El 8M en Tuxtla Gutiérrez

Es de tarde, Florencia sube a la combi y se encuentra con la mirada de una chica, quien viste playera morada, pantalón negro y paliacate verde al cuello; ambas sonríen cómplices, se dirigen al mismo lugar.

La joven se baja antes, pasará por otras compañeras.

Texto y fotos: Leticia Bárcenas González

Florencia llega al Parque de la Juventud. Se sorprende de ver tantas mujeres, a diferencia de otros años que habían llegado pocas; la mayoría son jóvenes, en grupos o solas, pero todas esperando la indicación de formar el contingente para iniciar la marcha del #8M, Día Internacional de la Mujer, en Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas, México.

Aún con diferencias teóricas, incluso de organización, todas dispuestas a visibilizar su hartazgo del machismo sistémico y la violencia que se ejerce contra las mujeres. Hay hombres, sí, como espectadores, que están ahí porque son reporteros o son compañeros de las manifestantes, pero a la distancia. La formación, las consignas, las pancartas, la lucha, es de ellas.

Inicia la marcha, las consignas se escuchan: “Vivas se las llevaron, vivas las queremos”; “alerta, alerta, alerta que camina la lucha feminista por América Latina y tiemblen y tiemblen, y tiemblen los machistas que América Latina será toda feminista”; “señor, señora que nos mira indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”; “escucha hermana, hermana, aquí está tu manada”.

Entre los contingentes, hay niñas y niños acompañando a sus madres; muchas de las niñas portan pancartas con mensajes que invitan a la reflexión: “Somos la voz de las que ya no están”; “tener un hijo a los 11 no es una bendición, es una violación”; “marcho porque estoy viva y no sé hasta cuándo”: «todas las niñas merecen respeto y la libertad de elegir qué les gusta».

La gente se detiene y ve con sorpresa a las mujeres que marchan, algunos dan muestras de respaldo, otros por el contrario, sonríen burlonamente o simplemente sacan el celular para tomar fotos. En algunos locales bajan las cortinas con temor.

El feminismo, como movimiento político, cuestiona y busca destruir el poder patriarcal como eje estructural de las relaciones entre hombres y mujeres. Y hoy, Florencia y sus compañeras, exigen un alto a la violencia, violencia física, violencia doméstica, violencia laboral. Violencia por ser mujeres. Piden justicia para las desaparecidas, las asesinadas.

Llegan al zócalo y un grupo sube a un templete. Hablan sobre casos muy específicos de violencia: asesinatos de sus madres, hermanas o hijas, hay un caso de violencia familiar con la sustracción de los hijos por parte del ex marido; la coordinadora de desplazadas de Chiapas también pide justicia para ellas. Florencia escucha atenta y levanta el puño al tiempo que grita las consignas de apoyo: “No están solas, no están solas”. Una representante de las periodistas habla del porqué de su participación en la marcha, no como trabajadoras de los medios nada más, sino como mujeres que exigen un alto a la violencia y respeto a sus derechos.

Escucha atenta cada participación; sin embargo, no puede evitar las lágrimas con las narraciones de las jóvenes que se han atrevido a hablar de sus casos y denunciar a sus violadores, aun cuando sus madres no les han creído. El tío, el padrastro, el maestro, los culpables.

Sin reponerse del todo, observa a las niñas que suben al templete con sus pancartas y también piden un alto a la violencia, alzan su voz para pedir seguridad y que puedan vivir una vida libre de violencia. Imagina el dolor de las madres que no ven regresar a sus hijas, el miedo de que cualquier día sus hijas, hermanas, madres, primas, sobrinas, sean violentadas.

Toca el turno a las mujeres lesbianas, quienes denuncian el acoso que viven por su preferencia sexual, que incluso les afecta en su ámbito laboral, por lo que piden pleno respeto a sus derechos.

Florencia observa a las mujeres del templete, la tarde está cayendo y empieza a oscurecer, el edifico del palacio gubernamental que está frente a ella, se ilumina de color morado, el color de la igualdad. De fondo se oye una voz que nombra a cada una de las desaparecidas y asesinadas de Chiapas. Es hora de marcharse.

 

 

Ella se siente a veces…

Foto: Cristina García Rodero*

 

 

 

 

 

 

 

 

Ella se siente a veces
como cosa olvidada
en el rincón oscuro de la casa
como fruto devorado adentro
por los pájaros rapaces,
como sombra sin rostro y sin peso.
Su presencia es apenas
vibración leve
en el aire inmóvil.
Siente que la traspasan las miradas
y que se vuelve niebla
entre los torpes brazos
que intentan circundarla.
Quisiera ser siquiera
una naranja jugosa
en la mano de un niño
-no corteza vacía-
una imagen que brilla en el espejo
-no sombra que se esfuma-
y una voz clara
-no pesado silencio-
alguna vez escuchada.

 

Poetisa: Alaíde Foppa

Nació en Barcelona, España, en 1914. A la edad de 30 años adoptó la ciudadanía guatemalteca, como su madre. Posteriormente vivió exiliada en México. En 1980 regresó a Guatemala en donde fue secuestrada y desaparecida por el gobierno del dictador Romeo Lucas García.

 

Fotógrafa: Cristina García Rodero

Nació en Puertollano, Ciudad Real,  España el 14 de octubre de 1949. Ganadora de numerosos premios de fotografía, es la primera mujer doctor honoris causa por la Universidad de Castilla-La Mancha y nombrada Académica de Honor de la Real Academia Galega de Belas Artes

A nosotras

Libro y Maga / Foto: Gabriela Barrios

 

a nosotras, dadoras de vida
y enemigas de la guerra,
para que cada mañana
esté presente el coraje y el amor
que nos ayudará a mantener
en equilibrio a toda la humanidad

 

Esta es la dedicatoria del libro Lentejuelas, canutillos y chaquiras realizado por la doctora Herminia M. Alemañy Valdez, quien es escritora, investigadora, editora y actualmente rectora interina de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Aguadilla.

Esta mujer de sonrisa espontánea, aunque se dedica a la investigación, a la docencia, y actualmente, con su nombramiento en la UPR, a muchas actividades administrativas, disfruta crear y lo ha hecho a través de la poesía; para ella la poesía es “un medio de plasmar algunas inquietudes; aunque tengo algo de poesía erótica me voy más a lo social. Es más denuncia social y de la condición de la mujer.” (Leer entrevista completa en: https://www.desmesuradas.com/2009/herminia-alemany-y-edgardo-nievesescritores/)

Herminia nos regala este hermoso poemario realizado a mano con sencillos materiales, donde nos narra la creación del mundo desde una visión femenina. Donde se puede ver a Herminia coser, bordar y tejer con palabras un universo en el que muestra a la mujer en su máximo papel de creadora y amorosa.

El próximo 8 de marzo se conmemora la lucha de la mujer, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. A ese día se le conoce como el El Día Internacional de la Mujer Trabajadora, también llamado Día Internacional de la Mujer, por ello, a modo de fraternidad, queremos compartir el siguiente poema:

Historia de cómo, poco a poco, fue tejiéndose el más fabuloso tapiz

Déjenme así, con el rostro frente al viento,
que me empape la lluvia para salir de nuevo
a chapotear en los charcos, a cazar mariposas
y a veces, arco iris.
-Carlota Molieri

    La más vieja de la viejas contemplaba su creación.
Llamó su atención la opulencia y el derroche
en algunas ciudades.
Notó con pesar que el otro, el petróleo
y los diamantes adquirían cada día más valor.
Observó la guerra, el hambre,
las enfermedades, la violencia
y el desamparo.
¡Cuán lejos estaban de lo que ella había creado!
Abatida por el dolor, comenzó a llorar sin consuelo.
Agarró agujas e hilo
y comenzó a tejer una cadeneta roja.
Tejía y lloraba, lloraba y tejía.
Otra vieja, al verla, se compadeció de su dolor.
Fue por sus agujas y su hilo
y comenzó a tejer una cadeneta naranja.
Otra, menos vieja, escuchó el llanto de las dos mujeres,
trajo su hilo y sus agujas
y comenzó a tejer una cadeneta amarilla.
Una cuarta mujer alcanzó a escuchar
el llanto de sus compañeras.
Se sentó junto a ellas.
Con sus agujas y su hilo,
tejió una cadeneta verde.
Una joven se acercó.
Traía sus agujas y una madeja de hilo azul.
Se les unió
y comenzó a tejer una cadeneta.
Otra, jovencita,
con el añil en las manos,
tejió también una cadeneta.
La más joven de las jóvenes
también demostró su solidaridad
y, con el hilo violeta, tejió una cadeneta.
Así, durante 40 días
con sus 40 noches,
estas mujeres tejieron y lloraron,
lloraron y tejieron.

Absortas en su dolor,
no notaron que la pequeña Iris
recién comenzaba a gatear.
Maravillada antes tanto color,
Iris agarró el extremo de las cadenetas
y comenzó a dar vueltas con ellas.
Con cada vuelta que daba, surgían,
del agua producto de las lágrimas, nuevos seres.
Así, de la cadeneta violeta salieron orquídeas,
de la añil, la profundidad de las aguas,
de la azul, el cielo y una que otra ave,
de la verde, las hojas de los árboles
y las plumas de las aves,
de la amarilla salió el sol,
de la naranja, el fuego de los volcanes
y, de la roja, la sangre que daría fuerza a los corazones.
Tantas vueltas dio Iris que cayó,
tan rápido como el viento,
a la tierra.
Mientras caía,
las cadenetas se acomodaron en un arco.
Entonces, el cielo brilló lleno de colores.

La más vieja de las viejas,
al ver el esplendor celestial,
dejó de llorar,
lo mismo hicieron las otras.
Con alegría notaron que la vida surgía nuevamente
y tuvieron esperanzas.

De vez en cuando,
la más vieja de las viejas vuelve a llorar,
pero Iris no ha dejado de dar vueltas con las cadenetas
y cae nuevamente a la tierra
iluminando el cielo con los siete colores.

Fuente: Alemañy Valdez, Herminia M. Lentejas, Canutillos y Chaquiras. Indómita Editores. Puerto Rico, 2009.