mamás: “le traigo un niño que ahora si no va usted a poder con él”; le digo al niño: “tu mamá me decía que ibas a llorar, que ibas a vomitar y todo eso a qué horas, nada”. Hay veces que un niño está con la finta de que quiere vomitar y le pongo la mano abajo de la boca y le digo: “órale, órale, vomita, vomita, sácalo para ver a qué huele porque los otros huelen unos feos, otros bonitos pero yo creo que el tuyo huele feo porque estás llorando mucho”, y ya no vomita.
El secreto
¿Cuál es el secreto de tratar con los niños?
El secreto es que me traen dinero, ese es el secreto, porque si a usted le dan dinero tiene que trabajar bien para que aquella persona regrese. Todo está en el poder del dinero. Si lo trato mal ya no va a regresar entonces lo trato mejor para que regrese. Si no trato bien a mi clientela júrelo que no viene.
Tengo clientes que ahorita están estudiando en Canadá o viven en Francia o en el Norte (México). Tengo mucha gente que se fue al extranjero y cuando regresan me vienen a ver y siento que me desmayo de felicidad. Alrededor de Chiapas tengo mucha clientela. Abro los domingos porque sé que van a venir de fuera. Varios doctores me han dicho que ya no abra el domingo y sin embargo, ellos han venido el domingo a cortarse el pelo. Les pregunto: ¿No que me dice que no venga el domingo? Y me contestan: “Pero como es necia y terca, vengo”. Si falto un día a mi trabajo me siento desesperada.
¿Esos 36 años de trabajo han sido ininterrumpidamente?
Los niños, ahora adultos, regresan/Foto:Gabriela G. Barrios
He cambiado como cuatro veces de domicilio. Me fui sobre la Octava, al dar vuelta enfrente de Banca Serfín, ahí vivía y tenía mi peluquería; luego regresé a la Avenida Central porque estaba desocupado el local. Tuve un problema muy serio y me fui a México por dos años. Cuando regresé me dio gusto porque la gente me recibió con los brazos súper abiertos. Mi clientela dice que sufrió mucho porque yo no estaba, pensé que me estaban cuenteando pero con el tiempo vi que sí era verdad. Para que me vaya de Chiapas, ya ni muerta, aquí en el Cristo de Copoya me van a poner para que me vaya a ver toda mi clientela después.
La otra vez vino una señora y me dice: “oiga señora me recomendaron aquí pero veo que no es para niños”. Volteo a ver a mi cliente, que es un señor, y le contesto a la señora que a toda mi clientela grande le digo bebé y que cuando un cliente nuevo que me está esperando y queda viendo a mis clientes adultos, les digo que él es mi bebé porque desde chiquito le quito el pelo. Le da risa a la señora y dice: “entonces me corta también a mí el pelo”, se hace mi clienta.
¿Es fácil ganarse la vida con su profesión?
Pienso que Diosito me está dando el trabajo pero gratis, porque yo no siento que estoy trabajando, no me canso, de repente sí, es lógico, pero ya cuando son las seis de la tarde, digo ya se está haciendo de noche, ya quiero llegar, acostarme a las ocho de la noche para que al día siguiente esté en mi trabajo.
¿A qué famoso le gustaría cortarle el cabello?
A toda mi clientela porque todos son famosos para mí.
¿Qué hace en sus ratos libres?
Veo reportajes o me pongo a tejer bufandas que vendo.
¿Quién le corta el cabello?
Yo me lo corto. Todo mundo me pregunta que quién me lo corta y muchas clientas llegan cuando me lo estoy cortando.
Doña Elvia y sus instrumentos de trabajo/Foto:Gabriela G. Barrios
Edad: Para los que me quieran traer regalito (risas) el 6 de enero, es que mi mamá se portó bien.
Número de hermanos: Somos 13 conmigo. 7 hombres y 6 mujeres. Yo soy la tercera pero la primera mujer.
Estado civil: Solterita.
Número de hijos: Tres hijas.
Pasatiempos: Ir al cine con mis hijas, ir a plaza, ir a comer allá.
Música: Instrumental porque esa me relajaba cuando en México trabajaba peinando, pero aquí no, aquí me ponen la caricaturas, bien chillonas y bien fuerte y lo tengo que aguantar. Ya estoy acostumbrada después de 36 años. (Risas).
Película: Me gustan de espanto para relajarme, que tengan drama o las cómicas.
Comida predilecta: El mole.
Rituales: Pedirle a Dios para que me dé un día más.
“Estoy aburrido de estar aquí”, “este trabajo ya no da para más”, “si tuviera el apoyo emprendería mi propio negocio”, “me encantaría dedicarme a lo que me gusta”. En repetidas ocasiones muchas personas han dicho estas frases, espoleadas por el tedio que produce una sola actividad que se ejerce más por necesidad que por vocación.
Samuel Jiménez Ramírez no quedó atrapado en el deseo, porque a sus 63 años decidió dar un golpe de timón a su vida y emprender un negocio propio: la elaboración de piñatas.
“Un día dije: `aquí ya no queda, necesito trabajar de otra forma´, y le pedí al Señor que me diera otro trabajito que no fuera en el volante, ya no quería. Trabajé 12 años en el taxi. De chofer estuve 44 años, toda mi vida, manejando camiones, carros chicos, de todo tipo”.
Don Sami, como le dicen sus amigos y conocidos, y que de joven tomó un curso de caricatura que nunca ejerció, es ejemplo quizá de que cuando la fuerza creativa ha quedado largo tiempo estancada, termina por desbordarse; como lo señaló el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, el capital se ha acumulado, no cae de repente del cielo.
Ese momento de “iluminación” llegó de manera repentina: “Un día que venía por la calle Central y lado Sur, donde hay muchos negocios de piñatas, me hizo parada una señora y subió tres; le pregunté: `oiga señora ¿a cómo le costaron sus piñatas?´; `a ochenta pesos´, me dijo. Entonces, pensé, en tres piñatas ¿cuánto viene siento? Ahí me vino la idea. Al poquito empecé. En mis turnos y ratos de descanso del taxi venía a trabajar al taller, venía a probar y empezó a salir.
Stephani de Lazy Town/Foto:Gabriela Barrios
¿Qué opinó su familia, qué le dijo su esposa de este cambio tan radical?
«Nos vamos a morir de hambre», dijo. Contesté que iba a buscar otro trabajito por ahí mientras esto agarraba su pasito, porque todo negocio así es; poco a poquito va agarrando y así le empezamos.
¿Tiene usted dos trabajos?
Sí. En la mañana me dedico a hacer piñatas y por la tarde me voy a una constructora.
¿Sus hijos o alguien de su familia se han anexado a esta actividad?
Sí, mi hija me echa la mano. Belén Azucena se pone a ver cuando estoy trabajando y ahí le va agarrando. Cuando no estoy ella empieza a trabajarlo porque ella está más tiempo acá, en el local… Lo hace por ratos. Cuando duerme el niño o cuando su esposo viene en las tardes y le ayuda con el niño; como dos horas, de seis de la tarde a ocho o nueve de la noche, depende.
¿Cuál es el proceso para hacer la piñata?
Empapelo el molde con almidón, tres, cuatro tapas de papel, se pone al sol; ya que está seco se abre y se saca el molde, se vuelve a empapelar donde se rompió y se pone a secar de nuevo, ya que secó lo fondeamos, después del fondo va el color de la figura. Hay muchas formas, las piernas se hacen aparte, la cabeza aparte, el cuerpo es la base, de ahí se le van anexando los brazos, los pies, los zapatos, después va al pintura y todos los detallitos.
¿Alguna anécdota que recuerde de esos primeros trabajos, de sus primeros experimentos y diseños?
Pues empezamos hacer moldes para personajes grandes, por ejemplo el Hombre Araña, Batman o Superman, el molde lo empapelamos, las piernas se hacen aparte; los moldes se empapelan con todo y zapatos, se acomodan y ahí va agarrando su paso. Todas requieren de molde. El cuerpo es como la pichancha.
¿Qué figura tenía la primera piñata que hizo?
Estaba en esas fechas (la película) “La era del hielo”. El grandote, Many, empezamos hacer el molde, sale el mamut bien grandote, luego Diego, el de colmillos grandes y el del perezoso, esos son los tres primeros moldes que hicimos.
¿Cuáles son las piñatas más difíciles de hacer o más complejas?
Son los robots, porque se les ponen cascos de cristal y traen mucho corrugado en los brazos y ; son muy laboriosos.
¿Cuáles son las más solicitadas?
Pinatas/Foto:Gabriela Barrios
De los Backyardigans y de varias familias de las nuevas caricaturas.
¿Cuáles son los tamaños que trabaja?
Hay chiquitas, como de 60 centímetros, la más grande es como de 1.20 metros.
¿Cuál es la más cara y cuál la más barata?
Las princesas son las más caras; esas salen en 350 pesos. Y las más pequeñas, que son como de 60 centímetros, las estamos dando como a 60 o 70 pesos.
¿Cómo elige los personajes que va a crear?
Me vienen a pedir, (los clientes) me traen figuras y tenemos un albúm de las piñatas.
¿Qué personaje ha dejado de hacer porque ya no se lo piden?
Todos me los han seguido pidiendo, muy lento pero todos giran.
¿Le han pedido hacer piñatas especiales para adultos, para despedidas de solteras o de solteros?
Sí, también las hacemos.
¿Cuánto sale?
Como son chicas, salen baratas 100, 150 pesos.
Don Samuel y su hija/Foto:Gabriela Barrios
¿Para usted de niño que representaron las piñatas?
Ni me acuerdo. Es que en mi temporada, cuando fui niño, creo que ni piñata nos hacían. Ahora veo los niños cómo se animan cuando vienen a ver las piñatas que sus papás encargaron, siento alegría, me pregunto: ¿Cómo sería en mi tiempo? No recuerdo esa alegría.
¿Ha visto cuando están quebrando la piñata que usted ha hecho?
Sí porque tengo mis nietos que les hacen aquí su fiesta, tenemos la garrucha donde les cuelgan las piñatas y las rompen.
¿Qué siente cuando ve que se están regocijando con su trabajo?
Me anima (sollozando) que mi trabajo sea bueno para la alegría de los niños. A veces vienen payasos para animarlos. Hicimos una piñata de payaso y le gustó mucho al payaso que vino y dijo: “Los pedazos me los voy a llevar”, se llevó la cabeza y los zapatos, no sé si lo iba a armar de nuevo allá en su casa para tenerla ahí como botarga, no sé, pero me dio gusto que se lo llevó.
¿Hace piñatas especiales para sus nietos?
Cuando lo piden sí.
¿Cuáles son los personajes que han hecho en estos tres años?
A todos les sacamos fotografías: Tatiana, brujas, hipopótamos, el Hombre Araña, Toy History, Los Bacyardigans, Piolín, vampiros, vaquitas, Mickey Mouse.
¿Qué representa la figura para su trabajo?
Algo muy especial porque hace tiempo estudié caricatura por correspondencia, me gradué, me dieron mi diploma pero no lo ejercí, por eso creo que se me hizo fácil hacer la piñata porque ya tenía esa noción (del dibujo) que pintaba.
¿Hacía usted dibujos en sus ratos libres o lo dejó completamente?
El proceso/Foto:Gabriela Barrios
Lo dejé. Hubo una temporada que tenía un trabajo que me dio por hacer muchas caricaturas de todo el personal, a cualquiera le hacía caricatura y corrían a las copiadoras y al ratito estaba en toda la obra, trabajaba en Chicoasén.
Entonces ¿qué ha representado en su vida el dibujo?
Algo que me llena de emoción, no lo ejercí por lo mismo que hay veces que el negocio no jala en el momento, estudié cuando ya estaba casado, aunque desde chico lo trae uno pero me dio por estudiarlo ya de casado, me decía mi mujer “¿iday cómo le vamos a hacer para comer? Si te dedicas a trabajar de eso, no sale”; así que agarré mi trabajo y lo fui dejando. Pero no es tarde, de ahí algo le estoy pellizcando. Este trabajo no es aburrido, trabaja uno muy contento porque está viendo uno que se le está dando forma a un personaje.
¿Qué siente usted cuando ve la similitud de sus piñatas con los personajes solicitados?
Me lleno de alegría en mí mismo porque vienen las personas a traer sus trabajos y se van contentas y eso es lo que me agrada, se van muy contentos.
De todas sus piñatas que ha hecho ¿cuál es su favorita?
No tengo una, todas me gustan.