Intocable, el luchador

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A veces la vida nos premia con momentos inolvidables, nos orilla sin que lo busquemos o lo deseemos a ser testigos de hechos que pueden pasar a la historia por su trascendencia política, social, cultural o simplemente emotiva. A cada uno de nosotros nos puede venir a la mente un lugar, una hora, un olor o un rostro especial al leer estas líneas. He pensado, al escribirlas, en marchas, presentación de libros, partidos de futbol y en noches de lucha libre en el extinto Centro Deportivo Roma, ubicado en pleno centro de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, donde en el año 2006, me tocó por azares del destino, presenciar la primera vez del luchador Intocable en esta ciudad.

Leticia Bárcenas González

Son casi las nueve de la noche. Fuera del Centro Deportivo Roma la gente esperaba impaciente la llegada de esos seres humanos, tan comunes y tan mortales como usted y como yo, pero que esta noche se transforman en héroes y en villanos para ayudarnos a vivir nuestra oculta fantasía: demostrar al mundo que somos verdaderamente rudos, salvajes, pasionales.

Algunas personas se forman para entrar; otras, la mayoría jovencitas y niños, fingen observar las máscaras, las playeras o los muñecos que se venden a un lado de la banqueta, mientras esperan ver descender de un taxi a los luchadores que por primera vez vienen a Tuxtla Gutiérrez: Alebrije con Cuije, Monster con Chucky, Alan Stone y, por supuesto, al galán de telenovelas y ex streeper, Intocable.

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El luchador Intocable / Foto tomada de Internet

¡Intocable! ¡Intocable! Aaaaah, gritan las mujeres al verlo llegar. Corren a su encuentro. Las más rápidas y atrevidas lo abrazan, lo besan en las mejillas; las otras, se conforman con tocar su mano, su brazo o ya de perdida su hombro. El cabello, ni pensarlo, viene cubierto de pies a cabeza. Sonríe. Saluda. Besa la mejilla de algunas chicas. Se deja desear. Se deja querer.

A los pocos minutos aparece su enemigo, sí, su enemigo, porque en el cuadrilátero no existen los rivales, existen los enemigos, y como tal asoma Alan Stone —el usurpador de la imagen de Intocable, lo llaman. Él no permite que las chicas se acerquen mucho aunque algunas gritan y suspiran al verlo. Apresura el paso, sólo acepta el beso de una niña y la foto. Entra al deportivo. Sus admiradoras quedan desilusionadas: ¡Mmm, se cree mucho!

En el ring, como en la telenovela en que actuó Intocable, se dará el eterno enfrentamiento del bien contra el mal, es decir, de los luchadores técnicos frente a los luchadores rudos. Los primeros representan, obviamente, al bien porque se “someten” a las reglas mientras que los rudos se valen de todas las trampas posibles para vencer a los otros, aunque esta noche al rudo Alan Stone los técnicos Alebrije con Cuije le hayan bajado los pantalones en dos ocasiones, dejando ver sus nalgas y la diminuta tanga beige que cubría lo necesario. ¿Necesario?

Intocable se quita el sombrero, baila, mueve la cadera eróticamente, se despoja la playera y sin dejar de bailar la pasa entre sus piernas, la monta. Las mujeres suspiran, gritan, llegan a la catarsis. Los hombres se ríen, lo admiran, en el fondo quisieran atreverse a hacer lo mismo, parecerse a él. En diciembre va a salir mi calendario a la venta en todos los puestos de periódicos, anuncia Intocable a los periodistas. El cuerpo se vuelve un territorio de afirmación de la identidad; se es lo que se ve y si se es hermoso, mejor. Lo importante es que el cuerpo forme parte de la compleja construcción de un lenguaje personal que sirve para agredir y anular al enemigo, por ello las contorsiones, los saltos mortales, las llaves, los gritos, las amenazas —¡Quiero la cabellera de Alan Stone en la Guerra de Titanes!—, la sangre (real o ficticia) y el baile mismo. Lo neto es, entonces, exponerse al daño, sufrirlo y superarlo: Todo en la vida es un riesgo y vale la pena por la gente correr ese riesgo, dice Intocable al hablar de su lesión de columna sufrida al enfrentar a Sicosis.

Y sí, el público merece que sus gladiadores corran todos los riesgos, porque viven lo que ven en el ring; gritan y se ríen, pero también se angustian y se encabronan si ven la posibilidad de que sus héroes pierdan —referi vendido, mala leche, gritan sus seguidores— porque entonces, no sólo está perdiendo el luchador sino también ellos, que se ven reflejados en él y que a través del personaje que representa viven la ilusión de vivir por un momento una vida que no es la suya. Claro, si pierde la máscara o la cabellera lloran pero le siguen siendo leales, esa es una verdadera prueba de fidelidad a su gladiador.

¡Intocable, Intocable, Intocable! Gritan sus “fans” cuando Alan Stone o el Monster lo golpean y corren en su ayuda si lo tiran del ring: ven, papito, yo te sobo, grita la señora que está a mi lado, mientras un joven pregunta a otro: ¿cómo cuántos años tendrá ese güey? Tal vez no sabe que quien compite con el nombre de Intocable nació el 9 de septiembre de 1976, en la ciudad de México, ni que empezó a luchar profesionalmente a los 19 años.

— En los inicios de tu carrera usaste el nombre de Valentino, ¿por valiente?
— Porque Valentino era un personaje italiano que era muy galán.

— ¿Y Randi?
—Me gustaba porque ese era el nombre con que bailaba de streeper.

— ¿Por qué ahora eres Intocable?
— Por el concepto vaquero, sexy. A parte de que me gusta el grupo.

— ¿Qué tan intocable eres?
— Tendrías que checar. (Risas.)

— ¿Qué te toquen en grupo, en banda o en solitario?
— De cualquier forma. (Risas.)

— ¿Y tú que tocas?
— ¡Todo lo bueno!

— ¿Duelo de pasiones o pasión por los duelos?
— Pasión por los duelos.

— ¿Muñequitas inflables o mujeres de carne y hueso?
— (Risas.) Una combinación de ambas.

— ¿Bailas por un sueño o te da sueño bailar?
— Bailo por los sueños.

— ¿En el amor te han bailado?
— (Risas.) Noo. No me han bailado hasta hoy.

— ¿Casado, soltero o arrejuntado?
— Arrejuntado.

— ¿Tienes algún rito antes de subir al ring?
— No, no tengo.

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Perteneció a la Triple A / Foto tomada de Internet

Quiero seguir preguntando y al mismo tiempo ver sus hermosos ojos, complacerme con su sonrisa, pero el público lo demanda: ¡Intocable, Intocable, Intocable! Los gritos impiden la comunicación. Me conformo, como muchas otras, con abrazarlo y besar su mejilla al despedirme, percibir su olor. De lejos lo veo luchar, coquetear con su público, dar autógrafos a los niños, besos a las jovencitas y sonreír, siempre sonreír. Todos bajan de la lona. La lucha, el espectáculo de hoy, ha terminado. Las luces se apagan y en el imaginario de muchas personas quedará grabada para siempre esta noche. ¿Ganó? ¿Perdió? No me importa, lo que lamento es no haberme tomado una foto con él.

 

Crónica publicada en el diario El Heraldo de Chiapas, en 2006.