Covid-19, contagiarse de esperanza

Tengo miedo, siento angustia. En el 2009 viví un proceso de tristeza, de depresión; mi padre estaba muy enfermo y aunque yo me mostraba optimista, en el fondo intuía que era cuestión de tiempo para el adiós.  Ante ese estado anímico, mi sistema inmunológico no reaccionó como debería, por lo que fui presa fácil para la influenza H1N1, esa enfermedad de la que muchos comentaban: no existe; es invento del gobierno para distraernos porque quizá suban la gasolina, quizá haya una devaluación, etcétera.

Texto y fotos: Leticia Bárcenas González

A todos los trabajadores del sistema de Salud,
con mi admiración y respeto

Lo cierto es que enfermé y estuve en cuarentena en casa; los médicos del sistema de salud estatal, a quienes agradezco infinitamente, llegaban a monitorear mi estado y el de mis hijos, a quienes no contagié, por fortuna. Tomé retrovirales y estuve en cama; sin embargo, el día que me darían de alta, amanecí con una sensación de cansancio que apenas me permitió bajar la escalera, además, descubrí en mis muslos unas pequeñas pero abundantes manchas de color rojo  violáceo, así que después de un examen químico, el diagnóstico médico fue: dengue hemorrágico, hay que hospitalizar.

Fue una etapa difícil, pensé que moriría antes que mi padre. Apenas recuerdo algunas cosas de ese periodo. Mis hijos dicen que no hubo clases algunos meses por la pandemia. No sé qué otras cosas ocurrieron.

Y hoy, en este 2020, estamos viviendo una crisis sanitaria que nos ha vuelto a enviar a casa, ese lugar que se da por hecho, es el refugio perfecto para estar a salvo no sólo de la violencia, sino también de contagiarnos y/o contagiar a otros del coronavirus llamado SARS-Cov-2 (COVID-19).

Ese pequeño intruso que se coló a nuestras vidas, obligándonos a reaprender a lavarnos las manos, a valorar la importancia de tener agua potable y jabón a nuestro alcance, a la importancia misma de tener una casa, un hogar donde refugiarte.

Y entonces, pienso en los que viven en la calle, los que carecen de sistemas de agua potable o algún río o lago cerca de su vivienda, los que tienen que salir a trabajar cada día porque de lo contrario “sus patrones” no les pagarán, pese al bien intencionado discurso del presidente o la secretaria del Trabajo. O en los comerciantes, formales e “informales”, los conductores del transporte público y en todos los trabajadores del sistema de salud, desde el que hace la limpieza en la clínica, hasta las enfermeras y médicos que se arriesgan cada día para que la sociedad se restablezca, sane.

Sin embargo, en esta aldea global en la que vivimos, la casa no sólo es un espacio privado, también se ha vuelto público, porque a través de las herramientas tecnológicas podemos estar en contacto, por medio de mensajes, llamadas, fotografías, mensajes de audio, videollamadas o chats en grupos y así estar cerca de quienes queremos o saber de ellos. Esto es bueno, no estamos acostumbrados a estar “encerrados”, a estar en casa, a estar tanto tiempo juntos, aun cuando deberíamos disfrutar un poco de la soledad o de la compañía de los hijos, de los padres, de los hermanos, de la pareja.

Ahora, en la casa puede entrar el mundo entero por medio de pantallas planas o pantallas del teléfono celular; estamos dentro pero también fuera y no estamos solos, mucha gente nos acompaña, aunque no podamos tocarla.

El mundo digital, se vuelve entonces, una alternativa para vivir la cuarentena decretada por las autoridades de salud, y también para estar informado de lo que pasa a nuestro alrededor y en la aldea global; el problema aquí, es cuánta y qué tipo de información estamos permitiendo que entre a nuestros hogares, a nuestra cabeza, a nuestras emociones.

De pronto me doy cuenta que me he vuelto monotemática, todo gira alrededor del virus: que si las medidas de higiene son éstas, que si el número de infectados en el país es tal, que cuántos son los muertos al día de hoy, los alimentos que cambian tu Ph y ayudan a no contagiarte, que si el cubrebocas es bueno o no, hasta los chistes se refieren a la enfermedad COVID-19.

Y me descubro invadida por el terror sicológico que genera tanta información, por el miedo a enfermar o que enfermen quienes amo. Tengo miedo de que esto se prolongue y no sepa disfrutar el valor de este tiempo, de escuchar las risas de mis hijos, de conversar con ellos, de comer junto a ellos. Entonces, me digo que no, no debo permitir que la angustia por no saber qué pasará mañana sea más fuerte que el valor del momento presente, el valor de la vida misma. De estar en este lugar y en este día.

El 19 de marzo, a las 21:50 horas del 2020, el Sol cruzó del hemisferio sur al norte y llegó la primavera, ofreciéndonos luz y calor, las flores de muchos colores y formas, las nuevas ramas de los árboles que nos brindan sombra y frutos, las aves que nos acompañan con sus cantos, como esas cotorras verdes que llegaron a los árboles que están frente la ventana de mi oficina, y con una conversación alegre e incesante entre ellas, nos hicieron, a algunos compañeros y a mí, detenernos un momento y apreciar la maravilla de estar vivos, de poder caminar, de ver, de escuchar.

Abracemos la vida, tomemos todas las precauciones que nos indican, la pandemia es grave, sin duda; por eso informémonos, sí, pero con mesura y de fuentes confiables, no hagamos eco a los rumores ni a información seudocientífica. Valoremos este tiempo, en el que la naturaleza se recupera un poco de todo lo que le hemos dañado y aprendamos a recuperarnos también, a valorar el abrazo cotidiano, la compañía y sabiduría de nuestros mayores, la amistad, el amor, un paseo por la playa, un libro, el olor de una taza de café.

Y pidamos a nuestras autoridades que fortalezcan el sistema de salud. Nuestro país lo vale, nosotros lo valemos. Estamos a tiempo.

 

Balada de la bicicleta con alas

Ilustración: Leticia Bárcenas González

1

A los cincuenta años, hoy, tengo una bicicleta.
Muchos tienen un yate
y muchos más un automóvil
y hay muchos que también tienen ya un avión.
Pero yo,
a mis cincuenta años justos, tengo sólo una bicicleta.

He escrito y publicado innumerables versos.
Casi todos hablan del mar
y también de los bosques, los ángeles y las llanuras.
He cantado las guerras justificadas,
la paz y las revoluciones.
Ahora soy nada más que un desterrado.
Y a miles de kilómetros de mi hermoso país,
con una pipa curva entre los labios,
un cuadernillo de hojas blancas y un lápiz
corro en mi bicicleta por los bosques urbanos,
por los caminos ruidosos y calles asfaltadas
y me detengo siempre junto a un río,
a ver cómo se acuesta la tarde y con la noche
se le pierden al agua las primeras estrellas.

2

Es morada mi bicicleta
y alegre y plateada como cualquiera otra.
Mas cuando gira el sol en sus ruedas veloces,
de cada uno de sus radios llueven chispas
y entonces es como un antílope,
como un macho cabrío, largo de llamas blancas,
o un novillo de fuego que embistiera los azules del día.

3

¿Qué nombre le pondría hoy, en esta mañana,
después que me ha traído,
que me ha dejado sin decírmelo apenas
al pie de estas orillas de bambúes y sauces
y la miro dormida, abrazada de yerbas dulcemente,
sobre un tronco caído?

Carlanco de los bosques.
Estrella voladora de las hadas.
Telaraña encendida de los silfos.
Rosa doble del viento.
Margarita bicorne de los prados.
Cabra feliz de las pendientes.
Eral de las cañadas.
Niña escapada de la aurora.
Luna perdida.
Gabriel arcángel.
La llamaré con este frágil nombre.
Porque son sus dos alas blancas las que me llevan,
Anunciándome el aire de todos los caminos.

4

Yo sé que tiene alas.
Que por las noches sueña
en alta voz la brisa
de plata de sus ruedas.

Yo sé que tiene alas.
Que canta cuando vuela
dormida, abriendo al sueño
una celeste senda.

Yo sé que tiene alas.
Que volando me lleva
por prados que no acaban
y mares que no empiezan.

Yo sé que tiene alas.
Que el día que ella quiera,
los cielos de la ida
ya nunca tendrán vuelta.

 

Balada de la bicicleta con alas / Rafael Alberti (Diciembre 16 de 1902, El Puerto de Santa María, España – Octubre 28 de 1999, El Puerto de Santa María, España)

 

La Casa

Foto: Leticia Bárcenas González

Llegó el momento de partir
el hogar en dos.
Bien:
comencemos por los rincones donde las arañas
tejieron también su historia.
Hablemos de los muros y sus cuadros.
¿Cuál eliges?
¿El del día de la boda,
el retrato de la niña
o el de vacaciones en verano?
Quiero el antiguo bodegón
para recordar las comidas familiares.

Mira la casa:
permanece ahí de pie
pero sin alma.

¿Con cuál alcoba deseas quedarte?
¿Aquella donde los gemidos
alguna vez fueron música perfecta?
¿O el cuarto azul
donde echó raíces la cuna para siempre?
¿O el jardín
donde todavía se columpian las sonrisas?

Deseo la terraza,
esa roja plataforma de minúsculos ladrillos
donde lluvias y palomas encontraron su refugio,
donde todavía transpiran las estrellas
y no hay sombra que oculte los engaños.

Te regalo los espejos
saturados de susurros, ecos familiares,
desfigurados rostros
que hoy se desangran en reproches.

Pero tienes razón:
tal vez aquí ya nada nos retenga.
A la frontera tal vez llegamos
entre el amor que vacila y las cenizas.

Viéndolo bien,
no puedo partir en dos la casa:
te la regalo toda
con todo y promesas de futuros sublimes.

Como cortinas viejas
te regalo lo que queda:
este cielo sombrío
y este desvencijado viento
que dejaste al cerrar la puerta principal.

 
La Casa / Lina Zerón  (Ciudad de México, México. 1959)

 

De cómo me volví vegetariana

Ana Lilia Villarreal Cázares*

Su contrato con esta hache institución termina hoy. La frase fue dicha proyectando la voz por toda la oficina y con buena dicción. Este podría haber sido galán de radionovela, pensé aún sin darme cuenta bien a bien, de lo que el subdirector de administración y finanzas había dicho. El presupuesto para los programas de cultura fue cancelado. Entonces sí, comprendí que me estaba despidiendo. Aquí está el cheque con su liquidación. Fue una bonita relación laboral. ¿Bonita relación de trabajo? Pero si era la primera vez que lo veía en los tres años que estuve encargada de los proyectos culturales que se transmitían por la radio institucional. Intenté que me diera una explicación porque yo consideraba que mi trabajo estaba bien hecho, había sido, hasta el día de ayer, una empleada puntual con las entregas, responsable con los contenidos, no me salía a fumar cada hora. La respuesta fue la misma: El contrato se terminó, no hay renovación ni presupuesto. Tomé el cheque y salí de la oficina del subdirector y de la hache institución. Miré la calle para un lado y para el otro. Decidí el camino que tomaría. Estaba sin trabajo, pero no derrotada.

Busco empleo / Foto: Patricia Moreno Ocampo
Busco empleo / Foto: Patricia Moreno Ocampo

Lo primero que hice fue limpiar mi casa. Con buen ánimo barrí, sacudí, trapeé, lavé vidrios, hasta las telarañas quedaron relucientes. Enseguida, hice un plan de gastos, si administraba bien la liquidación y mis ahorros, ambos raquíticos por cierto, podría estar bien un par de meses, incluso ir al cine una vez a la semana. Después, saqué el disfraz que se requiere para ir a las entrevistas de trabajo y lo mandé a la tintorería, lujo que entraba en el presupuesto de ese mes.

Lo siguiente fue hacer la lista de sitios a los cuales enviaría mi curriculum y manos a la obra: escribir y escribir y escribir y enviar y enviar y enviar correos electrónicos, llenar enormes solicitudes en las agencias de empleo que abundan en internet. No sentía ningún apuro y menos preocupación alguna, nunca había pasado quince días sin trabajo, bueno, quizás un mes, pero no más. Sólo era cuestión de hacer lo que se acostumbra en esos casos y esperar la oferta laboral que me llovería.

Pasaron tres semanas de llenar solicitudes, hacer llamadas, y nada. El segundo mes fue de entrevistas, mi experiencia laboral les parecía “interesantísima”, dijeron algunos; otros, que mi perfil era el ideal para el puesto. Todos terminaban con la frase: Solo hay que esperar a que el presupuesto se destrabe y la llamamos.

El tercer mes, por precaución administrativa cancelé las idas al cine, al teatro ni se diga. Mientras, insistía con las solicitudes y llamadas a quienes habían dejado abierta la posibilidad de emplearme.

Al cuarto mes, ¡por fin un trabajo! Corregir la redacción de guiones multimedia de los cursos en línea de una universidad. La paga era de risa; sin embargo, ya era algo, aunque no suficiente como para evitar un ajuste presupuestal más: los cortes de carne, el salmón y el pan artesanal salían de mi plan alimenticio.

Al quinto, surgió la posibilidad de una chamba más: dar un curso en una universidad en línea… otra, distinta a la de los guiones multimedia. La entrevista fue vía Internet, por supuesto. Cuando aclaré que nada más tenía el título de licenciatura, insuficiente para dar clases a gente de maestría, el reclutador, con toda calma contestó: Ay, por eso no se preocupe, es lo de menos. Lo que ahora nos urge es cubrir el cuatrimestre. El lado negro de mi conciencia me aconsejó aceptar: Di que sí, di que sí, si a ellos no les importa a ti menos, es una lana.

Mi refri en estos tiempos
Mi refri en estos tiempos

Y así, cada sábado, me conectaba a la computadora para hablarles durante tres horas a los estudiantes de una maestría patito, en una universidad que los engañaba. Al terminar cada sesión, los administradores, sin falta, me hacían la amable recomendación de que no era necesario ponerles música en los descansos, o bueno, que si así lo prefería optara por algo más clásico como Vivaldi o Mozart y no Tina Turner o Janis Joplin. Eso sí, la paga convenida fue puntualmente depositada en mi cuenta.

Al sexto mes el vino tinto, el último placer de mi vida de sibarita, desapareció de mi lista de la compra.

Ahora estoy pendiente de las frutas y verduras de temporada. De las recetas para ensaladas y croquetas de plátano con frijol, aprendí a sustituir el pollo con setas, a hacer puré de berenjena y tortitas de zanahoria rellenas de queso crema. Y agua, mucha agua. Nada más sano para las articulaciones y la frescura del cutis.

 

* Defequense, creció arrullada entre el rock and roll sesentero, el sonido de las Big band y la melosidad de Doris Day. Lectora empedernida de Lágrimas y Risas, cinéfila de corazón, viajera por vocación. 

 

La utilidad de la belleza

Lo útil de lo inútil 2

 

¿Qué es la belleza? ¿Para qué sirve? ¿Cómo la apreciamos? ¿Forma parte de nuestra vida? Estas cuestiones tan aparentemente simples, encuentran respuesta al leer el  manifiesto “La utilidad de lo inútil”, de Nuccio Ordine, a quien Benito Garrido entrevista para conocer algunos puntos claves del libro (www.culturamas.es).

En la charla, Nuccio Ordine advierte que en una sociedad contaminada por la lógica utilitarista, es más fácil poner en claro la importancia de un objeto que la importancia de un cuadro o un poema, aunque estos últimos estén ligados al espíritu. Cómo explicar para qué sirve un verso si no tiene una aplicación práctica como una cuchara o unos zapatos.

En la misma entrevista, el filósofo Ordine expresa que el deseo interior de disfrutar de la belleza es lo que nos convierte en otras personas y que, a veces, tenemos más necesidad de esas cosas llamadas inútiles que de las útiles.

También dice que Kant explica que la adhesión hacia lo bello es algo gratuito y desinteresado. Sin embargo, hace énfasis que en el proceso de deshumanización que estamos viviendo y que se fundamenta en la lógica del beneficio, ésta ha invadido aspectos de nuestra vida donde no tendría que haber llegado, como nuestros afectos.

Ya en su manifiesto, Nuccio Ordine escribe: “Es doloroso ver a hombres y mujeres empeñados en una insensata carrera hacia la tierra prometida del beneficio, en la que todo aquello que los rodea —la naturaleza, los objetos, los demás seres humanos— no despierta ningún interés. La mirada fija en el objetivo a alcanzar no permite ya entender la alegría de los pequeños gestos cotidianos ni descubrir la belleza que palpita en nuestras vidas: en una puesta de sol, un cielo estrellado, la ternura de un beso, la eclosión de una flor, el vuelo de una mariposa, la sonrisa de un niño”.

Al leerlo recapacité en lo certero y pertinente de su pensamiento, en las prisas cotidianas por llegar de un trabajo a otro porque el sueldo no alcanza para cubrir las necesidades básicas, el agotamiento, el estrés, las prisas, siempre las prisas; entonces recordé otro texto leído recientemente por invitación de una amiga, en el que el comunicólogo y gestor cultural Daniel Morales escribe sobre cumplir retos y cambiar la vida.

En él, Morales reflexiona sobre la tiranía de la vida moderna que no nos permite tener tiempo libre para muchas cosas y sugiere que el método de hacer algo diariamente por 30 días, nos impulsa no sólo analizar nuestro comportamiento sino descubrir que no es tan difícil cambiar, es cuestión de decidirse y experimentar.

Entre los retos que propone está el de tomar fotos. Y señala que al principio puede parecer fácil pero conforme pasan los días tendremos que sacar nuestra creatividad.

Hace días, casi a principios de mes, una amiga y ex compañera de universidad, nos invitó a varios amigos a descubrir que cada día tiene por lo menos un detalle sorprendente que las más de las veces no percibimos porque los problemas nos abruman; aceptamos el reto y desde ese día empezamos a tomar una foto si no diaria, sí con regularidad y compartirla en el grupo que hemos formado. No usamos cámaras sofisticadas ni lentes especiales o profesionales, sólo camarita del celular y nuestro ojo, nuestra sensibilidad, nuestra peculiar y personal forma de ver el mundo e interpretarlo. El objeto de nuestra foto es algo que nos guste pero también puede ser algo que nos sorprenda, que rompa con la cotidianidad.

Hoy, al leer la entrevista con Nuccio Ordine, coincido en que debemos buscar la forma de luchar para que no nos supere el homo economicus en que nos estamos convirtiendo, y que una forma simple es mirar a nuestro alrededor y capturar la belleza que nos rodea, alimentar nuestro espíritu y compartir esas nuevas sensaciones con esas cosas que algunos consideran inútiles, y que sin embargo, son el alimento de nuestra esencia como humanidad.

“Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espíritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante homo sapiens pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad.”  La utilidad de lo inútil.  Nuccio Ordine.  Editorial Acantilado, 2013.

 

Túneles, toronjas y detalles en puertas que nos cuestionan...
Túneles, toronjas y detalles en puertas que nos cuestionan…

 

Paisajes, pingûinos y hasta la muerte...
Paisajes, pingûinos y hasta la muerte…

 

Esculturas, texturas y colores sorprenden al mirar...
Esculturas, texturas y colores sorprenden al mirar…

 

Calles, formas geométricas y hasta un hombre bomba en bicicleta...
Calles, formas geométricas y hasta un hombre bomba en bicicleta…

 

Líneas, luces, movimiento y quietud...
Líneas, luces, movimiento y quietud…

 

Árboles con o sin hojas, carretas del pasado y casas que miran somnolientas...
Árboles con o sin hojas, carretas del pasado y casas que miran somnolientas…

 

solamente

Graffiti anónimo en la colonia Magisterial, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
Graffiti anónimo en la colonia Magisterial, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida

 

Solamente / Alejandra Pizarnik  (29 de abril de 1936, Argentina – 25 de septiembre de 1972, Argentina)

Adriana Zebadúa Mendoza, segundo lugar en el concurso de cuento breve Andares

 

Deseo que lo que escriba tenga un impacto en la conciencia de los jóvenes: Adriana Zebadúa Mendoza

  • Autora del cuento “Muñeca rota”, segundo lugar en el concurso de cuento breve Monstruos contemporáneos, organizado por el programa de radio Andares.

 

Gabriela G. Barrios García /Leticia Bárcenas González

 

Foto: Cortesía
Foto: Cortesía

 

Adriana Zebadúa Mendoza creció rodeada de libros, su abuelo era un gran lector por lo que desde muy pequeña empezó su amor por los libros. Escribe desde los 17 años, su primer acercamiento fue con la poesía y tiempo después comenzó a escribir narrativa, el  primer cuento que escribió  fue “Muñeca rota”, con el cual ganó el segundo lugar en el  Concurso de Cuento Breve, organizado por el programa Andares, la cultura y sus rutas, bajo la temática Monstruos contemporáneos.

En su faceta como escritora tiene en su librero no sólo diversos títulos de sus autores favoritos sino también tomos con historias esperando salir a la luz, mientras que en su faceta como docente, sueña, mediante sus escritos, formar y transformar conciencias en sus jóvenes alumnos.

Adriana es profesora de secundaria, imparte la materia de español en una secundaria técnica de la comunidad indígena La Candelaria, del municipio de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Al respecto nos comenta: “Tengo clara la diferencia entre sueños y metas. Sueño con algún día publicar algunas cosas, sueño con impactar de alguna manera con lo que hago, pero en cuanto a metas, la principal es que con lo que hago pueda formar o transformar conciencias, sobre todo en los jóvenes. Por eso para mí es una meta a mediano plazo hacer un compendio, un volumen, de lo que yo tengo para público adolescente. Ser una persona que les despierte el deseo tanto por leer como por escribir. Como todos, quiero publicar, quiero editar un libro, quiero ver mi nombre, pero sobre todo lo que quiero es formar y motivar a otros”.

“Muchas veces las personas que nos dedicamos a escribir olvidamos eso, a veces por el ego –bueno me incluyo como escritora, como dijera un amigo, como juntaletras-, es natural del ser humano. Que te reconozcan, que te premien, que ganes, es un estímulo, un incentivo pero llega un momento que olvidamos que no somos eternos, algún día nosotros vamos a pasar y ojalá trascendamos y quede a la posteridad nuestro trabajo, pero lo principal es el ejemplo. Que cada quien forme su propio camino con mi ejemplo, con lo poco que pueda contribuir. Y eso es lo que a veces olvidamos, el enseñar a otros, a veces sólo queremos todo para nosotros y no enseñamos el camino a los que vienen”.

Desmesuradas abre su espacio para escuchar la voz de esta joven escritora y compartir con nuestras lectoras y lectores, sobre su proceso creativo.

¿Desde qué edad y cómo descubriste tu gusto por la literatura?

Por la lectura, porque creo que todos comenzamos por ahí y es la manera en que siempre, al menos con mis  alumnos es lo que yo les comento que comenzamos por el gusto por la lectura y luego se nos empieza a despertar el gusto por escribir, van muy ligados.

Tuve la fortuna de crecer en una familia de lectores. Mi abuelo tenía libros, aunque él en cuanto a estudios no tuvo mucha oportunidad en aquellos tiempos; sin embargo, siempre había libros al alcance de nosotros en la casa. Fui la primera nieta, entonces tuve esa suerte de que me daban lo que yo quería, incluso tengo hasta una foto donde estoy como a la edad de dos años y ya tengo un libro en la mano.

Mi madre igual, lectora, entonces desde ahí, desde mis inicios me ha llamado la atención la lectura. En cuanto a la escritura, como tal, desde los 17 años comencé a escribir poemas, empecé con la poesía como todo adolescente, lo curioso es que desde el principio mis poemas rimaban, a pesar de mi corta edad. Mi mamá era maestra de español, siempre cuidando la métrica y la rima,  y me salían los poemas rimaditos, era un hobby. En narrativa, relativamente tengo poco tiempo. En el 2005, precisamente el primer cuento que escribí como tal, es el que ganó en esta ocasión, por eso lo metí al concurso, es muy entrañable para mí, le tengo mucho cariño, es “mi primer hijo”, digámosle así.

Foto: Cortesía de la entrevistada
Foto: Cortesía de la entrevistada

¿Qué estudiaste?

Soy comunicóloga. Soy egresada de la Unach generación 1997-2001.

¿Qué género te gusta más?

Indudablemente la narrativa. Incluso en cuanto a mis lecturas me encanta el cuento y la novela. Mi autora favorita es Isabel Allende, no sé si estén de acuerdo o no pero me encanta.

¿Qué es más importante para ti el contenido o la forma?

Está difícil. Creo que el contenido más que la forma porque como he escrito los cuentos a veces me inspira una frase, una palabra, una imagen y sobre eso comienzo a desarrollar toda la historia en mi cabeza, no me fijo tanto en que si va a empezar así o cómo le voy dando forma sino que para mí surgen solos. Entonces me gusta más que cuente algo que sea significativo para mí.

¿Cómo nace la idea del cuento “Muñeca rota”?

Muchas personas me han preguntado si fue por alguna experiencia directa y no, afortunadamente no es el caso; sin embargo, sí me inspiraron dos cosas. La hija de una compañera se llama Melisa y  me gustaba como sonaba su nombre, me gustaba la niña en sí cómo era y su edad más o menos corresponde a la del cuento y en aquellos tiempos sonaba una cancioncita de niños, que mencionaba una Melisa y me gustaba tararear la estrofa, porque aparte me gusta cantar y simplemente se unió todo. Entonces un día viendo a la niña le dije, te voy a enseñar una canción y se la empecé a cantar; me gustó cómo sonaba y el hecho de que la niña se llamaba Melisa, le llamó la atención y allí comenzó la historia.

Recuerdo muy bien ese día, porque se retiraron todos de la escuela y me quedé al final y empiezo a escribir la estrofa. Le cambié una palabra, la canción no dice la muñeca está rota Melisa, Melisa, la canción original dice: la cubeta está rota, Melisa, Melisa. Es la licencia que me tomé, lo escribí y ahí comencé a pensar en una niña llamada Melisa y que está cantando y luego que está sola y el cuento fue como  surgiendo solo. Al principio no sabía ni cómo iba a terminar, se fue contando solo y por eso le tengo mucho cariño. La gente cuando lo lee me dice: pero cómo, es que está muy crudo, como que es una cosa que te llega. Claro, trata una problemática de las mujeres. Lo que uno ha leído durante mucho tiempo, lo que uno ha escuchado, eso marca en tu experiencia, la haces tuya pero no es que yo la haya vivido sino que les di voz a esas personas.

Foto: Cortesía de la entrevistada
Foto: Cortesía de la entrevistada

¿Como docente te has enfrentado a algún caso de abuso?

Sí, desafortunadamente me tocó uno en especial. Fue después del cuento, aproximadamente en el 2011. Me enfrenté a un caso muy difícil, muy triste y también el desenlace de la chica. Era una chica del rumbo de Palenque, la niña tenía 13 años y tenía una hija. Se acercaba a llorar conmigo, la vi cortada pero yo no sabía por qué se cortaba y platicábamos hasta que me dijo que tuvo una hija a los 11 años, “desde los 9 años me violaba mi papá”. Nunca me dijo mi padrastro o el marido de mi mamá, no, su papá, desde los 9 hasta los 11 años que la embarazó, abusaba de ella.

“Mi mamá lo sabía y nunca hizo nada”. Y ya cuando ella se embaraza la corre su mamá de la casa, la dejan sola prácticamente, muy triste el caso. Además, por cuestiones que hasta el momento no logro entender, el DIF la tenía a ella en una casa y a su hija en casa de otras personas, eso le pegaba mucho también porque no vivían juntas. Le dije ¿pero por qué te separaron? Yo no puedo entender. Su misma mamá le llegaba a decir de cosas y según por eso la separaron de su bebé. El caso es que esta chica un tiempo estuvo muy bien en la escuela, iba adelantando y todo bien pero al final de cuentas apareció un chico, se enamoró, como dicen “le jugó la cabeza”, dejó de estudiar y la volvió a embarazar. Le perdí la pista a la chica, pero es el que más recuerdo. Un caso muy triste.

¿Crees que la literatura pueda mover conciencias, por ejemplo, en este tema?

Sí, por supuesto que sí. Desde mi perspectiva de docente, porque siempre he visto más la cuestión de la literatura desde mi perspectiva docente. Mi sueño, lo he implementado en las clases de español, en algunas escuelas que he estado. Mi sueño es eso, que yo algún día les diga a mis chicos, esto lo escribí yo, esto salió de aquí y lo vamos a desmenuzar, nos sentemos aquí a conversar sobre esto. ¿Qué piensan de este tema?, ¿cómo creen que hubiera reaccionado esta persona sino hubiera reaccionado según como reacciona en el cuento? Me encantaría estar más abierta en ese punto, de manejarlo todo más didáctico. Que lo que yo escriba tenga un impacto al menos en la conciencia de los chicos, en las nuevas generaciones, enfatizo en los adolescentes porque es con los que trabajo.

¿Has participado en otros certámenes de cuento?

Sí, no muchos, de cuento han sido como en tres que he participado, obviamente no había ganado nada (risas.) pero sí he enviado algunos, incluso uno de poesía, el Efraín Huerta, mandé dos veces pero no se pudo (más risas).

Foto: Cortesía de la entrevistada
Foto: Cortesía de la entrevistada

¿Qué temáticas has tratado principalmente en tus escritos?

De todo un poco, aunque más temáticas relacionadas con la mujer y nuestras problemáticas. En este caso, el de Melisa, el abuso sexual. Tengo cuentos por ejemplo, de lo que pasa una mujer cuando una relación termina y lo que puede ella llegar a ser. Tengo cuentos como más tradicionales, románticos y hasta detectivescos; pero casi siempre hay una mujer como protagonista o como personaje.

¿Has publicado tus historias en otros medios?

Sí. Del 2006 a principios del 2008, estuve publicando en El Heraldo de Chiapas, en una revista que edita la Facultad de Historia de la Unicach, ahí publicaron como dos o tres cuentos y en la revista Rascapetate, en cuanto a impresos y de ahí en medios electrónicos. Pero imprimir ya algo como un libro, no. Todavía no tengo esa suerte.

 

¿A qué hora escribes?

A la hora que me dejen (risas). Ha sido difícil combinar esto con ser madre. Al menos, se me ha complicado muchísimo. Escribía antes de ser mamá, escribía mucho. Escribía más en la tarde, en la noche, por la cuestión donde yo vivía, como estaba lejos de mi familia; cuando vivía en Palenque escribía mucho, muy seguido y tengo varios volúmenes, los tengo por nombres. Casi no he escrito desde que nació mi niño, muy rara vez me pongo a escribir algo, no se puede. Otro añito más y ya (risas).

Como no he escrito más, los textos que tengo los organizo, los reviso, les voy poniendo según la temática, los voy ubicando en los volúmenes que, según yo, deben estar. El de Muñeca rota está en uno que se llama “Sueños, desvelos y duermevelas”, de hecho así se llamaba mi espacio en El Heraldo. De ahí tengo otro con mis cuentos más fantasiosos, se llama “Onironáutas en entresuelo”, supuestamente el término onironáutas son aquellos que pueden salirse y regresar de un sueño a su gusto, y  en el entresuelo es como cosas ocultas que todos en algún momento tenemos en la cabeza. Así tengo varios nombrecitos y ahí los voy ubicando.

¿Para qué tipo de lectores escribes?

Es muy amplio mi público pero una cosa he dicho: no escribo para niños. Muchos me dicen, pero si eres maestra y no escribes cuentos para niños. No, es lo más difícil del mundo. Aparentemente, es muy fácil, pero no, sólo dos cosas para niños he escrito  y una de ellas es una pequeña obra de teatro sobre el Bulling, que por cierto, se llama “La papa asesina” y fue de lo más complicado que yo haya hecho. Entonces para niños no, yo creo que más me he enfocado a lo juvenil, en ciertas temáticas y para adultos en otra, porque también tengo escritos eróticos. Cualquier cosa me inspira y se va mi cabeza.

¿Qué son para ti los libros?

Son mi vida. Para mí los libros son todo. Son, vamos a decirlo así, mi mundo, mi otro mundo. Sí, aquí vivo, aquí todo lo real, pero en este otro mundo también soy feliz. Entonces siempre ha sido mi refugio, mi mundo. De hecho, con mi esposo así nos conocimos, también es otra historia por ahí, con él nos conocimos en el Facebook, una amiga en común, que también es lectora publicó: ¿Cuál es tu top ten de libros? Y él comentó y yo también, y una cosa llevó a otra. Él tiene su biblioteca, yo tenía la mía y cuando nos casamos se juntaron y yo feliz y él feliz con tanto libro (risas).

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PERFIL

Lugar de nacimiento:
Tuxtla Gutiérrez, soy tuxtleca, más tuxtleca que el pozol.

Edad: 35 años

Número de hermanos: Somos 5, yo soy la mayor. Somos tres mujeres y dos hombres.

Estado civil: Casada

Número de hijos: Sólo uno.

Pasatiempos:
Leer, indudablemente. Escribir, cantar y lo que más disfruto últimamente es salir con mi hijo y pasear con él, es otro mundo que estoy explorando y descubriendo.

Música: Boleros, cosas suavecitas.

Libro de cabecera:
Son tantos, pero bueno, voy a mencionar uno, el que me ha marcado, el de Jane Eyre de Charlotte Brontë,

Escritor:
Hombre, Gabriel García Márquez y escritora, a pesar de las críticas, Isabel Allende.

Comida predilecta: Comida china.

Ritual: No, yo soy de las escritoras raras que no hacen rituales.

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EN CORTO

Cuento: Yo
Certamen: Literario
Muñeca: Muñeca Rota
Educar: Formar
Palabra: Pensamiento
Realidad: Fantasía
Niñez: Difícil
Mujer: El todo

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CUENTO RADIOFÓNICO «MUÑECA ROTA», UNA PRODUCCIÓN DEL PROGRAMA ANDARES, LA CULTURA Y SUS RUTAS, QUE SE TRANSMITE EN EL 93.9 FM DEL SISTEMA DE RADIO, TELEVISIÓN Y CINEMATOGRAFÍA

Amor de frutas

LBG01

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.

 

Amor de frutas / Gioconda Belli (Managua, Nicaragua, 1948)

Fotografía: Leticia Bárcenas González