Pepe López Arévalo escribió su última palabra y no fue en su ya famosa columna Línea Sur, sino en su corazón; escribió para despedirse de la familia, las amigas y los camaradas que lo acompañaron amorosa y solidariamente en la lucha que libró contra el cáncer. José López Arévalo, activista estudiantil, militante comunista, preso político, periodista, ¿qué más se puede decir de él?
Que su andar por la vida fue congruente con su pensamiento, que su hablar y su escribir fueron irreverentes, como las imágenes de las chicas que mostraba en su columna, que para él escribir era una enfermedad de la que no podía ni quería escapar porque era una enfermedad libertaria… Como un homenaje luctuoso comparto con ustedes una entrevista que me concedió hace casi una década.
Leticia Bárcenas González
–¿Cómo defines la naturaleza de Línea Sur?
–Como una columna intimista porque más que lectores uno busca cómplices. Es una columna que difiere de las otras. Inicialmente se buscaba un poco más de irreverencia, pero en realidad termina en una serie de complicidades con sus lectores porque son los que marcan muchas veces la pauta. Por ejemplo, cuando le das lectura lo que más le caracteriza para el lector poco común y que no conoce de periodismo es, pongamos, las fotos de mujeres desnudas; cuando he hecho intentos vagos, no de cambiar pero sí ser menos continuo en esa línea de sacar mujeres hermosas –obviamente–, sino también de sacar alguna caricatura política o algo así, me hablan a la redacción para decirme no, no, no, a chingar tu madre con el arte, queremos que sigas sacando mujeres desnudas. Entonces, es una columna que de entrada difiere de las otras porque a los lectores que llega no son de la clase política, llega a los sectores a los cuales los otros medios no llegan. Tratamos de ser una competencia diferente; quienes escriben para el poder están preocupados por quién va a ser el secretario de Gobierno, quién lo va a suplir, cuáles son las pugnas internas en el gobierno o las pugnas entre los funcionarios públicos, cosas que, creo, al locatario, al ama de casa o al estudiante “normal”, no les interesan, ni les va ni les viene. Entonces, te agradecen más un chiste –aunque sea reciclado–, alguna anécdota, algún desmadre, una crónica bohemia; creo que lo agradecen por lo menos por dibujarles una sonrisa.

–Por su contenido cualquiera diría que tu columna es machista…
–Ufff, todo lo contrario. Es completamente feminista porque a nivel de cuentos y chascarrillos comulgo más con las ideas feministas, el sacar mujeres guapas y estéticas, con erotismo, creo que es un homenaje a las mujeres. A parte de que tengo muchas amigas lesbianitas que también lo agradecen.
–Por las fotos que publicas parece que eres un adicto a las páginas porno.
–No, no. Creo que es una mala lectura porque no saco fotos pornográficas. Son mujeres vestidas, a lo mucho enseñan los senos, que son además generosos. No saco fotos grotescas ni nada por el estilo. He sacado, inclusive, algún desnudo masculino pero tienen poca aceptación hasta entre las mujeres. Como que no les gusta, lo rechazan, no están acostumbradas al desnudo masculino.
–Esas mujeres fenomenales de las que escribes y tus célebres borracheras ¿son la neta o literatura pura?
–La mayoría son la neta, protejo nada más los nombres de las personas involucradas no porque estén casadas, no, yo sí estoy casado pero mi mujer es liberal, es libre, no tengo problemas por eso, pero las amigas luego sí, por su mamá, por su papá o por sus amistades, por no quemarlas. La mayoría sí son vivencias, no necesariamente personales, a veces son de algún cuate, por ejemplo luego escribo que en el sillón se revolcaron y se mordieron las nalgas, hablo por alguna amiga o por algún amigo, no necesariamente soy yo.
–Entonces tu Marypower no te censura.
–No, para nada. No podría. No podría porque ella también hubiera sido censurada de antemano porque sabía el ritmo cardiaco en el que yo me desenvuelvo.
–¿Por qué escribir y no otra cosa?
–Escribir es para mí algo compulsivo, aunque sin caer en los extremos de Letras prohibidas, en donde el Marqués de Sade es reprimido y llega a escribir con sangre y hasta con la mierda. Yo no podría dejar de escribir. Si veo una película llego a mi casa o a la oficina a escribir qué tal me pareció, si es que trasciende algo en mí, ya sea por chingona o por mediocre. Igual un buen libro, lo leo y me nace describirlo para decir está bueno o es una porquería; una mujer guapa o quizá una mujer fea, cualquier cosa que genere un cambio en mí. Y eso es una chingonería, que no he perdido la capacidad de asombro. Escribir es una enfermedad, no puedo dejar de escribir.

–En esto de escribir, ¿lo tuyo es la putería, como te dijo un amigo?
–Eso me lo dijo directamente el dirigente del Mercado de Los Ancianos. Dijo no, no, no escribas de política, lo tuyo es la putería, es lo que disfrutamos, así que échale más por ese lado. Y definitivamente a mí me gusta más eso. Si a mí, en un momento determinado me pagaran por ese trabajo, me dedicaría a escribir de sociales, espectáculos y vivencia diaria. Sería un cronista de desmadres, cantinas y puteros. Desgraciadamente a nadie le interesa eso, me refiero a nivel de empresarios, a nivel de pueblo si les gustaría un chingo. A pesar de que digan que ya hay un muchos periodistas, existe un gran vacío de cronistas, de sociales por ejemplo –salvo el Duque de Santo Ton que hace algunos intentos–, pero en realidad ninguno me hace ver ni sentir la emoción de los que se están casando, ni siento que le están poniendo el anillo nupcial, ni intentan meterse en la cabecita de alguno de los contrayentes o de quienes los rodean. No hay crónica social ni crónica policiaca, no hay crónica de algo, es pura, no digamos que porquería, pero la mayoría sí. No dan ganas de leer los periódicos, locales al menos.
–¿Tus kamarradas te buscan por lo que escribes o por el vodka?
–Creo que primero por mis amigas, tengo un chingo de amigas. Soy una lesbiana atrapada en el cuerpo de un hombre. Tengo muchas amigas, llego a ser su confidente, su alcahuete, su papá, hermano o hijo que no tuvieron. En ese nivel me buscan mucho, tengo muchas, muchas amigas, de eso sí me puedo preciar, y a ellos les gusta tener un cuate que tenga muchas amigas y aparte, el desmadre, la irreverencia. Además mi cueva es un lugar bastante libre al que cualquiera llega, que si le pegó su mujer o no lo cogieron bien en la mañana, pues se siente con ganas de venir a platicar o echar la cervecita o a desayunar, y como uno es libre, pues en ese momento se solidariza con los cuates.
–¿A Kemosaby le gustaría entrarle a la polaka o al table dance?
–No, a ninguna. Al table dance no porque sería un acto de cinismo, debería primero meterme al gimnasio y estirar un poco, a lo mejor con algún ladrillo, mi pequeño clítoris que tengo entre las piernas. Pero a la política no, aunque de alguna manera hacemos política, el periodista no es ajeno a esto; al denunciar o al propagandizar los rollos políticos de tal o cual partido sin duda estamos involucrados en la política, aunque no necesariamente en la política electoral. La política electoral en realidad no me atrae, pero tal vez sí podría ser suplente de alguna dama que fuera candidata a lo que sea; pero a nivel de echar desmadre, de ir a las cantinas y a los puteros, no por ganar sino por ser un poco irreverentes y por darle algo de sabor al caldo.

–¿Cuál es el camino de la clandestinidad al periodismo?
–Para empezar no se programa, es un proceso de evolución o involución, depende del ángulo en que se mire, en el cual se van perdiendo, o ganando, virtudes o defectos que hacen que su gradualismo te lleve a otro extremo de tu vida sin que te des cuenta, hasta que en un momento determinado estás “estacionado” y descubres que el ayer queda algo retirado, inclusive ya ni te acordarías de cómo o por qué actuaste de tal o cual manera. En mi caso no fue un proceso de descomposición y menos de traición, tan es así que los grupos guerrilleros y rurales todavía me tiene en buena estima, pero sencillamente no me llenó las expectativas; quizá fui víctima también de lo que se llamó la crisis de los paradigmas, la caída del Muro (de Berlín), el proceso de reflexión y también de las crisis que hubo al interior de los grupos acá. Fue muy desgastante para mí ver a compañeros líderes inducir procesos de depuración en los cuales perdieron la vida amigos y amigas muy valiosos, que me dolieron mucho y me hicieron ver que a lo mejor yo no estaba hecho para eso, a lo mejor me faltó estatura, no sé. Pero he tratado de ser congruente con mis sentimientos y tan pronto sentí que los proyectos del cambio y de la revolución ya no iban conmigo, me salí de ese proceso para no, en un momento determinado, vivir desencantado o ser un blanco fácil de la delación al ya no creer. Creo que me salí a tiempo; igual otros salieron, otros siguen, respeto a todos, yo también lo único que quiero es que me respeten y por mí, como decía mi abuelita, que cada quien haga de su culo un arrabal.
–El Che Guevara o Marcos.
–El Che Guevara, Marcos para nada. Quizá se le admire por su irreverencia y su sarcasmo; sus paradigmas llevan a muchos sectores pequeño burgueses a admirarlo, pero yo, no dudo que es un cuate muy congruente y lo respeto y le tengo cierto grado de admiración pero el Che Guevara es otra cosa. Hay un mundo luz de distancia.
–Entonces, no crees que todos somos Marcos.
–No, para nada; malaya todos fuéramos narcos, para que todos tuviéramos paga…
–No, narcos no, Marcos.
–No, definitivamente no, no todos somos Marcos. A parte hay mucha incongruencia entre los postulados del zapatismo y sus hechos, el mundo en el que todos quepamos que tanto pronuncian. Yo conozco los círculos zapatistas de los campesinos y es una intolerancia tremenda donde hay ajusticiamientos y hay zonas en donde “barren” para mantener su dizque liderazgo y sus creencias. Y él (Marcos) mismo lo reconoció cuando hablaba de que el zapatismo o la lucha armada tuvo mucha intolerancia.
[box style=»rounded»]Kemosaby y el cuerpo
Cabello: Empezaste muy duro, pero diría deseo.
Ojos: Café claro.
Boca: Sensual.
Lengua: Ohh, felación.
Cuello: Rico.
Hombros: Besables.
Senos: Duros.
Manos: Acariciadas.
Ombligo: Sexi.
Nalgas: Quiero.
Monte de Venus: Cunnilinguis.
Piernas: Duras.
Rodillas: Para hincar.
Pies: Para masajear.[/rescue_box]
[box style=»rounded»]Silueta
José López Arévalo es periodista de profesión, lleva ya una década publicando Línea Sur y casi 20 años haciendo columna. Nació en Yajalón, Chiapas; tiene 44 años y es además director del semanario electrónico Este Sur.
Dice tener 5 hermanos de padre y madre, y de papá un chingo. Su estado civil lo define como unión libre y multiorgásmico; tiene cuatro hijas (“ya ves que soy feminista”, “soy huevos de oro, como dicen en mi pueblo”).
Se declara aficionado a la bohemia, al ajedrez, a la amistad, a ir al cine y a la lectura, obviamente.[/rescue_box]
*Entrevista publicada en Xmedios, Comunicación y sociedad, No. 2, Agosto 2003