María Herlinda Castro Pérez, 30 años como docente de Educación Especial

Gabriela G. Barrios García

«Ama. Si no puedes amar mucho, no enseñes a niños»
Gabriela Mistral

Guardamos en la memoria el nombre de la maestra o el maestro que quisimos, admiramos y hasta odiamos, con quienes pasamos gran parte de nuestro crecimiento. En mi caso, guardo en la memoria rostros y nombres de docentes que fueron importantes en mi vida, entre ellos mi maestra de primaria que admiré, Ana Isabel Palacios Espinosa, quien me enseñó con disciplina y mi maestro querido de la preparatoria, Eliécer Solís Yáñez, conocido como Chelis Solís, quien me contagió su amor por la literatura.

Como homenaje a los maestros que han dejado huella en nuestra vida, entrevisté para Desmesuradas a una maestra que ama profundamente su profesión.

María Herlinda Castro Pérez, dedicada a la Educación Especial desde hace más de 30 años, respondió sin titubear y con una sonrisa franca, que no se imagina ejerciendo otra labor que no sea la docencia:

“Lo veo muy difícil. Es como si me dijera sea otra. No me veo en otro espacio. Y si por azares del destino, tendría que dedicarme a otra cosa, sé que me dedicaría a niños porque siento que seguimos teniendo ese niño toda la vida y lo disfruto mucho, sobre todo porque estoy en contacto con ellos. Como le digo a mis compañeras: Amé tanto a mi primaria que decidí no salir de ella, así que sigo allí, no paso de primer año”.

“Antes de dictar tu lección cotidiana mira a tu corazón y ve si está puro”

¿Desde cuando nació su pasión por la docencia?
Para mí fue una pasión que nació desde niña. Estaba en mis juegos. Cambiaba el tiempo de ser portera con mis hermanos para que después ellos fueran mis alumnos. Cuando se cansaban mis hermanos y como tenía muchas muñecas, las colocaba y ellas eran mi grupo.

¿Qué clases impartía en esos juegos?
(Risas) Español. Desde pequeña me ha gustado la declamación y los pocos versos o rimas que sabía los practicaba.

¿Desde qué edad empezó?
Como de ocho años; al concluir la primaria ya tenía claro qué es lo que quería ser. Pienso que la base está en que los primeros grandes maestros que tuve que fueron mis padres y mis maestros de la primaria que recuerdo con mucho cariño. Estudié en la Ángel Albino Corzo en Tuxtla Gutiérrez. Tuve maestros excelentes que me dieron esa imagen del amor a la docencia.

¿Se acuerda de los nombres de esos maestros?
Por supuesto que sí, la maestra Chelita Cano, la maestra Teresita Sosaya, Elenita Flores de Puerto, la maestra Blanca Elena Malpica, el maestro José Zerón Orozco, que en paz descanse, la maestra Esperancita Cordero de Lecona, por mencionar algunos.

¿Qué era lo que más le gustaba o recuerda de ellos?
Me gustó todo porque eran personas muy propias hasta para comportarse, para tratarnos, esmerados en su práctica; siento que en esos tiempos fueron maestros innovadores porque no utilizaban aquello de las filas de los buenos y los malos sino intercambiaban equipos, nos permitían esa interacción que se procura ahora. Tenían muchas dinámicas y llevaban materiales; los gises de colores, que en ese entonces era un material llamativo; cosas para recortar, para pintar y eso hacía más amenas las clases.

¿En qué año fue?
Estudié de 1972 a 1978 la primaria, por eso considero que fueron importantes en mi vida y para definir mi profesión también.

Maestra Herlinda con alumnos / Cortesía: Herlinda Castro
Maestra Herlinda con alumnos / Cortesía: Herlinda Castro
«Maestro, sé fervoroso. Para encender lámparas basta llevar fuego en el corazón»

¿Qué es ser maestra para Usted?
Tiene mucha significación esa palabra porque es una bendición, es una alegría, es una profesión, es una pasión, es un deseo de compartir, de vivir; es la oportunidad de servir a las personas más hermosas de este mundo que son los niños. Es también un trabajo, es el sustento de mis hijos, de mi vida; por eso procuramos hacerlo con mucho cariño y empeño.

Cuéntele a los lectores de Desmesuradas sobre su formación:
Terminando la secundaria ingresé a la Normal. Mis papás no querían que yo fuera maestra, por todo lo que empezaba a surgir en los cambios de la personalidad y el activismo del maestro. Entonces mi papá me puso las fichas de la escuela de Enfermería, del Tecnológico y de la ETCA. Y me dijo: “Aquí están las tres escuelas a las que quiero que vayas”. Pero yo no quería eso. Entonces, en complicidad con un primo que lleva los mismos apellidos que yo, hizo el papel de hermano mayor, fuimos a sacar mi ficha, presenté el examen y cuando quedé les comuniqué a mis papás: esto es lo que quiero. Mi papá dijo: “bueno, ahora sí contra la voluntad no se puede, pero esfuérzate por ser la mejor, estudia y ponle mucho empeño”. Así fue, ingresé a la Normal del Estado. Cuatro años era nuestra formación académica y presentábamos un examen para asignarnos la plaza.

Afortunadamente, en el último año de la Normal, tuve la oportunidad de conocer el programa que se conocía como Educación Especial de Grupos Integrados. También tuvimos excelentes maestras como la maestra Sara Gladys Espinosa Utrilla, la maestra Marvila Komukai Puga, la maestra Mirellita Bermúdez, quienes son las pioneras en eso de los Servicios de Educación Especial en Chiapas. Nos capacitaron y nuestro examen para la plaza ya no fue de maestro de primaria sino maestro de educación especial.

En el último año, nos dieron a elegir esa especialización pero era un curso extra en las tardes, fue un saturado de actividades porque íbamos a clases de 7 a 2, luego al curso de 4 a 6 y de 6 a 8 la orientación sobre la tesis. Pero estaba joven y pude sacar adelante todo; desde ahí empezamos a interesarnos por la educación especial.

Posteriormente, estudié la especialidad, como no había normal de especialización en Chiapas como ahora que hay en Tapachula y en Tuxtla Gutiérrez, un grupo de jóvenes nos fuimos a Campeche, donde estaba la Escuela Normal de Especialización y también tuve la fortuna de tener maestros de la UNAM que impartían cursos de verano, como la doctora Josefina García Fajardo, la doctora Margarita Gómez Palacios, el doctor Eliseo Guajardo. Y finalmente estudié  la maestría en Ciencias de la Educación.

¿Por qué sus papás se negaban a que estudiara para maestra?
Fundamentalmente porque como de los cuatro hijos de mi papá y mi mamá, soy la más pequeña y la única mujer, el desprendimiento de la única hija mujer, era difícil, sobre todo que mis hermanos estudiaron carreras universitarias en la Unach, tenían trabajo en Tuxtla. Eso le movía mucho a mi mamá, me decía: ¿A qué comunidad te vas a ir? Aquí te hemos criado con comodidades. Te hemos cuidado tanto”. La verdad sí tuve papás cariñosos y proveedores; entonces le preocupada el saber que un maestro tiene que ir como decimos coloquialmente “a pisar lodo, a pasar hambre, a tener otro tipo de experiencias”.

¿Desde los cuántos años imparte clases?
Oficialmente desde que egresé de la Escuela Normal del Estado, a los 19 años.

¿Qué clases impartía?
Empecé en el programa Grupos Integrados que atendía niños que habían repetido el primer grado, que no se promovían; de entre seis y 10 años, nos tocaba un grupo diverso y ahí se utilizaba la información teórica que habíamos tenido en la Normal de Especialización para dar atención a las diversas problemáticas que se encontraban, como por ejemplo ¿porqué no habían accedido a la lengua escrita y a las matemáticas?

De sus compañeros ¿qué porcentaje optó por la Educación Especial?
Como un 40 por ciento, de los cuales aún seguimos en las filas de Educación Especial. Eso nos gustó mucho. Siento que las maestras que mencioné nos sensibilizaron mucho hacia este trabajo.

¿Qué fue lo que la motivó a eligir la Educación Especial?
Viene desde antes porque mis papás trabajaron en un negocio que se llamó el Hotel Cano, fue histórico en nuestra ciudad. Ellos administraban y nosotros nos criamos ahí, ese fue nuestro mundo. Mi papá nunca le dio un beso de despedida a mi mamá para irse a su trabajo porque nosotros vivíamos en su trabajo (risas).

Mis papás tenían esa apertura ya que en el Hotel llegaban personas con discapacidad y eran atendidos con cariño y respeto. Siento que desde ahí, porque mis padres me enseñaron a ver en todas las personas el respeto, el cariño.

Curiosamente, le comento a mis hijos, que aún siendo una construcción de principios de siglo, tenía rampas, lo cual permitía que hubiera personas con sillas de ruedas; los cuartos de abajo eran amplios, tenían baños amplios a nivel de piso, sin gradas. Me criaron sin prejuicio hacia esa situación, a esa condición. Con niños Down de los huéspedes que a veces llegaban. Era un lugar familiar, donde se sentían a gusto.

¿Cuántos años estuvieron ahí?
Mi papá 30 años, yo sólo 14 años tuve la oportunidad de estar ahí porque en 1979 cerraron.

Maestra Herlinda Castro / Foto: Gaby Barrios
Maestra Herlinda Castro / Foto: Gaby Barrios
«Enseña con intención de hermosura, porque la hermosura es madre»

¿Qué tipo de necesidades educativas atiende?
Mi especialidad es audición y lenguaje, pero es muy amplio, casi siempre va uno tomándole una ramita de todo ese universo, más me he encaminado a las dificultades del lenguaje.

¿Cuánto tiempo lleva en eso?
25 años, desde que terminé la especialidad para colocarme en mi plaza como maestra de lenguaje en los Servicios de Educación Especial en la Unidad de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (USAER) número 17.

¿Niños de qué edad atiende?
En el rango de la primaria y algunos de preescolar. De 6 a 12 años. Algunos que entran antes, 5 y cacho o que se van después, de 5 a 15 años.

¿Cuántos alumnos tiene?
Tengo 84. La mitad de atención directa porque son seis escuelas las que visito. Entonces diariamente atiendo en un rango de sesis a 12 niños y por seguimiento con cuaderno de trabajo, orientación a padres y a maestros son los otros 42 niños. Visito una escuela a diario, pero como son seis, se inicia lunes y se van corriendo los días, no tenemos un día establecido. El equipo de apoyo está formado por la maestra de comunicación, la psicóloga, la trabajadora social y tenemos un director que coordina las actividades de todos y 10 docentes distribuidos en las diferentes escuelas.

¿Por día cuántos niños enseña?

Entre seis a 12 niños diariamente, dependiendo. Por ejemplo, visito una escuela, si llegaron todos mis niños, atiendo 14 sino sólo seis, de niños que tengo ya establecidos en mi lista.

¿Atiende de manera particular?
A veces, cuando me lo solicitan la atención es más individualizada.

Maestra Herlinda Castr hace 30 años / Cortesía: Herlinda Castro
Maestra Herlinda hace 30 años / Cortesía: Herlinda Castro
«Vivifica tu clase. Cada lección ha de ser viva como un ser»

¿Cómo detecta que un niño necesita ese tipo de apoyo?
A través del maestro, el que está de base, él es nuestro enlace con la primaria y el servicio de educación especial. Cuando llegamos a la escuela el maestro ya tiene una captación y empezamos a valorar, determinamos si lo requiere o no, qué tipo de atención necesita, si es sólo la orientación y sugerencias o si hay que dar material o atención directa.

¿Cuál ha sido el problema más recurrente al que se ha enfrentado al tratar a un alumno?

En últimas fechas, por los cambios que ha habido en la comunicación, se está perdiendo un poco la estimulación oral que antes teníamos de parte de los padres. Hay niños que se comunican con la tablet, entonces el lenguaje oral va quedando un poco atrasado en el rango de edad que tienen. Eso es una de las cosas que he encontrado frecuentemente.

Desmesuradas se pregunta ¿cuáles son las principales causas que provocan en un niño problemas de lenguaje?
Puede ser desde las orgánicas que las determina el mismo niño, alguna condición diferente como la deficiencia intelectual, el síndrome de Down, el autismo, déficit de atención o situaciones más sencillas como un frenillo sublingual que no le permite la movilidad para decir correctamente todas las palabras; también tenemos dificultades de tipo social: que no hay una estimulación, el esquema familiar es muy parco en su comunicación y los niños desconocen de muchas cosas informativas o el medio, también atendemos a niños que vienen de comunidades, entonces ahí chocan con el bilingüismo, no es un problema de lenguaje pero les genera dificultades para comunicarse.

¿A los cuántos años se le detecta a un niño que tiene problemas de lenguaje?
A la luz de los nuevos estudios, sabemos que puede existir antes de llamarlo ya como un problema de lenguaje, un retraso simple de lenguaje, porque tenemos las pautas que va ir siguiendo el menor en su avance lingüístico; desde los primeros fonemas que tiene que adquirir, las primeras palabras que se deben de presentar y están en un rango relativo de edad, porque no es exactamente que hoy cumplió los dos años y ya debe decir ciertas palabras.

Esos elementos nos dan luz respecto a que ya tenemos que apurarnos con el chaparrito, cuando vemos que no se están presentando en las edades límites que nos están indicando, eso sería en cuanto a un retraso. Pero si llegamos a los seis años y no se ha completado definitivamente toda la competencia lingüística ya podríamos decir que hay una situación que va a perjudicarlo. Es todo un proceso. La observación y que vayamos viendo de qué manera se está desempeñando el niño comunicativamente para que podamos decir: “esto ya se debe de presentar y no está”. El diagnóstico temprano es el mejor porque si ya vimos algo y se empieza a tratar, podemos hablar de que más adelante se superará.

¿Y si el profesor de clase no se da cuenta de esta deficiencia, yo como padre o madre cómo puedo darme cuenta que mi hijo necesita una atención especial en cuanto al lenguaje?
Esa pregunta es muy interesante porque también las mamás que han tenido varios pequeñitos o que es el primero pero tienen la referencia de los sobrinos, los primos, me dicen: Profe, el maestro no se lo ha canalizado pero yo vengo a pedirle porque veo que él no está haciendo lo que mis sobrinos o mis otros hijitos estaban haciendo a esta edad o me cuesta mucho comunicarme o no le entendemos o él se enoja porque no se da a entender”. Todos esos indicadores ya de manera muy sencilla nos dan pie a decir que necesita atención. Les pregunto: «¿quién le enseñó a hablar a usted?» Me contestan: «mi mamá». Aunque algunas dicen: «yo solita aprendí». No, hubo un medio de estimulación. Así que sigue estando en casa la mejor especialista.

¿Cómo es la dinámica?
Desde que el niño es nominado hago un espacio de observación: ¿qué tantas competencias utiliza para comunicarse? Hago anotaciones. Posteriormente, se aplica la evaluación, ya va directamente a hacer un trabajo de sondeo con él, qué tanto maneja la descripción, la narración, elementos directamente. Posterior a eso elaboro mi plan de trabajo con base en los planes y programas de educación y el grado que cursa. A partir de ello surgen las actividades que se van a dar y se implementan los materiales didácticos que sea planteado en forma lúdica.

¿Cuánto tiempo le dedica a esos niños?
En la mañana son espacios de 30 a 40 minutos, dependiendo de la cantidad de población que recibo en la mañana, si sé que voy atender varios pues en equipos de tres o equipos de dos. Si hay pocos niños aprovecho a darles una atención individualizada.

Maestra Herlinda Castro / Foto Gaby Barrios
Maestra Herlinda Castro / Foto Gaby Barrios
«Acuérdate de que tu oficio no es mercancía sino oficio divino»

En eso que menciona que todo empieza en el núcleo familiar, entonces ¿hay alguna recomendación para mejorar las condiciones del lenguaje de un niño?
La recomendación es, incluso no esperen a que nazca el bebé, desde que está en el vientre póngale música, cántele, háblele porque está percibiendo todos esos elementos y en el momento que ya tiene la oportunidad de tenerlo en brazos arrúllelo, no cese de estar comunicándose. A veces hay mamás que dicen: “Está pequeñito no me va a entender”. Todas las cuestiones emocionales de la voz, la forma en que le hablemos, el estar escuchando, estos son elementos valiosos para la estimulación temprana del lenguaje.

¿Cuál es la parte que deben hacer los papás?
La sugerencia que le proporciono a los padres es que nunca dejen de comunicarse con sus hijos. Nunca se puede uno dejar de comunicar porque hasta el estar callado comunica algo. Pero que la comunicación sea amplia. Las canciones o de lo que ustedes les guste pero platiquen con ellos continuamente. Incluso hemos implementado algunas sesiones en las que se retoma la ronda, que fue un juego que hacíamos en el patio de pequeños; había rondas con mucha estimulación al vocabulario, sobre todo con “ere” o con “erre”, que naranja dulce, amo a to matarile-rile-rón. Todas esas nos ayudan.

Entonces juegue con sus niños todo el tiempo que tenga porque también sabemos que las condiciones laborales de mamá y papá ahora son otras. Nosotros tuvimos el privilegio de gozar mamás al cien por ciento en casa, pero ahora no, y no podemos contra ello. Pero el espacio que tengan, que sea un espacio de calidad, que sea placentero y que sea estimulante en la comunicación. Porque me topo con que hay mamás que dicen que mandan un watsapp para que el hijo baje de la recámara a comer. Cuando escuchamos ese tipo de cosas también decimos: no puede ser que todo ese aspecto emocional, afectivo, de placer que tiene el lenguaje para externarlo se quede en la palabra escrita nada más, tiene su valor, por supuesto, pero no perdamos el sentido oral.

En todos estos años que lleva como docente ¿qué aprendizaje ha tenido el estar en contacto con esos niños?
Mucho. Llegamos con el título de docente pero quienes más aprendemos ahí, los aprendices, somos nosotros, porque cada niño nos da la oportunidad de ver situaciones diferentes, nos da la oportunidad de implementar cosas, de ponernos a estudiar nuevamente y a buscar las alternativas de atención. Han sido muchos y espero tener la salud, la capacidad para seguir aprendiendo de ellos.

¿Algún consejo que pueda darles a las nuevas generaciones de maestros de Educación Especial?
Consejo se me hace muy fuerte. La recomendación es que como maestros de Educación Especial nunca podemos dejar de aprender, debemos estar en continua preparación leyendo, implementando las nuevas aportaciones que surgen para la mejor atención de nuestros niños. Que estemos con gusto, con agrado; entre más contentos hacemos nuestro trabajo mejores son los resultados.

Maestra Herlinda Castro / Foto: Gaby Barrios
Maestra Herlinda Castro / Foto: Gaby Barrios

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PERFIL

Lugar de nacimiento: Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; orgullosamente soy coneja. Nuestro Tuxtla que queremos tanto.

Edad: Nací el 23 de marzo de 1966. Este año cumplí 50 años.

Número de hermanos: 9

Estado civil: Soltera.

Número de hijos: Tengo dos hermosos tesoros que para mí son mi alegría, mi motor, mi inspiración, mi todo.

Pasatiempos: El tiempo que me queda libre me dedico a descansar, me gusta escuchar música, me gusta escuchar mis audios de Jaime Sabines, de las poesías de Rosario Castellanos, me gusta la marimba, caminar.

Música: Como chiapaneca me gusta mucho la marimba pero también me gusta escuchar lo que escuchaba de joven, Emmanuel, Mijares, Lupita Pineda, las Pandora, las Flans, Menudo (risas) para que no nos olvidemos de ser jóvenes.

Libro: Libro de cabecera: la Biblia. Después los que son del trabajo. También me gusta leer cuentos, los clásicos. Poesía de Jaime Sabines y de Rosario Castellanos. Y en los espacios que se puede Sor Juana para no olvidarnos de esa gran mujer.

Pedagogo: Jean Piaget porque fue el que nos abrió los ojos a nuevos caminos para trabajar con los niños.

Comida predilecta: Soy omnívora, como todo. Me gusta todo. Así como me gusta un mole, disfruto unos chiles en relleno, los frijolitos con crema, todo es rico para mí.

Ritual: Sobre todo los que nos enseñaron nuestros padres. Mis papás siempre decían que debemos de ser agradecidos en todo momento. Desde que uno despierta y abre los ojos; dicen que la palabra Amanecer quiere decir “Ama nacer cada día”. Entonces agradecer a Dios por ese nuevo día. Tengo como ritual agradecer el alimento, agradecer el trabajo, la salud, la existencia de mis hijos, esos podría considerarlos mis rituales, los de agradecimiento.

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EN CORTO

Educación: Cimiento del ser
Docencia: Labor y vocación
Niñez: Lo mejor de la vida
Escuela: Espacio de vida
Oportunidad: Aprendizaje
Cambio: Innovación
Lenguaje: Facultad del ser humano
Enfermedad: Prueba o reto
Método: Muchos caminos
Dinámica: Vivir, disfrutar

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*Las citas fueron tomados del Decálogo del maestro escrito por la poeta y pedagoga chilena Gabriela Mistral.

Moisés León Silva, «bolero oficial» de la Secretaría de Educación

Mirada de don Moisés/Foto:Vladimir González R.

Originario de Puebla, Moisés León Silva, llegó al estado de Chiapas como militar; se enamoró de Eva Gutiérrez Méndez, quien hoy es su esposa, y decidió formar una familia. Sin embargo, su trabajo en el Ejército no le permitía convivir mucho con su pareja e hijos, así que decidió desertar y regresar a su lugar de origen. Después de algunos años su compañera enfermó y el médico recomendó un cambio de clima: regresaron a Tuxtla Gutiérrez; era el año 1987.

Los años han pasado pero don Moisés no pierde su vocación de servicio, por ello Desmesuradas los invita a conocerlo a través de  esta entrevista realizada en el 2006 pero que no pierde vigencia, al igual que su trabajo y su mirada:

 

De las armas al arte del trapo

Leticia Bárcenas González

Aquí, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, la situación legal del señor Moisés con la institución castrense no le permitía solicitar un empleo donde tuviera que presentar documentos como la cartilla o comprobante de no antecedentes penales, por lo que se vio obligado a realizar trabajos temporales y poco remunerados.

En 1990, sin trabajo, con esposa y tres hijos que alimentar, se arriesgó a aceptar la invitación de su amigo “Sebas”, un joven que trabajaba como bolero en la Secretaría de Educación, Cultura y Salud (hoy solamente Secretaría de Educación) aun cuando él sabía nada del oficio. “Me costó mucho. Después de estar quince años en el Ejército, donde se nos enseña a creernos superiores. Se requería de mucha humildad.”

Don Moisés, trabajando / Foto: Vladimir González R.

¿Qué más se requiere para ser un buen bolero?

—Un bolero no se puede hacer de la noche a la mañana, va uno reuniendo experiencia, incluso de los mismos clientes que nos van indicando cómo se les haga el trabajo y así, con un conjunto de experiencias logra ser uno un bolero de calidad.

Por supuesto, también hay ciertas virtudes que va uno cultivando como el ser humilde, ser discreto, sobre todo cuando estamos boleando y se tratan asuntos muy confidenciales en donde debemos tener mucho cuidado para no divulgar esa información. Una persona me comentó que una vez en el Estado de México había problemas entre unos funcionarios, se peleaban  porque se filtraba información y se acusaban unos a otros, hasta que uno se dio cuenta que era el bolero quien los escuchaba y luego contaba todo. Así que me dijo: ten cuidado, no te vayas a envolver en esa situación y después vayas a meterte en problemas judiciales.

¿Quién fue su primer cliente?

—Se llama Apolinar, no recuerdo los apellidos pero estaba en el Departamento de Supervisión de Preparatorias. Como no sabía bolear, con él tardé aproximadamente media hora (risas).

¿Cómo se acercó a él y le ofreció sus servicios?

—La persona que me entregó el trabajo me dijo: primero obsérvame, y cuando me tocó el turno me acerqué y le dije: “‘Profe’, ¿quiere que le limpie sus zapatos?” El me dijo “sí, bueno”. Y ya empecé a bolearle los zapatos, él me observó con un poquito de duda porque no me había visto por acá y sobre todo, porque este trabajo es de niños y yo ya tenía mi edad.

¿Cuántos años tenía?

—Como unos treinta y dos.

¿A cuántos secretarios les ha echado un “trapazo”?

—Ah, son varios. El primero fue el ingeniero Abelardo Santillán Bárcenas, de ahí siguió el profesor Gilberto Cruz Albores, la profesora Sonia Rincón Chanona, el licenciado Santiago Becerra, el profesor Pedro René Bodegas Valera y ahora al profesor Alfredo Palacios Espinosa.

¿Cree que alguna vez desaparezca este oficio?

—¡No creo! Este oficio es universal, me doy cuenta en algunos medios de comunicación, como la televisión, que de repente captan algunas personas boleando zapatos y sobre todo me he dado cuenta que es un trabajo muy modesto y ¿quién no necesita la boleada? Todos.

¿La gente paga el valor de su trabajo?

Boleando zapatos de dama / Foto: Vladimir González R.
Boleando zapatos de dama / Foto: Vladimir González R.

—Ahí está el detalle, fíjese, algunos sí lo reconocen, otros no. Hay un profesor que sí se daba cuenta de la calidad de trabajo que le daba y me pagaba bien, diez o doce pesos, le estoy hablando de hace unos ocho años. ¡Era bastante! Hoy mis clientes me esperan porque cobro un precio modesto, cinco pesos, cuando en realidad se cobran siete pesos y ya con la tinta doce pesos. De esa manera los tengo contentos y se dan cuenta que las boleadas, además, son de calidad.

¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha dado la boleada?

—Muchas, primeramente la de tener la amistad de personas muy bien preparadas; la satisfacción también de poder ayudar a mi familia, de enseñarles que cualquier trabajo aunque sea humilde es honesto. Y sobre todo ver cómo muchas personas se dan cuenta de que uno tiene el deseo de trabajar.

—Cómo bolero ¿cuál es su mayor aspiración?

—Pues, no. Ya conseguí ser una persona que sabe hacer su trabajo. Alguien me preguntaba que por qué no me compraba una silla para conseguir un lugar en el Parque Central, pero no creo que sea necesario. Solamente cuando ya alguien nos organice en todos los edificios de gobierno y tengamos que poner una silla, entonces mi aspiración será poner un negocio para beneficio personal.

¿Qué es lo que más le gusta de su oficio?

—¡Aaah, todo! Desde que empiezo a hacer la espuma con el jabón de calabaza hasta que rechina el zapato (risas).

—¿Qué le dicen los zapatos de las personas?

—Mucho. Cuando veo una persona que tiene muy cuidados sus zapatos veo que así tiene sus asuntos. Una persona, al asearle sus zapatos, me dijo: mire, don Moisés, tres cosas me gustan de las personas: que el cabello esté bien alineado, que esté bien vestido y que sus zapatos estén bien lustrados. Es algo que identifica a la persona, porque cuando atiende eso, se puede decir que así estarán sus asuntos de organizados.

¿Será por eso que don Moisés no sabe si le gustaría bolearle las botas a Vicente Fox?Quién sabe cuánto paga; él se hizo famoso porque le boleaban las botas en su oficina, cuando estaba en campaña.” Sin embargo, señala que sí le agradaría lustrarle los zapatos a algún gobernador.

El bolero oficial de la Secretaría de Educación, como le gusta presentarse, dice que ha tenido el privilegio de ver que algunos de sus clientes se convierten en funcionarios de gobierno. “Entonces digo, cómo es posible que después de que bolié a estas personas ya están en un alto puesto.” De buen humor y siempre discreto, sonríe al preguntarle si hay algún político al que no le pasaría el trapo: “No. No tengo ningún prejuicio en contra de nadie, son personas con sentimientos y con necesidades.”

—¿A qué futbolista le gustaría lustrarle los zapatos?

—No soy afecto al futbol, pero si me dieran una oportunidad, iría a bolearle los zapatos a ese grupo que antes era “Mocedades” y ahora se llama “Consorcio”, y poder preguntarles algo de su profesión artística.

—¿Y a qué personaje público no?

—A las personas que no les bolearía es a las que no valoraran mi trabajo, sobre todo a la hora de pedir el servicio. Ahí sí, les pongo un pretexto y no lo hago, porque siento que ven a uno como una persona que no tiene importancia, como humillando.

¿Es más fácil bolear los zapatos de mujer o los de hombre?

—Huy, es más difícil el de mujer porque hay que tener cuidado, sobre todo mostrarles respeto, darles confianza porque uno está en su trabajo.

—¿Le produce algo especial lustrar zapatos de mujer?

—Nooo. (Risas). En un principio como que dije bueno, a ver, a ver qué pasa. Pero no. Recuerdo a una licenciada que me decía: “don Moy, boléeme mis zapatos”. Empezaba a bolearlos, pero yo me daba cuenta que ella lo tomaba como una terapia, a veces se quedaba así… como media dormida (risas). Le decía: Lic. ya terminé de limpiar sus zapatos y me preguntaba, “¿no me los puede bolear otra vez?”.

¿Y no les echa ojo a su “chamorrín”?

— (Risas). Me insistían por ahí algunas personas: “qué, ¿qué pasó por allí?”. No, les digo, es parte de mi trabajo. Ellas se empezaron a dar cuenta que trabajo sin morbo y por eso me dan el trabajo. (Más risas).

—¿Qué siente cuando ve brillosos los zapatos?

—Cuando yo lo hago me siento realizado porque digo que contribuí en algo, al cuidado de la presentación de esa persona que cuida su imagen.

¿Es cierto que los militares le prenden fuego a sus zapatos para que brillen más?

—Así es. Los muchachos del Colegio Militar, después del tratamiento con la crema, la grasa y nuevamente otra capa de grasa, flamean los zapatos, entonces queda un brillo como si fueran de charol, quedan muy bien, sobre todo cuando hay paradas militares, o sea, los desfiles ante funcionarios.

—¿Cuál es el color más bonito para lustrar unos zapatos?

—Ah, el color más bonito es el negro. Le diré que algunos colores con la presencia del sol se van decolorando, como el café. Entonces, el negro es el más bonito, incluso el más elegante.

Moisés León con un cliente / Foto: Vladimir González R.

—¿Cuáles han sido los zapatos más difíciles que le ha tocado bolear?

—Son los del famoso material llamado ante, allí solamente se tiene que lavar con jabón de calabaza; pero cuando se me han presentado algunos zapatos de ese material en color azul, les digo a las personas que mejor compren unos nuevos.

—¿Le ha llegado a molestar el olor de un zapato?

—No, no. En una ocasión sí tuve como experiencia que una persona (de la Secretaría de Educación) me pidió que le cambiara el color a sus zapatos, que eran amarillos; no, no olían mal, lo que pasa es que se subió mucho el pantalón y como le eché fuego (risas), empezó a arder su pantalón, empezó a patalear y lo que hice fue rápidamente apagarlo.

—¿Le cobró el pantalón?

—No, no me lo cobraron, al contrario, me pagaron la boleada, pero yo me sentía mal porque no hice bien mi trabajo.

—También repara zapatos, ¿no le preocupa meter la mano en un zapato que no es el suyo?

—No, porque es muy difícil creer que alguien tenga problemas con alguna enfermedad de los pies, porque veo que son puras personas profesionistas y cuidan su persona en el aspecto físico; no, no veo ese peligro.

—¿Qué época del año es la mejor para su trabajo?

—Más o menos como desde marzo en adelante, porque ya cuando llega noviembre y diciembre, todos estrenan. (Risas) Entonces dicen no, están nuevos, más adelante. Son dos meses que baja un poquito el trabajo.

—Para iniciar su trabajo ¿tiene alguna superstición, cábala o ritual?

—No, porque ya todos me conocen, nada qué ver. En una ocasión a un profesor, subsecretario de Educación, jugando le dije: Lic. póngame el pie derecho porque si no, no me va a ir bien. Ah, sí, sí, me dijo. (Risas) Pero ya lo comprobé, el pie derecho o el pie izquierdo, es lo mismo. No hay ninguna situación de que me vaya bien o mal, sobre todo cuando alguien me dice: “¿Sabes qué?, no tengo dinero para pagarte. ¿Es la primera boleada?”. Les digo, no hay problema, de todos modos tiene mi trabajo. No, no tengo ninguna superstición.

—Algunos afirman que viven de la patada, ¿usted vive de la boleada?

—Sí, sí vivo de la boleada. Sí me da para eso.

—¿Por qué cree que su oficio tiene nombre de género musical?

—Ahora sí me hizo una pregunta muy difícil, porque por allí los clientes me dicen: “ai viene el bolero de Raquel”, otros me dicen “el bolero de Ravel” pero, la mera verdad, no sé qué relación tenga la boleada con la música, no sé si al rechinar los zapatos se desprendan algunas notas (risas).

—¿Cuál bolero es su favorito?

—Ummm, hay muchos. Me gusta mucho la música romántica, sobre todo, de los tríos. Los “Tres Ases”, “Los Caballeros”. Por cierto, quiero decirle que en la radio luego luego busco las estaciones en las que hay boleros, pero no de los que bolean sino de los que se cantan (risas).

En la actualidad la situación legal del señor Moisés con el Ejército está regularizada, no obstante, no piensa cambiar de trabajo aun cuando siempre está buscando la forma de superarse, tomando incluso cursos de computación. Está, además, como muchos, muy agradecido con este estado y su gente, que le ha brindado la posibilidad de ser feliz.

 

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SILUETA

 -Lugar de nacimiento:  Puebla, Puebla.

-Número de hermanos: huuy, fuimos muchos, fuimos 12 (él es el primogénito).

 -Estado civil: Casado

 -Número de hijos: 3

 -Pasatiempos: Leer sobre superación personal, asuntos morales, consolidación de la familia, en general sobre aspectos espirituales.

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Moisés León Silva / Foto: Vladimir González R.

BOLERO DE ELITE

«Cuando inició el año 1994, yo insistía en bolearle los zapatos al Secretario de Educación, y como tenía confianza con su secretaria le preguntaba: Disculpe, ¿le puedo bolear los zapatos al secretario? Ella me decía: no porque está con el gobernador. Pero pasó un día, dos, tres, toda la semana. A la siguiente semana, cuando me presenté otra vez para bolearle lo zapatos al secretario, pasé. Él, atemorizado, me preguntó: ‘¿qué, cómo están aquí las cosas?’. Me sorprendió porque me habían dicho que estaba en una reunión con el gobernador y resulta que no era así. Él, por su propia cuenta, me dijo que había quedado atrapado en Ocosingo cuando empezó el movimiento de los zapatistas. Es una anécdota en la que me di cuenta que siempre guardan lo confidencial y no dan a conocer dónde se encuentran los funcionarios.”

“Cada vez me hago más importante (risas). En una ocasión hasta me prestaron el carro oficial, con todo y chofer, pero no crea que para ir a ver al gobernador, sino para comprar una ‘refacción’ para los zapatos del entonces Secretario.”

“Hubo un tiempo en el que me llamaban por medio del sistema de audio ambiental si el secretario necesitaba mi servicio; entonces, el chofer de un funcionario de Administración me reclamó diciéndome que me estaba convirtiendo en un bolero de elite… ¡y me la creí! (Risas). Así que pensé, como estoy entre licenciados, ingenieros, contadores y profesores, también tengo que titularme, por eso, en la primera oportunidad que tuve, mientras le boleaba sus zapatos al licenciado Araujo, director de Educación Superior en ese entonces, le solicité mi título como “Ingeniero en mantenimiento de medios de locomoción”, o sea, de bolero. (Risas). Estaba de acuerdo, pero antes tenía que pasar una prueba: bolear sus zapatos de color azul marino, color vino, color verde, color miel y unos muy especiales, de piel de venado; por supuesto, estos últimos no me permitieron obtener mi titulo. (Risas).”

“Si en alguna ocasión usted llegara a la Secretaría de Educación, por algún asunto, es poco probable que le limpie sus zapatos, pues seguramente estaré en alguna oficina atendiendo a alguien.”

*Entrevista publicada en diario El Heraldo de Chiapas. Marzo 22 de 2006