Este año realizamos diversos artículos y compartimos poemas con una fotografía, de artistas que admiramos de diversas partes del mundo, otorgando prioridad a letras y trabajos de escritores y fotógrafos chiapanecos, como el poema tan sentido del poeta Óscar Oliva
Son diversos los personajes que matizaron el sitio este año, no sólo de gente destacada en el ámbito artístico, como la entrevista al gran cuenta cuentos Emilio Lome
La visita del artista, director y docente argentino Rubén Segal que ofreció un magnífico taller para el fomento de la creatividad entre personas que participan en el teatro y la danza
También en Desmesuradas buscamos que estuvieran en nuestro sitio las voces de aquellas personas que en su oficio sencillo luchan día a día para construir un país con esperanza como don Edgar de oficio cartero
Desmesuradas da un voto de fe para que no se olvide la palabra, es por eso que los invitamos a rememorar los discursos de nuestra admirada y querida maestra Elena Poniatowska, durante su estancia en Chiapas, visita que causó revuelo por poner el dedo en la llaga y quien nos invita a la reflexión por los acontecimientos que vive el país
Agradecemos también las muestras de solidaridad para nuestro país, como la de nuestro amigo el poeta Carlos Bernatek, quien con su equipo de trabajo en Argentina nos enviaron un recordatorio de lo que no debemos olvidar jamás
Personal de la Biblioteca Nacional en Argentina /Foto: Carlos Bernatek
Queridas Gaby y Leti Desmesuradas: como todos los años, cuando nos disponíamos al brindis laboral clásico, tuvimos una idea: enviar un mensaje a toda Latinoamérica con un hecho que nos parece, nadie debería obviar.
Lo original es que, por encima de cualquier obligación de protocolo, y hasta descuidando la cortesía de las relaciones exteriores, este mensaje parte de un organismo público -la Biblioteca Nacional- y de sus trabajadores, hermanados en el sentimiento unánime de aquello que, por vivir donde vivimos, tanto nos ha marcado como sociedad: la desaparición forzada de personas.
Por eso quise que esta idea llegara a Chiapas, y por intermedio de ustedes a todos los que les parezca adecuado.
Un fuerte abrazo para ambas y los mejores deseos para 2015
Carlos Bernatek. Poeta y narrador argentino, nació en Avellaneda, Buenos Aires, 1955. Se ha desempeñado en diversas actividades en organismos culturales de la nación, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la Provincia de Santa Fe. Actualmente trabaja en la Biblioteca Nacional.
“A lo mejor un poema no puede cambiar al mundo, pero sí puede crear un diálogo y eso es muy importante por todo lo que está pasando”, expresó el destacado poeta chiapaneco Óscar Oliva, en el homenaje que recibió por su trayectoria dentro del Segundo Encuentro con la Palabra Escrita, realizado en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
A propósito de los acontecimientos nacionales, de este homenaje y del aniversario luctuoso del luchador social Lucio Cabañas, Desmesuradas comparte uno de sus poemas de reciente creación:
Balada por los muchachos de Ayotzinapa
No hay límites para el país del crimen.
No hay nombre para el país del crimen.
No hay país con nombres del crimen.
No hay crímenes para el país del crimen.
¿Díganme, en qué país lejano hallarlos?
A Décimo Junio Juvenal agrego a François Villon
para componer esta balada, y pido a otros cantores
añadan otro estribillo interrogativo: ¿dónde, en qué
país sin crímenes están los muchachos que apenas
se habían desnudado al amor?
Ayúdenme a correr junto a un río
que corre con demasiada fuerza.
¿En dónde están, en qué casa negra, encapsulados?
En la casa blanca no están, ahí ya no habita nadie.
Llegará el tiempo de otras sirenas, de otros sortilegios,
y la blancura como lirio será un resplandor amarillo
o un lirio negro al capricho de otra dueña, otra Circe
de engaño, entre leones y lobos del mismo bosque.
¿Dónde están, Madre Dolorosa?
¿Dónde están las 43 lágrimas de ayer por la tarde?
No vamos a averiguar en esta mañana dónde están,
ni en las siguientes mañanas y tardes dónde están,
ni en todo el año, que a este estribillo no nos lleve:
¡Mas dónde están los muchachos de Ayotzinapa!
No hay límites.
No hay nombres.
No hay país.
No hay crímenes.
Corren con demasiada fuerza.
Óscar Oliva
Tuxtla Gutiérrez, noviembre, 2014.
Maestro rural, egresado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en la cual fue líder estudiantil. En la década de 1970 actuó como jefe del grupo armado Partido de los Pobres en la sierra de Guerrero.
¿Quiénes son?, ¿están perdidos?, ¿por qué?, ¿están muertos?, ¿ya están muertos?, cuestiona un pequeño vendedor de palomitas y chicharrines a una mujer que sostiene un cartel con las fotos y nombres de los 43 normalistas de la escuela Isidro Burgos, de Ayotzinapa, desaparecidos entre el 26 y 27 de septiembre en Iguala, Guerrero, México.
La mujer se nota incomoda ante las preguntas y sólo responde un sí, en voz baja. El niño sigue observando el cartel mientras come una palanqueta, “son muchos”, dice y se pierde entre la gente.
Texto y fotos: Leticia Bárcenas González
El contingente al que pertenece la mujer, salió del parque Jardín del Arte a las cinco de la tarde, entre consignas: “Esta marcha no es de fiesta, es de lucha y de protesta; ¡Justicia, justicia, justicia!; Vivos se los llevaron, vivos los queremos; Ayotzinapa vive y vive, la lucha sigue, sigue; Porque el color de la sangre jamás se olvida…”
Unos jóvenes aprovecharon los viniles que anunciaban el encuentro entre la selección mexicana de futbol y la selección de Honduras, y otros que muestran diversos apoyos del gobierno a mujeres y campesinos, para hacer en el reverso de éstos pintas con aerosol en las que manifestaban su repudio a los acontecimientos y pedían justicia.
En la calle algunos automovilistas no entendían de qué se trataba la marcha y mostraban cara de disgusto, otros se detenían a observar. Antes de la marcha un médico dijo “es necesario dejar claro que este no es un movimiento magisterial, somos la sociedad civil que se organiza para demostrar que está cansada de lo que está haciendo mal el gobierno”.
El calor no cedía. Los clicks de las cámaras tampoco, la foto del contingente, la foto a la máscara de cerdo, la foto a la chica guapa, a aquella otra con su bicicleta y playera verde fosforescente. A las mantas, a las cartulinas.
Un chico, de cabello rizado y una banda roja sujetándoselo, empezó a pasar lista a los normalistas desaparecidos:
Víctor Manuel González Hernández: ¡Presente!
Saúl Bruno García: ¡Presente!
José Ángel Navarrete González: ¡Presente!
Jorge Aníbal Cruz Mendoza: ¡Presente!
José Ángel Campos Cantor: ¡Presente!
Jorge Álvarez Nava: ¡Presente!
Ismael Caballero Sánchez: ¡Presente!
Y continúa la enumeración para terminar exclamando a una sola voz: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.
La gente en las calles voltea, los empleados de los negocios salen a la banqueta, leen las mantas, algunas personas se asoman desde los balcones o ventanas de los segundos pisos, se solidarizan o muestran enfado.
El ruido de los autos y los cláxones no logra silenciar las voces: “Alerta, alerta que camina la lucha estudiantil por América Latina…”
Puños en alto, aplausos, pasos calmos, no hay prisa por llegar, el otro contingente viene del lado poniente. Al pasar frente a las instalaciones del Partido Verde Ecologista los gritos de “esos son, esos son, los que chingan la nación”, no se hicieron esperar.
“Lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar por un gobierno obrero, campesino y popular”, esa y otras consignas hacen recordar algunas marchas de 1988, en las que estudiantes, amas de casa, trabajadores y campesinos, apoyaban la candidatura de Rosario Ibarra para presidenta. Las consignas no han cambiado…
Doña Rosario, esa “ama de casa, de vida breve, común y corriente” como la describió una vez la escritora Elena Poniatowska, inicia su lucha en 1973, cuando su hijo Jesús Piedra es desaparecido por el gobierno represor, y se convierte paso a paso en un símbolo, en un espejo de las contradicciones del sistema político mexicano. Su voz es la voz de madres y padres que en su familia padecieron la brutalidad del aparato policiaco y que dejó en claro la falta de garantías para aquellos que se atreven a disentir.
41 años han pasado desde la desaparición de Jesús Piedra Ibarra y hoy, la sociedad mexicana tiene una larga lista de jóvenes por quienes levantar el puño y gritar: “Gobierno farsante que matas estudiantes…”
Hay momentos en que el calor o la desesperanza, no lo sé, hace parecer que los gritos en realidad son un lamento, una oración.
Al llegar al parque central se unen más personas que por diversas circunstancias no participaron en la caminata pero llegan a demostrar su solidaridad, algunas se saludan con alegría, con el gusto que da el reencuentro de amigos.
Empieza el acto protocolario, un joven lee una carta dirigida a un normalista de Ayotzinapa.
Las cámaras y los celulares sirven para hacer el registro: el orador, la multitud, los carteles, los rostros de quienes desde el balcón de palacio de gobierno observan, la chica con una bandera blanca y negra, los mismos fotógrafos. Que no quede en blanco la memoria.
El ular de las sirenas de una ambulancia distrae a la audiencia. El chico termina su lectura levantando el puño. Un hombre delgado, de playera azul y lentes oscuros, ha estado muy atento, se nota conmovido y aplaude. Vuelve la consigna: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.
Toman la palabra diversos oradores; la música también sirve para expresar el repudio a la violencia: “Ya no más sangre, ya no más muertes señor presidente…” canta Aire Nuevo Music & Feeling
Llega un contingente de docentes de la sección 7. Traen consigo cajas forradas para simular féretros, veladoras y más pancartas. La tarde empieza a caer, las voces de los nuevos oradores también… los ánimos vuelven a revitalizarse, se invita a una profesora normalista de Ayotzinapa a tomar la palabra, nombre a los estudiantes que fueron sus alumnos.
Arriba al zócalo tuxtleco el contingente de los estudiantes de la Escuela Normal Rural Mactumactzá, visten playera negra la noche los recibe al igual que la gente reunida; se desplazan ordenadamente, colocan en el piso una manta roja y se colocan alrededor de ella, del lado sur los hombres, del lado norte las mujeres, al poniente hombres y al oriente la gente los observaba, los escucha atenta: “Hasta la victoria siempre, sí señor; hasta la victoria siempre, sí señor…”
Encienden veladoras, dos oradores más toman la palabra. Por hoy, termina el evento.
La lucha seguirá dicen a coro los normalistas presentes.
La noche cobija la plaza, los pasos se dispersan, las voces se niegan al silencio.