Cuando éramos niños

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía

luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra

ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros

ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra

Foto: Gyula Halasz Brassai
Foto: Gyula Halasz Brassai

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando éramos niños / Mario Benedetti (Uruguay. 1920-2009)

 

 

 

Elvia Arzola, apasionada peluquera de niños

Doña Elvia Arzola, dueña de Los Picapiedras/ Foto:Gabriela Barrios
Doña Elvia Arzola, dueña de Los Picapiedras/ Foto:Gabriela Barrios

 

 

 

“Hasta ahorita no he cortado oreja, en 36 años”

 

 

 

 

Mi mamá ha decidido cortarme el cabello. Tengo seis años de edad y ella ya no puede más con esa batalla infructuosa de ponerme moños y hacerme coletas; es tan lacio que no resiste ningún objeto sobre él. Llegamos a Los Picapiedras; el lugar es pequeño, con un tocador, una silla infantil y otra más grande de peluquería; la música de Cri Cri se mezcla con los murmullos de señores y señoras que llevan a sus hijos para un corte de cabello. Después de una larga espera, por fin es mi turno. Sigo las instrucciones de la señora de Picapiedras, que alterna su conversación con los padres con indicaciones para mí: voltéate, agáchate, mira de frente; escucho el sonido de las tijeras y siento el movimiento de sus manos que trabajan magistralmente para que mi cabello indomable adquiera forma.

Elvia Arzola con niño pequeño/Foto:Gabriela G. Barrios
Elvia Arzola con niño pequeño/Foto:Gabriela G. Barrios

Han pasado 30 años y estoy de nuevo esperando turno en Los Picapiedras; me cubre la nostalgia, los recuerdos llegan. Ahora no soy yo quien se sentará frente al espejo sino mis sobrinos. La ubicación del local es otra y me percato que los muebles también cambiaron, sólo permanecen el cuadro del payasito, colgado arriba del espejo del pequeño tocador; y el entusiasmo de la señora de Picapiedras, quien sigue ahí como antes, con su sonrisa, una conversadora incansable y con esas palabras decididas y cariñosas para lograr que un niño se deje cortar el cabello.

La observo y quiero saber más de ella, de su oficio, de su vida en ese lugar que pareciera congelado por el tiempo. Me decido a preguntar, primero su nombre: Elvia. Antes solo la nombraba como la “señora de Picapiedras”.

El inicio

¿Cómo surgió su gusto por la peluquería?
Ni yo misma lo sé. La verdad se me ocurrió y empecé. Le fui tomando cariño poco a poco. Me empezó a gustar más y más, hasta la fecha.

¿Estudió para esto?
La verdad no. Todo fue la práctica. Cuando era chamacona, no hace mucho tiempo (risas), sí estudié peinado, en Guadalajara, pero la verdad siento que también eso ya lo traía.

¿Hace cuántos años se dedica a la peluquería?
Como cerca de 36 años, ¿son poquitos verdad? (Risas).

Elvia Arzola en su actual peluquería/Foto:Gabriela G. Barrios
Elvia Arzola en su actual peluquería/Foto:Gabriela G. Barrios

¿Dónde empezó usted, en su casa?
No, en la Avenida Central entre la Octava y Novena Oriente. No recuerdo el número. Estaba al lado de la peluquería Don Alonso. Estuve ahí como unos 15 años.

¿Por qué el nombre Los Picapiedras?
Con mi esposo, en aquel entonces, empezamos a buscar el nombre, buscamos nombres infantiles. Un día me llevó para contratar al rotulista y me preguntó: ¿qué nombre se le va a poner? Yo iba bajando del carro y vi unas revistas tiradas, ahí, cerca del carro, eran de Los Picapiedras, me volvió a preguntar, ¿cómo se va a llamar entonces? Los Picapiedras, respondí. Me dice: oye me parece muy bien. Ahí surgió la idea de Los Picapiedras.

¿Por qué una peluquería y no una estética?
Porque no había aquí peluquería especial para niños. Y como venía de México y peinando; aquí quién se peina, nada más se peinan en fiestas propiamente, así que me llamó más la atención la peluquería para niños. ¡Sabía que de ahí me iba pa’rriba!, porque ya ve que nadie le tiene paciencia a los niños. Ahora me han llegado señores, señoritas, señoras que me han comentado que de niños les cortaron la oreja, ¡yo hasta ahorita no he cortado una oreja, en 36 años!

Entonces, ¿también le corta el cabello a adultos?
Sí, a los que les cortaba el cabello cuando eran chiquitos y sus hijos o los nietos. Ya son tres generaciones que voy cortando.

La experiencia

Doña Elvia cuenta emocionada: “Hace años les decía a los niños mientras les cortaba el pelo, ”agáchate viejo, agáchate viejo”; un día un niño, que venía nada más con su calzón, una playera y sus chanclitas, entra y me dice: «¡Ya llegué, vieja!». Le dijo su mamá “Oye, no seas grosero”, y él contesta: “¿Por qué? Si ella me dice viejo, pues yo también le digo vieja”. De cariño les decía: viejo, muñeca, muñequita, precioso, muchas cosas y nombres de cariño.

¿Se encariña con su clientela?
Si, bastante, y les tengo mucha paciencia. Ahí está mi secreto. Pero no lo quiero decir porque si no me lo roban. (Risas).

Cuénteme…

Doña Elvia trabajando/Foto:Gabriela G. Barrios
Doña Elvia trabajando/Foto:Gabriela G. Barrios

Cuando no se dejaban peluquear, les decía: la cucaracha, el ratón y el niño volteaba hacia abajo y ahí en friega a cortarle el pelo rápido y eso es lo que me emociona. Hay otros niños que están llore y llore, les dice la mamá que no lloren, yo les digo: ¿Cómo que no?, déjelo que llore pero que se oiga de aquí hasta Chiapa de Corzo. En verdad, a mí los niños que lloran más y los que dan más lata me quitan el estrés. Hasta los mismos doctores que son mis clientes desde que eran niños, me dicen: “¿cómo es posible que le quiten el estrés? Si es insoportable”. Pero es que no le saben hallar el modo. A otros le dice la mamá que no se muevan, les digo: Muévete gordo, muévete. Llevándole la contraria al niño y a la mamá, entonces al ver eso el niño dice: “¿Por qué me voy a mover?, no me muevo y ahí está el chiste”.

Su trabajo

¿Si no se dedicara a esto ¿qué le hubiera gustado ser?
Doctora, licenciada, esas dos cosas me fascinan. Ayudaría mucho a la gente, a los niños, a los viejitos.

¿Hay niños que ya siendo padres o madres de familia regresan con sus hijos?
Sí, casi la mayoría y sobre todo las abuelitas me traen a sus nietos. A veces les hago el mismo corte que le hago al papá.

¿Qué sensaciones le da ese hecho?
Imagínate. Me siento en la gloria. Siento que me quieren.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Todo. Ser puntual, que a veces no puedo, pero cuando se me hace tarde hasta siento ganas de llorar porque pienso que ya me está esperando alguien. Amo mi trabajo, después de Dios y de mis hijas, amo mi trabajo. Lo adoro.

Peluquería Los Picapiedras/Foto:Gabriela G. Barrios
Peluquería Los Picapiedras/Foto:Gabriela G. Barrios

¿Cuál ha sido su mayor reto en el caso del corte a los niños?
Siempre es un reto cada niño. Hay veces que me dicen las mamás: “le traigo un niño que ahora si no va usted a poder con él”; le digo al niño: “tu mamá me decía que ibas a llorar, que ibas a vomitar y todo eso a qué horas, nada”. Hay veces que un niño está con la finta de que quiere vomitar y le pongo la mano abajo de la boca y le digo: “órale, órale, vomita, vomita, sácalo para ver a qué huele porque los otros huelen unos feos, otros bonitos pero yo creo que el tuyo huele feo porque estás llorando mucho”, y ya no vomita.

El secreto

¿Cuál es el secreto de tratar con los niños?
El secreto es que me traen dinero, ese es el secreto, porque si a usted le dan dinero tiene que trabajar bien para que aquella persona regrese. Todo está en el poder del dinero. Si lo trato mal ya no va a regresar entonces lo trato mejor para que regrese. Si no trato bien a mi clientela júrelo que no viene.

Tengo clientes que ahorita están estudiando en Canadá o viven en Francia o en el Norte (México). Tengo mucha gente que se fue al extranjero y cuando regresan me vienen a ver y siento que me desmayo de felicidad. Alrededor de Chiapas tengo mucha clientela. Abro los domingos porque sé que van a venir de fuera. Varios doctores me han dicho que ya no abra el domingo y sin embargo, ellos han venido el domingo a cortarse el pelo. Les pregunto: ¿No que me dice que no venga el domingo? Y me contestan: “Pero como es necia y terca, vengo”. Si falto un día a mi trabajo me siento desesperada.

¿Esos 36 años de trabajo han sido ininterrumpidamente?

Los niños,ahora adultos, regresan/Foto:Gabriela G. Barrios
Los niños, ahora adultos, regresan/Foto:Gabriela G. Barrios

He cambiado como cuatro veces de domicilio. Me fui sobre la Octava, al dar vuelta enfrente de Banca Serfín, ahí vivía y tenía mi peluquería; luego regresé a la Avenida Central porque estaba desocupado el local. Tuve un problema muy serio y me fui a México por dos años. Cuando regresé me dio gusto porque la gente me recibió con los brazos súper abiertos. Mi clientela dice que sufrió mucho porque yo no estaba, pensé que me estaban cuenteando pero con el tiempo vi que sí era verdad. Para que me vaya de Chiapas, ya ni muerta, aquí en el Cristo de Copoya me van a poner para que me vaya a ver toda mi clientela después.
La otra vez vino una señora y me dice: “oiga señora me recomendaron aquí pero veo que no es para niños”. Volteo a ver a mi cliente, que es un señor, y le contesto a la señora que a toda mi clientela grande le digo bebé y que cuando un cliente nuevo que me está esperando y queda viendo a mis clientes adultos, les digo que él es mi bebé porque desde chiquito le quito el pelo. Le da risa a la señora y dice: “entonces me corta también a mí el pelo”, se hace mi clienta.

¿Es fácil ganarse la vida con su profesión?
Pienso que Diosito me está dando el trabajo pero gratis, porque yo no siento que estoy trabajando, no me canso, de repente sí, es lógico, pero ya cuando son las seis de la tarde, digo ya se está haciendo de noche, ya quiero llegar, acostarme a las ocho de la noche para que al día siguiente esté en mi trabajo.

¿A qué famoso le gustaría cortarle el cabello?
A toda mi clientela porque todos son famosos para mí.

¿Qué hace en sus ratos libres?
Veo reportajes o me pongo a tejer bufandas que vendo.

¿Quién le corta el cabello?
Yo me lo corto. Todo mundo me pregunta que quién me lo corta y muchas clientas llegan cuando me lo estoy cortando.

Doña Elvia y sus instrumentos de trabajo/Foto:Gabriela G. Barrios
Doña Elvia y sus instrumentos de trabajo/Foto:Gabriela G. Barrios

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SILUETA

Nombre: Elvia Arzola Rodríguez

Lugar de nacimiento: Silao, Guanajuato.

Edad: Para los que me quieran traer regalito (risas) el 6 de enero, es que mi mamá se portó bien.

Número de hermanos: Somos 13 conmigo. 7 hombres y 6 mujeres. Yo soy la tercera pero la primera mujer.

Estado civil: Solterita.

Número de hijos: Tres hijas.

Pasatiempos: Ir al cine con mis hijas, ir a plaza, ir a comer allá.

Música: Instrumental porque esa me relajaba cuando en México trabajaba peinando, pero aquí no, aquí me ponen la caricaturas, bien chillonas y bien fuerte y lo tengo que aguantar. Ya estoy acostumbrada después de 36 años. (Risas).

Película: Me gustan de espanto para relajarme, que tengan drama o las cómicas.

Comida predilecta: El mole.

Rituales: Pedirle a Dios para que me dé un día más.

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EN CORTO

Doña Elvia Arzola/Foto:Gabriela G. Barrrios
Doña Elvia Arzola/Foto:Gabriela G. Barrrios

Tijeras: Amor

Peine: Paciencia

Espejo: Sabiduría

Niñez: Hermosa

Sonrisa: Bella

Corto: Rápido

Largo: Menos

Experiencia: 36 años

Picapiedras: Hermoso

Único amor: El papá de mis hijas

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*Entrevista publicada en El Heraldo de Chiapas, 07 de febrero del 2013.

 

Samuel Jiménez Ramírez, piñatero

 

Don Samuel/Foto:Gabriela Barrios
Don Samuel/Foto:Gabriela Barrios

Entrevista y fotos: Gabriela G. Barrios

“Estoy aburrido de estar aquí”, “este trabajo ya no da para más”, “si tuviera el apoyo emprendería mi propio negocio”, “me encantaría dedicarme a lo que me gusta”. En repetidas ocasiones muchas personas han dicho estas frases, espoleadas por el tedio que produce una sola actividad que se ejerce más por necesidad que por vocación.

Samuel Jiménez Ramírez no quedó atrapado en el deseo, porque a sus 63 años decidió dar un golpe de timón a su vida y emprender un negocio propio: la elaboración de piñatas.

“Un día dije: `aquí ya no queda, necesito trabajar de otra forma´, y le pedí al Señor que me diera otro trabajito que no fuera en el volante, ya no quería. Trabajé 12 años en el taxi. De chofer estuve 44 años, toda mi vida, manejando camiones, carros chicos, de todo tipo”.

Don Sami, como le dicen sus amigos y conocidos, y que de joven tomó un curso de caricatura que nunca ejerció, es ejemplo quizá de que cuando la fuerza creativa ha quedado largo tiempo estancada, termina por desbordarse; como lo señaló el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, el capital se ha acumulado, no cae de repente del cielo.

Ese momento de “iluminación” llegó de manera repentina: “Un día que venía por la calle Central y lado Sur, donde hay muchos negocios de piñatas, me hizo parada una señora y subió tres; le pregunté: `oiga señora ¿a cómo le costaron sus piñatas?´; `a ochenta pesos´, me dijo. Entonces, pensé, en tres piñatas ¿cuánto viene siento? Ahí me vino la idea. Al poquito empecé. En mis turnos y ratos de descanso del taxi venía a trabajar al taller, venía a probar y empezó a salir.

Stephani de Lazy Town/Foto:Gabriela Barrios
Stephani de Lazy Town/Foto:Gabriela Barrios

¿Qué opinó su familia, qué le dijo su esposa de este cambio tan radical?
«Nos vamos a morir de hambre», dijo. Contesté que iba a buscar otro trabajito por ahí mientras esto agarraba su pasito, porque todo negocio así es; poco a poquito va agarrando y así le empezamos.

¿Tiene usted dos trabajos?
Sí. En la mañana me dedico a hacer piñatas y por la tarde me voy a una constructora.

¿Sus hijos o alguien de su familia se han anexado a esta actividad?
Sí, mi hija me echa la mano. Belén Azucena se pone a ver cuando estoy trabajando y ahí le va agarrando. Cuando no estoy ella empieza a trabajarlo porque ella está más tiempo acá, en el local… Lo hace por ratos. Cuando duerme el niño o cuando su esposo viene en las tardes y le ayuda con el niño; como dos horas, de seis de la tarde a ocho o nueve de la noche, depende.

¿Cuál es el proceso para hacer la piñata?
Empapelo el molde con almidón, tres, cuatro tapas de papel, se pone al sol; ya que está seco se abre y se saca el molde, se vuelve a empapelar donde se rompió y se pone a secar de nuevo, ya que secó lo fondeamos, después del fondo va el color de la figura. Hay muchas formas, las piernas se hacen aparte, la cabeza aparte, el cuerpo es la base, de ahí se le van anexando los brazos, los pies, los zapatos, después va al pintura y todos los detallitos.

¿Alguna anécdota que recuerde de esos primeros trabajos, de sus primeros experimentos y diseños?
Pues empezamos hacer moldes para personajes grandes, por ejemplo el Hombre Araña, Batman o Superman, el molde lo empapelamos, las piernas se hacen aparte; los moldes se empapelan con todo y zapatos, se acomodan y ahí va agarrando su paso. Todas requieren de molde. El cuerpo es como la pichancha.

¿Qué figura tenía la primera piñata que hizo?
Estaba en esas fechas (la película) “La era del hielo”. El grandote, Many, empezamos hacer el molde, sale el mamut bien grandote, luego Diego, el de colmillos grandes y el del perezoso, esos son los tres primeros moldes que hicimos.

¿Cuáles son las piñatas más difíciles de hacer o más complejas?

Son los robots, porque se les ponen cascos de cristal y traen mucho corrugado en los brazos y ; son muy laboriosos.

¿Cuáles son las más solicitadas?

Pinatas/Foto:Gabriela Barrios
Pinatas/Foto:Gabriela Barrios

De los Backyardigans y de varias familias de las nuevas caricaturas.

¿Cuáles son  los tamaños que trabaja?
Hay chiquitas, como de 60 centímetros, la más grande es como de 1.20 metros.

¿Cuál es la más cara y cuál la más barata?
Las princesas son las más caras; esas salen en 350 pesos. Y las más pequeñas, que son como de 60 centímetros, las estamos dando como a 60 o 70 pesos.

¿Cómo elige los personajes que va a crear?
Me vienen a pedir, (los clientes) me traen figuras y tenemos un albúm de las piñatas.

¿Qué personaje ha dejado de hacer porque ya no se lo piden?
Todos me los han seguido pidiendo, muy lento pero todos giran.

¿Le han pedido hacer piñatas especiales para adultos, para despedidas de solteras o de solteros?
Sí, también las hacemos.

¿Cuánto sale?
Como son chicas, salen baratas 100, 150 pesos.

Don Samuel y su hija/Foto:Gabriela Barrios
Don Samuel y su hija/Foto:Gabriela Barrios

¿Para usted de niño que representaron las piñatas?
Ni me acuerdo. Es que en mi temporada, cuando fui niño, creo que ni piñata nos hacían. Ahora veo los niños cómo se animan cuando vienen a ver las piñatas que sus papás encargaron, siento alegría, me pregunto: ¿Cómo sería en mi tiempo? No recuerdo esa alegría.

¿Ha visto cuando están quebrando la piñata que usted ha hecho?
Sí porque tengo mis nietos que les hacen aquí su fiesta, tenemos la garrucha donde les cuelgan las piñatas y las rompen.

¿Qué siente cuando ve que se están regocijando con su trabajo?
Me anima (sollozando) que mi trabajo sea bueno para la alegría de los niños. A veces vienen payasos para animarlos. Hicimos una piñata de payaso y le gustó mucho al payaso que vino y dijo: “Los pedazos me los voy a llevar”, se llevó la cabeza y los zapatos, no sé si lo iba a armar de nuevo allá en su casa para tenerla ahí como botarga, no sé, pero me dio gusto que se lo llevó.

¿Hace piñatas especiales para sus nietos?
Cuando lo piden sí.

¿Cuáles son los personajes que han hecho en estos tres años?
A todos les sacamos fotografías: Tatiana, brujas, hipopótamos, el Hombre Araña, Toy History, Los Bacyardigans, Piolín, vampiros, vaquitas, Mickey Mouse.

¿Qué representa la figura para su trabajo?
Algo muy especial porque hace tiempo estudié caricatura por correspondencia, me gradué, me dieron mi diploma pero no lo ejercí, por eso creo que se me hizo fácil hacer la piñata porque ya tenía esa noción (del dibujo) que pintaba.

¿Hacía usted dibujos en sus ratos libres o lo dejó completamente?

El proceso/Foto:Gabriela Barrios
El proceso/Foto:Gabriela Barrios

Lo dejé. Hubo una temporada que tenía un trabajo que me dio por hacer muchas caricaturas de todo el personal, a cualquiera le hacía caricatura y corrían a las copiadoras y al ratito estaba en toda la obra, trabajaba en Chicoasén.

Entonces ¿qué ha representado en su vida el dibujo?
Algo que me llena de emoción, no lo ejercí por lo mismo que hay veces que el negocio no jala en el momento, estudié cuando ya estaba casado, aunque desde chico lo trae uno pero me dio por estudiarlo ya de casado, me decía mi mujer “¿iday cómo le vamos a hacer para comer? Si te dedicas a trabajar de eso, no sale”; así que agarré mi trabajo y lo fui dejando. Pero no es tarde, de ahí algo le estoy pellizcando. Este trabajo no es aburrido, trabaja uno muy contento porque está viendo uno que se le está dando forma a un personaje.

¿Qué siente usted cuando ve la similitud de sus piñatas con los personajes solicitados?
Me lleno de alegría en mí mismo porque vienen las personas a traer sus trabajos y se van contentas y eso es lo que me agrada, se van muy contentos.

De todas sus piñatas que ha hecho ¿cuál es su favorita?
No tengo una, todas me gustan.

Princesa/Foto:Gabriela Barrios
Princesa/Foto:Gabriela Barrios

 

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EN CORTO

Papel: Lo más interesante para mí y mi trabajo

Piñata: Para salir adelante con nuestro trabajo

Fiesta: Diversión sana

Figura: Algo muy especial

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Don Samuel y Robin Hood/Foto:Gabriela Barrios
Don Samuel y Robin Hood/Foto:Gabriela Barrios

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PERFIL

Lugar de nacimiento: Tuxtla Gutiérrez

Edad: Nací el 6 de diciembre de 1942.

Número de hermanos: Siete, el más chico de nosotros Octavio Jiménez Ramírez,es el que trabaja en el Rincón del Arte Tajira.

Estado civil: Casado.

Número de hijos: Cuatro.

Número de nietos: Dos.

Pasatiempos: Me gusta podar los arbolitos. (Hacer) los detallitos de la casa que nunca faltan.

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*Entrevista publicada en El Heraldo de Chiapas, el martes 21 de julio del 2009.