Charles Chaplin, la música y el tiempo

Detalle cartel/www.radiombligo.org
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Por Gabriela G. Barrios García

Llegar a la función de cine de Radiombligo es obligarte a vivir varios momentos, como si entraras a una máquina del tiempo, donde te es posible ir de una época a otra, y vivir un cúmulo de experiencias reales e imaginarias por el entorno que la envuelve.

Pienso en la atemporalidad por la cinta proyectada: «El chico», película muda de Charles Chaplin, estrenada en 1921, que ha sobrevivido por generaciones. Algunos se preguntarán ¿por qué ir a ver una película que ya hemos visto?, ¿por qué ir a ver una película vieja? Otros afirmarían ¡los niños se aburrirán horrores!

Surgirán quizá otras interrogantes como ¿para qué voy si ahora en mi computadora o teléfono celular con Internet puedo ver la misma película desde la comodidad de mi casa?, es una película muy vieja seguro la descargaré fácilmente.

Sin embargo, la convivencia que se da entre el público, los participantes y los organizadores hace ese tipo de funciones una experiencia única. Los niños no sólo estuvieron atentos sino rieron divertidos, no hubo necesidad de entretenerlos con golosinas ni con grandes efectos especiales, fue una comunión sencillamente sui géneris entre el cine, el músico y el público.

Pienso en mi presente,  ha sido una experiencia nueva ya que nunca había estado en una función de cine donde la música estuviera en vivo, es emocionante.

La introducción de pequeñas piezas a cuatro manos ejecutadas por don Rafa (maestro Luis Felipe Martínez Gordillo), acompañado de Miriam, que don Gerasio atinadamente la denominó «Miriam, Deditos mágicos». Fue como calentar motores para nuestra sensibilidad, aunque no faltó uno que otro niño inquieto que preguntaba a qué hora empezaría la película.

Después de la breve introducción, don Rufo ayudado de don Gerasio colocaron el piano frente a la gran pantalla y comenzó el maravilloso espectáculo. Al principio estaba atenta en distinguir la ejecución del maestro e imagen de la pantalla, pero poco a poco me fui sumergiendo en una atmósfera en que música e imagen se hicieron una y se matizaron con las risas de los niños y adultos.

El pasado se asomó a mi memoria cuando llegué a la sala Descartes, recordé mi adolescencia, hace como 20 años, en ese tiempo entrar en cada cine era distinto, porque ninguno se parecía al otro, cada sala tenía su propia personalidad.

Ahí era Cinemas Gemelos, sus dos salas se llenaban todas las tardes y fines de semana. Nos reuníamos en el parque con mis amigas y amigos para entrar al cine, recordé las grandes colas en la taquilla, así también la ruta en el colectivo para arribar al lugar, los puntos de encuentros y desencuentros. Los sonidos de la ciudad eran distintos, mi vida era distinta.

A la entrada del Descartes pagué cero pesitos un centavito y como llegué temprano una señorita muy amable me pidió sacar de un costalito un cartoncito, no pregunté para qué, al ver lo que había sacado decía la palabra pez, imaginé: ¿Será que me pedirán hacer el sonido de un pez?

¿Realizaremos equipos por los animales que nos hayan tocado?, me pregunté al escuchar que otra persona sacó la palabra sapo; luego pensé: ¡Habrá rifa!, entonces me darán el cuento de un pez o un pez de cartón o un pez de madera o un pez de sabor.

Al final de la función lo supe, fue una rifa pero el pez resultó ser sólo una palabra de consolación, no resultó premiado. Espero tener suerte en la próxima rifa. Mientras tanto estaré gustosa de volver al cine de Radiombligo de la mano de Ángel y Santiago, mis cómplices perfectos de este viaje en la máquina del tiempo.

Les comparto una breve recopilación de audios de lo que captamos en la función de cine (Cortesía www.archivosonoro.org)